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domingo, 26 de diciembre de 2021

INUNDACIÓN

 


         Después da andar el último mes haciendo gentes con las cotas de infección más bajas del mundo. Después de andar sacralizando a las vacunas, que nos estaban salvando de caer en los piélagos de la dependencia a la ómicron, que andaba por el mundo entero como Pedro por su casa, este es el tiempo en que agachamos nuestras orejas y nos damos cuenta de que somos hijos de la pandemia como los demás, que rozamos ya los 1000 contagios y subiendo y que participamos de los criterios de los técnicos, que avisan que, a la vuelta de la esquina, los infectados no se van a poder contar porque el poder transmisor de ómicron es tan fuerte que casi todos vamos a terminar infectados. Y…, de todo lo que decíamos qué queda. Pues parece que queda y bastante porque teniendo más del doble de infectados que el año pasado por esta época, los casos graves y las defunciones rondan sólo el 20%, en parte por la protección de las vacunas, sobre todo la tercera dosis de refuerzo, y en parte también porque el gran poder infeccioso de ómicron lleva incluida una menor gravedad



         Los ciudadanos de a pie, como es mi caso, lo más que podemos hacer es llevar nuestras vacunas en regla, protegernos con las mascarillas de las aglomeraciones de gente, andar por espacios lo mejor aireados posibles y confiar en San Pitopato para que todas estas medidas surtan el efecto deseado en el caso de que nos infectemos. Yo quisiera ser como mi hermano Paco, que en un momento dio positivo, se aisló en la casa durante el tiempo prescrito, no tuvo ningún síntoma y en la última PCR dio negativo y se incorporó a su Centro Ocupacional como si tal cosa. Aun así preferiría no infectarme, para qué voy a decir otra cosa, pero la experiencia de mi hermano no ha supuesto para la familia más incomodidad que la del aislamiento, lo que tampoco es un grave inconveniente. Lo que nos dicen los que saben es que después de varios meses de la pauta completa, la protección desciende hasta el 40%. Y que la tercera dosis de refuerzo eleva la protección de nuevo por encima del 80%.



         Ómicron, por tanto, que amenazaba cuando se detectó en Sudáfrica, hace más o menos un mes, no destaca tanto por su gravedad, siempre y cuando las personas infectadas tengan sus vacunas en regla, sino por su capacidad infecciosa. Los que no creen en las vacunas siguen manifestándose por todo el mundo, reivindicando su derecho a la libertad de vacunarse o de no hacerlo. Otra cosa es cuando se infectan porque sus efectos son de mayor gravedad y entonces sí que buscan el amparo de los centros de salud y de sus profesionales. Muchos de ellos hasta realizan manifestaciones contra sus propias opiniones antivacunas, que los llevan a tener que internarse y ser tratados con los medios previstos por la sanidad pública como cualquier otro ciudadano. El señor Trump, de infausto recuerdo, el otro día fue abucheado en público cuando reconoció haber recibido la tercera dosis de la vacuna, tanto como había largado menospreciando las vacunas durante su mandato al frente de los EEUU.



         Hay técnicos que afirman que esta podía ser la última ola de este ómicron de los mil demonios. Ojalá, pero será el tiempo el que confirme esta tesis o la contradiga. No quisiera terminar este texto sin decir que los vulcanólogos han dado por extinguido el volcán de La Palma, después de haber cumplido los diez días preceptivos sin nuevas erupciones. Ahora queda la ingente labor de ponerse a reconstruir tanta ruina como han producido los casi 90 días de erupciones de lava, de cenizas y de gases como no se habían conocido desde hacía siglos. Los palmeros han recibido mucha solidaridad de sus vecinos y de toda España pero la dimensión de la ruina ocasionada por este volcán que ha vuelto a dormir, espero que definitivamente, necesitará, además de la buena voluntad de la gente, la intervención decidida del gobierno, no para ponerlo todo como estaba, cosa imposible, sino para que los perjudicados encuentren una manera digna de reiniciar la vida, que ha quedado enterrada bajo millones de toneladas de lava.



domingo, 19 de diciembre de 2021

MONTAÑA RUSA

 


         Hemos sido de los últimos esta vez, pero ya nos toca subir. Resulta que ómicron nos lo ha puesto todo patas arriba de nuevo. Primero fue el pánico de los mercados y la bolsa se dio un buen batacazo, cuando apenas conocíamos su nombre. Hoy ya estamos familiarizados con su poder y hasta fardamos de conocer algunas de sus propiedades: mucha más capacidad de contagio que la delta, que es la anterior, y menos graves sus efectos. Hay voces autorizadas que afirman que todos terminaremos contagiados y que las medidas: vacunas, mascarillas, ventilación, etc…, no significarán tanto ausencia de infección sino mayor o menor gravedad de sus efectos. Las ucis y las camas de hospital han estado muy tranquilas mientras la quinta ola estuvo bajando hasta los 40 en los que nos creímos, una vez más,  salvados. Hoy subimos con vigor la sexta ola y ya alcanzamos los 300 que, pese a seguir siendo muy lejos de los casi 2000 que reflejan los Países Bajos, por ejemplo, nadie nos quita de seguir subiendo a buen ritmo y sin haber probado hasta el momento la capacidad de ómicron porque todavía nos infecta delta. Y con las navidades en puertas.



         Como nadie discute hasta el momento los beneficios de la vacunación, no para alcanzar la inmunidad sino para atenuar los efectos de la infección, valoramos positivamente los altísimos niveles que hemos alcanzado, seguimos inoculando terceras dosis a los mayores de 40 años, ponemos una dosis específica a los niños de entre 5 y 12 años y con eso, hasta donde sabemos hoy, nos encontramos con las defensas más fiables para enfrentarnos a los efectos de lo que conocemos. Pero no podemos ignorar aquellos hallazgos primeros de que mientras todos no estemos vacunados aquí no hay nadie seguro porque, mientras invertimos grandes recursos en aislarnos en España, por ejemplo, muchos países siguen con unos niveles de vacunación incipientes del 20%, lo que significa que allí estarán apareciendo nuevas variantes del virus y, tarde o temprano, terminaremos conociéndolas y sus efectos nos terminarán llegando, como nos han ido llegando las que conocemos hasta hoy.



         Nunca he sido desagradecido y valoro en todo su poder el alto nivel de defensa alcanzado hasta el momento, ya lo quisiera ese medio mundo que no alcanza todavía ni el 50% de vacunación. Lo que digo es que no podemos permitirnos, por nuestro propio beneficio, seguir mirando para otro sitio, ignorando la deplorable situación de tantos millones de personas que no alcanzan ni los mínimos niveles de inmunidad que les garanticen la propia vida. En nuestro propio país, entre la comunidad, pequeña pero significativa, que niega los beneficios de la vacunación se produce un nivel de infección  y muerte de 6 a 1, según que los infectados sean no vacunados o con sus vacunas en regla. Muchos de los que no quisieron en su momento, ahora hacen colas para recibirla o se lamentan en las ucis de haber despreciado sus beneficios en su momento. Creo que aprender siempre es bueno y lo que tienen que hacer es acceder a los beneficios de las vacunas cuanto antes y aprovecharse de sus efectos hasta donde es posible.



         No puedo entender cómo en países europeos o en EEUU, con las posibilidades de acceso de que disponemos, existan porcentajes importantes de ciudadanos, entre el 10 y el 40% según los casos, que persiste en su negativa a ser vacunados. Los estados insisten en su conveniencia, no ya solo por sus posibilidades de defensa ante los efectos del virus sino por la mayor capacidad infecciosa de los no vacunados para infectar a los que la tienen puesta. Parece que hacen de este problema, que muchos vemos como de salud pública, un asunto de carácter ideológico que no alcanzo a comprender. De uno u otro modo, se está presionando hasta rozar la obligatoriedad, para que los negacionistas se den cuenta de que con su actitud no sólo se ponen en riesgos innecesarios ellos mismos, sino el resto de sus vecinos vacunados, que no tienen culpa ninguna.  



domingo, 12 de diciembre de 2021

POBREZA


         En las carreteras de Chiapas, al sur de México, el otro día volcó un camionaco, de esos de 12 metros de largo, al parecer  por exceso de velocidad. Cuando se abrieron las puertas para ver qué había pasado con la carga, resultó que la carga eran más de 100 personas que viajaban en su interior camino de la frontera de EEUU. 55 de ellos murieron en el acto. El resto, heridos de diversa consideración, fueron llevados a hospitales de la zona a que se les atendiera. El conductor, salió pitando de la cabina y, hasta este momento, nadie ha dicho nada de él. Estará preocupado por haber perdido el puesto de trabajo y buscará cobijo donde pueda, para que nadie lo identifique  Total, unas pocas líneas de la prensa del día. Después, el silencio. Hoy ya no aparece este drama en ningún periódico. Tampoco el de ninguna de las decenas de millones que se mueven por el mundo buscando un futuro para ellos y para sus familias porque en sus países de origen no lo encuentran. Este virus no es de hoy. Es endémico. Se llama pobreza y nadie quiere mirarlo a la cara ni, que se sepa, se ha encontrado, hasta el momento, una vacuna para combatirlo.



         Lo repetiré una vez más para que nadie se atreva a tildarme de ingrato. Estoy encantado de haber recibido ya el tercer pinchazo de la vacuna contra el covit 19. Me emociona saber que mi país, España, ande ya por el 90% de la población vacunada con la pauta completa y a la espera de que llegue el día 15 en el que empezarán a recibir la primera dosis, adaptada a su edad, los niños entre 5 y 16 años. Es posible, por tanto, que el año próximo lo comencemos con casi toda la población vacunada. La sexta ola, en la que cabalgamos, sigue infectando con incidencia irregular según las distintas comunidades, mayor en las del norte y más moderada en las del sur (Granada, que es mi provincia, ayer alcanzó los 100 mientras que Centroeuropa se acerca a los 2000). Desearía con todas mis fuerzas que los peores estuvieran como yo. Hasta el momento no tengo el disgusto de conocer al tal covit 19 ni maldita la gana. Me siento, por tanto, un privilegiado, que quede meridianamente claro.



         Lo que pasa es que una cosa es combatir con todas nuestras fuerzas esta pandemia que se nos ha colado desde mediados Marzo de 2020 y otra muy distinta cerrar los ojos a las históricas pandemias que pululan a nuestro alrededor y para las que todavía no hemos encontrado una vacuna adecuada. Yo no sé qué pasaría si para la pobreza, pandemia endémica donde las haya, presente en nuestro planeta desde que el mundo es mundo y sin vacuna hasta el momento, si hubiera recibido un aluvión de dólares de parte de los países como lo han recibido las farmacéuticas para alumbrar la vacuna contra el covit 19 en tiempo record, quien sabe si la hubiéramos resuelto en su totalidad, o en buena parte, sus perniciosos efectos. Lo pobreza es pandemia y madre de pandemias. No tenemos más que darnos cuenta que mientras hay países, como el mío, con el 90% de ciudadanos vacunados, la mitad del mundo no llega todavía al 20%, lo que significa riesgo para todos.



         No sé si la tragedia de la carretera de Chiapas, de la que nos hemos enterado porque ha volcado el camión. ¡Cuántos tráiler habremos visto circular tranquilamente con la misma carga en su interior y sin que nadie lo sepa! La pobreza es muy tozuda. Sigue entre nosotros y lo mismo se alberga en un transporte de ganado que detrás de una alambrada entre la nieve de Bielorrusia. Utiliza todos los colores del arco humano, se esconde en todos los vericuetos de la ilegalidad pero se siente fuerte porque sabe que nuestra hipocresía encuentra maneras de pasar por su lado sin ver lo que pasa. Tenemos miles de excusas a la mano para escurrir el bulto y pasar junto a la miseria como si tal cosa. Si llega el caso no nos va a temblar la cabeza para encontrar argumentos que signifiquen aplazar sine die la solución de nuestra más vieja pandemia. Siempre encontraremos un buen mañana que nos sirva de escondite para seguir nuestro camino y hasta dormir tranquilos cada noche, conscientes de que algún día habrá que tomar cartas en el asunto, pero será en el futuro, probablemente.     




domingo, 5 de diciembre de 2021

DESTINO


                Pudo ser esta pandemia por la que atravesamos aquello de o nos salvamos todos o aquí no se salva nadie. Esto se dijo casi desde el principio. Hoy se sigue diciendo pero eso no quita para que en España vayamos ya por el 90% de vacunados, mas tercera dosis de refuerzo para los mayores de 60 años, entre los cuales me cuento y agradecido, mientras hay países que no alcanzan ni el 5%. Díganme, si es que saben, dónde está la lógica entre lo que se dice y lo que se hace. Nos encontramos en una nueva ola, para nosotros la sexta, otros la denominan cuarta por sus historias particulares. Lo que sí es verdad es que la rica Europa se encuentra en la cresta de la ola, nunca mejor dicho. La casi modélica Alemania, por ejemplo, tiene que mandar algunos de sus enfermos a Italia para que se los curen, si pueden, porque ya no les caben en sus hospitales y ahora es España la que se encuentra a la cola de las intoxicaciones porque su vacunación se acerca a la totalidad de la población mientras que la mayoría, Austria a la cabeza, apenas alcanzan el  70% de vacunados voluntarios y superan con creces los 1000 de incidencia. Se empieza a discutir seriamente que la vacuna sea obligatoria porque la mayoría de los nuevos infectados, mira por dónde, resulta que no están vacunados por voluntad propia.



         A todo esto nos llega ómicron, última variante del virus, al parecer de Sudáfrica, aunque esto no está claro, y el mundo rico se echa a temblar porque lleva en su seno hasta más de 30 nuevas variantes para terminar de volvernos locos y con alta probabilidad de que las vacunas que llevamos inoculadas puedan no ser efectivas para algunos de sus efectos. Los mercados perdieron en un solo día miles de millones de dólares, más que suficientes para haber comprado vacunas para el mundo entero que, si recordamos, era lo que había que haber hecho desde el principio. Pues ahí no queda todo: en vez de corregir el error inicial y ponerse manos a la obra a vacunar a todo quisqui, aquí estamos estudiando como locos la composición de ómicron para salvar a los más ricos y que el resto se las ventile como pueda, una vez más.



         El problema es que la realidad es muy tozuda y mantiene en  pie aquello de que mientras todos no estemos libres del virus, estaremos todos en peligro. Si en este momento es la variante ómicron la que nos pone a temblar, en otro momento puede ser la variante equis o su prima hermana. Con lo simple que resulta de entender y lo difícil que es ponerlo en práctica. Chocamos una y otra vez con la misma piedra. La política del sálvese el que pueda nos lleva al precipicio y allí terminamos estrellándonos todos. Cuántas veces habremos razonado lo fácil que resultaría convertir en alimentos algunos de los presupuestos que se destinan a armamentos. Se cuentan los números y resultan sobrados para mantener niveles de dignidad vital del conjunto de la población. Exactamente lo mismo se puede decir de la compra de vacunas o de los medicamentos necesarios. Pues eso que parece tan fácil, resulta en la práctica es imposible por la sencilla razón de que las prioridades para el gasto de los recursos cambian de dirección y lo que tendría que ser el primer destino se olvida.



         En el caso que nos ocupa estamos invirtiendo cantidades industriales de dinero para dar con la tecla de las particularidades de infección que ómicron lleva en sus tripas y cuánto hay que invertir para encontrar una vacuna que nos lo resuelva. Todo eso  está analizado y estoy seguro que hasta cuantificado. Puede que en poco tiempo nos encontremos en el camino de ponerlo en práctica incluso. Una vez más es posible que estemos caminando para salvar el  culo de aquellos que podamos disponer de medios y nos olvidemos de nuevo cual es la dirección adecuada que nos garantice el deseado salvamento colectivo, que no es otro que el de vacunarnos todos cuanto antes para que el virus, que siempre estuvo vivo, encuentre un cauce de salida, con la mutación que necesite en cada momento, para permanecer entre nosotros. Si no fuera verdad, parecería mentira.   

 

domingo, 28 de noviembre de 2021

ÓMICRON


         Se denomina así a la última variante aparecida en Sudáfrica y que parece capaz de extenderse por el mundo con facilidad en el futuro próximo. Ya hemos integrado otras variantes del virus como la alfa, la omega, la épsilon…, nombres todos del alfabeto griego con los que se vamos denominando a las nuevas variantes que se van imponiendo y que al poco tiempo quedan anuladas por las nuevas que aparecen y que integran a las anteriores. La ómicron tiene la gracia, por ahora, de haber sido la última. Ha aparecido en Sudáfrica y ha puesto a la comunidad científica patas arriba por el hecho de ser nueva y porque no se sabe, hasta el momento, si las vacunas que nos estamos poniendo mantendrán los niveles de inmunidad superiores al 90% que tenían para las variantes anteriores. Por lo pronto, el simple hecho de la duda ha ocasionado una caída generalizada de las bolsas del mundo entero. Ahora se está investigando si la inmunidad se mantiene o no. Si es que sí, todos tranquilos por el momento. Si es que no, mano a ponerse a investigar para modificar las vacunas existentes hasta convertirlas en inmunes para la variante ómicron.



         Desde el principio de la pandemia se explicó que lo prioritario era la vacuna para todos los habitantes del planeta porque podríamos considerarnos inmunes solo si lográbamos estar todos. Aquello se escuchó y me parece que hemos hecho como el que oye llover, es decir, ni caso. En nuestro país, España, por ejemplo seguimos poniendo dosis a troche y moche. Ya estamos vacunados por encima del 90%. Ahora empiezan los menores de 18 años y la tercera dosis, de refuerzo, para los mayores de 60 años. En teoría, con este nivel tendríamos que estar, no inmunizados, sino superinmunizados. Felices y contentos por lo tanto. Sin embargo la inquietud ante la presencia de la variante ómicron se nos ha metido en el cuerpo y nos tiene en plena duda en este momento porque, por más inmunizados que estemos, y lo estamos, mientras existan países con muy bajos niveles de vacunación, el virus sigue vivo y con capacidad para mutar de nuevo y cada nueva mutación es un motivo de incertidumbre sobre si nuestra inmunidad será suficiente o no.



         Pues con esta somera explicación hubiera debido bastar para habernos puesto como locos a vacunar a todos los países, pero la realidad ha sido muy distinta y la mayoría todavía se encuentran en niveles de vacunación del 10, del 20%, mientras que otros, como es nuestro caso, ya no sabemos cuántas vacunas nos vamos a poner. Yo he ido con mucho gusto a mi centro de salud a ponerme mi tercera dosis por ser mayor de 70 años, tal como se me recomendó, pero siempre con la conciencia de que con el virus que nos ocupa, este covit 19 de los demonios, no hay manera de sentirnos seguros mientras ande pululando por algún sitio. Mientras siga vivo y coleando mutará en nuevas variantes y alguna puede dar al traste con los niveles de seguridad alcanzado en los países que hoy nos  consideramos más seguros. Como decíamos al principio, estaremos seguros cuando podamos estarlo todos.   


   

         Tenemos claro desde el principio que esto es así pero, inexplicablemente, nos comportamos como si las cosas no fueran como estamos seguros de que son, sino como nuestros dineros o nuestras influencias fueran capaces, por sí solas, de imponerse a lo que sabemos que es imposible. Lo curioso es que con el miedo que se nos ha metido en el cuerpo por la presencia de ómicron hasta que sepamos a ciencia cierta su nivel de peligrosidad, no vamos a coger el toro por los cuernos sino que vamos a seguir en un nuevo intento de sálvese el que pueda, ignorando que mañana, la semana que viene o el próximo mes el virus ha podido producir una nueva mutación y llevarnos de nuevo a la casilla de salida. Si no fuera tan dramático parecería un comportamiento infantil y si lo viéramos en nuestros pequeños, no dudaríamos en afeárselo y ponerle los puntos sobre las íes porque la solución está a la vista casi desde el comienzo. Otra cosa distinta es que estemos dispuestos a seguir los pasos adecuados y a entender de una vez que tenemos que salvarnos todos o no hay inmunidad posible para nadie.

 

domingo, 21 de noviembre de 2021

CONFINAMIENTO


         Acabo de recibir el martes pasado dos vacunas: la de la gripe en el brazo derecho y la tercera del covit, llamada de recuerdo, en el izquierdo, como todos los mayores de 70 años. La semana que viene la edad para recibir la dosis de recuerdo bajará hasta los 60 años y, seguramente seguiremos bajando en función de las necesidades. Rondamos el 90% de la población vacunada y se está notando de manera palpable porque casi toda Europa se encuentra en estos momentos en la cresta de la ola, de la sexta ola ya, con niveles de infección muy superiores a los 1000, con unas vacunaciones que bordean el 60% de la población, algunos no alcanzan ni el 50%, los hospitales vuelven a verse saturados con nuevas infecciones hasta niveles de tener que enviar enfermos a países vecinos para ser atendidos como es el caso, quién lo iba a decir en olas anteriores, de Alemania. Lo que se constata es que la mayoría de los infectados son de los no vacunados, entre el 60% y el 70%. España también está subiendo en infecciones nuevas y se encuentra alrededor de los 100 casos, entre 10 y 15 veces menos que algunos países vecinos, por ahora.



         En casos tan dramáticos como Austria, que ronda los 2000 casos, se acaba de decretar el confinamiento general por fuera de control. El primer ministro apareció ayer pidiendo perdón a los vacunados por involucrarlos en las nuevas restricciones pero nadie se atreve a imponer las más duras medidas sólo a los no vacunados, que son verdaderamente los principales causantes de esta nueva ola. De hecho, las opciones más derechistas de países como Holanda y otros, ya andan organizando manifestaciones de protesta por las medidas restrictivas que van a tener que soportar en las próximas semanas, mientras sus gobiernos intentan animar a sus poblaciones a que sigan vacunándose porque sus niveles de inmunidad alcanzados hasta el momento no resultan satisfactorios para frenar al virus en esta campaña de invierno en la que entramos. Por ahora España se va defendiendo aceptablemente, pero de manera irregular, dependiendo de las comunidades. Veremos qué nos depara el próximo futuro.



         El virus no parece que dé tregua y ya sí sabemos algunas medidas para defendernos de sus efectos. La primera, sin duda, la vacuna. Se está complicando de manera importante porque todos los técnicos defienden su beneficio, pero nadie sabe muy bien por qué, la población se resiste a alcanzar niveles superiores al 70% y parece que son imprescindibles para consolidar altos niveles de inmunidad. Bien es verdad, y hay que aclararlo, que la intensidad de las infecciones no son las mismas entre los vacunados y los que no  pero cuando las infecciones se cuentan por miles cada día, sus efectos se dejan sentir de manera significativa. No sé si  terminaremos todos confinados de nuevo, pero lo que sí es verdad es que algunas medidas de restricción hay que tomar porque el virus campa por sus respetos, debidamente amparado en los altos niveles de negacionismo, y Europa, salvo España por ahora, se encuentra en unos niveles de infección agudos, y sin encontrar contenciones eficaces.



         El volcán de La Palma parece que muestra señales de agotamiento pero no termina de quedar claro si las señales son certezas porque unos días su actividad se modera pero no impide que otros aumente la actividad sísmica de manera alarmante así como las efusiones de lava y cenizas, aunque no sean tan constantes. Los últimos días se explicaba como un hecho positivo que la lava corría por los ríos preestablecidos de las efusiones anteriores puesto que ya supera los dos meses de vida. Parece que su capacidad destructiva lo ha escuchado y, en el día de ayer concretamente, la efusión de lava aumentó de manera sustancial y muy líquida, lo que empezó a producir nuevos canales de bajada hasta el mar, con el consiguiente aumento de su capacidad destructiva por nuevos espacios, llevándose por delante nuevas edificaciones y nuevos invernaderos. Por ahora, tanto el virus como el volcán tienen más fuerza que nosotros y nos tienen sometidos. 


domingo, 14 de noviembre de 2021

LA COMBA

 


         En mi infancia la comba era un hermoso juego, casi exclusivo de niñas, en el que las participantes entraban y salían de una larga cuerda que dos compañeras hacían girar a un ritmo equilibrado una y mil veces. Los niños mirábamos embelesados, pero no participábamos para que no nos dijeran mariquitas. Era uno de los muchos juegos que ejercitaban las niñas, haciendo alardes con manos, pies o cuerpo entero, de un ritmo, acompasado con canciones o trabalenguas,  consiguiendo unas armonías de movimiento muy notables, lejos de los juegos de niños, mucho más ligados a las exhibiciones de fuerza y a la clasificación del orden jerárquico en la escala social, mucho menos inclusivo que la comba o similares y mucho más selectivo y excluyente. Con esta diferencia hemos crecido muchos y toda la vida hemos arrastrado diferencias y limitaciones culturales que nos han condenado a prescindir de los aprendizajes que veíamos en el otro sexo, pero que no debíamos incluir en nuestra formación porque había que mantener las diferencias por encima de todo.



         Ayer, cuando cinco mujeres, responsables políticas, se reunían en Valencia para escucharse unas a otras y para escuchar a quienes habían asistido a participar del acto, viví de nuevo un embeleso parecido al de la comba, con la enorme diferencia de que esta vez, a mis 74 años, no me sentí marginado de su propuesta sino incluido en ella y dispuesto a escuchar también lo que tuvieran que decir. Pensé en la degradación tan alta a la que ha llegado la política a día de hoy y la expectación y el interés que suscitaba un encuentro de cinco mujeres significativas que se habían reunido para escucharse. Me acordé de la comba y pensé en esfuerzo, en equilibrio, en armonía y en inclusión. Sé que me salgo de mi tema habitual pero no quiero pasar por lo que pasó ayer como si no hubiera sucedido porque me parecería una traición a mí mismo. Me interesó lo de ayer y mucho, me vino a la mente la comba y esta vez no quise quedarme fuera sino participar con mi palabra a lo que me parecía un verdadero  acontecimiento.



         Hombres y mujeres hemos vivido de espaldas a lo largo de la historia, usando y abusando unos de otros pero ignorándonos sistemáticamente. El siglo XX ha vivido el nacimiento de la mujer como defensora de su condición y reivindicando con claridad su puesto en la sociedad, dispuesta a terminar con la inmensa injusticia de ser el 50% de la población y tener que vivir como ciudadana de segunda. Si nos olvidamos de ser hombres o mujeres y nos convertimos en, sencillamente personas, es seguro que nos vamos a encontrar en un mundo muy distinto al que hemos conocido hasta el momento. Seguramente no va a ser ni mejor ni peor que el que conocemos, ni tiene por qué serlo, pero sí radicalmente distinto porque todos los puntos de vista sobre la vida y sus problemas se incorporarán a esa comba que gira y gira y nos acepta como distintos, porque lo somos, pero en ningún momento como subordinados unos a otros.



He vivido como hombre casi toda mi vida. No sé lo que me queda todavía pero, sea lo que sea, quiero ser persona por fin, hasta mi último suspiro. Quiero jugar a una comba que gire y gire como siempre, pero que no discrimine a nadie y que nos incluya a todos, saltando armónicamente como miembros del mismo valor en la rueda de la vida. No quiero que seamos idénticos porque entiendo la diferencia como una innegable riqueza de la que todos nos podemos beneficiar, pero huyamos como de la peste de las jerarquías que nos subordinan a unos de otros por razón de sexo, por el color de la piel, por la religión o sabe dios por qué. El acto de ayer me parece un acto de esperanza, me reconcilia un punto con las personas que me rodean y con el mundo entero y me dice que no todo lo que hacemos merece ser despreciable porque hay cosas que nos degradan y otras, como el acto de ayer, que nos enaltecen. No creo en los milagros pero lo que ayer pasó en Valencia con estas cinco mujeres reunidas para escucharse me parece un hallazgo. En esa comba cabemos todos. 



domingo, 7 de noviembre de 2021

ESPIRAL

 


         En este momento Europa se encuentra a la cabeza del mundo en incidencia del covit 19. La infección se extiende, sobre todo entre los no vacunados que, pese a no ser mayoría, alcanzan porcentajes superiores al 20% de la población. Hay países como Rumanía o Gran Bretaña que rondan los 900. Otros como Alemania se acercan a los 400, niveles de infección que no había alcanzado hasta este momento. España, que en los primeros momentos se encontraba en los niveles más altos de infección, ahora goza del privilegio de estar en cabeza, con apenas 50, sencillamente porque nuestro nivel de personas que no se han vacunado apenas alcanza el 10%. Los niveles de gravedad no son comparables a cuando no había vacunas pero es cierto que el negacionismo está dificultando considerablemente la bajada de incidencia infecciosa. En EEUU, por ejemplo, comprobada la dificultad de que los vacunados superen el 60%, se ha optado por aprobar una vacuna específica para los menores de 16 años y se les está inyectando para que el porcentaje de vacunados pueda alcanzar más altos niveles de seguridad.



         Durante todo el tiempo de pandemia, por encima de año y medio ya, se ha venido insistiendo en mantener las precauciones porque el virus no se ha ido en ningún momento. Es cierto que ha habido momentos con más alta infección que otros, el de estos días es de los altos, pero incluso en los bajos, los técnicos no han parado de avisar que el bicho podía seguir golpeando si relajábamos las precauciones del uso de mascarillas o la distancia de seguridad, sobre todo en interiores. Sea la confianza de ver cómo bajaban las cifras de infectados o la propia angustia de comprobar cómo se alarga la pandemia, lo cierto es que hemos ido bajando las defensas y una y otra vez y las infecciones han vuelto a subir. A pesar de los beneficios indiscutibles de las vacunas estamos viendo que no son suficientes para lograr acorralar al virus y mantenerlo a raya. Hoy, pese a la feliz situación de España por el momento, nos encontramos en plena subida que, si no me equivoco, debe ser la sexta ya.



         La justicia española ha corregido las medidas que en su momento estableció el gobierno para protegernos de la infección, sobre todo la de reclusión de los habitantes en sus domicilios como medida estrella. Lo cierto es que en su momento sirvieron para aislarnos a unos de otros y dificultar la difusión del virus. Hoy todo eso es pasado y lo que más nos debe importar es seguir manteniendo y completar nuestra vacunación, que tanta seguridad nos está deparando y vigilar los niveles de incidencia que están subiendo como en todos los sitios, aunque es verdad que con mucha dificultad, alrededor de los 50 hasta el momento. Hay señales que no invitan al optimismo como el despido masivo de los profesionales de la salud que fueron contratados como refuerzo cuando la pandemia estaba por las nubes. Desproteger la atención primaria cuando hemos comprobado una y otra vez que es el mejor escudo que podemos tener, no parece que sea una de las medidas más inteligentes a tomar. Hay comunidades, incluso, que alardean de bajar impuestos al mismo tiempo que callan los despidos de personal sanitario.



         Parece que está saliendo algún comprimido en forma de pastilla que puede complementar el nivel de protección de la vacuna y que puede permitir que los próximos infectados por el virus no tengan que pasarlo con el mismo nivel de gravedad y que se eviten también la importante cantidad de muertos que hemos tenido que soportar en los primeros momentos de la pandemia, en los que nos hemos sentido más desprotegidos. Desde la satisfacción de vivir en España y de sentirme seguro hasta donde sabemos y podemos, sigo llamando la atención para que logremos mantener el nivel de seguridad que hemos alcanzado y que, a pesar de los buenos resultados, no nos confiemos porque los últimos coletazos de esta plaga serán  reales cuando podamos decirlo del mundo entero, pero ese punto de seguridad a nivel general, está todavía lejos, desgraciadamente.



domingo, 31 de octubre de 2021

VAIVENES


         Reconozco que resulta bastante ridículo que, ahora que podíamos aprovecharnos y presumir de una incidencia baja, por debajo de los 50, una vez más vuelve grupas al potro de la pandemia y subimos de nuevo. Mientras, nos enteramos por la prensa que los refuerzos sanitarios cumplen sus contratos precarios y vuelven a ser despedidos. Nos quedamos en cuadro en atención primaria después de haber repetido hasta la saciedad que es precisamente la atención primaria el principal muro de contención de las infecciones como este covit 19 o como cualquier otro azote que se nos ponga por delante. Es fácil deducir que el ahorro en sanidad pública depende de los políticos autonómicos, que tienen competencias plenas en este sector. Muchos de ellos, con lo que se ahorran por los despidos sanitarios andan sacando pecho de que hasta bajan impuestos y lo pregonan a los cuatro vientos con el mayor descaro. Tenemos de nuevo la curva de incidencia, que llegó a rozar los 40, volviendo a subir y poniéndonos el corazón en un puño una vez más.


 

         En la quinta ola, que fue la última que logramos doblegar, pudimos comprobar que las vacunas, que por entonces andaban alrededor del 70% de la población, no lograron reducir las infecciones, alcanzaron un grado de infección cercano a los 900, pero sí que se notó su beneficioso efecto en que, pese a lo abultado del número, la gravedad y la muerte de los infectados fue mucho más baja que en olas anteriores. Parece que ese efecto pudo influir en que fuéramos perdiéndole el respeto al bicho. Ahora andamos con una vacunación cercana al 90% y se nota porque, aunque la curva está volviendo a ascender, cada vez le cuesta más conseguir un nuevo punto de infección y, mayoritariamente, en los caladeros de no vacunados, bien por negacionismo o porque no han recibido las vacunas todavía. Digamos que los frenos de la vacuna están haciendo un efecto beneficioso, si bien nuestra relajación de precauciones junto a alguna actitud contraria a las vacunas, hacen que todavía no las tengamos todas a nuestro favor.



         Hemos salvado un verano que, si bien no ha alcanzado aún las cotas de prosperidad turística anteriores a la pandemia, le ha faltado poco; y no tanto por los visitantes extranjeros, que han tenido restricciones en bastantes casos, sino por el turismo nacional, que ha salido en tromba a ocupar casi todo el espacio disponible. También se van relajando las restricciones poco a poco, aunque en bastantes núcleos urbanos, ese poco a poco se haya convertido en mucho a mucho y, en algunos casos, hasta con una actitud agresiva contra la fuerza pública cuando se ha acercado a recordar la normativa a cumplir. Sería intransigente no entender que llevamos año y medio con restricciones y nos angustia cada día más la idea de que parece que esto no se va a acabar nunca pero lo que es indudable es que el enemigo que tenemos entre nosotros no es cualquier cosa y que, por más que intentemos sortearlo a base de balandronadas, lo que conseguimos es alargar esta agonía y complicar el momento del punto final.



         A todo esto, la erupción del volcán Tajogaite en la isla de La Palma, que no tiene nada que ver con la pandemia, no facilita su solución y complica un poco más las dificultades, que nunca han sido pequeñas. Es más, ahora nos damos cuenta de que aparecen otras de carácter mundial, las deficiencias de suministros, el encarecimiento de la electricidad y su repercusión en la inflación, que está subiendo por encima del 5%, cosa que no conocíamos desde hace años, que pretende llevarse por delante la expectativa de crecimiento tan vigorosa como  esperábamos. No quiere decir que no estemos creciendo, pero es verdad que nuestra expectativa de 6% se ha quedado hasta el momento en un modesto 2% que, sin ser malo, nos pone los pies en la tierra y nos hace ver que tendremos que sudar duramente cada punto de crecimiento que logremos y hasta es posible que no consigamos todo lo que esperábamos y debamos darnos por satisfechos con algo menos de lo previsto.  

  

domingo, 24 de octubre de 2021

DUDAS

 


         Una vez más tocamos algún tipo de cielo en la pandemia. Entendemos por tal un grado de infección inferior a 50, y, por raro que parezca después de cinco recaídas ya a las espaldas, de nuevo comenzamos a tirarnos los trastos a la cabeza, unos trastos políticos que poco tienen que ver con los parámetros sanitarios en los que nos desenvolvemos. Cuando rozamos el 90% de vacunaciones con pauta completa y podríamos gozar de semejante cota puesto que se trata de un mérito compartido, parece que nos escuece y nos movemos de nuevo a zonas de confrontación que es donde, al parecer, nos sentimos irrevocablemente impelidos. Esta vez a propósito de las mascarillas de los escolares, que la Comunidad de Madrid decide unilateralmente eliminar de la obligatoriedad desde mañana mismo, al margen de lo que se acuerda en la Comisión de seguimiento. Esgrime, además, a bombo y platillo, que es la que verdaderamente está marcando el camino por el que hay que seguir y que el resto la terminarán siguiendo y ella esperará sentada a que las demás sigan sus pasos.



         Uno se pregunta qué tipo de veneno llevamos en el cuerpo para no soportar ni la paz ni el acuerdo ni la grisura del deber cumplido por parte de todos y sentirnos obligados a discrepar y a romper los consensos, no sé si por el puro gusto de romperlos o por alguna razón parecida porque los que asumen los acuerdos adoptados son todos los demás, incluidos los de su propio partido. Uno recuerda el chascarrillo del desfile militar en el que una madre estaba contemplando cómo su hijo, que era el corneta y, por tanto desfilaba en cabeza, llevaba el paso cambiado. La señora, en un alarde  de arrogancia, comentaba a todo el que quisiera oírla: -¡Qué maravilla de hijo tengo!. Fijaros que todos llevan el paso cambiado y el único que sabe cómo hay que hacerlo es mi hijo. La historia no lo dice pero estoy seguro que la señora, después de semejante balandronada, se debió quedar tan pancha. Una cosa como la señora Ayuso. Y es que no hay peor ciego que el que no quiere ver.



         Con el nivel de vacunación por las nubes, para ellos lo quisieran los países de medio mundo, no sería muy dificultoso disfrutarlo y esforzarnos conjuntamente por superar los peldaños que nos quedan pendientes, que algunos quedan puesto que el virus sigue presente y todavía puede darnos algún disgusto que otro. Pues no. Parece que es más tentador seguir arguyendo que los problemas llegan por el Aeropuerto de Barajas, por ejemplo, aunque los datos demuestren, una y otra vez, que ese no es el principal foco de entrada. No sé si la medida, que entra en vigor mañana mismo, espero y deseo que no nos traiga males mayores puesto que parece que a estas alturas no se esperan males mayores, pero sí vale para devaluar el trabajo  de la Comisión de control en la que todas las comunidades y el gobierno central discuten y acuerdan cada semana, el camino a seguir. Parece como si esta señora necesitara gobernar por encima de los demás o al margen de los demás.



         No quiero olvidarme del volcán que, una vez superado el mes desde el inicio de la erupción, sigue soltando lava, y con ella destrucción y ruina para la zona, por más que los técnicos se empeñen en demostrarnos lo que, previsiblemente, la zona puede ser dentro de unos años. Seguro que es verdad lo que dicen puesto que los datos así lo demuestran pero eso no quita ni un átomo de dramatismo a la situación actual. Se está sugiriendo, incluso, el nombre de Tajogaite para este volcán, teniendo en cuenta el legado aborigen y el lugar en el que se inició este proceso eruptivo. El nombre es hermoso como tantos otros aborígenes o como es maravilloso el espectáculo de la lava corriendo monte abajo cualquier noche. Lo que pasa es que tanta maravilla, actual o futura, no puede ensombrecer la dura realidad de cada día. La factura de los destrozos del volcán, por más Tajonaite que se llame, no para de crecer y tendremos que pagarla entre todos y los palmeros afectados la están sufriendo hoy de manera implacable.



domingo, 17 de octubre de 2021

ABRAZOS


         Supongo que cuando toda esta pandemia acabe, que en algún momento acabará, nos vendría bien una profunda reflexión sobre quiénes somos, qué esperamos de la vida…, qué es la vida incluso. Si somos capaces de introducirnos en nosotros mismos, sin muchos miramientos, es posible que nuestra sabiduría se acreciente, puede que en distancia y  hasta en profundidad. Por ser honesto, no es que tenga mucha confianza sobre nuestra capacidad para profundizar en el proceso de maduración. Las señales que vamos dejando en el camino, mientras los días pasan, no son muy alentadoras. Pudiera ser que necesitáramos algo de paciencia para reflexionar, una vez que el devenir diario se apaciente y abandonemos ese juego de la prisa que nos tiene soseídos y no nos deja tomar distancia para que la ideas vayan y vengan a su humor, al margen de los resultados instantáneos que llegan a abrumarnos, como si el tiempo fuera el único que nos ofrece medidas fiables sobre los fenómenos en los que nos desenvolvemos. Necesitamos distancia y reflexión profunda para mirarnos en el espejo de la vida, hasta reconocernos.



         Podemos echar la memoria un poco atrás, siquiera un año, cuando nos volvimos un poco locos en la primera desescalada y nos lanzamos a la calle desenfrenados, sin fundamentos sólidos que nos protegieran, para volver a subir en nuevas olas de contagio hasta alcanzar cotas desesperantes. Espero que hoy podamos mirarnos con cierta paz, reconocernos con casi el 90% de personas vacunadas, una cota insólita en el mundo, que lucha de manera denodada contra el negacionismo interesado y que dificulta y hasta impide alcanzar niveles de vacunación que nos tranquilicen. Nosotros también tenemos presencia negacionista en nuestras calles y en los medios de comunicación, pero la cota de vacunación alcanzada hasta el momento nos sitúa en una posición envidiable en el mundo. Puede que antes de que termine este año hayamos terminado de perfilar la tercera dosis de refuerzo para los mayores de 65 años y para los jóvenes de más de 12 años la dosis completa.



         Hasta el momento es la vacunación el único armamento eficaz que hemos aportado contra este virus que nos ha invadido y, pese a nuestros buenos resultados, no podemos olvidar que hasta el papa Francisco anda clamando contra las dueñas de las patentes para que ofrezcan su liberación y que cada país sea capaz de ofrecer a sus ciudadanos un parapeto de vacuna a precio asequible para alcanzar la inmunidad imprescindible que garantice la vida. Se está hablando de remdesivir, que resulta ser un preparado que reduce las posibilidades de infección y la gravedad hasta en un 50%. Se empieza a usar, naturalmente en los lugares en donde pueden pagarlo, pero cabe decir que existe, cuando hasta el momento no teníamos más que la vacuna como elemento de protección. Aunque lejana e irregular, parece que la puerta de salida se vislumbra al fondo. Esta pandemia podría apuntar a su fin. Otra cosa muy distinta es el futuro y lo que nos depare, desde volcanes endemoniados hasta nuevos virus que hoy no conocemos como hace dos días no teníamos ni idea del covit 19, de infausto recuerdo.



         Han vuelto los abrazos, los he podido ver hasta en los aeropuertos y me ha recordado la presencia de aquella paloma con una rama de olivo en el pico como una cierta señal de paz y de futuro en la legendaria y deteriorada madera del Arca de Noé. Estos primeros abrazos van cubiertos con mascarillas como señales dubitativas de una posibilidad que necesita confirmación, pero que ya nos dice que ese roce de unos con otros que refleja el abrazo nos identifica, nos dice que somos aquellos que hace año y medio nos tuvimos que aislar unos de otros hasta ver qué era aquello que se nos había colado en nuestras vidas y que dimos en decir que era un virus y, desde marzo de 2020 hasta el momento presente, nos tiene de aquí para allá, como pollos sin cabeza. Hemos andado sin certezas pero parece que cuestionar los beneficios de la vacuna, hoy por hoy, significa una actitud irresponsable más que un simple riesgo.  


domingo, 10 de octubre de 2021

REENCUENTRO

 


         La media de infección en España se encuentra hoy por debajo de los 50 puntos. Esta puntuación se califica como de riesgo bajo y esto no pasaba desde hace un año, cuando la primera ola llegó a bajar casi a cero. La diferencia entre la situación actual y la primera se llama ni más ni menos que vacunas, pero no vacunas cualesquiera, que ya serían positivas de por sí, sino más del 80% de la población con la pauta completa, los mayores de las residencias y enfermos con dificultades especiales con una tercera dosis de refuerzo. Una situación francamente envidiable que nos hace que hablar de ir normalizando las costumbres anteriores al covit no tenga mucho que ver a las expectativas de hace un año. EEUU, por ejemplo, siendo el país más poderoso y no teniendo ningún problema de abastecimiento de vacunas, que es el problema del resto del mundo, se encuentra, sin embargo, con una población negacionista del 40% y no tiene medios, hasta el momento, de que su nivel de vacunación suba del 60% por más incentivos que ofrece para lograr que aumente.



         Prácticamente está decidido ya que se inocule una tercera dosis con carácter general a los mayores de 65 años como refuerzo, siempre que hayan pasado al menos seis meses desde que recibieran la segunda. Como este que escribe no dispone de suficientes conocimientos técnicos, tiene que callarse y asumir lo que le toque, pero tiene un tufillo a especulación que los españoles, entre los que me cuento, reciban una tercera dosis, que no dudo que pueda ser efectiva en el caso de que las defensas hayan podido bajar en alguna medida, pero el argumento que se planteó cuando surgió esta posibilidad de qué pasaría con el resto del mundo, parece que no termina de llegar el momento de que reciban ni la primera. Ahora no se dice nada pero cuando se planteó por primera vez la conveniencia de la tercera dosis sí que se digo que su precio sería sensiblemente superior al de las dos primeras y nadie lo ha desmentido hasta el momento, por lo que tenemos que pensar que sigue siendo verdad.



         Desde el principio se demostró que la prioridad en las vacunaciones tuvo un carácter netamente económico: Europa y EEUU los primeros y ya después, el resto del mundo. Y esto ha venido siendo así hasta hoy. Con estas condiciones tenemos a más de medio mundo esperando sus dosis básicas, bien por falta de fondos para su compra o, sencillamente por dificultades de producción en la cantidad necesaria para que llegue a todos. Es más, estamos viendo con estupor cómo hay vacunas que se echan a perder en los depósitos de congelación mientras millones y millones de personas siguen a la espera de ser dignos de que les alcance la inmunidad. Los técnicos hablaron en su momento y dijeron que era preferible para beneficio de todos inmunizar primero con las dosis básicas a la mayor cantidad de gente posible antes de entrar en inocular terceras dosis a los que dispusieran de fondos para adquirirlas. Yo estoy entre los beneficiados, pero reconozco que es bastante escandaloso que los beneficios lleguen, como siempre, mucho antes a unos que a otros, por criterios estrictamente económicos.



         Todavía no ha aparecido el volcán de La Palma y no porque haya cubierto su ciclo de erupción, que se encuentra todavía en pleno apogeo, sino porque me parecía interesante recapitular sobre el estado de la pandemia que, en las últimas semanas lo hemos mezclado con novedades que nos apremian pero que son de un signo completamente distinto. También se nos han quedado en el tintero los menores que hace poco atravesaron la frontera de Ceuta y que todavía siguen con nosotros sin resolver su situación o los miles de personas que quedaron abandonados a su suerte en Afganistán porque hubo que salir del aeropuerto de Kabul de aquella manera tan urgente y vergonzante a los que durante veinte años creyeron en lo que decían los occidentales. No sé qué estarán pensando ahora de nosotros. Todo habrá que hablarlo en algún momento, pero poco a poco.