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domingo, 27 de agosto de 2023

CONCENTRACIONES


         En los 76 años que llevo cumplidos he ido al fútbol una vez. Jugaba el Granada con el Sabadell y no recuerdo quien ganó. Sí recuerdo bien el miedo que me dio contemplar, durante los 90 minutos que duró el partido, aquel mar de cabezas y de gritos. No me podía quitar del pensamiento la idea de lo que podría pasar si de pronto sucediera un imprevisto y aquella masa humana se moviera sin orden ni concierto. Desde entonces, que era un muchacho, quien me conoce sabe que donde exista una muchedumbre, del tipo que sea, allí no estaré yo. Lamentablemente sí compruebo que cada vez suceden más acontecimientos que acumulan miles y miles de personas. Hemos vivido en vivo y en directo más de una y más de dos peloteras, humanas que se han descontrolado en un instante y cuyo resultado ha supuesto una serie de muertos por aplastamiento que da verdadero pavor contemplarlo en los noticiarios. Las secuencias han sido de muy diversa índole: Desde multitudinarias peregrinaciones religiosas, hasta conciertos o cualquier otra concentración que por cualquier imprevisto se desborda y sucede una tragedia de consecuencias imprevistas.



         El fútbol, por ejemplo, es paradigmático en este sentido. Hasta 100000 personas llegan a concentrarse en los mejores estadios conocidos y subiendo. Toda una ciudad mediana concentrada en un puñado de metros sin poderse rebullir mientras duran los partidos, 90 minutos por lo menos, con el alma en un hilo porque serían presa fácil del pánico ante cualquier imprevisto. El nivel de cualquier concentración es inusitadamente alto y hasta temerario ante cualquier imprevisto. Sin embargo, cada día existen más ocasiones que precisan de grandes acumulaciones humanas para considerarse exitosas, de modo que las personas, una a una, vamos perdiendo presencia y poder individualmente. Vamos, que uno a uno somos cada vez menos porque los momentos en los que precisamos ser muchedumbre son cada vez más. Como se puede suponer, mi caso concreto es que decidí bajarme de ese estilo de vida y cada vez necesito más espacio a mi alrededor para encontrarme a gusto.



         Nunca he sabido por qué es impensable, por ejemplo, un concierto de música del mejor solista del mundo, o el segundo, ante siete espectadores. No digamos cualquier partido de la liga, con un aforo máximo de 100 personas en las gradas. Sé que es insólito y lo hemos comprobado cuando se han producido acontecimientos a puerta cerrada, por cualquier razón, la COVIT por ejemplo, hace bien poco. Me consta que la fórmula de las concentraciones suelen tener un marcado carácter económico, aunque no siempre. Pero yo no quiero centrarme hoy en las recaudaciones, aunque todo el mundo puede comprender que 20000 personas hacen un caja más abultada que 1000 para quien organice el acontecimiento. Quizá no sea tan matemático pero mi reflexión intenta centrarse en cada persona individualmente y llego al convencimiento que en las concentraciones el valor de las personas es inversamente proporcional al número de los concentrados.



         Aprovechando que este texto no es más que una digresión de viejo chocho, tampoco habría que hacerle mucho caso. Lo que sí digo para concluir y dejar de daros la barrila es que si algún día me buscáis para algo, podéis tener la certeza de que no me vais a encontrar en ninguna de las concentraciones al uso, cada vez más, por cierto. En todo caso, si alguien está muy interesado en encontrarme, puede mirar en cualquier rincón, que a lo mejor tiene éxito y estoy allí, normalmente solo leyendo o de cháchara con la última amistad que haya encontrado por el ancho mundo. Pero como me resulta bastante improbable que algo así suceda, prefiero cerrar la reflexión contemplando, desde bien lejos, cómo la masa humana se dirige a la concentración correspondiente de cualquier día en concreto, que cada vez hay más, mientras me siento en cualquier repecho, bien lejos y bien alto, para presenciar el espectáculo a distancia. Seguramente habrá en el futuro más reflexiones sobre el problema de las concentraciones y sus circunstancias. Por hoy, mirad mi mano cómo os dice a dios y os desea buen acontecimiento, mientras me quedo con el de vivir. Con él me sobra. 



domingo, 20 de agosto de 2023

TAL DÍA COMO HOY

 


         Acaba de amanecer y ya no está Federico. Quizá ni se ha enfriado todavía su cadáver. ¡Por maricón! Recibió, seguramente después de muerto ya, el último tiro en el culo de la mano de su primo Trescastro. Perdónalos, señor, que no saben lo que hacen. Otra mentira más con la que muchos hemos crecido. Un PERRO ANDALUZ que será inmortalizado por una película realizada por sus amigos Buñuel y Dali, todavía en vida, por haber publicado una porquería llamada EL ROMANCERO GITANO. Qué agudeza de visión, qué mirada más certera la de estos dos genios. Un intento de muerte que tal vez anunciaba la definitiva, la madrugada del 20 de Agosto de 1936, una vez el odio desatado. En odio fuimos expertos muchas veces pero en nuestra Guerra Civil, los militares sublevados contra el gobierno legítimo de la República Española obtuvieron sobresaliente cum laude. Lo de Federico, al final es sólo una anécdota. Uno más entre tantos miles de muertos que regaron de fosas comunes y de cunetas la geografía española con la impagable colaboración de Mussolini y de Hitler y la cobardía de las democracias europeas.



         Federico no es más que uno entre miles, que cayeron como él  y que la mayoría siguen caídos mientras algún presidente del PP, Pablo Casado, sigue diciendo que su recuerdo no es más que la guerra de los abuelos. Que no debe haber otro recuerdo que el olvido. ¡Viva la convivencia que se fundamenta en el odio y en la muerte! Lo mejor es pasar por el BARRANCO DE VÍZNAR de la mano de tu padre cada domingo y escuchar de su boca: Mira niño esos pinos, con qué salud crecen. Sus raícen tienen jugo suficiente de donde alimentarse. Me explicaba que unos estaban de arriba abajo y otros, de derecha a izquierda. Así se mantenían seguros y no se resbalaban. ¡Qué más da cuantos fueran!. Demasiados sin duda. Ahora, al cabo de los años, casi de tapadillo, va saliendo su recuerdo en forma de huesos mientras algún presidente de gobierno, Mariano Rajoy, se pavoneaba diciendo que en su presupuesto, la cantidad asignada para la Memoria Histórica es 0 y hacía el cero con los dedos de su mano, por si a alguien no le había quedado claro.



         He crecido jugando frente a la placa de la iglesia de mi pueblo dedicada a la memoria por los caídos por Dios y por España. Debajo de ella he jugado y he crecido en la ignorancia de la división inmensa que significaba. Todavía está la señal de donde estuvo y en mi memoria nunca se borrará el recuerdo de tanta ignominia de vivir en un país en el que sólo hay españoles envueltos en una bandera y luego muertos ignorados en sus fosas correspondientes después de 80 años. Cualquiera que pretenda pedir dignidad para su recuerdo porque fueron tan españoles como Franco, por lo menos, todavía son dudosos y merecen ser mirados de refilón. Lo último que he conocido es que en EL BARRANCO DE VÍZNAR puede que haya unos 200 cadáveres, de los cuales parece que ya se han identificado unos 80. Federicos todos cuya muerte fue producto del odio y de la traición a su patria de los que se levantaron contra su gobierno, por más que sus descendientes sigan dándonos lecciones de constitucionalismo, como si España siga siendo su cortijo.



         Ni he conocido otra guerra que la que he contado, en 2023, cuando he alcanzado los 76 años, y prefiero morirme mil veces antes que conocer ninguna, por más que la de Ucrania y tantas otras silenciadas, nos rodeen por los cuatro puntos cardinales. Sé que me expreso un poco deslavazado pero he preferido eso, tal como me ha venido a la cabeza de la mano de mi padre, que en paz descanse, que aunque él no lo quisiera luchó con los vencedores por ser hijo de viuda según decía, prefiero estos flases de aquí y de allá en la primera vez que trato el tema por miedo, por silencio y por vergüenza sobre un tiempo que sigue presente entre nosotros mientras exista una sola familia que reclame dignidad para un antepasado, cuyos restos sigan abandonados en una cuneta o en una fosa común por el delito de haber dado su vida por España, su país. Un nardo lorquiano a cada muerto olvidado, hasta el momento presente, y justicia para los caídos, aunque muchos no fueran por Dios ni por aquel ejército sublevado.     



     

domingo, 13 de agosto de 2023

AGOBIO

 

         Nunca entendí muy bien el sentido de los puentes. En este momento, no sólo atravesamos agosto, mes inhábil donde los haya, al menos en este país, sino que encima atravesamos un puente que empezó el viernes pasado y dará fin el miércoles próximo. Casi una semana en la que el 70% de la población dejará su microespacio playero para hacer sitio a los que faltan por conseguir su piel de gamba característica, que les hará sufrir el escozor nocturno por exceso de sol y mostrar el moreno social frente a vecinos y compañeros de trabajo, cuando logremos trabajar por fin. Del 30% restante lo único que hay que decir es que  ni pincharon ni cortaron nunca ni este año tampoco. Nunca conocieron eso del veraneo ni lo van a conocer este año, ni con puente ni sin él. Son ese sector que siempre anda por el límite de la subsistencia y que sólo es capaz de alcanzar el fin de mes a base de complementos alimenticios, ayudas de transporte y subvenciones varias, para las que hay que guardar colas y colas, en las que son verdaderos especialistas.



         Se están levantando las primeras voces que señalan el agobio de millones de traslados, de la playa a la casa o de la casa a la playa como si en el hecho mismo del desplazamiento estuviera alguna forma de bienestar. Me he pateado varias veces esta España nuestra, en pleno verano y sin aire acondicionado en el Forito, sin conciencia alguna de estar viajando. He proclamado siempre que viajar no importa. Ya el viejo Atahualpa Yupanqui decía esta inmensa manía de cambiar los paisajes, que son siempre los mismos: inviernos, primaveras… Yo elegí siempre julio, no para ir, sino para tener que ir. Me importaba, sobre todo que, fuera donde fuera, alguien me esperara porque necesitaba algo de mí. Y agosto trabajaba, a sabiendas de que el descanso de la mayoría aliviaba mi esfuerzo con la mitad de alumnos, como mucho. El llamado veraneo, sobre todo julio y agosto, no sé si, puede ser gozoso. Lo que sí sé que es, es trasiego, comercio, desplazamiento para conseguir millones de visitantes y aumento del PIB, que ya supera el 12% en la cuenta de resultados.



         Recuerdo cuando las autoridades esperaban al pie del avión al turista 2 millones, que obtenía de premio su estancia gratis porque buscábamos visitantes como locos que nos dejaran dólares a cambio de casi lo que quisieran, mientras el 30% de colgados inundaban Europa despreciando por completo los rayos de sol y buscando desesperados dólares para construirse su casita, imposible con los recursos de aquí. Hoy con las pateras para arriba y para abajo, hemos olvidado ya que, no hace tanto, inundamos Europa entera, a base de maletas de cartón atadas con una cuerda para evitar que se abrieran y mostraran sus vergüenzas interiores y unos ojos como platos ante idiomas completamente desconocidos que había que aprender, jornadas maratonianas de trabajo porque había que dejar el pellejo si hacía falta con tal de conseguir los fondos suficientes para la casita imposible, un pequeño negocio, una forma de vida con dignidad, que su país le negaba.



         Como todo en la vida tiene su proceso, hoy nos encontramos en pleno agobio porque muchos miles se han creído lo que vendíamos que como España no hay ná y nos visitan a millones. Tanto que empezamos a ver que no cabemos, que tenemos que salir de nuestras viviendas para dejar que los turistas las ocupen y paguen dinerales que están fuera de nuestro propio alcance, mientras los precios suben y suben para nuestros bolsillos y los centros urbanos se alejan y se alejan de nosotros, que sólo alcanzamos habitáculos, cada vez más alejados de lo que un día fueron nuestras ciudades. Tímidamente vemos, de vez en cuando, algunos visitantes que se acercan  y ocupan espacios y actividades que hemos olvidado hace tiempo por falta de rentabilidad y nos empiezan a explicar que no todo en la vida es el dinero y que hay conceptos a los que llaman, calidad de vida, que puede que merezcan la pena antes que un fajo de billetes que te cuesta la misma vida conseguir y que, una vez que lo consigues, te das cuenta que tu vida no mejora.  


            

domingo, 6 de agosto de 2023

NEGOCIAR

 


         Una vez concluído el largo proceso de elecciones, una vez digerida la borrachera de poder de la derecha, que ha cubierto con sus colores la mayoría de España, hasta el punto que daba la impresión de que le sobraban las encuestas y demás previsiones cuando llegamos a las generales. Una vez que la vida, como bien se sabe, da muchas vueltas y nadie debe vender la piel del oso antes de cazarlo, los resultados indiscutibles que le derecha esperaba como colofón del proceso de cambio que tenía en sus cálculos, y resulta que se  pasó de frenada dando por buenos unos resultados, que pregonaba a bombo y platillo, a los que les faltaba un pequeño detalle: el recuento de los votos. Ciertamente, obtuvo un magnífico resultado cuyo contenido estaba engordado por la absorción de Ciudadanos, que ha desaparecido del mapa por completo, junto a un buen bocado de VOX por efecto del voto útil, pese a que esta fuerza mantiene un grupo nada despreciable de más de 30 diputados, que son muchos votos.



         Desde los primeros momentos del recuento ya se veía que algo no cuadraba, porque los dos grandes partidos acumulaban porcentajes a la par y eso no era lo previsto. A medida que los números avanzaban, el PP se distanciaba, pero con tan desesperante lentitud que sus 150 y más diputados de la mayoría de los sondeos no había manera de acercarlos. Tanto más cuanto que el otro mayoritario, el PSOE, lejos de hundirse en la miseria arrastrado por el endiablado sanchismo, resulta que se resistía como gato panza arriba y hasta repuntaba de los 120 diputado que traía de la legislatura anterior. El total fue que la derecha ganó con solvencia pero que los números no llegaban al fatídico 176 de la mayoría absoluta que parecía hasta sobrado según las buenas encuestas. Esa misma noche se echó mano al recurso de que debía gobernar la lista más votada a ver si así colaba alguna forma de hegemonía, sabiendo, ellos mismos y todos, que en España no gobierna la lista más votada sino quien logra concentrar una mayoría parlamentaria suficiente. Tanto más cuanto que el propio PP ya arrastraba algunos acuerdos. Extremadura, Valencia… en los que habían pactado, desbancando a la lista más votada.



         El total es que, a estas alturas andamos con la conciencia de que el PP ha ganado pero que los números no le dan para gobernar y que le toca al PSOE y SUMAR intentarlo porque disponen de mayor capacidad de interlocución. España es suficientemente diversa como para disponer de fuerzas menores que, sumadas a través de las consiguientes negociaciones, pueden alcanzar el ansiado 176 de la mayoría absoluta que permita gobernar bajo  la presidencia del diabólico Pedro Sánchez. Eso o en el caso de que fuera imposible un acuerdo, plantear la vergonzante repetición electoral que significaría tarjeta roja para todos porque no es el pueblo quien no ha votado bien, sino las fuerzas negociadoras que habrán sido incapaces de ponerse de acuerdo con lo que el pueblo ha votado. Los resultados no son buenos ni malos. Son los que son y los políticos, lo que deben hacer es obedecerlos porque es lo que la ciudadanía ha dicho, que es quien manda.



         Parece que las alaracas del triunfo insuficiente bajan de tono y los silencios de la coalición capaz de conseguir un gobierno, anda discutiendo la mejor manera de convencer a unos y a otros para salir de este atolladero en el que todos se encuentran, intentando dar forma a unos resultados que no se esperaban. Por cierto, un pequeño detalle del que oigo hablar poco. Hace cinco años, los independentistas catalanes rozaban el 50%. Después de estas elecciones se quedan en el 28%. ¿Podría esto querer decir que alguien ha acertado con la política en Cataluña y que otro alguien debería bajar el tono de las críticas al gobierno, a la vista de los resultados?. Vamos a terminar esta reflexión sobre los resultados electorales que pretende ser justa si bien no  ecuánime, sencillamente porque es imposible. Corramos un tupido velo y no molestemos a quienes se ocupan de las negociaciones discretas hasta ver si nos ofrecen lo antes posible la mayoría de gobierno que necesitamos.