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lunes, 29 de diciembre de 2014

INCIDENCIAS


         No sé qué tipo de bichos cibernéticos pululan por el éter dispuestos a introducirse en la máquina y hacerla inservible en cualquier momento. Hasta ahí no llego. Tampoco sé si tendrá que ver con el trancazo de resfriado que, después de varios años sin olerlo siquiera, éste se me ha metido a conciencia y veremos lo que tardo en quitármelo de encima. Esto ha hecho que ayer, mi día de edición habitual, me fuera imposible poner la página correspondiente a esta semana. También me ha permitido entrevistarme hoy con Enca a propósito de aquel proyecto común sobre los terrores nocturnos y con mi hija Elvira que parece que se va a responsabilizar del diseño porque le gusta mucho el tema de la edición y siempre lo hace en su cole y con buen resultado. Una vez más en la vida, un poco de cara y un poco de cruz.

         Sobre la cruz no quiero insistir mucho. El tema de salud ya está sometido a la Couldina y a un respirador nasal y a esperar que el cuerpo se vaya recuperando poco a poco con abrigo suficiente porque Granada puede ser muy calurosa en verano pero también muy fría en invierno y acaban de llegar los bajo cero casi de golpe. Del ordenador me confieso completamente impotente y le he dejado a mi amigo Fran el cometido de limpiarlo y de ponerlo a punto y él, eficaz y diligente como siempre, me lo ha devuelto a la vida, aunque con un día de retraso. En ocasiones similares tiendo a sentirme desamparado pero en esta ocasión me lo he tomado con filosofía y he comprendido que no soy más que una persona y ya soy mayor para asumir que hay cosas contra las que uno no debe luchar porque son batallas perdidas de antemano. Es la tarde del lunes y ya estoy en condiciones de restablecer el contacto con vosotros, dichoso de mi comportamiento y de que sólo hayan sido 24 horas de retraso que sé que comprendéis porque seguro que en algún momento os habrá pasado a vosotros algo parecido.

         Sobre la cara, por el contrario, no sólo no me importa insistir, sino que me alegro de hacerlo. He presentado a Enca a mi hija Elvira y han simpatizado al momento, cosa que no me extraña nada conociendo a Enca como la conozco y nos ha enseñado las ilustraciones del libro que las tiene muy avanzadas. Casi terminadas diría yo, a falta de algunos recortes de última hora. Nos ha impresionado la cantidad de material gráfico que tiene preparado y la fuerza de imagen que el libro va a ofrecer. Es evidente que me gustaría que hubiera una editorial que se hiciera cargo de él, lo materializara con interés y lo difundiera adecuadamente. Los libros se hacen por muchas causas y la de la difusión es una de ellas, a qué nos vamos a engañar. Intentaremos que así sea pero lo que sí sé ya es que el libro ¡SOCORRO, PAPÁ! va a ser interesante y le va a servir a cualquier pequeño que lo vea y que lo lea. Me siento muy satisfecho del trabajo hasta aquí y espero daros más noticias del libro cuando esté en las librerías.


                                          

         Yo sé que una entrevista con Enca no es posible realizarla son un tema cerrado y esta no lo ha sido. Tanto ella como yo hemos tenido ocasión de comunicarnos proyectos  de diverso tipo en los que estaríamos interesados en participar ambos. Quedaría pretencioso sacarlos a la luz cuando no son más que ideas, futuribles que tendrá que ser el tiempo el que irá diciendo si se convierten en realidades, y en ese caso no tendré inconveniente en daros cuenta o, sencillamente no se convierten más que en semillas de otras ideas que salen a partir de estas. Lo que sí es verdad es que Elvira ha salido alucinada de la entrevista, cosa que no me ha extrañado y yo con un mayor y mejor conocimiento de Enca, la hemos hecho en su casa, porque hemos podido conocer mejor su producción gráfica, tanto para posibles ilustraciones como de producción pictórica personal, que me parece de una acusada personalidad. Una vez más, un poco de cal y un poco de arena.

domingo, 21 de diciembre de 2014

BIRLIBIRLOQUE


         No sé si por arte de birlibirloque o por qué pero creo que a las familias les llega poca argumentación más que el de la casualidad para que entiendan, este año por ejemplo, que han de quedarse con los niños durante 19 días seguidos y que a eso le vamos a llamar VACACIONESD DE NAVIDAD. Yo no voy a entrar en el espinoso asunto del derecho de los maestros a disfrutar de esos 19 días cuando el resto de los trabajadores no lo hacen, que sería entrar en un jardín del que no sé cómo podríamos salir sin discusiones fuertes. Lo dejo por tanto para encarar sólo el problema de que los niños van a estar en su casa las 24 horas y que las familias tienen que buscarse la vida.

         Desde que se comenzó en septiembre se ha ido creando una estructura de vida en la que los pequeños han pasado el grueso del día en la escuela, muchos de ellos incluso con la comida incluida cuando ahora, de pronto, nos encontramos con niños hasta en la sopa cuando el trabajo en general no tiene ese mismo margen de vacaciones. Algunos tienen la posibilidad de coger una de las dos mitades, con lo que el problema puede verse reducido al 50%, pero no son muchos. Hay que saber que los casos pueden ser muy variados. Lo normal es recurrir a los más allegados, familiares, vecinos o amigos para cubrir las necesidades nuevas que la presencia de los menores todo el tiempo en la casa plantea.  Es importante tomar conciencia de que los menores no son culpables de la situación en la que se ven inmersos. Para las familias puede suponer un gran escarreo en muchos casos pero es importante que quede claro que los pequeños no son los que causan esa situación sino que la sufren como los demás.

         Lo más frecuente es que las familias opten por distribuir el tiempo en función de las necesidades de la familia, parecidas a las que se venían produciendo antes de las vacaciones, con la salvedad de que ahora hay que desenvolverse con niños, bien en carritos en el caso de que su edad lo permita o con su compañía si ya han crecido suficiente. Tanto de un modo como de otro, en realidad lo que sucede es que la carga del desarrollo del día es la de siempre más  el complemento de los niños que, sin comerlo ni beberlo, se ven arrastrados a ser ignorados o casi porque la solución de los problemas de la casa: preparación de comidas extras, regalos para todos, adecuación de las casas con los adornos apropiados, visitas familiares…., y todo este tipo de exigencias se manifiestan como imprescindibles, como si no pudieran ser de otro modo con lo cual, los días de vacaciones se convierten en un peso suplementario para las ya  complicadas obligaciones de la familia. En definitiva, los pequeños son una carga más a las muchas que soportan cada día.

         Esta tarde mismo, en uno de los noticiarios he podido comprobar cómo se ofrecía una propuesta de preparación de comida familiar que, si yo tuviera que seguirla como la han propuesto igual terminaba odiando los acontecimientos propios del fin de año. Creo que tenemos que poner un poco de cordura y de proporcionalidad a lo que nos pasa, unas veces en función de los miembros con los que contamos, otras veces con las disponibilidades económicas o de tiempo de las que podemos disponer y otras, sencillamente teniendo en cuenta que nuestra salud física o mental es lo primero y debe ser requisito indispensable del que debemos salir airosos porque de lo contrario la vida no dejaría nunca, por unas razones o por otras, de convertirse en una tortura en forma de laberinto en el que nos veríamos sin posible salida. En un momento la complicación podría ser un cumpleaños, en otros un viaje, en estos que comentamos unas vacaciones… No puede ser. Tenemos que organizar la vida en cada caso en función de nuestras posibilidades y buscando  en todo momento un esquema de normalidad que nos permita niveles de gozo suficientes como para querer seguir viviendo y encontrando satisfacciones al trabajo que tengamos que desarrollar. 


domingo, 14 de diciembre de 2014

BELÉN


         Que nadie se me escandalice. No es que me haya dado ahora, a mis años, por el seguimiento del ciclo religioso que dicta que en las casas hay que poner el Belén por estos días. Todo el respeto para quien lo haga, pero no, yo no. Sin embargo sí quiero comentar un Belén concreto que hay colocado en un Chino, cerca de mi casa. Por todas las tiendas se ven figuras y ornamentos para comprar y hacer con ellos el tradicional Belén que, por más que el Árbol empuja y Papá Noël no digamos, sigue siendo un atractivo indiscutible en esta zona del mundo. El Chino vecino tiene sus figuras para vender como todo hijo de vecino, pero lleva dos o tres años que habilita un gran espacio de su escaparate y, hecho insólito para mi, un artesano de Granada expone su particular Belén sin rigor histórico alguno  pero con toda la riqueza que su imaginación le ofrece.

         No lo he intentado porque insisto que mi afición no participa de este ritual pero sí me interesa destacar que, pese a estar expuestas para la venta las figuras de este artesano, como todas, en el escaparate no hay momento del día en que no haya personas contemplando las propuestas de figuras y de mundo que esta persona ha tenido a bien comunicar para que puedan ser objetos de los que se nutra el Belén de las casas que se sientan interesadas. Entre las personas, una gran proporción de niños que, curiosamente, se dedican a admirarse estruendosamente con lo que se muestra en el escaparate que yo no sé si tiene que ver mucho con Palestina, Belén, palacios de Herodes, molinos, lavanderas y pastores, pero sí que tiene que ver con lo que significa el invierno para esta tierra y forma parte de nuestra cultura: matanza, herrería, recogida de la aceituna, cultivos de hortalizas de las que se ven cada día en la Vega de Granada tan cercana, transportes de pollos y cerdos en carros tirados por bueyes, tractores que trasladan la aceituna de los olivos a la almazara, Alhambra como palacio, no se sabe muy bien de qué rey o gobernante al uso y viviendas que seguro que no difieren mucho de las de la zona a que los belenes se refieren, pero que sí nos dicen a nosotros lo cercanas que nos resultan las formas de cortijos o los techos de lajas alpujarreños.

         Cada vez que vuelvo de mi largo paseo diario y paso por la exposición tan particular y tan rica aminoro el paso o incluso me hago el remolón para contemplar el espectáculo, digno de ver sin duda yrecoger los testimonios y comentarios de las personas que suelen estar viéndolo y que lo comentan desde la cercanía, como si se tratara de algo suyo. Saben de qué se trata, saben lo que tiene que haber y lo que no y el sentido que tiene cada uno de los elementos que hay expuestos pero no dejan de manifestar su admiración por lo convencional que aparece y por lo nuevo, lo mismo de cercano que lo manido y tan propio del mundo que intenta reflejarse como lo más conocido. Los diálogos que se establecen entre personas mayores, abuelos sobre todo que tienen más tiempo disponible, o entre abuelos y pequeños que van de su mano, constituyen a mi juicio todo un tratado de transmisión cultural de primer orden.


         Me resulta chocante el conjunto, además, porque parece un contrasentido que un Chino, que es por antonomasia un canto a la ligereza comercial y a la falta de rigor de calidad, esa es la imagen que se nos transmite, se haya convertido durante varios años ya, en toda una exposición de artesanía de miles de figuras minuciosamente trabajadas a mano y una a una, con motivos específicos y particulares de esta tierra y, teóricamente, muy alejados de lo que representan estos establecimientos de todo a cien y de que cuando algo se estropea sencillamente se tira sin que nadie se plantee arreglarlo y que pueda servir de nuevo. Puede que incluso sea esta última idea la que más me llama la atención y la que haya producido que lo presente aquí en el lluvioso y gris día de hoy.


domingo, 7 de diciembre de 2014

ROPA


         En cualquier tiempo del año hemos convenido en que debemos ir vestidos. Hay, como sabemos, culturas y climas para todos los gustos. Desde andar encueros hasta lucir apenas una trapo que nos cubra las partes nobles, atendiendo a la temperatura de las zonas tropicales que llevan de suyo una temperatura que no quiere mucho más. Los que habitamos en el llamado primer mundo no solo necesitamos cubrirnos por cuestiones de temperatura, sobre todo en invierno, sino que hemos hecho de esa necesidad una industria más con el trasfondo de la moda que nos trae y que nos lleva y nos hace un poco siervos de discursos dominantes que no terminamos de saber a qué causas obedecen.

         En las zonas tropicales el propio clima es el principal argumento para decidir cómo ir vestidos y, vistas las temperaturas hegemónicas, la necesidad dice que una tela ligera cubre las necesidades. Estos días ya nos estamos enterando de que el frío ha llegado y es que este año estaba siendo caluroso y en diciembre no habíamos experimentado la mordida de frío. Ya sí que está presente y es lo normal en esta época por más que andemos quejándonos del calor en verano y del frío en invierno, como si cada año fuera una novedad que nos coge por sorpresa. Los niños, al ser casi completamente dependientes a efectos de previsión de ropa por ejemplo, se sienten vestidos casi por completo bajo el gusto o el criterio de los mayores que los crían y no siempre en las mejores condiciones para resolver sus verdaderos problemas de adaptación al clima que les toca. No es difícil encontrarse con verdaderos agobios de abrigo encima de los pequeños cuando el frío arrecia y creo que no es la mejor forma de adaptarse a  la vida en el ciclo de invierno.

         Creo recordar que en algún artículo anterior ya lo comenté porque en nuestro grupo de reflexión estuvimos discutiéndolo en su momento como un aspecto importante y no resuelto ni entonces, hace ya bastantes años, ni ahora tampoco. Como criterio conviene aclarar que no está mejor resuelto el abrigo que precisa una persona a base de capas, una encima de otra, hasta que apenas pueda moverse. Suele ser la solución más frecuente pero no la mejor. Nosotros llegamos a la conclusión de que un par de mangas de abrigo y un chaquetón cuando hay que salir a la calle, es suficiente para sentirse bien adaptado al frío de esta zona del mundo. Lo que importa es que la persona se sienta suficientemente cubierta pero que le permita moverse con soltura para que el cuerpo, con el movimiento natural, se convierta también en una fuente importante de calor. Si nos pasamos de abrigo, nuestra capacidad de movimiento disminuye y también nuestra generación de calor. No quiero pensar la cantidad de abrigo que hace falta para mantener caliente a un menor que va en carrito. No tengo nada contra los carritos pero desde luego hacen que quienes van encima se sientan un poco al margen del mundo y a expensas de lo que quieran hacer con ellos.


         A pesar de que por principio estábamos y estamos en contra de los uniformes, lo cierto es que al final hace falta poner en cuestión lo que uno piensa porque, según en qué momento y en qué lugar, las cosas se pueden llegar a ver de distinta manera. He podido ver en Cuba, por ejemplo, el orgullo de los pequeños por sentirse escolares con el sencillo equipo que los hace a todos iguales y he podido llegar a desear los uniformes en este mundo en que vivimos en España cuando se da uno cuenta de la complejidad que impone la moda, tanto en lo que toca a la cantidad de dinero que se precisa para sentir que nuestros hijos van dignamente ataviados como en el compromiso que implica para las familias considerar que llevamos a nuestros hijos a la altura de los demás, tanto si podemos soportar el nivel de autoexigencia como si no. Más de una vez y más de dos llega uno a pensar si no sería mejor encontrar un tipo de ropa sencilla y eficaz que viniera a resolver tanto capricho como nos tiraniza.