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domingo, 28 de noviembre de 2021

ÓMICRON


         Se denomina así a la última variante aparecida en Sudáfrica y que parece capaz de extenderse por el mundo con facilidad en el futuro próximo. Ya hemos integrado otras variantes del virus como la alfa, la omega, la épsilon…, nombres todos del alfabeto griego con los que se vamos denominando a las nuevas variantes que se van imponiendo y que al poco tiempo quedan anuladas por las nuevas que aparecen y que integran a las anteriores. La ómicron tiene la gracia, por ahora, de haber sido la última. Ha aparecido en Sudáfrica y ha puesto a la comunidad científica patas arriba por el hecho de ser nueva y porque no se sabe, hasta el momento, si las vacunas que nos estamos poniendo mantendrán los niveles de inmunidad superiores al 90% que tenían para las variantes anteriores. Por lo pronto, el simple hecho de la duda ha ocasionado una caída generalizada de las bolsas del mundo entero. Ahora se está investigando si la inmunidad se mantiene o no. Si es que sí, todos tranquilos por el momento. Si es que no, mano a ponerse a investigar para modificar las vacunas existentes hasta convertirlas en inmunes para la variante ómicron.



         Desde el principio de la pandemia se explicó que lo prioritario era la vacuna para todos los habitantes del planeta porque podríamos considerarnos inmunes solo si lográbamos estar todos. Aquello se escuchó y me parece que hemos hecho como el que oye llover, es decir, ni caso. En nuestro país, España, por ejemplo seguimos poniendo dosis a troche y moche. Ya estamos vacunados por encima del 90%. Ahora empiezan los menores de 18 años y la tercera dosis, de refuerzo, para los mayores de 60 años. En teoría, con este nivel tendríamos que estar, no inmunizados, sino superinmunizados. Felices y contentos por lo tanto. Sin embargo la inquietud ante la presencia de la variante ómicron se nos ha metido en el cuerpo y nos tiene en plena duda en este momento porque, por más inmunizados que estemos, y lo estamos, mientras existan países con muy bajos niveles de vacunación, el virus sigue vivo y con capacidad para mutar de nuevo y cada nueva mutación es un motivo de incertidumbre sobre si nuestra inmunidad será suficiente o no.



         Pues con esta somera explicación hubiera debido bastar para habernos puesto como locos a vacunar a todos los países, pero la realidad ha sido muy distinta y la mayoría todavía se encuentran en niveles de vacunación del 10, del 20%, mientras que otros, como es nuestro caso, ya no sabemos cuántas vacunas nos vamos a poner. Yo he ido con mucho gusto a mi centro de salud a ponerme mi tercera dosis por ser mayor de 70 años, tal como se me recomendó, pero siempre con la conciencia de que con el virus que nos ocupa, este covit 19 de los demonios, no hay manera de sentirnos seguros mientras ande pululando por algún sitio. Mientras siga vivo y coleando mutará en nuevas variantes y alguna puede dar al traste con los niveles de seguridad alcanzado en los países que hoy nos  consideramos más seguros. Como decíamos al principio, estaremos seguros cuando podamos estarlo todos.   


   

         Tenemos claro desde el principio que esto es así pero, inexplicablemente, nos comportamos como si las cosas no fueran como estamos seguros de que son, sino como nuestros dineros o nuestras influencias fueran capaces, por sí solas, de imponerse a lo que sabemos que es imposible. Lo curioso es que con el miedo que se nos ha metido en el cuerpo por la presencia de ómicron hasta que sepamos a ciencia cierta su nivel de peligrosidad, no vamos a coger el toro por los cuernos sino que vamos a seguir en un nuevo intento de sálvese el que pueda, ignorando que mañana, la semana que viene o el próximo mes el virus ha podido producir una nueva mutación y llevarnos de nuevo a la casilla de salida. Si no fuera tan dramático parecería un comportamiento infantil y si lo viéramos en nuestros pequeños, no dudaríamos en afeárselo y ponerle los puntos sobre las íes porque la solución está a la vista casi desde el comienzo. Otra cosa distinta es que estemos dispuestos a seguir los pasos adecuados y a entender de una vez que tenemos que salvarnos todos o no hay inmunidad posible para nadie.

 

domingo, 21 de noviembre de 2021

CONFINAMIENTO


         Acabo de recibir el martes pasado dos vacunas: la de la gripe en el brazo derecho y la tercera del covit, llamada de recuerdo, en el izquierdo, como todos los mayores de 70 años. La semana que viene la edad para recibir la dosis de recuerdo bajará hasta los 60 años y, seguramente seguiremos bajando en función de las necesidades. Rondamos el 90% de la población vacunada y se está notando de manera palpable porque casi toda Europa se encuentra en estos momentos en la cresta de la ola, de la sexta ola ya, con niveles de infección muy superiores a los 1000, con unas vacunaciones que bordean el 60% de la población, algunos no alcanzan ni el 50%, los hospitales vuelven a verse saturados con nuevas infecciones hasta niveles de tener que enviar enfermos a países vecinos para ser atendidos como es el caso, quién lo iba a decir en olas anteriores, de Alemania. Lo que se constata es que la mayoría de los infectados son de los no vacunados, entre el 60% y el 70%. España también está subiendo en infecciones nuevas y se encuentra alrededor de los 100 casos, entre 10 y 15 veces menos que algunos países vecinos, por ahora.



         En casos tan dramáticos como Austria, que ronda los 2000 casos, se acaba de decretar el confinamiento general por fuera de control. El primer ministro apareció ayer pidiendo perdón a los vacunados por involucrarlos en las nuevas restricciones pero nadie se atreve a imponer las más duras medidas sólo a los no vacunados, que son verdaderamente los principales causantes de esta nueva ola. De hecho, las opciones más derechistas de países como Holanda y otros, ya andan organizando manifestaciones de protesta por las medidas restrictivas que van a tener que soportar en las próximas semanas, mientras sus gobiernos intentan animar a sus poblaciones a que sigan vacunándose porque sus niveles de inmunidad alcanzados hasta el momento no resultan satisfactorios para frenar al virus en esta campaña de invierno en la que entramos. Por ahora España se va defendiendo aceptablemente, pero de manera irregular, dependiendo de las comunidades. Veremos qué nos depara el próximo futuro.



         El virus no parece que dé tregua y ya sí sabemos algunas medidas para defendernos de sus efectos. La primera, sin duda, la vacuna. Se está complicando de manera importante porque todos los técnicos defienden su beneficio, pero nadie sabe muy bien por qué, la población se resiste a alcanzar niveles superiores al 70% y parece que son imprescindibles para consolidar altos niveles de inmunidad. Bien es verdad, y hay que aclararlo, que la intensidad de las infecciones no son las mismas entre los vacunados y los que no  pero cuando las infecciones se cuentan por miles cada día, sus efectos se dejan sentir de manera significativa. No sé si  terminaremos todos confinados de nuevo, pero lo que sí es verdad es que algunas medidas de restricción hay que tomar porque el virus campa por sus respetos, debidamente amparado en los altos niveles de negacionismo, y Europa, salvo España por ahora, se encuentra en unos niveles de infección agudos, y sin encontrar contenciones eficaces.



         El volcán de La Palma parece que muestra señales de agotamiento pero no termina de quedar claro si las señales son certezas porque unos días su actividad se modera pero no impide que otros aumente la actividad sísmica de manera alarmante así como las efusiones de lava y cenizas, aunque no sean tan constantes. Los últimos días se explicaba como un hecho positivo que la lava corría por los ríos preestablecidos de las efusiones anteriores puesto que ya supera los dos meses de vida. Parece que su capacidad destructiva lo ha escuchado y, en el día de ayer concretamente, la efusión de lava aumentó de manera sustancial y muy líquida, lo que empezó a producir nuevos canales de bajada hasta el mar, con el consiguiente aumento de su capacidad destructiva por nuevos espacios, llevándose por delante nuevas edificaciones y nuevos invernaderos. Por ahora, tanto el virus como el volcán tienen más fuerza que nosotros y nos tienen sometidos. 


domingo, 14 de noviembre de 2021

LA COMBA

 


         En mi infancia la comba era un hermoso juego, casi exclusivo de niñas, en el que las participantes entraban y salían de una larga cuerda que dos compañeras hacían girar a un ritmo equilibrado una y mil veces. Los niños mirábamos embelesados, pero no participábamos para que no nos dijeran mariquitas. Era uno de los muchos juegos que ejercitaban las niñas, haciendo alardes con manos, pies o cuerpo entero, de un ritmo, acompasado con canciones o trabalenguas,  consiguiendo unas armonías de movimiento muy notables, lejos de los juegos de niños, mucho más ligados a las exhibiciones de fuerza y a la clasificación del orden jerárquico en la escala social, mucho menos inclusivo que la comba o similares y mucho más selectivo y excluyente. Con esta diferencia hemos crecido muchos y toda la vida hemos arrastrado diferencias y limitaciones culturales que nos han condenado a prescindir de los aprendizajes que veíamos en el otro sexo, pero que no debíamos incluir en nuestra formación porque había que mantener las diferencias por encima de todo.



         Ayer, cuando cinco mujeres, responsables políticas, se reunían en Valencia para escucharse unas a otras y para escuchar a quienes habían asistido a participar del acto, viví de nuevo un embeleso parecido al de la comba, con la enorme diferencia de que esta vez, a mis 74 años, no me sentí marginado de su propuesta sino incluido en ella y dispuesto a escuchar también lo que tuvieran que decir. Pensé en la degradación tan alta a la que ha llegado la política a día de hoy y la expectación y el interés que suscitaba un encuentro de cinco mujeres significativas que se habían reunido para escucharse. Me acordé de la comba y pensé en esfuerzo, en equilibrio, en armonía y en inclusión. Sé que me salgo de mi tema habitual pero no quiero pasar por lo que pasó ayer como si no hubiera sucedido porque me parecería una traición a mí mismo. Me interesó lo de ayer y mucho, me vino a la mente la comba y esta vez no quise quedarme fuera sino participar con mi palabra a lo que me parecía un verdadero  acontecimiento.



         Hombres y mujeres hemos vivido de espaldas a lo largo de la historia, usando y abusando unos de otros pero ignorándonos sistemáticamente. El siglo XX ha vivido el nacimiento de la mujer como defensora de su condición y reivindicando con claridad su puesto en la sociedad, dispuesta a terminar con la inmensa injusticia de ser el 50% de la población y tener que vivir como ciudadana de segunda. Si nos olvidamos de ser hombres o mujeres y nos convertimos en, sencillamente personas, es seguro que nos vamos a encontrar en un mundo muy distinto al que hemos conocido hasta el momento. Seguramente no va a ser ni mejor ni peor que el que conocemos, ni tiene por qué serlo, pero sí radicalmente distinto porque todos los puntos de vista sobre la vida y sus problemas se incorporarán a esa comba que gira y gira y nos acepta como distintos, porque lo somos, pero en ningún momento como subordinados unos a otros.



He vivido como hombre casi toda mi vida. No sé lo que me queda todavía pero, sea lo que sea, quiero ser persona por fin, hasta mi último suspiro. Quiero jugar a una comba que gire y gire como siempre, pero que no discrimine a nadie y que nos incluya a todos, saltando armónicamente como miembros del mismo valor en la rueda de la vida. No quiero que seamos idénticos porque entiendo la diferencia como una innegable riqueza de la que todos nos podemos beneficiar, pero huyamos como de la peste de las jerarquías que nos subordinan a unos de otros por razón de sexo, por el color de la piel, por la religión o sabe dios por qué. El acto de ayer me parece un acto de esperanza, me reconcilia un punto con las personas que me rodean y con el mundo entero y me dice que no todo lo que hacemos merece ser despreciable porque hay cosas que nos degradan y otras, como el acto de ayer, que nos enaltecen. No creo en los milagros pero lo que ayer pasó en Valencia con estas cinco mujeres reunidas para escucharse me parece un hallazgo. En esa comba cabemos todos. 



domingo, 7 de noviembre de 2021

ESPIRAL

 


         En este momento Europa se encuentra a la cabeza del mundo en incidencia del covit 19. La infección se extiende, sobre todo entre los no vacunados que, pese a no ser mayoría, alcanzan porcentajes superiores al 20% de la población. Hay países como Rumanía o Gran Bretaña que rondan los 900. Otros como Alemania se acercan a los 400, niveles de infección que no había alcanzado hasta este momento. España, que en los primeros momentos se encontraba en los niveles más altos de infección, ahora goza del privilegio de estar en cabeza, con apenas 50, sencillamente porque nuestro nivel de personas que no se han vacunado apenas alcanza el 10%. Los niveles de gravedad no son comparables a cuando no había vacunas pero es cierto que el negacionismo está dificultando considerablemente la bajada de incidencia infecciosa. En EEUU, por ejemplo, comprobada la dificultad de que los vacunados superen el 60%, se ha optado por aprobar una vacuna específica para los menores de 16 años y se les está inyectando para que el porcentaje de vacunados pueda alcanzar más altos niveles de seguridad.



         Durante todo el tiempo de pandemia, por encima de año y medio ya, se ha venido insistiendo en mantener las precauciones porque el virus no se ha ido en ningún momento. Es cierto que ha habido momentos con más alta infección que otros, el de estos días es de los altos, pero incluso en los bajos, los técnicos no han parado de avisar que el bicho podía seguir golpeando si relajábamos las precauciones del uso de mascarillas o la distancia de seguridad, sobre todo en interiores. Sea la confianza de ver cómo bajaban las cifras de infectados o la propia angustia de comprobar cómo se alarga la pandemia, lo cierto es que hemos ido bajando las defensas y una y otra vez y las infecciones han vuelto a subir. A pesar de los beneficios indiscutibles de las vacunas estamos viendo que no son suficientes para lograr acorralar al virus y mantenerlo a raya. Hoy, pese a la feliz situación de España por el momento, nos encontramos en plena subida que, si no me equivoco, debe ser la sexta ya.



         La justicia española ha corregido las medidas que en su momento estableció el gobierno para protegernos de la infección, sobre todo la de reclusión de los habitantes en sus domicilios como medida estrella. Lo cierto es que en su momento sirvieron para aislarnos a unos de otros y dificultar la difusión del virus. Hoy todo eso es pasado y lo que más nos debe importar es seguir manteniendo y completar nuestra vacunación, que tanta seguridad nos está deparando y vigilar los niveles de incidencia que están subiendo como en todos los sitios, aunque es verdad que con mucha dificultad, alrededor de los 50 hasta el momento. Hay señales que no invitan al optimismo como el despido masivo de los profesionales de la salud que fueron contratados como refuerzo cuando la pandemia estaba por las nubes. Desproteger la atención primaria cuando hemos comprobado una y otra vez que es el mejor escudo que podemos tener, no parece que sea una de las medidas más inteligentes a tomar. Hay comunidades, incluso, que alardean de bajar impuestos al mismo tiempo que callan los despidos de personal sanitario.



         Parece que está saliendo algún comprimido en forma de pastilla que puede complementar el nivel de protección de la vacuna y que puede permitir que los próximos infectados por el virus no tengan que pasarlo con el mismo nivel de gravedad y que se eviten también la importante cantidad de muertos que hemos tenido que soportar en los primeros momentos de la pandemia, en los que nos hemos sentido más desprotegidos. Desde la satisfacción de vivir en España y de sentirme seguro hasta donde sabemos y podemos, sigo llamando la atención para que logremos mantener el nivel de seguridad que hemos alcanzado y que, a pesar de los buenos resultados, no nos confiemos porque los últimos coletazos de esta plaga serán  reales cuando podamos decirlo del mundo entero, pero ese punto de seguridad a nivel general, está todavía lejos, desgraciadamente.