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domingo, 29 de enero de 2023

FAMILIA



         Mi pánico de cada domingo por la mañana se produce cuando abro la página del ordenador y aparece un océano de blanco que después de un par de horas ha de aparecer cubierto de palabras, una historia al fin, que justifique mi necesidad de comunicación, conmigo mismo en primer lugar, con una serie de amigos con nombres y apellidos, a los que les envío este blog una vez terminado, y al mundo en general por el que aspiro a ser leído y del que apenas tengo datos de quien me lee y yo no conozco. De estos últimos he obtenido algunos nombres; Águeda, Lorena, que me emocionan cada vez que los detecto y a las que agradezco su deseo de comunicarse conmigo a la vez que echo de menos algún comentario suyo, que necesito como agua de mayo y no sé cómo conseguir. De mis interlocutores fijos recibo comentarios fijos a los que respondo individualmente. Con la escritura de la semana y las respuestas individuales alcanzo el mediodía del domingo y me siento persona comunicativa como ningún otro tiempo de la semana. Reconozco que este medio, internet y sus posibilidades, me abre las puertas del mundo, tengo algunos comentarios de Miami que me sorprenden especialmente y colman buena parte de mi curiosidad.



         Como puede verse, el texto de hoy está destinado al mundo interior de quien esto escribe y a los que empiezo a tratar cada día más como mi verdadera familia, no solo carnal, sino de constelación astral en sentido amplio, un universo que arrancó con mi individualidad en septiembre de 2010 y que después de 13 años de vida, en las puertas de la pubertad como quien dice, sé que he crecido, en profundidad con aquellos con los que comparto un diálogo más o menos constante y con el amplio mundo de quienes pasan un día, se fijan y me leen por cualquier razón y se pierden en la lejanía o se interesan por alguna idea con la que se han topado a través de estas líneas y se proponen repetir en algún momento. Unos y otros me hacen más grande y más profundo cada semana. Por eso mi agradecimiento y mi persona no paran de crecer y, con ello, mi deuda con la vida.



         A mi familia carnal procuro escribirle yo sin contar con su permiso y de ellos, que en total formamos un grupo de seis, apenas recibo comentarios por esta vía. Es posible que alguna lectura quede respondida en medio de las conversaciones cotidianas con retazos entresacados de algún texto, aunque también puede ser que yo me pase esperando respuestas y al final no sean mis miembros más cercanos los que se comuniquen más y mejor conmigo y sean miembros de esta otra familia más amplia aquella con la que me estoy comunicando con más hondura, aunque no sea la carne precisamente la que nos acerque, sino ese otro universo de las palabras el que vaya creando una familiaridad espiritual que nunca me cansaré de agradecer suficientemente. Sea del modo que sea, hay veces que siento la falta de los míos más cercanos y parece que resbalo en el proceso de comunicación más estrecho.





         Estos días, sin ir más lejos, andamos enzarzados en unas cuitas familiares que nos mantienen distanciados y un poco perdidos con argumentos en juego, todos legítimos para cada uno de los que los esgrimimos, pero que no terminan de coordinarse con los del resto. El resultado es que me siento un poco extraño en medio de este primer núcleo familiar del que necesitaría sentirme más cercano porque me aporta mayor garantía cuando funciona como debe. En este momento no es el caso y el resultado es un grupo de desencuentros de los que resultan tonos demasiado elevados en una conversación dispersa y hasta un poco extraña, de la que resulta un nivel de lejanía entre los miembros que duele especialmente. Sé que la vida alterna circunstancias muy diversas en momentos distintos. El de ahora ofrece un resultado frío. Nos tiene muy cercanos físicamente, a veces hasta comemos juntos en la misma mesa, pero no lleva aparejada una comunicación estrecha y profunda, como sería deseable. Me consta que será una coyuntura, que tendrá que evolucionar, pero, mientras dure será una herida dolorosa que dejará secuelas antes de que pase. 





domingo, 22 de enero de 2023

CORREA


         En la convivencia de cada día cabe la posibilidad de encarar la relación de manera intransigente, imponiendo las normas a sangre y a fuego. También cabe articular, entre los distintos puntos de vista, amplias zonas de consenso que permitan acuerdos sin necesidad de tener que andar con la espada levantada, de los unos contra los otros, por cualquier matiz de interpretación de las normas en vigor. Una actitud leguleya puede defender las leyes y crear un tipo de vida asfixiante a base de intransigencia y de extremo rigor interpretativo. El idioma nuestro dispone de recursos que, sin saltarse normativa alguna, permitan una tipo de vida amplio que pueda acoger bajo su manto distintas maneras de ver las normas, que hagan de la convivencia una amplia zona de confort en la que nos podamos sentirnos cómodos la mayoría. Muchas veces son formas de mirar la aplicación de la normativa vigente, desde estrechos márgenes interpretativos hasta grandes autopistas inclusivas en las que quepan variedades interpretativas que nos hagan la vida más cómoda.



         Hay países que no necesitan ni siquiera disponer de textos escritos en los que fundamentar su cuerpo legal, sencillamente porque basan su convivencia en el derecho consuetudinario, que podríamos llamar costumbre. Otras interpretaciones precisan textos escritos hasta para respirar sin que eso signifique que los grados de complimiento tengan que ser mayores en un caso que en otro. Gran Bretaña, por ejemplo, no tiene una constitución escrita, mientras que España necesita un texto constitucional, un conjunto exhaustivo de leyes orgánicas y distintos códigos en los que descansa nuestra convivencia y, sin embargo en ambos casos el cumplimiento normativo no ha garantizado niveles de satisfacción mayor o menor por el modo en el que estén sus leyes presentadas, sino porque sus ciudadanos asuman esta o aquella manera dc cumplimiento. En los dos casos hay una historia, en Gran Bretaña más larga y menor en el caso de España y, sin embargo, los grados de consenso de su población parece superior en el caso de España, sencillamente porque la coyuntura del brexit en los últimos años, ha abierto una amplia brecha entre la norma y su cumplimiento en el caso británico.



         España que desde el primer momento, 1978, fundamenta su convivencia en un texto constitucional, que en su momento hasta fue redactado por las grandes eminencias literarias del momento, no ha logrado desde entonces un alto grado de acuerdo entre lo escrito y lo deseado por la población. Los dos ejemplos propuestos disponen de historiales de cumplimiento amplios, aunque no coincidentes, para saber que las mayorías apoyan sus marcos legislativos en vigor y ambos coinciden en que la distribución territorial de ambos países tienen problemas pendientes, Cataluña, País Vasco y Galicia en el caso español y Escocia en el británico, que desde hace años es motivo de tensión en ambos territorios sin que, hasta el momento haya una propuesta solvente que pueda afrontar una salida definitiva y satisfactoria para la mayoría. En el caso de Escocia el conflicto tuvo en el IRA un desacuerdo armado cuya solución sigue hoy pendiente y en el caso de España parece que es Cataluña la que mantiene el conflicto político más encendido hasta el momento.



         El actual gobierno se comprometió a intentar un acuerdo entre las fuerzas políticas, después de fracasar la vía judicial que llevó a tener que aplicar el artículo 155  y la suspensión de su estatuto de autonomía y largos años de enfrentamientos sin salida. Nadie parece tener una solución suficiente y, cuando se intenta encontrar una solución política, que es donde nos encontramos en este momento, las discrepancias se agudizan, no tanto porque los niveles de discrepancia aumenten, sino porque las distintas propuestas se exageran por ambas partes hasta enrarecer el ambiente general del país y llevarlo a manifestaciones del desacuerdo que se hacen más evidentes en el parlamento que en la realidad de la calle. Se echa en falta un poco de correa de entendimiento por ambas partes en los dos ejemplos que hemos propuesto.  


  

domingo, 15 de enero de 2023

RIGOR

 


         Muchas veces es inevitable disponer de sospechas que uno daría dinero porque no se cumplieran. En las recientes elecciones de Brasil felicitábamos la limpieza demostrada en su proceso y a su ganador, el señor Lula. Constatábamos el ajustado margen de ventaja, apenas dos puntos porcentuales, a su contrincante, el señor Bolsonaro y también insistíamos en la fragilidad de la democracia que, en cualquier proceso electoral, el circuito no se completa hasta que el candidato perdedor no reconoce y acepta la victoria de su adversario y lo felicita por su victoria. Este final no se había producido en el caso del señor Trump hace dos años y en Brasil, hasta el momento de nuestra crónica, tampoco. En la toma de posesión, hace unos días, el señor Bolsonaro había viajado a Florida y no impuso la banda de presidente al ganador, como era costumbre. También algo así había pasado en los EEUU y esas señales nos indicaban que podíamos esperar que no iban a faltar motivos de preocupación, reforzando la idea de la fragilidad del proceso, hasta el último momento.



         En el caso de los EEUU, desgraciadamente, ya tuvimos ocasión de constatar el asalto del Capitolio y la toma del Congreso por una turba de seguidores de Trump y esta vez tampoco nos hemos equivocado en el caso de Brasil. Con ligeras variantes hemos presenciado también el lamentable espectáculo de varios miles de personas entrando en la Plaza de los tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial, en Brasilia, reclamando al ejército que tomara el poder, una vez que el señor Lula había sido investido presidente. En ambos casos la imagen se parecía como dos gotas de agua. Se trataba de manifestar que no aceptaban los recientes resultados electorales, que se habían producido en ambos países, sencillamente porque no habían sido los que ellos esperaban. En ambos casos el resultado ha sido similar y significa un largo proceso judicial contra los sublevados y sin duda, con el alma en un hilo, hasta ver cómo termina, algo cuyo final debía haber sido el día que se proclamaron los resultados del escrutinio.

         Desgraciadamente, cuando la toma del Capitolio, ya anunciamos que la mayor repercusión de aquella algarada insólita en EEUU, que siempre alardeaba, con  razón, de la solidez de su democracia, no era la algarada en sí, con el lamentable espectáculo que se mostraba en directo al mundo entero, sino el altísimo valor simbólico de que no había un proceso electoral que se pudiera concluir en paz con suficientes garantías. No hemos tenido que esperar mucho para contemplar la demostración de que aquella barbarie se podía repetir en cualquier país del mundo sin que la garantía de un largo proceso de limpieza electoral fuera capaz de cerrar pacíficamente el ciclo. El efecto ejemplarizante, en este caso, para que conozcamos lo que no se debe hacer, ya fue importante en EEUU. Ahora, con la demostración palpable de que Brasil tampoco se ha librado de tan vergonzantes manifestaciones, el efecto se multiplica sin duda, una vez que los dos países más grandes y emblemáticos de América, han mostrado con toda claridad su fragilidad y el mundo entero lo hemos presenciado en vivo.


         Ya se llevan dos años de investigación en el caso de los EEUU y se ve que el proceso dista mucho de estar concluido. Ahora hay que poner en marcha un proceso parecido en Brasil y supongo que se prolongará en el tiempo con una investigación exhaustiva, persona a persona, de las responsabilidades contraídas en ambas asonadas. El rigor de la justicia debe ser exquisito a lo largo de toda la investigación y en el posterior juicio, cuando se celebre en su momento. Porque, a pesar de los tropezones tan significativos, a los dos procesos electorales que nos abochornan, el rigor de la justicia, con todas sus garantías, debe ser el que termine imponiéndose y dictando sus justas sentencias. Pero la historia es muy amplia y, para colmo de nuestras desdichas, no faltan ejemplos en los que la sinrazón se ha terminado imponiendo y tratando de hacernos creer que la verdad es mentira y que no hay más resultado que el que la fuerza impone. No quiero ni  pensarlo.       




domingo, 8 de enero de 2023

MEMORIA

 


         Las rutinas de cada día terminan por dibujar un esquema de comportamiento que resulta ser tu vida y, en cierto modo, tú mismo  través del tiempo. Un día cualquiera, sales de realizar tú compra correspondiente del MERCADONA  del barrio y se te para de pronto un saludo y una sonrisa. En solo unos segundos de fijar tu mirada recuerdas un comedor de Bilbao con las mesas instaladas para el desayuno. Tú, como siempre llegas cuando todo está vacío, como siempre. Antes de sentarte ves que una silla está ocupada y saludas: -¡Buenos días!- Es la misma mirada y la misma sonrisa que ahora tienes delante, el mismo deje argentino …, ´-¿Antonio?. - Hola Alfredo. Y, sin pretenderlo utilizáis una hora de vuestra vida para arrancar desde aquella mañana y conectar una relación de más de 40 años que nació en Adara, la escuela de verano del País Vasco a la que ambos habíais sido invitados para dar un curso, él de Psicomotricidad y Juego Dramático y tú de Educación Infantil, temáticas que por aquellos primeros ochenta estaba en la mente y en la boca de algunos que, sin saberlo, se convertiría a partir de entonces en contenidos que formarían parte de los contenidos de Magisterio del futuro.



         Alfredo Mantovani seguía mostrando su sonrisa franca y curiosa, una compañera a su lado que no estaba aquella primera mañana en la que nos miramos por primera vez mientras desayunábamos y media vida de distancia que se reflejaba en nuestras caras, la que va de los 30 a los 70 años. Aquí también compartimos otro desayuno, este de una cafetería de Granada y miles de cursos por compartir, como si fuera la primera vez. Yo desde mi jubilación dorada que gozo con mi lectura, por fin leyendo con furia como si la vida me lo debiera y me lo estuviera cobrando desde tanto tiempo atrás. Él. Desde sus casi 30 años en Morón de la Frontera y vuelto a Granada, a Víznar concretamente. En medio unas vidas que se han venido realizando con cierto privilegio porque han dejado por el camino altos niveles de realización personal que muestran en su mirada y que significan un reencuentro y un ansia ilimitada de aprendizaje para el futuro, necesariamente no muy largo a estas alturas, que nos  quede.



         Cuando asomé por Bilbao la primera vez, se desarrollaba en sus calles una fiera lucha por la reconversión industrial con miles de pintadas, Euscalduna, uno de los astilleros más activos en una ciudad bordeando su ría que significaba para España el símbolo de la industria pesada. Aquella difícil y traumática reconversión terminó vaciando casi por completo gran parte de la industria pesada española, concentrada allí, en toda la margen izquierda de su ría: Sestao, Baracaldo, Portugalete, Santurce, gran parte de la cual desapareció llenando de angustia a miles de familias que no conocían otra forma de vida que la que propiciaba la industria, con el más alto nivel de vida de toda España pero con un desarrollo que empezaba a ser obsoleto y con muy poco futuro. Después de unos años de muchas protestas y de angustia, gran parte de la zona terminó sumida en la desesperación de ver que una forma de vida de la que se había vivido hasta el momento, a pesar de los pesares, se encaminaba hacia un futuro  sin perspectivas.



         Alfredo siguió con sus cursos por toda la península y conocerá mejor el proceso de cambio. Yo volví a mi docencia una vez que la Educación Infantil tomó carta de naturaleza y pasó de las Escuelas Normales de Magisterio a las modernas Facultades de Educación en las que hoy sigue encaramada, a la que le deseo un largo futuro. Bilbao, quién lo diría, hoy es una ciudad que vive del turismo, muy lejos del negro de la carbonilla del que había que cuidarse por entonces, que lo inundaba todo. Desde el sur fuimos viendo cómo aquella maravilla arquitectónica que hoy se llama Museo Guggenheim, ha permitido a toda la zona cambiar radicalmente de vida y hacer de Bilbao un hito mundial del arte moderno y un foco de turismo cultural a la altura de Nueva York y similares. En medio, mi vida y la de Alfredo se han ido en gran medida, lo que no nos priva de mirarnos a la cara con gesto de viejos zorros y sentirnos protagonistas de un país  que no se parece mucho al de entonces.  Me parece de justicia recordarlo mirándonos a la cara.




domingo, 1 de enero de 2023

AÑO NUEVO

 


         Los calendarios de cada año se elaboran con las semanas convencionales, más una serie de fiestas que se reparten entre el poder civil y el religioso Este año Navidad y Año nuevo han ocupado el espacio de un domingo cada uno, lo que indica que, desde el punto de vista laboral, los lunes que le siguen se han convertido en festivos porque los domingos acumulan dos fiestas cada uno. Por lo demás, nada de particular, salvo las temperaturas que llegan muy templadas, de modo que en esta zona apenas hemos visto heladas hasta el momento, incidencia que ha despistado a los almendros, que han adelantado su floración unas tres semanas, lo que significa que como las heladas lleguen tarde, cosa bastante probable, nos podemos encontrar con que puede perderse la cosecha de almendras, en todo o en parte, dependiendo del frío que nos llegue en la última parte del invierno. Otra incidencia, que ha muerto el papa emérito, Benedicto XVI, que cedió su pontificado hace 9 años y ha vivido apartado de las tareas de  gobierno hasta ayer mismo, que murió a los 95 años. Su sustituto Francisco presidirá sus honras fúnebres, cosa que no sucedía en la Iglesia desde hace más de 6oo años.



         Dos notas a destacar. La guerra de Rusia contra Ucrania mantiene su crueldad sin expectativas de paz, por ahora, y en el día de hoy debe acceder al poder el señor Lula, presidente electo de Brasil y debería ser investido por el señor Bolsonaro, que fue su contrincante en los recientes comicios y los perdió. Que terminara la guerra de Ucrania debería ser lo lógico, aunque no parece que vaya a pasar, tal como van sucediendo los acontecimientos. Parece que no hemos alcanzado el límite de ignominia y de crueldad y hace falta que la muerte nos siga enseñando su cara más cruel hasta ver si terminamos aprendiendo algo tan simple como que la paz debe ser la natural manera de convivir entre las personas. Hemos sabido también que el señor Bolsonaro ha viajado a EEUU, casualmente, con lo que el señor Lula tendrá que encontrar quien le imponga la banda del poder al estar ausente su legítimo contrincante. Ambos datos nos mantienen inquietos y nos hablan, una vez más, de la fragilidad de la paz y de lo difícil que es que los acontecimientos sucedan como deben, para que podamos vivir, sencillamente tranquilos.



         No hace falta ser demasiado fino para acordarnos del intento de Toma del Capitolio por los seguidores de, señor Trump y animados por él mismo, como pudo ver en directo el mundo entero. También el señor Joe Biden tuvo que encontrar quien le trasmitiera el poder porque su contrincante decidió por su cuenta viajar a sus propiedades de Florida, en vez de cumplir con su obligación y entregar el poder a quien legítimamente le acababa de ganar las elecciones. Ninguno de los dos ha reconocido la victoria de sus contrincantes, por más que la justicia de sus respectivos países haya ratificado la limpieza de los procesos y la legalidad de los resultados. Pero también en ambos casos tenemos el ejemplo de hay quien no sabe reconocer que ha perdido cuando todos los poderes les están diciendo que han perdido. Son dos ejemplos parecidos de la grandeza de la democracia, pero también de su fragilidad. Dos grandes países, hegemónicos en América, no terminan de respirar tranquilos porque dos señores que en su día fueron aupados al poder a través de unas elecciones, deciden no reconocer los resultados de otras elecciones, tan legítimas como las suyas, si los resultados no les son favorables.



         Tendríamos que alarmarnos y hasta sublevarnos por el hecho de que alguien se constituya, por su cuenta y riesgo, en capaz de no aceptar los resultados de unas reglas de juego que rigen para todos sus conciudadanos. En el caso del señor Trump, la propia justicia de su país está investigando, desde el peligroso incidente del Capitolio, qué normas se saltaron aquel fatídico día, tanto por él como por sus seguidores. En el caso del señor Bolsonaro, ya iremos viendo, en el futuro inmediato, lo que pasa. Mientras tanto… Año nuevo… y viejas vergüenzas con las que tenemos que convivir, como si fuéramos enfermos incurables.