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domingo, 29 de junio de 2014

VERANO


         Los recuerdos personales son muy traidores. En gran parte por la dificultad de fijarlos en un tiempo concreto y también porque nunca queda claro si lo que uno hace es recordar con rigor o, sencillamente, fantasear con lo vivido. Lo que más tengo presente de mis veranos infantiles es la idea de que cuando llegaban las vacaciones es cuando yo tenía que trabajar de verdad mientras que el curso eran mis vacaciones. Pero esto es en una edad, por encima de los 10 años, que excede de los primeros años. Lo anterior, que sería lo adecuado para este espacio, es una nebulosa con imágenes y secuencias sueltas que aportarían poco.

         Recuerdo, por ejemplo, una casa sin cuarto de baño. Sólo había un agujero en la habitación de la entrada, detrás de la puerta, en el que nos teníamos que apañar como podíamos para hacer nuestras necesidades. Tampoco agua corriente. Teníamos que ir a la Placeta de los Dieguitos para llenar el pipo del que bebíamos, botijos para almacén para fregar, para cocinar o para rellenar el pipo. Muchos años después, cuando por fin pudimos disponer de alguna forma de ducha y de agua corriente comprobamos que todo el agua de la calle, que la tenía, se quedaba en la Casa Grande, que estaba al principio y de la que sabíamos que tenía piscina durante el verano en la que se bañaban sus inquilinos a costa de que todos los vecinos no pudiéramos probar ni gota. También recuerdo las tardes con las sillas bajas en la puerta de cháchara horas y horas con los vecinos y, tanto mi hermana como yo, pasar de vez en cuando por la falda de mi madre quien, lendrera en ristre, nos dejaba como los chorros del oro de piojos y de liendres. Algunos domingos subíamos a Fuente Grande a pasar el día tomando el fresco bajo los pinos con la tortilla de patatas y pimientos fritos porque el sol era implacable y los ventiladores o el aire acondicionado ni los conocíamos.

         Hoy ya se estructuran campamentos de una semana o de quince días según las posibilidades, en los que es posible que los niños vivan experiencias en la naturaleza que les aporten conocimientos y vivencias que puede que no los tengan a su alcance en la escuela, pero eso es para cuando ya han cumplido, al menos ocho años. Los primeros años hay que contemplarlos estrechamente ligados a las familia con el consiguiente problema de que las vacaciones de los padres, en el caso de que las disfruten, no coinciden para nada con las que ofrecen los centros educativos, cuando los pequeños asisten a alguno. Si estamos en los primeros años, antes de los tres, es bastante frecuente que la vida se desenvuelva en función de quien esté con la responsabilidad de la crianza, sea alguno de los cónyuges,  algún abuelo o cualquier otro familiar disponible que se responsabilice. Esta vida, por tanto, no tiene ninguna particularidad por la época del año. No está pensada en función de las necesidades de los pequeños sino de la actividad que la persona adulta tenga que hacer.

         Aquí es donde quisiera centrar un poco la propuesta para ofrecer alguna sugerencia que llegue al pequeño para él mismo y no que se vea involucrado en todo momento en función de las necesidades de los adultos. El contacto con el agua sería la propuesta más idónea y más apropiada para combatir el calor de la estación. Puede desarrollarse en alguna de las piscinas públicas que, afortunadamente proliferan cada vez más por los pueblos y ciudades. En caso de que no exista este recurso siempre se puede encontrar algún barreño en el que los pequeños puedan chapotear a gusto y mantenerse a buena temperatura a la vez que gozan del líquido elemento. A distancia del agua, pero también necesario, los paseos. Son útiles y convenientes en cualquier época, pero en veranos se pueden convertir en distracciones de primera. Lo que sí sería conveniente es que se eliminaran los carritos en la medida de lo posible porque la idea no es fabricar zánganos que sólo sepan mirar y dormir sino personas curiosas que ejerciten sus músculos y que contacten por los lugares por los que pasan.

domingo, 22 de junio de 2014

ÁFRICA


         Con este título conmemoro el nacimiento de mi primera nieta cuyo padre, mi hijo mayor Nino ha decidido que se llame así y su decisión debe ser respetada porque así lo ha acordado con su pareja María del Mar, que son los padres. Lo que no quita para que a este abuelo estrafalario y un poco rarito, a qué nos vamos a engañar, lo de África le traiga tántas cosas a la cabeza, aparte de este par de kilos un poco largos de carne hechos  niña que ha llegado a este mundo el mismo día que la Roja caía destronada y que Felipe VI asumía el trono mientras la calle se llenaba de banderas republicanas reclamando un referéndum sobre monarquía o república para España.

         Por lo pronto quién, cuando escucha África, no piensa en la pobreza, en la desidia del mundo mirando a un inmenso continente al que encierra con el nombre de África como si apenas fuera un pais insignificante cuando estamos hablando de un espacio de 40 millones de kilómetros cuadrados, una inmensidad en tierra y en personas a las que este mundo nuestro llamado Europa se ha cansado de explotar y sigue en ello, apropiándose de sus riquezas y de sus personas en forma de esclavos durante siglos y ahora mantiene bajo el dominio implacable del petróleo o el no menos sanguinario de la deuda porque curiosamente resulta que los más pobres de la tierra  son los que más deben, precisamente a los ricos  que llegaron un día sin que nadie los llamara y arrasaron campos, personas y culturas y ahora  que ha abandonado el salvaje látigo para dominar, esgrimen el no menos criminal de la deuda. Pues África es hoy, sobre todo deuda, aparte de abandono, miseria, injusticia, guerra y tiranía. Pretende regirse con el modelo de Europa sin que su historia sirva para encontrar una fórmula de convivencia propia que le permita vislumbrar su propia luz. 

         Ha habido que sacarla por cesarea unas tres semanas antes de su tiempo convenido.  Parece que no venía cogiendo el peso adecuado y se ha pensado que se puede alimentar mejor fuera,  mamando de su madre.  En ello estamos. Diecisiete minutos fueron suficientes para que la NIÑA NUEVA, como la identifica su tío abuelo Paco cuando enseña sus fotos del móvil en su Taller de Discapacitados del que forma parte, saliera del vientre de su madre la Mari y se plantara en este mundo en carne propia y revolucionara por completo el conjunto humano al que tendrá que reconocer como su familia en poco tiempo. Sé que no hay nada raro en ello. Lo cuento sólo porque me resulta una verdad que se debe comentar porque no es menor, pero seguro que no es ni más ni menos que la revolución que monta cualquier otro ser vivo que acaba de nacer en cualquier otra familia. La diferencia para mí es que con África, yo me siento directamente involucrado y con los demás no me afecta y puedo seguir viviendo como si no hubiera pasado nada.

         Mi nieta África es minúscula en este momento, es verdad. Pero también  una persona de cuerpo entero con todas las necesidades del mundo y con todos los derechos. La miro y veo desiertos sin límite y miles de refugiados danzando de aquí para allá sin rumbo. Han tenido que abandonar sus casas  y no saben a donde ir. Nadie los quiere a su lado. Cuando los europeos llegábamos a sus poblados para robarles sus personas o sus riquezas no encontramos concertinas que nos impidieran el acceso pero ahora que son ellos los que buscan un lugar en la tierra donde poder aposentarse, echar raíces y poder  a sus hijos llenamos los espacios de concertinas que, decimos, no son agresivas porque son extáticas y sólo cortan si te acercas, con el objeto de que nos dejen en paz, de que se vayan a otro sitio a molestar y nos dejen viendo los partidos del mundial o disfrutando de cualquiera de los elementos de bienestar que hemos montado para nosotros solos.

         Bienvenida, África, a este mundo. Tu abuela paterna, la que más te deseó, te ha visto pero su cerebro, ya medio seco, no le ha permitido identificarte como algo propio ni gozarte como quería.


domingo, 15 de junio de 2014

IDIOMA


         Cada época del año va unida inevitablemente a unas particularidades que se ligan a la vez con lo que la estructura escolar promueve. En este tiempo en el que las vacaciones, larguísimas vacaciones por cierto,  ya se vislumbran a la vuelta de la esquina, las familias tienen que volverse micas para ver qué hacen con sus hijos durante los casi tres meses en los que la escuela no quiere saber nada de ellos. Supongo que en semanas venideras tendremos ocasión de detenernos en otros capítulos,  pero hoy quiero tocar el del segundo idioma, casi el inglés en exclusiva, que se va imponiendo casi con carácter general.

         Quiero sacar de la batalla del segundo idioma a  aquellos pequeños que en su casa tienen a uno de sus progenitores que habla un idioma distinto el del contexto social en el que se desenvuelve. En estos casos no hay duda, esos pequeños han de criarse desde el principio con dos lenguas simultáneas. Una la de su casa y otra la que usa el contexto social. La experiencia que conozco dice que tardan más en soltarse a hablar pero que, llegado el momento, asumen las dos lenguas como propias y aquí paz y allí gloria. Tuve la experiencia de la inglesa Dolores que intentando ayudar a su hija Keity, le hablaba en castellano. Vino a consultarme porque su hija se reía de ella y le corregía continuamente lo que hablaba, sencillamente porque Keity sabía castellano mucho mejor que su madre. Después de mucho diálogo  Dolores terminó hablando en su propia lengua a su hija y comprobó que la mejor ayuda que le podía ofrecer era hacer que asumiera los dos idiomas, castellano e inglés como propios porque esa era la realidad que le había tocado vivir.

         Quizá, aparte de la variedad de formas de bilingüismo sobre las que acabamos de pronunciarnos, lo que puede crear una cierta polémica es en qué momento y de qué manera introducir el segundo idioma, o tercero en el caso de que ya se sea bilingüe. La realidad que conocemos es que la escuela lo tiene en sus planes ya desde los tres años. Los planes son proporcionar a los pequeños experiencias de segundo idioma empezando por canciones o juegos elementales. Hasta donde conozco la estructura escolar española no logra introducir la segunda lengua con la extensión y con la intensidad suficiente como para hacer que los alumnos salgan dominando el segundo idioma. Estoy convencido de que la causa no es otra que la de que los maestros en general no dominan esa segunda lengua y nos encontramos que más de uno y más de mil tienes que responsabilizarse de enseñar un segundo idioma que ellos no conocen. Quiero suponer que este problema es coyuntural y que en un momento determinado el cuerpo de profesores habrá superado esta deficiencia y estará en condiciones de ofrecer a los alumnos una propuesta de segundo idioma cohesionada y solvente.


         En general hay que pensar que el primer requisito para entrar con garantías en el segundo idioma es el de dominar el materno, tanto si es uno solo como si se es bilingüe, que para nuestros efectos tanto da. Este primer requisito no parece que esté resuelto antes de los cinco años, lo que quiere decir que toda la furia porque cada vez más pequeños comiencen a enfrentarse con la segunda lengua lo que consigue sobre todo en crear confusión y alargar el tiempo que los pequeños necesitan para discriminar bien cuál es su lengua materna y cual la que tienen que aprender. El conocimiento solvente de su lengua materna hace que los pequeños dispongan de un tronco lingüístico solvente y firme en el que apoyarse y usar como referente durante toda su vida. No por mucho madrugar amanece más temprano. En esto de los idiomas sucede lo mismo, por ejemplo, que con la lectura y escritura. No es más eficaz torturar a los pequeños desde los tres o cuatro años con su aprendizaje cuando hacia los cinco o seis, sencillamente cuando sus cerebros se encuentran suficientemente maduros, van asumiendo la lectura y la escritura como un proceso natural. La segunda lengua no necesita prisa tampoco, sino solvencia en sus maestros y el tiempo necesario.


domingo, 8 de junio de 2014

FUENTE


         Me doy cuenta de que según donde ponga el foco, los textos me salen con un cariz u otro. Como en los últimos he puesto el foco en las noticias de la prensa, al momento los textos adoptan un cariz dramático y sin pretenderlo ya estamos hablando de miserias y de indignidades y abusos en los que los pequeños se ven inmersos. Evidentemente no son mentira y yo he seguido religiosamente las noticias que me han inspirado las últimas reflexiones. Lo que pasa es que el resultado se vuelve al momento engañoso porque la relación con los más pequeños  en ningún caso es dramática ni desesperada. Puede que estén viviendo una situación así y de hecho la viven muchas veces pero la relación como tal siempre está llena de vida.

         He querido titular fuente este texto porque para mí lo ha sido durante mis años de trabajo. Es más, lo he dicho miles de veces en mis charlas y lo he pensado y lo sigo pensando en mis adentros. Si la profesión de maestro de pequeños no interesa, estoy seguro que debe ser desesperante para quien la ejerza. En mi caso ha sido lo contrario. No sé si me ha interesado o la he desarrollado por vocación. A lo mejor no ha sido nada de eso. De lo que sí estoy seguro es que desde siempre he estado convencido de que mi cercanía a los pequeños significaba para mí el privilegio de encontrarme junto a la fuente: la fuente de la vida, del conocimiento, de cómo se organizan las relaciones humanas, de cómo se construye el conocimiento…, del saber en definitiva. Y en medio de ese mundo y de esa creencia por mi parte, nadie podrá dudar de que me he sentido un ser privilegiado durante tantos años. Por mi lado he visto circular millones de maneras de aprendizaje, he sido testigo de los miles de recursos que la vida tiene previstos para que cada persona encuentre su lugar en el mundo y su modo de realizarse como persona.

         Tampoco quisiera que nadie se llamara a engaño y pudiera pensar que mi vida profesional ha sido ningún paraíso. No. Se ha tratado de un trabajo con todo lo que encierra de disciplina, de sinsabores, de momentos de cansancio y hasta de desesperación de ver que hay asuntos que se te atrancan y que no ves la salida cuando tú quieres. En esto se parece mucho a los avatares de cualquier otro profesional. En lo que creo haberme sentido diferente y privilegiado ha sido en la materia sobre la que ha versado mi trabajo y mi esfuerzo. He tratado con seres humanos que empezaban su aventura vital y he llegado a darme cuenta de que junto a mí vivían personas de las que yo podía estar aprendiendo cada día, que mi función no estaba tanto en decirles cómo tenían que vivir sino en acompañarlos en su peripecia vital y estar cerca de ellos para que pudieran utilizarme cuando me necesitaran pero también en propiciar el respeto a sus maneras de aprender y a sus ritmos porque ellos disponían y disponen de casi todos los medios para evolucionar en la vida si se les permite hacerlo a su modo y con las capacidades que la vida les ha dotado.


         Y a eso he dedicado la mayor parte de mi desarrollo profesional. A mirar y a ver, a acompañar, a esperar a que me fueran necesitando y a estar disponible y a servirles de garantía de que un adulto estaba cerca de ellos, lo que quería decir que lo que ellos iban haciendo en cada caso tenía detrás la legalidad y el beneplácito de la estructura social. Que podían estar seguros de lo que estaban haciendo porque el mundo adulto que yo representaba para ellos estaba de acuerdo con esa manera de actuar. Con esos parámetros de comportamiento , hoy estoy seguro de haber acertado muchas veces y de haberme equivocado otras tantas pero de que tanto en los aciertos como en los errores estaba la verdad de lo que pensaba y sentía. Eso me da una paz sin límites. Y un gozo profundo que me llamen por la calle y que me saluden con la conciencia de que hemos vivido de verdad. 


domingo, 1 de junio de 2014

REFUGIADO


         Se hace imposible no mirar y no ver lo que pasa en cualquier situación. Si además te la cuentan de Melilla, una ciudad española del norte de África que dispone de un Centro para albergar inmigrantes de unos 500 plazas y ya alberga cerca de 2000, con un fuerte componente de refugiados sirios, unos 600 de ellos niños y, además, te ofrece las imágenes y te cuentan las dificultades angustiosas por las que atraviesan cada día para secuencias de vida tan sencillas como comer, ir al cuarto de baño, ducharse…, no te puede extrañar que se planteen conflictos a cada momento y peleas propias de la angustia de sobrevivir fuera de tu casa y de tu pais y en condiciones extremas para sortear las dificultades más elementales.

         Le doy vueltas a la cabeza y pienso que en este blog intento con toda la profundidad y la verdad que puedo, exponer los requisitos y las reflexiones que me parecen más idóneas para que los primeros años de la vida de un menor se produzcan con las mayores y mejores garantías  para su crecimiento y estas secuencias de menores refugiados, ahora pienso en los sirios que se albergan en Melilla pero todos sabemos que de ninguna manera son los únicos y que el mundo está cuajado de ghetos en los que malviven millones de personas que han sido obligadas a salir con lo puesto de sus casa y de sus países y que vagan de aquí para allá sin que exista para ellos un lugar en el mundo donde se sientan seguros. Son estas guerras con las que vamos conviviendo porque no tienen carácter general que nos escandalice y se ciñen a determinados espacios, guerras localizadas las llamamos, a cuyos bandos en conflicto los cebamos de armamento con cuyo beneficio vamos enriqueciéndonos a su costa y a los que les negamos hasta las migajas del 0´7 del PIB destinado a la solidaridad y cooperación con el argumento de una crisis de la que no puedo entender qué culpa tienen ellos.

         No hay más que mirarles las caras para darnos cuenta de la cantidad de interrogantes que manifiestan sus ojos. Creo que nos preguntan por todo. O, mejor, ellos se limitan a mirarnos sin entender nada de lo que están viviendo. Seguramente somos nosotros los llamados a leer la multitud de incógnitas que reflejan sus miradas, la cantidad de por qués que nos tiran a la cara y que entiendo que es imposible que nadie en su sano juicio sea capaz de responder con un mínimo de cordura. Sencillamente vamos tirando como podemos en el devenir de la Historia. En este momento les toca a ellos estar del lado allá de la alambrada o del centro de refugiados y nosotros acá por caprichos del destino con la misma falta de lógica y con la misma crueldad que en otro tiempo nos ha tocado la posición contraria. Lo peor es que no nos falta cinismo para, en todos los casos, ofrecer argumentos de justificación sobre por qué las cosas son así y no de otro modo y hasta tranquilizamos nuestra conciencia con argumentos miserables que a la postre intentan justificar tamañas injusticias.


         Lo que menos importa esque los ojos que te miran se llamen Abdel, Karim, Novak, Irina, María o Dmenga. Al final, el nombre siempre es el mismo y linda con la miseria. Se llamen como se llamen, lo que importa es que alguien sea capaz de encontrar una explicación para su presente y otra para su futuro. Con qué fuerza se les puede mirar a la cara a estos pequeños sin que se nos caiga al suelo de vergüenza mientras les estamos mostrando el mundo que hemos diseñado para ellos. Con qué fuerza moral somos capaces de mirarlos a los ojos y sentirnos personas mientras ellos se encuentran cada día quitándose la miseria a manotazo limpio sin más horizonte que unas alambradas delante de los ojos o un muro que no les permite ver unos metros más allá de sus narices. No puedo levantar la vista avergonzada de sus caras y tampoco me siento capaz de comprender sus sonrisas y su alegría, que afloran a pesar de todo.