La vida
es amplia, profunda, terrible, placentera, promotora de vida y de muerte. No es
nuestra pero nos permite usarla y de hecho nos sobran experiencias tanto de
cielo como de infierno a través de su contacto. Cuando hace unos meses el mar
nos dejaba en la playa el cadáver de un pequeño de tres años le veíamos su cara
más terrible. Estos días nos ha estremecido de nuevo, esta vez ha sido un río
con otro cadáver de una niña de menos de dos años que pretendía llegar a los
EEUU y su padre y ella aparecieron ahogados en la orilla, arrastrados por la
fuerza del agua. Lo mismo podríamos ofrecer imágenes de campos sembrados de
arroz que en unos meses serán capaces de alimentar a medio mundo porque decir
agua no es más que nombrar una enorme capacidad que la vida ofrece y que no se
va a someter a nuestras leyes. Tiene leyes propias y las aplica sin contar con
nosotros. Si nos movemos sometiéndonos a su ritmo podemos convivir y
aprovecharnos de sus ingentes capacidades , pero si se nos ocurre ponernos en
medio de su camino nos hará ver que apenas somos briznas que trae y que lleva a
su albedrío.
No sé si
será ese espanto de sabernos tan poca cosa a su lado o qué será lo que produce
que el agua siempre haya estado tan lejos de la escuela. En algunas
experiencias hemos vivido salidas o colonias de unos días junto al mar en
tiempos de calores que piden su consuelo casi desde la mañana a la noche, pero
se trata de vivencias ocasionales alejadas
del ritmo diario. No me parece mal en cualquier caso porque cuando el calor
aprieta como en estos días que ya hemos superado los 40 grados de un verano que
acaba de empezar, cualquier contacto con el líquido elemento lleva dentro su
consuelo. Creo que también podríamos poner al alcance de los pequeños porciones
de agua más discretas. Un acceso más asequible a los grifos de los que
dispongamos sería suficiente para introducir grandes dosis placenteras en el
quehacer cotidiano de manera eficaz, sencilla y al alcance de la mano. No veo
las dificultades que podría acarrear un reparto del tiempo en el que los
pequeños pudieran gozar del agua.
Los
elementos naturales siguen siendo ajenos a la escuela. Como mucho nos
encargamos de protegernos de ellos como si se trataran de demonios de los que
hay que ponerse a salvo cuanto antes y tenerlos lo más lejos posible. Y es
verdad que pueden ponernos en peligro a la primera de cambio y nunca debemos
olvidar que sólo somos briznas en comparación con su poder. Pero no es menos
cierto que su cercanía o la posibilidad de vivir junto al fuego, al viento, a
la tierra o al agua también llevan aparejadas grandes dosis de posibilidades,
de conocimiento y de dominio sobre los misterios que llevan implícitos.
Últimamente veo en los parques públicos uno grifos en el suelo que en días como
lo presentes surgen en forma de chorros y son como imanes para los pequeños que
no tardan en sentirse atraídos por la fuerza del agua y con su contacto
encuentran seguramente el mejor consuelo para el calor sofocante de
determinadas horas de estos días extremos. Pongo este ejemplo del consuelo del
agua en estos días pero no habría que pensar mucho para ofrecer muchos otros
parecidos.
Puede
parecer que no se sabe qué se puede hacer cuando se contacta con el agua sin un
plan preconcebido. Como nos descuidemos podemos caer en una estructura tan
hermética y tan estéril como la que usamos habitualmente para dividir el tiempo
dentro de la escuela. Seríamos capaces de vaciar de vida casi cualquier
potencia y que, como en el caso del agua que se puede convertir en fuente de
vida sólo con que permitamos a los pequeños organizar su tiempo y sus energías
con su contacto, también podría llamarnos a reflexionar sobre la cantidad de
veces que hacemos que la vida se seque por una organización estéril que
intentamos imponer a cualquier precio cuando tenemos al alcance de la mano toda
la capacidad sin estrenar de los pequeños que no necesitan más que se les
permita disponer de sus energías a placer para gozar y para aprender, ambas
cosas a su alcance y a cuya consecución se lanzan hasta con desesperación en el
momento que encuentran la más mínima posibilidad.