Crear un
tópico depende de muchos factores pero una vez que lo hemos impuesto no hay más
que repetirlo hasta la extenuación. Hemos mencionado en algún momento la
conveniencia de que determinados acontecimientos, las fiestas por ejemplo,
deban estar presentes en la vida con las debidas proporciones. Sucede que de no
ser así el propio sentido del acontecimiento se sale de madre y pierde su
carácter de excepcionalidad. Una fiesta tiene su gracia pero si cada día se
convierte en fiesta llegamos a un punto en que los propios pequeños abandonan
el sentido de sorpresa y hacen del acontecimiento que se pretende destacar una
norma más y llegamos a un punto que no sabemos vivir sin el sobreesfuerzo de la
sorpresa. Lo mismo podemos hablar de los regalos. No se explica hoy el devenir
cotidiano sin la presencia permanente de los regalos por cualquier causa y
hasta sin causa ninguna. Parece que las circunstancias vitales han ido
produciendo una subversión de valores de modo que lo que en origen tenía un
sentido de sorpresa, hoy no necesita de ninguna excusa para producirse.
Cuesta
trabajo pensar en que llega el fin de curso y no vamos a disponer de nuestra
fiesta correspondiente. Ahora sucede que los acontecimiento ya no valen si son
sencillos y sirven para que los grupos vivan un momento de placer común que
permita enriquecer la convivencia. La
propia dinámica de su repetición trae aparejado el que su contenido tenga una
cierta dosis circense de más difícil todavía. Puede llegar un momento en que
necesitemos tal nivel de agitación que se involucre en estos excesos toda la
familia o el propio barrio si llega el caso. Hace falta para eso que el
contenido que se festeje se haga comprensible para todos y nos encontramos con
grupos de pequeños con disfraces por cualquier causa adquiridos a precios
irrisorios en los chinos y sin valor alguno de originalidad ni de
particularidad. No es raro encontrarnos varios batman, otras tantas sirenitas y
algunos zorros desperdigados, con lo cual, lo que tenemos es un pan como unas
hostias que no nos impacta a nadie y que se consigue sin esfuerzo de nadie.
El otro
día se celebró la fiesta de fin de curso en el cole de mi nieta y el contenido
era un baile colectivo con una coreografía digna de cualquier programa de
televisión en el que los pequeños de cuatro años tenían que reproducir una de
las miles de secuencias que estamos viendo a cada momento, de modo que todos sabíamos de antemano lo que
íbamos a ver y cualquiera de nosotros podía dirigir el contenido porque lo
habíamos visto de antemano miles de veces. Recuerdo haberlo estado comentando
en mi familia porque no podía haberse producido sin que se hubiera gravado su
video correspondiente y que destacábamos lo único que nos pareció original de
todo lo que aconteció y fue el maestro que tuvo la feliz ocurrencia de
mostrarse con un clavel en la oreja, ornamento específico de las mujeres, que
le daba un aire de sorpresa y de algo que llevara implícito un toque de
originalidad. El resto del acontecimiento no era ni más ni menos que lo que se
esperaba y que todo el mundo conocía de antemano.
No
quiero pecar de Pitufo Malasombra ni de aguafiestas de nadie pero sí veo que
estamos perdiendo el norte y confundiendo la gimnasia con la magnesia. La
fiesta tiene que ser la vida y la vida tiene importancia suficiente de por sí
para no necesitar someterla a estereotipos a propósito de cualquier
acontecimiento. En una de mis últimas fiestas de otoño, que en nuestra escuela
tenían un contenido muy particular recuerdo un conjunto de disfraces de los
chinos que no miraba nadie y nuestro en cambio nuestro Pablo el Rizos
disfrazado de butanero con una vestimenta casi normal pero con una bombona de
espuma color naranja que su madre logró coserle en el hombro derecho y que fue
la sensación de la tarde y no precisamente por lo espectacular sino por lo
diferente y lo particular. Nos hemos acostumbrado a lo fácil y a lo
convencional de modo que todo intentamos resolverlo con unos euros y una visita
a los chinos que nos lo resuelven todo en un santiamén y es que nuestra propia
vida se nos está convirtiendo en eso, en algo de unos euros y que podemos
adquirir en los chinos sin ningún esfuerzo.
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