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domingo, 16 de junio de 2019

FIESTA



         Crear un tópico depende de muchos factores pero una vez que lo hemos impuesto no hay más que repetirlo hasta la extenuación. Hemos mencionado en algún momento la conveniencia de que determinados acontecimientos, las fiestas por ejemplo, deban estar presentes en la vida con las debidas proporciones. Sucede que de no ser así el propio sentido del acontecimiento se sale de madre y pierde su carácter de excepcionalidad. Una fiesta tiene su gracia pero si cada día se convierte en fiesta llegamos a un punto en que los propios pequeños abandonan el sentido de sorpresa y hacen del acontecimiento que se pretende destacar una norma más y llegamos a un punto que no sabemos vivir sin el sobreesfuerzo de la sorpresa. Lo mismo podemos hablar de los regalos. No se explica hoy el devenir cotidiano sin la presencia permanente de los regalos por cualquier causa y hasta sin causa ninguna. Parece que las circunstancias vitales han ido produciendo una subversión de valores de modo que lo que en origen tenía un sentido de sorpresa, hoy no necesita de ninguna excusa para producirse.

         Cuesta trabajo pensar en que llega el fin de curso y no vamos a disponer de nuestra fiesta correspondiente. Ahora sucede que los acontecimiento ya no valen si son sencillos y sirven para que los grupos vivan un momento de placer común que permita  enriquecer la convivencia. La propia dinámica de su repetición trae aparejado el que su contenido tenga una cierta dosis circense de más difícil todavía. Puede llegar un momento en que necesitemos tal nivel de agitación que se involucre en estos excesos toda la familia o el propio barrio si llega el caso. Hace falta para eso que el contenido que se festeje se haga comprensible para todos y nos encontramos con grupos de pequeños con disfraces por cualquier causa adquiridos a precios irrisorios en los chinos y sin valor alguno de originalidad ni de particularidad. No es raro encontrarnos varios batman, otras tantas sirenitas y algunos zorros desperdigados, con lo cual, lo que tenemos es un pan como unas hostias que no nos impacta a nadie y que se consigue sin esfuerzo de nadie.

         El otro día se celebró la fiesta de fin de curso en el cole de mi nieta y el contenido era un baile colectivo con una coreografía digna de cualquier programa de televisión en el que los pequeños de cuatro años tenían que reproducir una de las miles de secuencias que estamos viendo a cada momento,  de modo que todos sabíamos de antemano lo que íbamos a ver y cualquiera de nosotros podía dirigir el contenido porque lo habíamos visto de antemano miles de veces. Recuerdo haberlo estado comentando en mi familia porque no podía haberse producido sin que se hubiera gravado su video correspondiente y que destacábamos lo único que nos pareció original de todo lo que aconteció y fue el maestro que tuvo la feliz ocurrencia de mostrarse con un clavel en la oreja, ornamento específico de las mujeres, que le daba un aire de sorpresa y de algo que llevara implícito un toque de originalidad. El resto del acontecimiento no era ni más ni menos que lo que se esperaba y que todo el mundo conocía de antemano.

         No quiero pecar de Pitufo Malasombra ni de aguafiestas de nadie pero sí veo que estamos perdiendo el norte y confundiendo la gimnasia con la magnesia. La fiesta tiene que ser la vida y la vida tiene importancia suficiente de por sí para no necesitar someterla a estereotipos a propósito de cualquier acontecimiento. En una de mis últimas fiestas de otoño, que en nuestra escuela tenían un contenido muy particular recuerdo un conjunto de disfraces de los chinos que no miraba nadie y nuestro en cambio nuestro Pablo el Rizos disfrazado de butanero con una vestimenta casi normal pero con una bombona de espuma color naranja que su madre logró coserle en el hombro derecho y que fue la sensación de la tarde y no precisamente por lo espectacular sino por lo diferente y lo particular. Nos hemos acostumbrado a lo fácil y a lo convencional de modo que todo intentamos resolverlo con unos euros y una visita a los chinos que nos lo resuelven todo en un santiamén y es que nuestra propia vida se nos está convirtiendo en eso, en algo de unos euros y que podemos adquirir en los chinos sin ningún esfuerzo.


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