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domingo, 25 de noviembre de 2018

COMPRAS



         Esta semana hemos vivido la explosión del VIERNES NEGRO, directamente llegada de los EEUU y parece que para quedarse. La incidencia es cada año más importante aunque no ha llegado al delirio producido en su casa madre, supongo que por aquello de que no suele tener color cuando se compara el original con la copia. También en esta copia, o sea en España, se ha introducido la variante de que en vez de Viernes Negro se ha convertido en Semana Negra por estirarlo un poco más. El fundamento es muy sencillo. Los comercios ya han vendido toda la moda que han sido capaces y se encuentran con grandes cantidades de producto que les ocupan los espacios. Hacen una campaña con precios muy apetecibles para que la gente les libere los almacenes en los que ellos puedan poner los nuevos géneros de primavera aunque a estas últimas ventas no les saquen más beneficio que el costo y disponer de liquidez para sus nuevos pagos.

         Y para todo este sencillo circuito comercial que podría ser explicado paso a paso y que la gente podría llegar a entenderlo, en vez de hacerlo así, montamos circos como si la realidad fuera como no es y en realidad sólo importara todo este subterfugio publicitario en el que todos nos volvemos un poco locos. En España esto se ha venido imponiendo con un criterio más cercano a la realidad y lo hemos venido conociendo como Rebajas pero sus fechas no coinciden con este aluvión que nos llega de EEUU y gracias a las nuevas tecnologías lo que está produciendo es que en el mundo exista un solo país porque es precisamente el que termina imponiendo su cultura de hecho. De ese modo vamos perdiendo nomenclaturas y costumbres particulares y nos vamos apuntando al carro hegemónico, si bien siempre como hermanos menores que sólo nos movemos al rebufo del caballo ganador. Perdemos particularidad y en algún sentido, sobre todo económico, ganamos universalidad.

         Esta realidad universal, en Latinoamérica se nota mucho más porque la cercanía y los intereses del gran líder EEUU es más visible y de manera mimética en muchos casos. Así todos de una manera o de otra vamos apeteciendo cada vez más convertirnos en yanquis, aunque en muchos casos seamos de pacotilla porque no tenemos las raíces que ellos reflejan ante el implacable dios del beneficio al que terminan sacrificándolo todo en última instancia y como no disponen de ningún soporte cultural en el que apoyarse, se inventan uno que pretende envolvernos a todos y que se llama dólar. De ninguna manera pretendo convertirme en puritano para defender los particularismos opresivos en los que hemos vivido casi todos y que nos han permitido mantenernos en la miseria hasta hoy. Estoy seguro que este aluvión comercial que nos invade trae consigo una ficción de poder que nos permite engañarnos y tener la sensación de que somos lo que no somos durante una semana, un día, un momento siquiera.

         A los más pequeños todo este berenjenal no les llega a través de análisis teóricos pero es indudable que participan de él porque están inmersos en sus efectos y van y vienen y viven al ritmo que imponen los nuevos tiempos y las nuevas costumbres. En realidad son los más permeables a las nuevas influencias hasta el punto de que son los primeros en aprenderlas y, si llega el caso, argumentarlas en el conjunto familiar para que todos terminemos bailando al son que convenga en cada momento. No hay más que pensar un poco en nuestras tradiciones, sobre todo los que ya tenemos una edad, y darnos cuenta de cómo están pasando al olvido muchos de nuestros esquemas de vida tradicional y de cómo vamos, andando cada vez más, al son de los nuevos del éxito y del deslumbrante fulgor de los fogonazos inmediatos. Seguramente no merece la pena lamentarnos porque si algo se pierde, seguro que va a ser reemplazado por otra cosa, pero sí tener conciencia de lo que nos va pasando para que la corriente no nos haga perder el norte.


domingo, 18 de noviembre de 2018

CINE



         A pesar de haber cruzado ya la barrera de los setenta, mi docencia empezó con el cine. Cada domingo tenía el encargo de preparar una charla - debate sobre las películas memorables de entonces ante unas doscientas personas que descubríamos paso a paso los entresijos del séptimo arte. Hoy sé que no era la primera ni mucho menos pero en aquel momento recuerdo la llegada del color a la pantalla para quedarse. Supongo que debe ser por eso por lo que el cine y sus posibilidades siempre ha entrado y salido por mi docencia. Los últimos años me he visto, además, adentrándome en la animación, en parte porque ejercía para los primeros años de vida y en parte también porque coincidía con la crianza de mi última hija, Elvira. Esta feliz coincidencia me ha permitido dedicar bastantes horas a ver algunos títulos, bastantes para ser sinceros, suficientes como para encarecer que este nuevo arte debe utilizarse como pieza importante en cualquier curriculum que se precie.

         Por sintetizar os acercaré tres títulos que de ninguna manera engloban la ingente  producción que hoy está disponible, pero que sí supone desde la alta calidad, mensajes diversos y llenos de atractivo para que los menores conozcan el lenguaje cinematográfico y sus enormes posibilidades en la educación. Es más, estoy escribiendo y me voy dando cuenta de que es posible de que también yo, que me las doy de moderno, estoy escribiendo para el pasado porque las inmensas aportaciones informáticas hacen que casi cada día se vayan aportando nuevas posibilidades suficientes como para hacer que personas que como mi Elvira nacieron con la informática en los dientes se comporten en la vida con unas claves que no tengan mucho que ver con las mías. En realidad lo compruebo cada día y a veces lo hablamos entre nosotros porque ella también se sorprende de mi torpeza en el manejo de las novísimas posibilidades que la vida le ofrece a quien se encuentre dentro de su ámbito de acción.

         HISTORIA DE UNA GAVIOTA Y EL GATO QUE LA ENSEÑÓ A VOLAR, EL VIAJE DE CHIHIRO Y MONSTRUOS S.A. Podríamos utilizar muchos más títulos pero estos tres me parecen suficientemente representativos. El primero porque se trata de una obra humanista del autor chileno Luis Sepúlveda que la escribe como novela de éxito y que él mismo acomete la ingente labor de ofrecerla en película asumiendo por su cuenta el proceso de animación. La segunda en la que la alta calidad gráfica japonesa se manifiesta al mundo consiguiendo un óscar para esta historia moderna donde las haya y a la vez encarnando las más arcanas costumbres japonesas con la calidad y clarividencia que la cultura de hoy es capaz de poner de relieve para que pueda ser conocida y gozada por el mundo entero. Y la última, una comedia americana que, a través de una historia trepidante y de inocente simplicidad es capaz de lograr montarse encima del gigante Disney y forzar, si no estoy equivocado, a una fusión empresarial con Pixar para mantener el imperio de la animación mundial.

         Esta reflexión no es más que un apunte sobre la modernidad en educación que viene insistir en la idea de que no se puede caminar contra el viento de los tiempos y que tenemos que entender que las puertas al campo no pasan de ser intentos ineficaces. Podemos, claro que sí, negar los tiempos que llegan, ponernos delante a sabiendas de que vamos a ser arrollados por la fuerza de la innovación, pero eso no nos va a suponer más que dolor, desdicha y hasta ignorancia. También podemos, y es lo que intento defender, dejarnos llevar por la vida que nos envuelve con su fuerza y desde el permanente riesgo de dudar de casi todo, avanzar con sentido crítico por los ámbitos de lo desconocido con nuestros pequeños que llevan los últimos hallazgos como marca indeleble en su frente y que tienen que encontrar un lugar en ese mundo nuevo. Podemos, eso sí, hacer que ese camino les sea más leve.


domingo, 11 de noviembre de 2018

VIVIR



         Hemos hablado de la abundancia de frutos a lo largo y ancho del otoño pero también podemos hacer referencia a las distintas maneras de aprender. No es lo mismo que nos dediquemos a contar los frutos, a leer sus componentes y los espacios donde más abundan, incluso a dibujarlos en un cuadernos y contar historias en las que estos frutos participen. Es una manera de conocerlos sin duda pero desde la lejanía. A final de septiembre, apenas empezado el curso podemos hacer que alguna familia nos aporte una caja con varios kilos de uvas a la que podemos dedicar un buen rato cualquier mañana y pisarla aquellos que quieran, recoger su zumo con un color tan desagradable y hacer que lo vayan probando aquellos que se atrevan para que se den cuenta del sabor de privilegio que se obtiene del pisado de la uva. Es posible que algunos lo hayan vivido con sus familias pero en primera persona las experiencias tienen siempre un valor añadido inconfundible.

         Desde este primer rito otoñal de la vendimia podemos subir hasta la navidad con las castañas asadas, unas veces llevando frutos más raros que muchos ni van a conocer y no estaría de más que saborearan, como almencinas, majoletas, serbas, acerolas, o azofaifas y otras trabajando mezclas exquisitas como la del boniato con el membrillo cocido a fuego lento con una rama de canela dentro, un buen trozo de piel de limón y otro de naranja y azúcar al gusto hasta hacer que ambas frutas se ablanden y el caldo se empiece a convertir en puré. Todas las veces que lo hemos experimentado en clase los niños han sido reticentes a probarlo porque no forma parte de su dieta habitual ni los frutos son frecuentes en los mercados del barrio pero siempre hay alguien que los conoce y habla bien de ellos lo que nos sirve como palanca para introducir un nuevo sabor en sus vidas y una exquisitez que no tienen a su alcance fácilmente.

         Que la escuela sea un centro del saber a través de libros, de cuadernos, de lápices y de ceras de colores está bien y nos permite unos niveles de conocimiento nada desdeñables pero si estas formas más o menos lógicas de aprender las acercamos un poco a la realidad y las mezclamos con los olores, los sabores o las texturas de los mismos elementos que estamos estudiando el resultado no tiene punto de comparación. Yo no sé qué tiene de malo disponer de un sencillo infernillo en la clase que nos permita realizar sencillas mezclas de disfrute inmediato y de manejo sencillo. El experimento de los tres estados del agua es muy gráfico y tarda poco en producirse y siempre parece magia cuando no es más que el efecto del calor, primero sobre unos cubitos de hielo hasta conseguir el agua y si seguimos, hacer que el mismo agua se evapore y que veamos la nube de vapor subir y comprobar cómo el recipiente se queda completamente vacío en un espacio de diez minutos más o menos, antes de que su atención se disperse.

         Una vez que la costumbre de usar el infernillo con cierta frecuencia, el camino se construye solo porque cada día puede haber un reto nuevo que experimentar y desde luego arrancar con la idea de que los pequeños sean capaces de probar sabores nuevos es algo que cuesta en un principio como todo lo nuevo, pero no significa más que falta de costumbre que se va resolviendo a medida que las experiencias se van incorporando al saber del grupo y podemos contar episodios de cómo pasó con la vendimia, el sabor agridulce del boniato y el membrillo o el caldo espeso del potaje de castañas y lo que nos costó guardar las castañas asadas el día anterior sin que nos las comiéramos. Ciertamente unos resultados van a ser más atractivos que otros pero todos van a formar parte de ámbitos nuevos de conocimiento que no formaban parte de ellos y que en la medida que se hagan presentes en la clase podremos hablar de ellos como frutos de nuestro esfuerzo de grupo.


domingo, 4 de noviembre de 2018

FRUTOS



         Hay una estación en el año que destaca sobre todas por la abundancia y por la diversidad de frutos y es el otoño. Cuando yo era pequeño un  grupo de niños subíamos a lo más alto del campanario de la iglesia el día de los santos y allí permanecíamos tocando a muerto dos día y dos noches. Eran toques cortos y cada media hora. Los llamábamos "doblar a muerto". Una parte del grupo se paseaba por el pueblo pidiendo viandas para abastecernos porque no íbamos ni a nuestras casas. Esta pequeña letanía era el reclamo al tocar en las puertas:
Los angelotes,
del cielo venimos.
Uvas y melones,
de todo pedimos.

         Cada familia nos regalaba lo que buenamente podía pero las canastas llegaban al campanario llenas. La fiesta terminaba normalmente en el cuarto de baño porque nos atiborrábamos sólo de frutas, cosa a la que no estábamos acostumbrados y las diarreas aparecían con frecuencia. Por las noches convivíamos con las lechuzas que anidaban en los recovecos de las partes más altas y salían y entraban de noche para sus rapiñas. Nunca he tocado un plumaje más suave ni he percibido un vuelo tan silencioso como el de estos hermosos animales, siempre huidizos y huraños.

         Es un ejemplo vivido durante los años de mi niñez, sólo como ejemplo de lo fácil que es en otoño acceder a cualquier tipo de fruta. El último fin de semana de septiembre todavía queda una hermosa tradición en Granada que consiste en llenar de tenderetes el centro, la Fuente de las Batallas, con los primeros frutos de otoño: nueces, castañas, acerolas, azofaifas, serbas, almencinas, majoletas, membrillos, boniatos, caquis... Es verdad que cada año hay menos y en cambio se sustituyen por chucherías industriales que tienen mucho menos sentido, pero algunos procuramos no faltar a la cita y comprar los frutos que no suelen venderse en los mercados normalmente y que me recuerdan cuando en grupo nos íbamos al campo a la salida de la escuela y nos subíamos a los árboles y nos llenábamos los bolsillos de almencinas por ejemplo, que eran las más ricas y luego ahuecábamos una caña a modo de canuto o cerbatana de unos 20 centímetros de larga y allí metíamos los huesos y nos los lanzábamos unos a otros como juego con una gracia muy relativa porque el que recibía los proyectiles maldita la gracia que le hacía. Y si era el maestro..., para qué te cuento.

         Reconozco que éramos un poco mayores pero me sirve el ejemplo para que os riáis un poco y para reforzar la idea de que el otoño es la estación de los frutos y reclamar que la escuela no se mantenga al margen de la vida en la medida que pueda porque cuesta poco reclamar a las familias pequeñas aportaciones de frutas de la época y plantear una mañana de trabajo con los pequeños para recordar la estación y saborear frutas que pueden ser hasta desconocidas para ellos porque la vida nos ha traído por vericuetos que hay cosas de la naturalezas que hemos perdido casi por completo. Puede ser muy educativo en cualquier momento hacerlas presentes, probarlas incluso los que se atrevan. En nuestras escuelas es una institución la Fiesta de Otoño, con su fuego en el patio para asar castañas y para compartir las aportaciones de las familias durante un buen rato aunque luego la comida sea sólo de ensalada porque la barriga ya va bien servida.
         Comprendo que cada espacio tendrá sus circunstancias particulares y no todos tenemos por qué hacer las cosas del mismo modo, pero me parece positivo que la escuela no se componga sólo de libros, de papeles y de materiales ajenos a la vida que pasa cerca de nosotros. Creo que mancharnos de vida, hacer que la escuela se manche de vida es una hermosa manera de invitar a los pequeños a que participen del festín que la vida encierra siempre, sobre todo en determinados momentos como en los otoños fecundos..