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domingo, 29 de abril de 2018

HALLAZGOS


         Siempre pensé que escribir es, sobre todo, un diálogo. Empieza por uno mismo pero no se agota nunca. Es con todo y con todos. Te vas preguntando cosas y te puedes ir respondiendo al mismo tiempo. La grandeza añadida de este medio es que hace que de verdad el mundo sea un pañuelo y permite que al tiempo que me interrogo a mí mismo, pueda responderme mi amigo el chileno o mi amiga mejicana desde Florida. Quizá es la respuesta a ese sueño sin límites que siempre nos rondó como imposible y que en estos momentos lo estamos manoseando directamente y no sabemos si creérnoslo o no. Yo por fin sí he decidido creerlo y asociarlo a vivencias profesionales con la primera infancia que me hablaban de que allí estaba la fuente de todo y que yo era un testigo privilegiado de la vida, no porque estuviera pasando su esencia delante de mis ojos, sino porque yo era capaz de ver la profundidad y la contundencia del mensaje. Desde ese punto, todo es ciencia para siempre jamás y tú, yo en este caso, un eterno aprendiz.

         Derivado de esa fuente ilimitada de conocimiento que es la vida de los primeros años obtuve el COMO NIÑOS que me acompañará ya hasta mi último día con toda su carga de afirmación de infancia, de la que no pienso desertar jamás, pero también con la ambigüedad suficiente como para saber que quien hace referencia a como niños no niega la infancia, quiere estar indisolublemente ligado a la infancia, pero ya no es un niño. Esta es la verdad más profunda del contenido que se derrama de estas entradas semanales con mejor o peor acierto. Ni puedo ni quiero negar mi deuda permanente con mi infancia y con la infancia del mundo y del conocimiento a la vez que tengo conciencia de que el tiempo no para y a medida que se extienden mis arrugas, se consolida mi decisión de saber que la infancia es mi único referente sólido. Lo demás es ficción.

         Quizá por ese mismo punto de partida, al que me adhiero como a una madre, obtengo conciencia de que la historia del mundo empieza con cada nueva vida y que cada nueva vida lleva implícita en su evolución como una cátedra permanente que nos hace aprender de cada tiempo evolutivo y de cada momento histórico porque en la construcción de cada nueva personalidad va implícita la historia del género humano y la historia del mundo y eso es así tanto si lo queremos como si no. Nuestra particularidad es la de aceptarlo desde el principio o desde algún momento y pegarnos a su costado como una lapa para fundirnos en su destino como especie o negarlo de una u otra manera y fingir que ignoramos su contenido mientras nos vamos a pasar la vida dando palos de ciego, perdidos en el tiempo y en el espacio y negando nuestra permanente tendencia a toparnos con la infancia, única referencia fiable.

         Este es el hallazgo que para mí tengo como lo más profundo y que ofrezco una y mil veces de manera completamente universal y gratuita para que  pueda ser mostrado como bandera, en realidad la única bandera en la que creo, en la confianza de que la sensatez termine por entrar en nuestra vida y nos demos cuenta por fin de que no hay más patria que nuestra infancia, ni otra comunicación posible que la caricia, ni otra actitud más valiosa que la de querer aprender de todo y de todos, desarrollando esta curiosidad sin fin que nos da la fuerza de vivir. Sé que de tan simple se nos puede escurrir a través de cada ranura de nuestras manos pero, si eso nos sucede, tendremos que  agacharnos una y mil veces para recoger sus migajas porque no hay más cera que la que arde y está en mi vida y en la tuya y en la de cada uno, paciente, esperándonos. 

domingo, 22 de abril de 2018

AIRE



         Después de poner por las nubes a Manuel Ángel la semana pasada, creo que con toda justicia, por lo que no me desdigo ni mucho ni poco, también quiero decir que podría hacer glosas parecidas con casi todos mis compañeros, pero no quiero pasarme y me he centrado en Manuel porque casi es de la familia con tantos comentarios con que nos ilustra. Probablemente no sería realista reivindicar la presencia en la calle de los pequeños al mismo nivel del grupo de Manuel, pero eso no quiere decir que sea malo. Al contrario. Desde que los grandes de la Escuela Activa al principio del siglo XX comenzaron a demostrarnos las excelencias de la escuela al aire libre, tenemos pruebas suficientes como para haber comprobado de sobra que la vida normal y sus incidencias diarias compite y gana de calle a cualquier libro de texto, por más riguroso que intente ponerse.

         Es posible que no haga falta llegar a tanto, es cierto. Manuel le ha pillado el tranquillo a la calle y forma un paisaje con su grupo y con algunos otros adultos colaboradores casi tan cotidiano como los coches que circulan o los abuelos que pasean. Lo que sí podemos es reafirmar e insistir, siempre será poco, en su conveniencia para que venzamos el miedo, cada día mayor a medida que la seguridad se impone hasta límites insoportables y no renunciemos a un buen paseo sin muchos reparos si no encontramos unos objetivos suficientes porque nuestra sola presencia en la calle ya va a ser un objetivo suficiente para justificar la salida. Recuerdo mis últimos tiempos docentes en los que casi huía de esquemas preconcebidos y habernos tirado a la calle más de una vez y más de dos, con la única finalidad de dar un paseo.

         Este año, por ejemplo, por si los atractivos normales de la diversidad de tiendas y personajes que en cada barrio se convierten en cátedra de conocimiento y de comunicación para los pequeños no son suficientes, se nos meten por los ojos esos bofetones de amarillo de los jaramagos que animados por las lluvias tan abundantes de los últimos tiempos, los tenemos hasta en la sopa. Mi amiga Nieves, de Las Palmas de Gran Canaria, me cuenta que ella los ha probado en sopa y que no le decían mucho. Yo no los he probado en sopa pero los llevo metidos en el sentido desde hace años. A lo tonto a lo tonto, ya les he compuesto tres poemas que ni yo mismo sé de dónde han salido, pero a los que tenemos esta manía de escribir, eso nos pasa con mucha frecuencia. Este año los tengo de nuevo rondándome la sesera y no sé si me voy a librar de fraguar algunos versos en su honor porque es que los tenemos por todos los rincones. No puedo entender de dónde sacan tanta fuerza.

         Sé que cada día se nos ponen a los maestros más trabas relacionadas con la seguridad que a la postre sirven para desincentivar los deseos de salir de paseo. No quiero decir que muchas de las trabas no tengan sentido. Hace unos años casi todos viajábamos sin cinturón de seguridad y hoy nos parece aquí una barbaridad, o los casos en las motocicletas, o las gorras para cubrirse del sol o tantas otras cosas. Sé que muchas de ellas son verdaderos hallazgos protectores de la salud pero también sé que todo ese conjunto de seguridades que se reclaman se puede convertir con facilidad en un laberinto de dificultades que, en la práctica, les quiten a los maestros las ganas de sacar a los niños a la calle y permitirles que participen de las ciudades y del campo y que aprendan de la realidad de la vida y no solo de los libros de texto y de los espacios cerrados.


domingo, 15 de abril de 2018

CALLES



         Estoy seguro de que viene a cuento a pesar de que sea de nuevo insistir en la exposición de Rubén. Sabes, Manuel, tan bien como yo lo que supuso en su momento la conexión de Rubén con nosotros. Para mí tengo que han sido los años más brillantes desde el punto de vista de la imagen que hemos ofrecido. De alguna manera quedaron simbolizados en ese cartel que nos muestras en tu sudadera y que reza en la exposición: DE 0 A 6 AÑOS SE VIVE EN UN BOSQUE DE PIERNAS. En aquel momento, sencillamente dimos en el clavo, hicimos diana y trabajamos con la conciencia de que llevábamos la veta en el criterio común. Son momentos que llegan a la vida, que nadie sabe muy bien cómo ni por qué, aunque reconozco que lo buscamos con ahínco, que uno tiene conciencia de que ha tocado hueso y se enseñorea sin miedo mirando a un lado y a otro, consciente de que proyecta luz aunque nunca puede saber su alcance ni su duración.

         A ti te tocó la calle como bandera y, por lo que veo todavía te dura. Recuerda que llegamos a reflexionar sobre la conveniencia de moderar las salidas porque, aunque nunca, que yo sepa, se cuestionó el inmejorable magisterio de cualquier circuito urbano, había momentos en los que algunos, yo entre ellos, dudábamos si los niños tendrían claro que su casa era la escuela porque llegábamos a pasar mucho tiempo fuera del recinto escolar. Como en tantos otros temas llegamos, después de profunda reflexión, a moderar las salidas y ponerlas en la medida de no más de un día a la semana, casi siempre el viernes. Como fue acuerdo colectivo, nunca he comentado contigo si te supo a poco o no. El resultado de nuestras reflexiones era asumido pero no siempre compartido al cien por cien. Creo que aprendimos en aquel tiempo las limitaciones de cualquier negociación, aunque también su grandeza.

         Reconozco que no habrá grupos que hayan tenido más conciencia del espacio exterior que los que te hayan tenido como maestro a ti y me alegra que, en cierto modo y a pesar de que el tiempo pasa para todos, para ti también querido amigo, tu clima docente sigue teniendo el sello de que el mundo entero cabe, si se quiere, en las limitadas horas de docencia que se desarrollan en la jornada escolar. Aprovechando las fotos que me has mandado de la visita de tu grupo a la exposición de Rubén me he atrevido a ofrecer esta reflexión sobre la escuela en la calle que siempre has simbolizado tú y que veo que mantienes. Se me viene a la mente tus reiteradas visitas al centro José Guerrero, junto con las del grupo de Encarna Palacios que en paz descanse, otra forofa de este insigne pintor granadino, aquella exposición de maquetas de las viviendas de los pequeños que expusisteis en el decanato de arquitectura, en el que por fin me presentaste a tu hermano el general del MADOC.

         No digo que hayas tenido culillo de mal asiento pero es verdad que tu escuela mental ha estado y creo que sigue estando en un espacio que supera con mucho los recintos de las escuelas por las que has pasado, de lo cual me alegro mucho. Creo que nos engrandece que hayamos desarrollado a lo largo de tantos años un proyecto común. identificado claramente por la ciudadanía y elaborado a través de tantas cesiones, a veces tan dolorosas pero igualmente asumidas y constatar que no hemos perdido la identidad personal, de modo que no sea difícil identificar nuestras distintas personalidades que han significado y significan aportaciones individuales a ese proyecto común que nos mantiene vivos después de cerca de cuarenta años de historia. Como nobleza obliga creo que esta idea de la escuela de la calle que tú simbolizas dentro del colectivo es una de nuestras señas de identidad  que yo te agradezco.


domingo, 8 de abril de 2018

VISTAZO



         Me quedé pensando la semana anterior por si había cargado demasiado las tintas en las perversiones de las familias para con sus pequeños. Le he dado vueltas al tema y no me cabe duda de las intenciones buenas, como me comentan algunos de mis comentaristas, pero me ratifico en los resultados porque la verdad es que la vida no se construye sólo con intenciones sino con realidades. Últimamente sigo un anuncio de refresco de dice: Ya sabemos que lo que tenemos que hacer es comer frutas, pero como no hay tiempo,  podéis tomar este refresco que sabe lo mismo. Ayer sábado se ha clausurado una exposición de dibujos de Rubén Garrido y Granada que ha permanecido abierta en esa maravilla  recinto de arquitectura popular que es La Corrala de Santiago. El viernes por la tarde quedé con él y pasamos la tarde repasando sus muchos trabajos dedicados a los pequeños en los que colaboramos en los años 80 y 90.

         Me vino al pelo porque yo pretendía ofreceros una imagen dichosa de los pequeños como parte de esa verdad global que creo que no queda suficientemente clara con la lección de la semana pasada y los dibujos de Rubén recogen esta idea de la dicha que yo pretendía mostrar. Hay una parte que podéis examinar siempre en los laterales de mi blog en donde aparece Mi amigo el miedo y la Fiesta con la historia del Tranvía de la Sierra en que él aportó las imágenes y yo el texto. Pero aparte, sus hallazgos de secuencias de la vida diaria de los pequeños reflejan mejor que cualquier palabra lo que significa una vida en la que los pequeños se sienten ellos mismos en sus caras y en sus posiciones, apareciendo dichosos en situaciones sencillas. Y eso era exactamente lo que yo pretendía mostrar como parte complementaria de mi discurso sobre la infancia y sobre su vida. Creo que esta aportación es tan verdad como la de la semana anterior y en conjunto ofrecen una visión equilibrada y más justa del conjunto de mis pretensiones.

         De camino me sirve para glosar la figura de Rubén Garrido como un portento de capacidad para sacar de su mente a través de sus trazos el espíritu de una época y de una Granada que se creyó que estábamos cambiando y lo vivió con todas las contradicciones que esta idea llevaba en su interior. En mi modesta opinión, la colaboración que mantuvimos entonces sobre el tema de la infancia no quiero compararla con cualquier otra temática de las muchas que ha tocado Rubén pero la encuentro tremendamente feliz para los pequeños porque los niños que él refleja a través de su lápiz son personas capaces, muy libres y con un mensaje de que viven la vida con plenitud y alegría, que es muy parecido al que nosotros pretendíamos ofrecer con nuestro trabajo en las escuelas. Es el mismo que se ofrece hoy, no me cabe duda, pero la conjunción se produjo entonces y fue feliz.

         Hacía mucho tiempo que Rubén y yo no nos veíamos pero en cuanto pasaron unos minutos la conexión fue un hecho y no paramos de hablar en toda la tarde. Prácticamente tuvimos que cortar para que él atendiera a visitantes interesados en conocerlo a él y a su obra y yo encontrar un libro con ilustraciones suyas sobre tres cuentos de la Alhambra que, por razones obvias, estaba presente en la exposición sólo para ser visto como el resto de la muestra. Con lo cual me doy por satisfecho con estos niños reflejados por Rubén y, ya de camino, con la crónica de una magnífica exposición de Granada, una Granada una más, ésta salida del lápiz de Rubén Garrido que la ha gozado y la ha sufrido en profundidad y la ha reflejado en imágenes de una fuerza admirable. Gracias una vez más, amigo


domingo, 1 de abril de 2018

DRAMA




         Este que veis aquí fui yo vestido de gitano. Por aquel tiempo las fotos debían andar un poco fuera del alcance de los bolsillos comunes y no tengo más pero me recuerdo de penitente y de mil otras cosas..., todo lo que se les ocurría a mis madrinas que me traían y me llevaban por donde querían y en todos los sitios tenía que hacer lo que ellas querían para estar gracioso. Por tanto, sé de lo que hablo.

         Todavía es posible encontrar a este pequeño vestido de legionario español y cantando la canción más conocida de la legión SOY EL NOVIO DE LA MUERTE. No es su himno pero como si lo fuera. Aquí va una estrofa:
Soy un hombre a quien la suerte
hirió con zarpa de fiera,
soy un novio de la muerte
que va a unirse en lazo fuerte
con tan leal compañera.
         El pequeño apenas sabe pronunciar pero está cantando esta canción. Lo ha vestido así su familia y son los que lo exhiben por aquí y por allá, lo graban y lo suben a la red. Afortunadamente para él, estará ajeno a todo este circo que se ha montado con su imagen como yo lo estuve entonces y como los demás que aparecen. La semana santa es muy proclive para hacer perrerías con los pequeños y que aparezcan como las pruebas palpables de hasta dónde alcanza la devoción y todo el ritual que ha inundado mi país estos días atrás. Todavía hoy, en este preciso momento que son  las once de la mañana,  salen LOS FACUNDILLOS con la imagen del Niño Jesús a hombros como si fuera el resucitado, haciendo sonar campanas de cerámica y alegrando la mañana de este domingo del recién estrenado abril. 

         Así hemos pasado la última semana, con toda la ciudad al servicio de los rituales que la tradición de la iglesia católica impone, ocupando las calles cuando las procesiones las han necesitado y creando circuitos urbanos con el tráfico a su entera disposición como si todas las personas que habitamos tuviéramos que andar por completo a su servicio. Pero estos mismos responsables no paran de hablar en sus púlpitos de que la sociedad actual persigue y acosa a la religión católica. Es verdad que yo en este momento no soy religioso pero no es menos cierto que cada religión o creencia tiene para mí todo el respeto del que soy capaz. Lo que me parece un tanto abusivo es esa exhibición tan descarada de una sobre todas las demás y ese despotismo de ocupación del espacio y del tiempo de todos hasta los niveles de utilización de los más pequeños.

         Salimos, por tanto, los que logramos sobrevivir, de una semana de pancatolicismo como si hubiera pasado por encima de nosotros una de aquellas misiones que yo vivía de niño en las que durante unos días, grupos de sacerdotes especialmente entusiastas venían con una serie de sermones aprendidos previamente a conmovernos de manera especial y a fe que lo conseguían. Las sesiones terminaban con una confesión general y con llantos a granel y propósitos de enmienda que duraban hasta que los predicadores encendidos se perdían por la última esquina del pueblo. Entonces todo volvía a la miseria de siempre y si te vi no me acuerdo. Quiero repetirlo otra vez para que quien quiera oírme pueda hacerlo. No soy religioso hoy pero tengo el máximo respeto para todo aquel que lo sea. Lo que me molesta y denuncio no es que se sea religioso sino esta falta de respeto para todo el que no lo sea o lo sea de otra religión, cosa cada vez más frecuente. Y lo de los niños siempre me pareció un drama que sufrí en mis propias carnes durante años y hoy me lo sigue pareciendo