Si
recordáis, el domingo pasado os dejé casi con la palabra en la boca porque
tenía y quería asistir a una manifestación a favor de la infancia que se
celebró en todo el mundo, aquí en Granada en la Plaza del Carmen, sede del
Ayuntamiento, entre las 12 y las dos de la tarde. Y allí que me planté.
Compartí con colegas y familias que asistieron con sus hijos a reivindicar
dignidad de trato para los menores. Me gustó que esta vez no buscáramos alguna
mejora inmediata como otras, cosa muy legítima por otra parte. Se trataba de
una reivindicación de fondo. Algo parecido a un trato de ciudadanía para los
menores que son personas y merecen el mismo respeto que cualquiera, aunque sus
pocos años no les permitan exigirlo con voz propia. A su manera lo hacen, pero
sólo para quien se moleste en escucharlos.
Del
encuentro, aparte del gozo de encontrarme con compañeros de trabajo que están
cada día ejerciendo, cosa que siempre les da un plus de autoridad porque cuando
hablan lo hacen del testimonio directo, también el encuentro con las familias
que, las que asisten a estas convocatorias , y ya las conozco de hace unos
pocos años, sobre cuarenta más o menos, emana de ellos una fuerza que uno no
sabe muchas veces de dónde sale, que les hace asistir con sus hijos, bailar y
cantar con ellos y compartir, sobre todo compartir entusiasmo e intenciones,
las que correspondan en cada caso. En esta ocasión se trata de poner en activo
lo que se ha dado en llamar PLATAFORMA O – 6 ES FUTURO con el objeto de aunar fuerzas las personas
interesadas para el mejor conocimiento de la infancia y compartir las problemas
que su crianza lleva consigo. Los que quisimos nos apuntamos y yo dejo el
nombre aquí por si le interesa a alguien ponerse en contacto y participar
también.
Mientras
iba de un lado a otro saludando, una familia con dos niñas me miraba con gana
de algo. Soy más tímido de lo que parezco y tardé un rato en ponerme
suficientemente cerca para que la madre, una vez más la madre, me saludara. A
través de ella saludé a la familia y a la hija mayor se le salían los ojos y la
sonrisa y yo no sabía por qué. – ¿La recuerdas?, ¡Es Leire! Tenía tres años
cuando cantaba contigo en el patio y tú le pellizcabas la cara y le decías… ( una
de mis frases inconfundibles que no recuerdo ahora), que todavía repite a pesar de que han pasado
ya cinco años.
Yo miré a Leire y no pude por menos que darle un
abrazo y quedarme pegado a ella, como un oso, que es el abrazo que reservo para
menores, con la certeza de transmitirles
los sentimientos más profundos que
guardo hacia ellos y que les llegan directamente a través del cuerpo.
Leire se aferró a mí y estuvimos un rato contándonos sabe dios qué. Cuando nos
separamos nos miramos y no pude resistirme a traérmela en el móvil. Esta que
veis es Leire. Me partió por completo una vez más, como sólo pueden partir a
uno los sentimientos vivos de una persona limpia.
La
familia y yo nos quedamos un poco pasmados. No sabíamos qué decir, una vez que
se había producido ese momento mágico que no acepta palabras. La madre me
informó que iban a la escuela cada día porque su hija pequeña Carlota, a la que
yo sólo conocí en aquel momento porque estaba presente con Leire, asistía y era
ya el último año. Con eso puse punto y final a mi presencia en el acto porque no
me sentía capaz de más. Después de Leire, me quedé impresionado no sé para cuanto
tiempo. No puedo identificar el contacto concreto con Leire aunque sí recuerdo
la secuencia del grupo que nos sentábamos en el patio en corro y cantábamos
cada tarde las canciones que cada uno nos sabíamos mientras iban llegando las
familias para llevárselos a casa.