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domingo, 28 de octubre de 2018

CORDÓN



         Parece que a medida que pasa el tiempo y la sociedad nos ofrece más posibilidades materiales nos vamos volviendo más frágiles, más dependientes , sencillamente el atiborramiento de información inmediata nos impide la paz imprescindible para rumiar y digerir todo lo que nos llega. El otro día conocimos el drama de un señor que se dejó en el coche a un pequeño de algo menos de dos años que tendría que haber llevado a su cole como cada mañana. Cuando volvió al coche por la tarde el pequeño estaba muerto. A él le dio un patatús y han tenido que ingresarlo para que se recupere. Cuando todo esto se nos va diciendo sin ningún análisis resulta que nosotros mismos nos vamos acostumbrando a recibir en bruto las noticias y nuestra capacidad de análisis o de digestión se nos embota y al final nos insensibilizamos. Estos días hemos vivido unas tormentas que han inundado varios pueblos vecinos y hemos visto cómo la fuerza del agua se llevaba cualquier cosa por delante. Pues algo así.

         Los equilibrios son siempre difíciles y hemos de asumir errores porque la propia vida es un tanteo permanente y porque el conocimiento o la madurez no tiene otra vía de producirse que a base de errores. No arriesgarse a vivir es una manera de esconder la cabeza bajo tierra como los avestruces y pensar que a base de negar los problemas vamos a superarlos cuando lo único que consigue este comportamiento es hacernos más frágiles y pusilánimes ante cualquier dificultad de las miles que la vida nos pone por delante.  Tampoco sería prudente abandonar a los pequeños en medio de los vendavales para que aprendan a valerse por sí mismos sin los imprescindibles apoyos adultos para que vayan logrando su fortalecimiento. Sé que el equilibrio es muy delicado porque unas veces te pasas y otras no llegas, pero hay que asumir esas limitaciones y salir a la vida cada mañana con la conciencia de nuestras limitaciones pero con nuestra determinación a flor de piel.

         En nuestra escuelas cada otoño y cada primavera decidimos   dormir fuera de las familias y con su grupo, al menos una noche. Con el paso de los años se ha convertido en un clásico. Le hemos llamado COLONIAS por llamarle algo. Hemos experimentado salidas de playa, de sierra y hasta, según me comentó Manuel el año pasado, pasar la noche en su propio cole, iniciativa que propuse reiteradamente y no se me aceptó en aquel momento y parece que él ha conseguido, por fin. Me alegro por los pequeños y por él. Estoy seguro que habrá sido una vivencia muy particular que el grupo se dé cuenta que sus espacios de cada día tienen otra vida que no conocían cuando se iban a su casa cada tarde. Una razón más para darnos cuenta de las posibilidades que cualquier secuencia de la vida no puede ofrecer si miramos lo mismo de siempre desde otro lugar.

         Sé que la vida es muy variada y cada día más. Es posible que muchos pequeños hayan experimentado la sensación de dormir fuera de sus padres, pero seguro que no la de dormir con todo su grupo. Para mí, por ejemplo, uno de los momentos más fuertes era siempre la hora de despertar sin que sus referentes espaciales o personales sean los que tienen cada día. Me parecía como si tuvieran que construir la vida con otros parámetros. Siempre era un riesgo y seguro que lo sigue siendo y en todos los grupos se escapaban algunas lágrimas a las que teníamos que acudir al momento porque en ese caso, los referentes habituales se habían perdido y no había repuestos a su alcance. Crecer es algo emocionante, pero nadie dijo que fuera gratis. Hay que dejarse la vida en ello y no siempre tenemos los agarraderos que necesitamos a nuestro alcance. Más de una vez nos sentimos perdidos. El reencuentro con las familias es sencillamente apoteósico. Todos hemos crecido un poco y hemos pagado nuestro precio por ello.


domingo, 21 de octubre de 2018

CIUDAD



         Ya sé que a estas horas el texto tendría que estar editado pero es que acabo de llegar de la calle porque la ciudad está tomada por un importante grupo de personas que participan en un paseo por la DIVERSIDAD. Lo organiza ASPROGRADES, que es un referente en Granada porque atiende a unos 300 discapacitados y hoy están convocados para pasearse por la ciudad, lucir las camisetas correspondientes para que la ciudadanía los conozca, pasar por los distintos puntos de control estratégicamente colocados en donde les sellarán las tarjetas de participantes que han adquirido por 5 euros cuando se han inscrito y gozar de esta maravillosa mañana de otoño con sus familiares recorriendo las calles. En la meta, el premio se sorteará dividiendo el tiempo de los primeros y el de los últimos porque no se trata de competir. En cada control gozarán de refrescos, de desayuno saludable y sobre todo, del placer de sentirse importantes viviendo semejante iniciativa.

         Granada es un acontecimiento en cualquier momento pero a las 9 y media de la mañana, hora en la que me he personado en el punto de salida en el Paseo del Salón junto al kiosco de la música era una delicia. No había coches apenas y las familias iban llegando con los ojos pegados todavía, pero decididos a compartir con los discapacitados, familiares o no, que eran los verdaderos protagonistas, esta forma de recorrer la ciudad, conocerla un poco más y sentirse dueños de ella todos juntos. Me he agenciado un buen repertorio de fotos para inmortalizar el acontecimiento aunque aquí no os puedo mostrar más que estas pocas, que me parecen suficientes para poneros los dientes largos. Como dato os diré que el autobús 11, que es el que me ha acercado al punto de salida, el único viajero que llevaba en su interior, aparte del conductor naturalmente, era yo. Me daba hasta pudor ir ocupando todo el espacio.

         Las ciudades, aparte de ser espacios habitados más o menos grandes, Granada es más bien mediana, pueden ser al mismo tiempo todo aquello que se quiera de ellas siempre que se promuevan iniciativas diversas y los poderes públicos, como en este caso, colaboren para que el desarrollo se produzca con la debida protección y con las garantías de seguridad que se necesiten. La organización no ha pretendido ocupar las calles ni dificultar el tráfico normal, pero siempre un importante grupo humano, sobre todo tan particular como el que configura este acontecimiento, necesita algún refuerzo y la policía local junto a un importante plantel de personas voluntarias, aparte de dar colorido al trayecto, aportan niveles de seguridad y complementan las indicaciones estáticas para que nadie se despiste y los distintos puntos de control puedan ser visitados por los participantes a lo largo de toda la mañana, que no hay prisa.

         Este cronista que os habla, que ya tiene una edad y algún que otro achaque, se conforma por esta vez con contaros el acontecimiento, que no es poco. Como colofón, mientras estoy obteniendo las fotos, alguien me dice: ¡Tú eres Antonio! ¿No me conoces? ¡Yo soy Paula! Y una vez más la vena sensible de quien os habla se despierta porque recuerdo a Paula, que forma parte del grupo de voluntarios con su camiseta amarilla fosforito y a su hermana Marta, que ahora es cantante y a su madre Alicia, que tiene un gusto espectacular para vestir, de modo que va por la calle y todo el mundo la mira, yo creo que con envidia, y a su padre Manuel España, que es el cantante profesional de la familia por el que parece que no pasan los años. Nos damos un abrazo entrañable, recordamos cuando yo era el maestro de la escuela Belén y ella y su hermana dos pequeñas alumnas que descubrían el mundo desde aquella plataforma viva. Me emociona que este texto tenga la frescura palpitante de lo inmediato. De hecho todavía no habrá terminado el paseo y quien esté leyendo esto, ya está participando de él de alguna manera.


domingo, 14 de octubre de 2018

PRIORIDADES



         Parece cruel pero hemos tenido que esperar hasta 2018 para que los políticos se hayan comprometido en ofrecer una plaza escolar pública de 0 a 3 años a cualquier familia que lo solicite. Ni siquiera sabemos cuánto puede significar de gasto este servicio porque jamás se ha experimentado. Es terrible en las condiciones en que están viviendo y creciendo los menores de 3 años. Disponen de una plaza escolar pública alrededor del 20% de los que lo solicitan. El resto pasa su tiempo en brazos de abuelos, algún familiar caritativo, con sus padres si no trabajan o en cuchitriles sin muchas condiciones de habitabilidad porque la administración no ha podido ponerse muy seria en cuanto a las condiciones que debe exigir a los locales que abren sus puertas porque hasta el momento no ha considerado prioritario hacerse cargo ella misma de este profundo problema social. Hoy se acaba de declarar la intención de hacerlo si por fin se logran aprobar los presupuestos que se están preparando para el año próximo, que ya veremos.

         Todo es cuestión  de prioridades. Los gobiernos administran el dinero de todos y pueden dedicarlos, por ejemplo a salvar los bancos, como en su día lo hizo el gobierno español o pueden dedicarlos a ofrecer a las familias una plaza pública para sus hijos menores de 3 años si así lo estima oportuno. De la enorme cantidad de necesidades sociales, en cada momento se eligen aquellas que se consideran prioritarias. Seguramente todas  pueden ser perfectamente legítimas pero las consecuencias son muy distintas si se eligen unas u otras. Un puesto universitario es muy importante y nos cuesta a todos un importante montante económico, a pesar de las tasas que pagan los estudiantes, pero nunca he podido entender la razón de por qué los menores de 3 años no pueden ser medidos por el mismo rasero salvo constatar así, por encima, que los menores no votan, cosa que es cierta. Pero no creo que sea por eso. Técnicamente, desde luego, no tiene explicación.

         Nuestras cuatro escuelas en Granada son públicas, pero no estatales, sino municipales. Aparecieron en los primeros ochenta siguiendo el hermoso ejemplo de Barcelona que a su vez lo importó de Regio Emilia en Italia. En la vida casi todo sucede así: unos nos inspiramos en otros y unas veces mejoramos y otras metemos la pata, que de todo pasa. Lo cierto es que aquellas experiencias municipales no se extendieron. En Andalucía hemos sido los únicos. Y eso que nunca hemos sido completamente gratuitos. Nuestra familias han pagado todas su plaza aplicando una fórmula sobre los ingresos de modo que quien gana más, paga más y quien gana menos paga menos. Yo creo que nada es perfecto en este mundo pero parece que no lo han visto las familias demasiado mal porque su preocupación fundamental no es lo que deben pagar sino conseguir una plaza, cosa desdichadamente casi imposible en muchas ocasiones. El ayuntamiento ha hecho sin duda un gran esfuerzo económico pero las familias también han aportado su parte. Lástima que el estado no ha querido hasta el momento participar en esta hermosa labor cuando debería, pienso yo, haber sido el primero.

         Me alegro de que por fin los esfuerzos económicos del presupuesto público para 2019 se hayan acordado de los menores de 3 años y espero con fervor que terminen aprobándose, cosa que no se ve fácil porque son muchos pasos los que faltan todavía para garantizarlos y muchas las zancadillas que le quedan por recibir porque ya les están llamando suicidas y otras lindezas por el estilo, aunque espero que no sea por las migajas que pretenden aplicar al ciclo de 0 a 3 años. Si por fin se lograra un acuerdo tendríamos el privilegio de conocer cuáles son las necesidades reales que tiene España, no para escolarizar a todos los menores de 3 años, que eso nadie lo ha pedido, sino para garantizar una plaza pública a las familias que lo necesiten, que es de lo que se trata y con lo que empezaríamos a darnos con un canto en los dientes por fin.


domingo, 7 de octubre de 2018

INDIGNACIÓN


         El asunto me resulta abominable. Desgraciadamente es muy frecuente y todos somos un poco responsables, unos más que otros naturalmente, pero el resultado me viene indignando desde que empezó a enseñar la patita, allá por 1983. Virginia, la responsable del Centro Ocupacional de discapacitados intelectuales que presido desde que me jubilé de mi trabajo con los menores de 6 años, me pide consejo porque en la clase de su hijo  Martín de tres o cuatro años hay un compañero un poco autista que con frecuencia no controla sus esfínteres. La maestra espera con impaciencia que la administración mande una persona de refuerzo para que se encargue de la limpieza y no termina de llegar. Cada vez que sucede llama a la madre para que lo limpie y la madre ha tenido que dejar su trabajo porque se ha repetido en varias ocasiones. Mientras llega la madre el niño es apartado del grupo. En vez de responderle buenamente monto en cólera porque este asunto, que se repite una y otra vez aunque Virginia no lo sepa, me parece denigrante para todos.

         Desde que empezamos a trabajar con pequeños, allá por 1978 ya teníamos el problema del control de los esfínteres como un asunto de primer orden. Nunca hemos dejado de atender este servicio porque hemos pensado que formaba parte de la educación como cualquier otro tema y todos nos hemos responsabilizado de atender a la limpieza de los pequeños con la misma intensidad que cuando hemos jugado con ellos o cuando hemos salido de paseo por la calle o cuando nos hemos enfrentado a la comida puesto que todos comen en la escuela porque sus familias trabajan. Sencillamente este tema del control de esfínteres ha sido un capítulo educativo como cualquier otro. Cuando se inventó en España la Educación Infantil, en el Congreso de Barcelona de 1983 para sustituir a la antigua Preescolar, la administración se emperró y logró dividir la etapa de 0 a 6 años en dos ciclos, de 0 a 3 y de 3 a 6, cosa que algunos insistimos sin resultado que sería fuente de conflicto y división en aquel presente pero sobre todo en el futuro.

         El modelo nos venía de Italia y allí ya estaban funcionando las batas azules que eran personas que no necesitaban ser maestras, cuya función era la de ayudar, no ser tutoras y sobre todo cobrar menos, que yo creo que era lo más importante para la administración. En aquel momento el problema no era muy grande porque la mayoría de los pequeños empezaban su escolarización a los 4 años. Hoy, con el descenso de natalidad y el aumento de los servicios tenemos capacidad para escolarizar a todos los de tres años y hasta de menos. El problema de los esfínteres se ha resuelto a base de ayudantes de refuerzo en cada ciclo que las tutoras reclaman cada vez que algún pequeño lo necesita, con lo que hemos creado de hecho dos categorías de docentes: los tutores, que cobran más y atienden los programas educativo y los auxiliares o limpiaculos en lenguaje chabacano pero real que cobran menos y que están a lo que ordenan los tutores.

         Todo este entramado que creo que ya he explicado en alguna otra ocasión es para decir que la limpieza de los pequeños o cambiarle los pañales no le corresponde a los tutores del grupo sino a los ayudantes con lo que, aparte de ser una aberración técnica que cualquiera que conozca este trabajo no puede sostener porque todos los momentos de contacto son de un valor primordial y el del cambio de pañales es uno de los importantes, la propia imagen de que los pequeños vean diferencias de trato entre profesionales según los servicios que reciben de ellos es muy poco edificante. No es verdad que haya servicios de primera y otros de segunda y si un pequeño necesita en un momento que se le cambie de ropa cualquiera debe ser capaz de responsabilizarse antes que someterlo a la humillación de llamar a su familia y dejarlo tirado como un apestado mientras tanto. Creo que el asunto merece sobradamente una indignación.