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domingo, 29 de mayo de 2022

DÓNDE LA ALEGRÍA


         Ayer, mi hija menor, Elvira se licenciaba formalmente en Historia del Arte. Era el paso de su adolescencia a la situación de adulta a lo largo de cuatro años, dejando resueltas una serie de materias muy queridas por ella. Estaba nerviosa, radiante, esperanzada. La familia al completo estuvimos con ella para arroparla y para animarle al importante paso que debe iniciar a partir de ahora. Yo, el padre, uno más. Quizá el primero, un elemento de solidez en cualquier caso, en el que ella debe sustentarse y encontrar fuerza para su consolidación profesional, que a partir de ahora empieza. Uno de esos días para recordar de la vida. Ella lo llevaba escrito, pero…, y yo. Dónde estaba mi alegría. Tenía que estar allí y estaba, no me lo hubiera perdido por nada del mundo. Mi Elvira me miraba, me sonreía, me tocaba como si quisiera pasarme retazos de su dicha en cualquiera de mis gestos pero yo sólo podía ofrecerle mi presencia, mi testimonio, estar con ella en aquel momento pero…, mi pensamiento…, mi espíritu…, qué lejos o en cuántos sitios a la vez en aquel momento.



         Los suyos la arropábamos y ella lo percibía porque no cabía en sí de emoción pero fuera de ella, yo era perfectamente consciente, que todo era válido pero nada era limpio, cada uno aportábamos nuestra presencia decidida y con ella el lastre de limitaciones, dudas, miserias en muchos casos, que se hacían presentes en medio de aquel momento de brillo para Elvira, afianzándola a la tierra por una parte, pero también consolidándola a un espacio y a un tiempo concreto. Yo, el mayor, aportaba el más amplio bagaje de luces y de sombras y significaba la más sólida referencia, rubricando con la presencia de mi cuerpo una constatación de pertenencia, un hilo conductor de vida para enlazar un ayer con un mañana y cumpliendo como un testigo, el cumplimiento del ciclo de la vida en el que algunos estábamos de salida y otros abrían la puerta con todo el futuro por delante.



         En medio de esta secuencia de privilegio, por ser partícipe de ella, una pregunta inmisericorde que me martilleaba ayer, y que esta mañana persiste, como un martillo pilón, en mi cerebro. – Y, mi alegría…, dónde está mi alegría. En qué tiempo se quedó, si es que existió en algún momento, con qué personas que ya no están para compartirla conmigo…, apenas un pozo de soledad, aquí, junto a los míos, arropando la historia pasada que ha llegado hasta aquí a través de mí y permitiendo que los que vienen detrás se apoyen en lo que a mí me queda para proyectar un nuevo impulso. A mi Elvira se le dibuja el futuro en su cara y yo solo puedo acompañarla en su gestualidad, ofreciendo mi soledad como baluarte para que se apoye y siga como pueda su parte del camino. Esta mañana de final de mayo me ofrece ser testigo de un ciclo vital conmovedor, pero dentro de un cúmulo de soledad inevitable. Es la parte que me toca y la asumo como un arma con la que habrán de formarse nuevas vivencias en las que yo ya no seré más que un recuerdo.



         No puedo mover mis labios para esbozar una sonrisa y la vida sólo me permite ser presencia, que no es poco. Mi Elvira se me acerca y creo que pretende sacar de mí algún gramo de entusiasmo del que a ella le sobra pero yo sólo puedo ofrecerle esta solidez en la mirada y un trasfondo de tristeza que no logro disimular por más que lo pretendo. – No es nada contra ti, aunque la duda la reflejes en tu mente. Es la vida, tan diversa, que en mí se refleja desde la soledad y la tristeza y eso es lo que me permite reflejar a quien se acerque. Mañana seguiré con la vida que arrastro cada día y esta secuencia que hoy comento, se quedará en una anécdota para olvidar, como tantas otras. Quizá la riqueza sólo se encuentre en el imple hecho de haber sido testigo de un cúmulo de secuencias de diverso signo que poco a poco se acumulan y hacen que la marcha sea más pesada y más lenta, producto de las vivencias que llevas acumuladas a tu espalda. –Ánimo, hija.  


domingo, 22 de mayo de 2022

DEJAR DE MATAR

 

         No quiero escuchar demasiado esto de la viruela del mono.  Parece que le prensa necesita titulares novedosos, de esos que nacen, ocupan las primeras páginas, nos comen las entrañas con una nueva angustia contra la cual apenas podemos nada y en unos días desaparece de nuestra atención como por ensalmo. En medio de tanta miseria se nos ha colado la llegada del emérito y se dice que hasta 200 medios de difusión han estado al pie del avión para dar fe de su llegada, para seguir su recorrido en el coche de su amigo y para conocer dato, cada movimiento, cada palabra, cada paso dubitativo de los pocos que ha dado. Hemos conocido hasta cuando ha ido al cuarto de baño o lo que ha desayunado. De la viruela se nos ha dicho que es muy molesta pero que no es muy grave ni amenaza pandemia. Ojo, eso sí,  con las relaciones sexuales de riesgo y aislarse en caso de tener síntomas que, en dos o tres semanas la tenemos dominada. De la prensa que ha seguido al emérito, nadie se ha preguntado, por ejemplo,  cuánto ha costado el viaje, quién  lo ha pagado y cuánto cuesta su seguridad personal que pagamos todos. El lunes volverá al país que ha elegido como residencia permanente y así no tiene que estar pendiente de la hacienda española, que le gusta demasiado mirarnos el bolsillo.



         Ya no estamos pendientes de los muertos de Ucrania, pero no porque no haya, que hay más que nunca, sino porque no soportamos tanta primera página monotemática. He decidido adherirme al partido que verdaderamente me interesa. Se llama DEJEN DE MATAR. Es casi tan viejo como el género humano y viene a cuento porque, sencillamente parece que no aprendemos de casi nada. No soy especialista en geoestrategia, me importan una higa las fronteras, tanto las de Rusia como las de Ucrania como las de España, que las tengo aquí, detrás de la puerta. Lo único contra lo que quiero luchar es contra los que no paran de poner muertos en las calles, destrozan los puentes y las carreteras, empobrecen los países y siembran el hambre y la desolación allá por donde pisan. Como no quiero que ningún contendiente me hable de sus razones, me niego a escuchar ningún discurso que no se fundamente en DEJAR DE MATAR,  que es el fundamento de mi partido y el único en el que creo.



         Ya estoy viendo cómo la OTAN está a punto de ampliarse para regocijo de occidente y para inmenso cabreo de Rusia que amenaza con consecuencias. Los conductos de gas y petróleo rusos se van cortando para occidente poco a poco, lo que obliga a buscar nuevos mercados porque a la vuelta de unos meses tendremos un nuevo invierno, el frío se nos meterá hasta los huesos y buscaremos calor desesperadamente. Para frenar la invasión rusa de Ucrania le hemos impuesto al invasor una serie de medidas con idea de irlo ahogando económicamente, a ver si así se entera de que tiene que volver a su casa. Rusia contraataca con que le paguen su gas y su petróleo en rublos para que su moneda no se hunda. Europa se revuelve porque se siente dependiente del petróleo y del gas ruso pero con una moneda que pierde valor en el mundo a pasos agigantados y en esta suerte de medidas y contramedidas, en medio, los miles de muertos van cayendo a pasos de gigante, tanto rusos como ucranianos, sin que parece que nos importen.



         DEJAR DE MATAR es mi partido, lo único que me importa en esta vida y la razón de esta reflexión que hoy comparto con vosotros no porque no me interese el viaje del emérito, ni la viruela de los monos, ni los proveedores que vamos a tener que localizar para que nos provean de petróleo y de gas el próximo otoño ni la moneda en la que vamos a tener que pagarlo. Lo único que me interesa  y a lo que pienso dedicar mis energías, que lamentablemente van mermando inexorablemente, es que vayamos haciendo todos  el puñetero favor de dejar de matar hoy mismo porque para mañana ya es tarde y porque hay una ley que todo el mundo valora pero que parece que nadie está dispuesto a cumplir y que es el respeto a la vida. Miro aquí y allá y veo demasiados muertos a mi alrededor. No sé si tendré que avergonzarme hasta de pertenecer al género humano. No me gustaría, para lo poco que me queda de vida.     

 

domingo, 15 de mayo de 2022

PLUF

 


         Y llegó el insigne 9 de mayo, desfilaron unos cuántos miles de soldados extremadamente marciales por la Plaza Roja de Moscú, se percibieron lagunas tan significativas como la ausencia total de presencia aérea, habitual en todos los desfiles, y un discurso descafeinado del señor Putin en recuerdo de los caídos en la Segunda Guerra Mundial, a la que la URSS aportó 26 millones de soldados. Lo cierto es que el conflicto más vivo de Europa, que se llama Ucrania, tuvo toda la presencia del mundo por lo presente en el desfile pero, sobre todo, por las ausencias notorias que todo el mundo pudo ver y que parece que Rusia no. La guerra sigue para dolor de todos, los muertos ya se cuentan por miles, tanto ucranianos como rusos y estamos a punto de cumplir tres meses de sangre y de ruina en Ucrania sobre todo, pero también en la conciencia de Europa y del llamado mundo libre, sin que hasta el momento se vaticine un alto el fuego a corto plazo. Rusia perdió su previsto paseo triunfal y ahora se desangra por los barros interminables de Ucrania y la posible solución al conflicto se aleja y se enmaraña por momentos.



         Una vez pasados los acontecimientos festivos: Semana Santa, Feria de Abril de Sevilla, Feria del caballo de Jerez de la Frontera…, y las que quedan por llegar, anotamos las consecuencias de la pandemia que nunca se fue pero que sí nos ha llevado a relajar las medidas de precaución y el número de infectados crece por la alta exposición, si bien en Europa, y sobre todo en España, 92% de vacunados con pauta completa a mayores de 12 años, las vacunas están sirviendo como una defensa eficaz que no elimina los contagios, pero que sí hace bajar los casos de infecciones graves, de ocupación de las UCIS y de defunciones que se mantienen o van descendiendo levemente. Están apareciendo situaciones nuevas como la de Corea del Norte que, hasta ahora se iba librando pero que en este momento alcanza los 130000 infectados y sin vacunas eficaces que poner a sus ciudadanos. Sin contar el fracaso de virus 0 que mantiene a Shanghai, 26 millones de personas, en confinamiento extremo.



         Por completar los pluf de esta semana, llevo casi un mes a la espera de que florezca el extenso espacio de cardos por el que paso cada sábado, en medio del Camino del Arzobispo, con una salud a ras de tierra envidiable. Ayer me paro una vez más, móvil en ristre con la ilusión de inmortalizar el maravilloso colorido lila, me acerco con toda la ilusión del mundo y constato que el color de la floración que ya ha alcanzado su cenit, aproximadamente la mitad hasta el momento, es blanco, sencillamente blanco. Los insectos que están libando ni se enteran de que me acerco, lo que quiere decir que su borrachera de sabor debe ser tan intensa como si fuera lila pero yo si me quedo un poco chafado porque entre el blanco y el lila, francamente, no hay color. Es verdad que la Naturaleza es grande y unos metros adelante, camino de la fuente de Aynadanar, no faltaban tallos sueltos que culminaban su floración con lila, pero mi expectativa quedó francamente mermada.



         Seguramente las expectativas que prevemos al iniciar cualquier empresa necesitan ajustar el tiro para no encontrarnos con chascos imprevistos. Pero también cabe que nuestra arrogancia baje un poco la cabeza y aprendamos humildemente que nuestra capacidad de previsión necesita mayores dosis de conocimiento, para que no tengamos que tragarnos el producto de nuestras inexactitudes. He leído esta mañana que se está detectando un cierto rum rum en Rusia para deponer a Putin. Da la sensación de que también los muertos pueden alcanzar un cierto numerus clausus, alcanzado el cual nos ponemos a empezar de nuevo bajo otros supuestos. Lo de Corea del Norte me queda un poco lejos y su hermetismo dificulta cualquier posibilidad de colaboración que tendría que pasar por la vacunación indiscutiblemente. Y en lo que toca al colorido de los cardos cedo por completo mi decepción porque gracias a las generosas lluvias de marzo y abril, la floración se encuentra en toda su plenitud con cualquiera de los colores que inundan este mundo.   


  

domingo, 8 de mayo de 2022

9 DE MAYO

 


         De nuevo recorrí ayer la plantación de cardos, que este año me tiene soseído. La inundación amarilla de los jaramagos no necesita tanta espera porque, sencillamente, se mete por los ojos y no hay modo de ignorarlos. El tema de los cardos es distinto. La hembra ocupa el suelo con esa maravilla de verde y púas de sus hojas y, en el momento en que el suelo es más suyo que de nadie, el elemento macho se levanta de la tierra, sube y sube con vigor, hasta conseguir la floración de macho y con ella la semilla, cuyo color y sabor vuelve locos a los insectos polinizadores. Su color es, sobre todo, lila y reconozco que no conozco otro color más potente ni más estimulante, aunque no es exclusivo. Ayer conseguí una imagen de flor blanco, que hoy os muestro, y que debe llevar el mismo delirio sabroso a tenor de la pasión de los insectos por ingerirlo. Borrachera de sabor que les hace ignorar a cualquier intruso, yo, por ejemplo, que se acerca. Todavía queda floración y daré buena cuenta, con descaro, de la intensidad de su colorido.



Occidente, hoy, sólo habla del 9 de mayo. Rusia conmemora el 9 de mayo, lunes, su victoria sobre el nazismo. Bien es verdad que Rusia entonces no era Rusia sino la Unión Soviética pero parece que a Putin este cambio de nombre no parece importarle demasiado. En lo que se llamó en su día Plaza Roja de Moscú se celebrará el desfile de la victoria y se espera con expectación, a sabiendas que el conflicto con Ucrania dará un vuelco importante. Lo que más se comenta es que Putin pueda proclamar la guerra, esa que Rusia tiene reducida a una operación especial de desnazificación de Ucrania y que el resto del mundo identifica con imágenes de un país devastado y unos cuantos miles de muertos a su espalda, difíciles de vender a su pueblo si no se justifica con algo de mayor envergadura. Claro que declarar una guerra abiertamente significa también entrar en un proceso de consecuencias completamente desconocidas, sobre todo porque el arsenal nuclear del mundo formaría parte del conflicto que ahora solo está de tapadillo.



         Parece que el actual conflicto estaba previsto para una duración de pocos días, casi un paseo triunfal ruso, cuyo ejército podría ser recibido entre palmas y olivas por el pueblo ucraniano. La situación hubiera terminado pronto, con un cambio de gobierno más afín a Moscú, Ucrania bajo la órbita rusa y aquí paz y allí gloria. Pero, después de más de dos meses de conflicto, ni la respuesta de Ucrania ha sido la que se esperaba, ni la unidad mostrada por occidente contra los planes de Putin tampoco. El líder ruso tiene que ofrecer un discurso a su pueblo que justifique la larga y costosa acción militar contra Ucrania, que se escapa de una simple operación militar especial prevista inicialmente. La aceptación popular de Putin, alrededor del 80%, no está en juego. Cuenta con el importante apoyo del patriarca Kiril, o Cirilo I, de la iglesia oriental y las medidas que occidente está tomando como respuesta a la invasión de Ucrania pueden convertirse en argumentos victimistas a favor de sus tesis.



         Todo hace pensar que mañana vamos a conocer un importante giro al tema de Ucrania y nadie espera que para bien, si por bien entendemos un alto el fuego y que Rusia ceda en sus aspiraciones anexionistas. Putin necesita vender fortaleza ante su pueblo y eso pasa necesariamente por redoblar la potencia contra Ucrania, sobre todo porque en la respuesta militar que hasta ahora ha ofrecido Ucrania, Putin no deja de ver el largo brazo de la OTAN y, sobre todo de EEUU. Las endiabladas lecturas de lo que acontece nos dicen que sobre las espaldas del pueblo ucraniano se está librando una batalla de poder geoestratégico en la que Rusia se juega su posición en el concierto internacional y no está dispuesta a ceder protagonismo. La Unión Europea bajo el paraguas de la OTAN ayuda a Ucrania como manera de frenar a Putin porque no se fía de que sus intenciones expansionistas se circunscriban sólo a Ucrania y no se puedan extender a otros países vecinos. Mañana, 9 de mayo, nubarrones sobre el próximo futuro.



domingo, 1 de mayo de 2022

IMPUDOR


         Vengo soportando la presión desde hace más de un mes. Los dos años anteriores se llamó pandemia y casi todo lo sacrificamos a sus efectos y este año hemos querido creer que ya todo ha pasado y nos hemos comportado como si lo vivido hubiera sido un sueño. La verdad es que posiblemente estamos entrando en la séptima ola, aunque ya nada es lo mismo. Nuestra lectura se ha empeñado en que tenemos que salir de aquella ciénaga y nos comportamos como si así fuera. Nuestros soportes se llaman vacunas, hemos decidido que ómicron, que es nuestra cepa, se comporta de otro modo y cada vez se parece más o una gripe y hay algunos datos que nos avalan. Claro que Shanghay, con 26 millones de habitantes está como nosotros, incluso mejor en datos, y se encuentra cerrada a cal y canto como no lo hemos estado nosotros ni en los tiempos más duros, sencillamente porque los chinos han decidido que no se van a conformar con aprender a convivir con el virus, como nosotros, sino que el impacto del virus debe ser cero.



         Luego vino la guerra en Ucrania, eso que Putin dio en llamar Operación Especial de Desnazificación y que dos meses después de haber comenzado, lo que vemos es un país reducido a escombros, miles de muertos y un desconcierto mundial porque, a pesar de ser sólo uno de los 72 conflictos en activo, ha pasado a primer término quizá por ser el último, puede que por ser el más cercano o no sé muy bien por qué. Y esta mañana mi mirada sombría me llevaba de nuevo a llorar con palabras como vengo haciendo en semanas anteriores cuando se me ha colado por los ojos una bocanada de amarillo que he identificado al momento con el  jaramago, una de mis flores del alma, y de pronto me he desmelenado, he constatado que acabamos de terminar abril y se nos viene mayo encima. A poco que nos descuidemos, un año más se nos pasa y la hermosura de la tierra y de sus cambios pasa por delante de nuestros ojos, nos hacemos los suecos y seguimos la estela de esta tizne que se nos puso delante con la pandemia, que ha seguido con la guerra y que puede continuar con otras oscuridades, que nunca faltan.



         No puedo quitarme el jaramago de los ojos. Muevo un poco la cabeza y alcanzo el Desierto de Tabernas, un vecino cercano y de cuya textura y color tenemos suficientes testimonios a través de los espaguetis wester de Sergio Leone y sus muchachos, pero que hoy se mete por los ojos con otro colorido, reventado de flores por los cuatro costados, aunque sabemos que, siguiendo su condición, tardará poco tiempo en volver a su color terroso y seco que le caracteriza. Nuevo mensaje que me entra por los ojos, que me inunda por completo y que por causa de estas lluvias tardías, a pesar de que las reservas hídricas no andan muy boyantes, porque enero y febrero han sido muy poco generosos en precipitaciones, el agua se ha hecho presente y nos ofrece espectáculos impúdicos de color y de vida que me han desbordado hasta el punto de olvidarme de tanta oscuridad como alberga la memoria y abrazarme al color con un impulso lúbrico en incontenible, a sabiendas de que será corto en el tiempo necesariamente.



         Mi paseo de los sábados por el Camino del Arzobispo me tiene expectante porque he descubierto una hermosa plantación de cardos borriqueros que ya cubren varias pendientes junto al Cortijo de Pepino y que voy siguiendo expectante hasta ser testigo de su inminente floración. No sé qué mano amiga me ha cubierto de primavera la mirada, ni quiero saberlo. Sólo acepto, con toda humildad, que no he podido concluir abril con los ojos oscurecidos por el desastre y que, con todo descaro y con todo impudor, me desnudo de colores y opto por la vida, a sabiendas de que tendré que pagar un alto precio por semejante desafío. Apenas si me muevo y preferiría quedarme de este ser eternamente. Pero sé que tanto color me deslumbra y que el ciclo de la vida no puede parar a mi antojo. Lo más que puedo hacer es acoplarme a esta sinfonía de vida y de color que me rodea, sentirme una pieza más de tanta belleza y cuando tenga que cambiar, que cambie. Y yo con ella.