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domingo, 29 de mayo de 2016

INTERCAMBIO


         Resulta un poco incomprensible para el común de los mortales que todos los científicos consultados estimen que a los tres años una persona tiene ya el cincuenta por ciento de sus capacidades desarrolladas. La educación tiene que darse prisa si quiere llegar a tiempo para influir en capacidades fundamentales en la vida. También que a los tres años, aunque nos parezca que una persona está empezando a vivir,  ya dispone de una serie de estructuras básicas de comportamiento asumidas  que le sirven cada día para orientarse en su vida.

         Sé que también hemos tratado este tema en ocasiones anteriores y seguiremos tratándolo en el futuro si disponemos de vida para ello porque es un asunto capital pero me interesa hoy asociarlo a las relaciones horizontales que tienen una importancia significativa. A lo largo del primer año de vida los pequeños han vivido solos en el sentido filosófico de la palabra. Sin otra relación que su persona de referencia, casi siempre una o una por encima de las demás. Los vemos en pequeños grupos cuando van a la escuela pero cada uno evoluciona por su cuenta, sin contar con nadie,  solo ocupados en sus intereses o necesidades. Alguna vez se miran porque viven cerca pero nada más. Su ocupación se centra en satisfacer sus necesidades cuando las sienten y reclamar a la persona de referencia. A partir de los dos años sí que empieza en los pequeños grupos una cierta conciencia de que forman parte de un conjunto, que las necesidades que tienen son más o menos las mismas y que los cuidados que necesitan no se pueden resolver todos a la vez sino que se han de realizar por turnos, lo que significa que hay que aprender a aguantarse un poco hasta que a cada uno le llegue su momento. Al principio son como islas que sólo comparten espacio físico pero poco más.

 Hacia los dos años empiezan a ser capaces de reconocerse como compañeros que pasan mucha parte de su vida juntos y que, una vez fuera de la clase no son completamente desconocidos sino que pueden mirarse, reconocerse, llamarse la atención y puede que hasta acercarse y realizar alguna acción que los incluya y que les recuerde que viven en un mismo grupo. Esta situación puede ser muy beneficiosa si se sabe aprovechar porque en las familias no suele haber pequeños de la misma edad. Las relaciones con sus hermanos, cuando los hay, suelen ser con mayores y tienen sus límites porque los intereses son muy distintos en cada caso y los tiempos compartidos gozosos, importantes pero limitados.


         Cabe la posibilidad de que las familias asuman estas necesidades de los pequeños como suyas, las consideren respetables y positivas y se atrevan a relacionarse entre ellas, bien para compartir tiempos fueran de la clase, lo que permite que se vaya fraguando lentamente el concepto amistad que no es idéntico al de familia, y les permita proyectar en común, compartir experiencias que no tengan que estar inducidas por los maestros, sino elegidas por ellos mismos y explotar ese concepto de horizontalidad en las relaciones, cosa que la familia no suele aportar y que resulta muy beneficioso para el conocimiento individual de los pequeños y para la solución de una gran cantidad de problemas que vistos individualmente cada uno de ellos puede suponer un drama y que si se pueden afrontar en grupo, la mayoría pueden resolverse de oficio sin que ningún miembro tenga porque extrañarse de que se den porque les ocurre a todos ni de cómo resolverlos porque la propia convivencia se encarga en la mayor parte de los casos de encontrar las mejores salidas sin especiales esfuerzos.


domingo, 22 de mayo de 2016

OBEDECER


         Obedecer es siempre una función humillante que todos realizamos miles de veces a lo largo de la vida, sobre todo en los primeros años. Se trata, sencillamente de comportarse como alguien quiere que lo hagas, unas veces porque tú no sabes cómo deberías comportarte y la mayoría porque tú asumes el criterio de alguien por encima del tuyo y, de grado o por fuerza, terminas comportándote como esa persona quiere y asumiendo el grado de frustración que eso comporta.

         La construcción del criterio individual se produce a base de decisiones personales que cada individuo va tomando y que de su resultado  esa persona deduce el camino que debe adoptar como el mejor para la defensa de sus intereses. La mayoría de las veces sólo tenernos el comportamiento de nuestros seres cercanos para orientarnos en los nuestros pero las raíces más valiosas de nuestra personalidad son aquellas que se fundamentan en decisiones personales y en ejercicios de nuestra libertad. Como el error anda siempre muy cerca de todas las decisiones es fácil que nosotros mismos o los seres que nos rodean intenten indicarnos el mejor camino que consideran para evitar que nos equivoquemos si decidimos nosotros solos y nosotros, bien por comodidad o porque verdaderamente no sabemos por dónde tirar,  hacemos caso de lo que nos dicen y salimos del paso asumiendo comportamientos que no son nuestras y nos vamos creando una personalidad basada en criterios de nuestros seres cercanos en vez de en nuestras propias decisiones.

         De sobra sé que sería imposible que una persona evolucionara por ella misma y asumiendo sólo su propio criterio para actuar. Esto es verdad pero también es verdad que el fundamentar la evolución de los criterios exclusivamente en la obediencia induce comportamientos colectivos ordenados y poco problemáticos pero a la larga lo que producirá son seres alienados, incapaces de decidir por ellos mismos y pendientes en todo momento de satisfacer deseos que no son suyos porque adolecen de un criterio propio para resolver los problemas que la vida les va poniendo en el camino cada día. También sé que las situaciones no se producen en la vida real con la claridad con que yo las escribo aquí. De hecho todos tomamos decisiones personales para afrontar muchas de nuestras necesidades y obedecemos también muchas veces porque no tenemos salida para muchas de las encrucijadas que la vida nos plantea  pero eso no quita que las personas que tutelan a pequeños, sean familia o comunidad escolar obedecen a unos criterios y esos son los que tratan de imponer con más frecuencia y aquí es donde tenemos que clarificar nuestra actitud como personas que tutelamos personalidades que se están formando y en las que nuestras influencias son determinantes de hecho.


         Si en una escuela o familia los niños lo que han de hacer en todo momento es obedecer lo que se les diga puede que se logre una convivencia pacífica formalmente pero interiormente lo que estamos consiguiendo es una bomba de relojería porque los alumnos no encuentran una manera de evolucionar con sus propios criterios. En cambio si los maestros o las familias, aparte de ofrecer a los pequeños modelos para que se sientan orientados, les permiten y les animan a evolucionar por ellos mismos, tienen en cuenta sus propuestas y les hacen ver que sus criterios personales tienen valor y deben desarrollarlos para alcanzar personalidades sólidas y diferenciadas de las de sus vecinos, lo que podríamos llamar armonía en un grupo solo la podemos obtener de una evolución semejante porque de la de obedecer en todo momento lo que conseguiremos será sometimiento, rencor y personas que no tienen más personalidad que la del criterio de quien les manda en cada momento. 


domingo, 15 de mayo de 2016

TIERRA


         Sé que, inevitablemente, los temas no tendrán más remedio que repetirse porque ni el abanico es tan amplio como para estar proponiendo novedades a cada momento, ni las capacidades del que esto escribe llegan a tanto. Tengo la esperanza de todas formas de estar haciendo sobre la marcha una selección significativa que permita a las personas que tienen la paciencia de seguir este blog, hacerse una idea de que lo que aquí se va proponiendo es en realidad un tipo de escuela globalmente distinta. Ya sabemos que muchas de las propuestas que ofrece la escuela tradicional son perfectamente defendibles pero nosotros, grano a grano, intentamos que penetre una idea de la escuela mucho más cercana, nunca alejada de los intereses de los niños sino fundamentada en ellos y en la que los pequeños siempre son los protagonistas.

         Mi escuela era unitaria, asistíamos a ella unos 60 niños, un solo cuarto de baño que solo usaba el maestro aunque estaba hecho para nosotros y el espacio libre para todo la calle, la plaza del pueblo, los callejones, los árboles para coger nidos y los animales que hoy llamaríamos mascotas para hacer con ellos diabluras de las que no tengo manera de dejar de avergonzarme por más años que pasen porque no puedo borrar la cantidad de barbaridades que hacíamos con ellos. Por eso me río cada vez que alguien me dice que antes sí que vivíamos bien. Yo, desde luego, no. Las condiciones eran tan precarias que cualquier situación era un poema. Desde llegar cada mañana con el jarrillo de agua quemando a que nos echaran la cucharada de leche en polvo que siempre me supo a rayos y que nunca logré diluir adecuadamente hasta conseguir un cierto orden en la clase, imposible de barajar por un maestro indolente y por unas banquetas imposibles que sólo tenían de bueno el seguimiento del nido de golondrinas que había dentro y verlas entrar y salir por la única ventana de frente.

         Hoy, afortunadamente, en este país las cosas son muy distintas para bien de todos, lo que no quiere decir que sean mejores siempre. Los magníficos patios de los colegios me dejan bastante frío con tanto cemento de suelo. Apenas unos huecos a través de los que salen unos arbustos que nunca terminan de dar sombra ni permiten que nadie se suba en ellos porque antes de que crezcan ya hay alguien con una feliz idea que pasa por arrancarlos y encuentra un mejor diseño con más metros de cemento. Cuando los alumnos están en los patios es asombroso cómo los diseños elaborados ofrecen la posibilidad de juego para veinte o treinta y los otros cientos de compañeros no hacen otra cosa que mirar y comentar las jugadas que se van sucediendo como si estuviéramos abriendo camino a los futuros jugadores de las quinielas que, en vez de dedicarse a participar en alguna de las actividades que los magníficos espacios libres permiten, se dediquen a las apuestas que cada semana van a hacer a uno millonario a costa de que la gran masa de apostantes se quede con tres palmos de narices con el sueño imposible de que algún día le toque.

         Sé que no es la solución ideal ni creo que existan soluciones ideales, pero por momentos mientras veo los concursos de patios de Córdoba, abarrotados de macetas con flores de mil colores que han de ser cuidadas cada día para lo que los vecinos se han de organizar y distribuir responsabilidades de modo que entre todos mantengan esa maravilla de color que, ahora en primavera se convierte en espectáculo inigualable. No defiendo la maceta porque la considere especial para nada. Sólo se me ocurre como una de las posibilidades de las miles que `podríamos encontrar a poco que buscáramos. Y como premio al esfuerzo continuado en los recreos y a la dedicación, el último día del curso cada alumno se llevaría una maceta a su casa para cuidarla y que adornara sus espacios libres.

         No sé cómo no se valora la capacidad casi ilimitada de buscar bichos y de escarbar en la tierra de los niños para gozar con el conocimiento que de ello se obtiene. Vivimos cada día mejor pero quizá un poco más lejos de las fuentes del conocimiento. 


domingo, 8 de mayo de 2016

FLORES


         En mi pueblo todo el mes de mayo se dedicaba a que las “mozuelas” presentaran el ramo. La virgen no se podía quejar porque todo el mes estaba expuesta al público “el mes de María” y las jóvenes se turnaban para presentar ramos de flores a sus pies para lo que había verdaderas competiciones a ver qué ramo lucía más espléndido. Como ya empezaba el calor los vestidos solían ser de manga corta pero no se podía lucir la carne en la iglesia. Aparte del velo sempiterno, los brazos se cubrían con “manguitos” si las rebecas resultaban excesivas. Seguramente serán de los primeros recuerdos que puedo extraer de mi memoria. Todo el ceremonial acompañado naturalmente con el consabido
El trece de mayo
A Coba de Iría
Bajó de los cielos
La Virgen María
Aveee, aveee
Ave María
Aveee, aveee
Ave María

         Si me quejara sería muy injusto porque siempre andaba presente en todos los saraos de la mano de mi Emilia y de mi Águeda que no solo me hacían acompañarlas a todos los acontecimientos sociales sino que les servía de lucimiento personal. A la ida y a la vuelta de la iglesia me exhibían ante sus amistades quienes se  “hacían gentes” de las muchas monerías que lograban sacar de mis entendederas.

         Doy por bien pasados los tiempos a los que me refiero, alrededor de 1950 y cada vez que escucho enaltecer las gracias del ayer frente a las miserias del hoy me doy con un canto en los dientes de que los recuerdos acumulados sean eso, recuerdos. Desde la cresta de la ola en que viví mi infancia pese a la estrechez económica que me circundaba, reconozco que tuve un papel preponderante por la colección de gracias que en un momento determinado se podían sacar de mí que dejaban en buen lugar a cualquiera que me llevara consigo. Claro que sólo yo guardo muy en el fondo de mí mismo los altísimos precios que tuve que pagar por ello. Allí acuñé el concepto del amor que he llevado a las espaldas toda la vida y que ha consistido en huir de cualquiera que venga a quererme porque lo que quiere no es otra cosa que yo sea como él o ella quiere que sea. Según mi creencia más profunda, a nadie le ha interesado saber cómo soy yo, lo que quiero o lo que no quiero. He sido querido, incluso mimado al altísimo precio de tener que representar en cada momento lo que sabía que se esperaba de mi.

         Seguramente es la primera vez que estoy sacando a la luz estas confidencias que albergo desde mi más tierna infancia. A punto de mis setenta años no estoy seguro aun de saber si he querido a alguien o de si alguien me ha querido. Lo que sí he aprendido con todo lujo de detalles es que esta vida es un mercado en el que el afecto se compra y se vende y en el que nadie regala nada. Si eres capaz de ofrecer algo que se cotice es posible que haya alguien que esté dispuesto a comprártelo pero si no te puedes morir de asco en cualquier rincón, que será difícil que alguien se dé cuenta y venga en tu ayuda. Sé que mi estructura afectiva no tiene conciencia pero es ahora, en estos últimos años, cuando me voy sintiendo capaz de aceptar el afecto porque lo que he entendido por amor hasta el momento era invertir atenciones a ver si así podía conseguir correspondencias.


         Mira por donde me ha servido mayo y sus flores como fuente de conocimiento de donde arrancan parte de mis ideas sobre el amor. 


domingo, 1 de mayo de 2016

AIRE


         Cuando era estudiante de Magisterio, allá por los sesenta del siglo pasado frente a la Alhambra, recuerdo el optimismo al estudiar la corriente de Escuela Nueva cuando se atrevía a sugerir la escuela en la calle para que los alumnos aprovecharan los beneficios de la vida real como escuela en sí, el aire libre, el sol y demás ingredientes como elementos positivos para el aprendizaje. Hoy, cincuenta años después me atrevo a reivindicar los mismos beneficios del sol y del aire libre porque la escuela sigue produciéndose dentro de las mismas cuatro paredes aunque no se pueda decir que sea lo mismo que entonces para no ser injustos.

         Es cierto que las cosas han cambiado aunque no todas sean para bien. Los espacios cubiertos hoy son suficientes. Los grupos tienen un número de alumnos que, aunque siempre puedan ser mejorables, en general son idóneos y no es raro afortunadamente, encontrarse grupos de pequeños que van y vienen por la calle, seguramente más uniformados de la cuenta, pero permitiendo al fin y al cabo, que la realidad del mundo sea un elemento de aprendizaje de primer orden. Es verdad que no en todos los adelantos podamos decir lo mismo. Tenemos, por ejemplo, las nuevas tecnologías que todavía son vistas en gran medida como a enemigos a combatir a base de regular a la baja los tiempos de uso, acotar a nuestro antojo los ámbitos para que en todo momento estén controlados por los maestros y convirtiendo lo que ha sido y es una revolución de enorme calado en algo sospechoso a lo que hay que atar en corto para que no se nos desmande. ¡Como si fuera posible poner puertas al campo!.

         En los primeros años de nuestra experiencia de grupo que comenzó en los ochenta tuvimos claro que debíamos llevar a los pequeños a vivir  al campo y tanto en otoño como en primavera lo hacíamos en lotes de lunes a viernes en cada estación. Hoy la experiencia sigue viva y acotada a dos días y una noche, sobre todo en primavera. Se trata en cualquier caso de propiciar que puedan vivir la separación de sus familias, para muchos de ellos la primera de su vida, y que lo hagan en grupo, con sus amigos de cada día y con sus adultos de referencia, sus maestros. A medida que voy escribiendo no puedo dejar que se me cuelen en la mente secuencias de refugiados y de bombardeos con niños de por medio que me obligan a referirme a ellos con un sentimiento de vergüenza porque lo que estoy diciendo debería afectar a esos pequeños que vemos huyendo de la guerra o muriendo en ella simplemente y que tienen todo el derecho a gozar de la vida como cualquiera y se les niega de hecho con argumentos que pueden tener toda la lógica que se quiera desde el punto de vista estratégico, pero que desde el punto de vista educativo no tienen la más mínima justificación.


         Me recompongo de mala manera para seguir el hilo que pretendía cuando empecé a escribir sobre la conveniencia del aire libre en educación y vuelvo a este pequeño mundo nuestro que cada vez más se está convirtiendo en una isla rodeada de marginación y de injusticia por todas partes en la que estoy seguro que las injusticias interiores, que también las hay, parecen cada día más artificiosas antes la enorme mancha de desolación exterior que nos rodea. Proclamo, a pesar de los pesares, que el sol sigue siendo el sol y nos espera a todos cada día para hacernos partícipes de su lección de vida y que es de justicia que todos los pequeños del mundo se empapen de su luz y de su calor. La experiencia de tener que dormir con tus compañeros sin que sea tu padre o tu madre la que te arrope por la noche y te lea el último cuento antes de entrar en el sueño es verdaderamente insustituible y vale la pena seguirla reivindicando por encima de todas las nubes de horror que inevitablemente se nos ponen delante y que nos llevan a gritar de desesperación. Todos tenemos un poco de responsabilidad en esta situación tan angustiosa y, en la medida que cada uno pueda, debemos combatirla sin descanso.