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domingo, 30 de abril de 2017

CELINDAS


         Cualquier secuencia de la vida significa una posibilidad de aprende. Otra cosa es que nuestra manera de mirar esté abierta al aprendizaje, cosa que es imprescindible o, sencillamente, pasemos por delante de los acontecimientos sin pena ni gloria. En ese caso ya nos pueden poner delante la montaña más alta que no la veremos, sencillamente porque no tenemos la voluntad de ver. Estos días no tengo más que salir a la calle y vuelvo completamente embriagado de color y de olor porque la primavera se encuentra en su cenit. Ya está terminando la presencia del azahar que nos ha supuesto a los forofos ir de acá para allá debajo de los miles de naranjos que hay plantados por las calles andaluzas para cubrirnos con su embrujo y terminar completamente borrachos de su esencia efímera. En unos días las flores se marchitarán y habrá que esperar un largo año para gozar su esencia de nuevo.

         Ayer por la tarde mismo y,  justo al lado de mi puerta, pude gozar junto a mi hija Elvira con otra fragancia que,  sin desmerecer para nada al azahar, diría que nos enloquece más profundamente. Se trata de la celinda. Ya la venía siguiendo desde que sus inmaculados pétalos aparecieron y cada día me he ido acercando con veneración para robarle una porción de su fragancia y embriagarme con ella unos segundos. Ayer le comentaba a mi hija que comprendo a los insectos que se vuelven locos en cuanto perciben semejante olor y se acercan a libar los azúcares de su polen a la vez que nos dejan el beneficio de la fecundación que garantizará que el año próximo podamos gozar de nuevo de semejante tesoro. El azahar ha crecido mucho porque por las calles hay muchos naranjos que nos lo garantizan pero las celindas se han reducido hasta el punto que se han convertido en una rareza. Hay que encontrarlas en rincones discretos y a poco que te descuidas, cuando quieres acordar han terminado los pétalos su ciclo, desesperadamente corto, y tienes que renunciar a su olor hasta el año próximo.

         Cierro los ojos y recuerdo en mis primeros años aquellas presentaciones de ramos a la virgen cada tarde de las muchachas de mi pueblo durante todo mayo. La celinda era precisamente la que no faltaba en ningún ramo con lo que la iglesia concentraba esa maravilla de olor muy concentrado. Luego había más flores, al gusto de cada muchacha pero la celinda acompañaba siempre por hermosa y por barata. Tengo esa imagen incrustada de la mano de mis madrinas Emilia y Águeda con sus maguitos cubriéndoles los brazos porque a la iglesia no se podía entrar luciendo la carne de los brazos y con sus velos, bordados en tul por ellas mismas cubriendo sus cabellos y yo como un niño repipi de sus manos siempre, oliendo a narices llenas de aquellas fragancias que nunca jamás he logrado quitar de mi memoria y que las sigo persiguiendo por estas fechas porque sé que son tesoros pero también que son efímeras y que si un año me descuido, me las pierdo y es un verdadero drama para mí.

         La lección de este texto pretende ser doble. Por una parte tiene que ver con nuestra capacidad de gozar, que suele estar muy cerca de nosotros casi siempre y que no está relacionada con ninguna campaña publicitaria  comercial sino con la naturaleza y con sus ciclos. No hay más que estar atentos y acercarnos en el momento justo porque el don puede ser para todos. Y con otra por la profundidad de las experiencias que se impregnan en los primeros años que se quedan dentro de nosotros y que nos definen para siempre con esos aprendizajes adheridos a nuestra inteligencia. Lo mismo que para conocer determinadas limitaciones en nuestro desarrollo los analistas han de  buscarlas en los primeros años, también las raíces de los gozos más profundos hay que encontrarlas en los primeros años y es que es en esa zona de la vida donde verdaderamente se dirime lo esencial de nuestras personalidades.

domingo, 23 de abril de 2017

LIBRO


         Cuando los textos que aquí voy dejando gota a gota tienen una referencia inmediata a la realidad concentran una fuerza especial ligada al acontecer diario. Lucía ya me había avisado que nuestras escuelas estaban organizando algo. Era suficiente para que yo me hiciera presente a eso de las doce de la mañana en La Fuente de Las Batallas, en pleno centro de Granada. La excusa, el Día del Libro, que no era ayer sino hoy. Había varias casetas anunciando novedades y confiando en poder ofrecerlas al público durante todo el fin de semana. El propio vagón de ludoteca de la Fundación también estaba allí a la espera de que las familias llegaran con sus pequeños, pero el punto de vida no era más que unos telones de techo separados por unas paredes a base de colores y de hilos de lana que separaban y que unían al mismo tiempo. Allí estaba, la vida y el trabajo coordinado de un montón de gente, empeñada esta vez bajo la bandera de que la etapa de 0 a 6 años sea una y tenga unidad educativa y los poderes públicos no permitan que los primeros años, de 0 a 3 se separen definitivamente del ciclo educativo.

         Tuve la tentación de que la primera foto hubiera sido una hermosa barriga que vi por allí formando parte de un cuerpo joven de madre que ya andaba buscando un lugar adecuado en el mundo para su retoño, que estaba a punto de ver la luz de un momento a otro. Me quedé con la gana. Otro día será. Esta vez prefiero mostraros la pancarta que da sentido a la vieja lucha, nunca ganada pero hasta el momento tampoco completamente perdida y me puse a dar vueltas por aquellos rincones y saludando aquí y allá a una serie de personas con las que he compartido mi vida y que, llevan en su mente una parte de mi lo mismo que yo la llevo de ellas, unas veces para bien y otras para mal, que de todo tiene la convivencia. Ahí andamos y aunque los cuerpos que nos sustentan están cada día más arrugados, las familias que se sienten convocadas y sobre todo sus frutos recién paridos son los mismos retos que nos hablan de vida, de esfuerzo nuevo y de futuro y exigen de nosotros la misma frescura que hace años porque ellos no entienden de guerras que no pasen por su vida.

         No eran grandes los recintos amurallados por hilos de colores pero todos despedían calor, cercanía y conciencia de que el objeto del esfuerzo no subía más allá de un par de palmos, como siempre y éramos los adultos, como siempre, los que teníamos que bajar de nuestras alturas y alcanzar la talla de ellos y la medida de ellos porque el trabajo de preparación del acto estaba como siempre hecho a su medida y para que los pequeños, los más pequeños,  se sintieran una vez más protagonistas y o bien solos si era posible o con sus familias como soporte, lo más frecuente, vivieran con nosotros un rato de sábado en recuerdo de los libros, esos artículos que tienen hojas y dentro miles de historias que vivir y que soñar. Allí me quedé un momento escuchando a Manuel y a Víctor leyendo cuentos de un libro que tenían entre manos y que mostraba imágenes para que los pequeños vieran de dónde salían las palabras.


         El circuito se acababa pronto y Conchi nos despedía con su sonrisa a todo el que, una vez visitado cada uno de los espacios a su gusto, decidía seguir recorriendo la ciudad una hermosa mañana de primavera. Nunca fueron nuestros acontecimientos grandes en extensión. Seguro que sí en hondura y este también lo fue. No había más que mirar los ojos de los pequeños para tener la certeza de que se sentían en un espacio amigo, que estaba montado para ellos y que en esta ocasión con la excusa del Día del Libro, también buscaba su cercanía para que aprendieran a gozar con otros compañeros y de la mano de sus familias.

domingo, 16 de abril de 2017

MÁSCARAS


         Estas vacaciones de Semana Santa son probablemente las más proporcionadas porque duran sólo nueve días y se producen en un momento en que los pequeños ya tienen historia  de grupo. Han seleccionado quienes de sus compañeros les caen mejor y quienes peor. Han fijado sus prioridades y si les preguntamos por sus amigos son capaces de responder unos cuantos nombres que frecuentan más. En esa situación ya no perjudica tanto pasar unos pocos días separados porque luego es fácil conectar de nuevo. Estas vacaciones como las de Navidad tienen un componente religioso indiscutible, que es el que las define por encima de otras particularidades. Será aconsejable un descanso o no pero es cierto que las vacaciones se justifican por acontecimientos religiosos católicos concretamente.

         No sé si nos estamos quedando sin referentes colectivos o qué es lo que nos está pasando pero a lo largo de toda la semana ha sido la religiosidad la que ha sobrevolado por el espacio y por el tiempo. No una religiosidad de contenido y compromiso, sino esa otra superficial y bullanguera,  ligada al folklore,  que se ha manifestado sacando a la calle todo tipo de imágenes relacionadas con la pasión y muerte de Jesucristo imponiendo de hecho que la vida de los pueblos y ciudades esté mediatizada por esas ceremonias fúnebres y multitudinarias y que la vida social se paralice y se supedite al ritual genérico de las procesiones durante las tardes y noches y al espectáculo tétrico de los penitentes con la presencia de sus máscaras y sus interminables filas de velas encendidas como espectáculos de otro tiempo que se resisten a desaparecer de este siglo XXI y que nos dejan una estampa  esperpéntica, ajena a nuestro mundo.

         Ni por un momento quisiera que se interpretara la más mínima falta de respeto a ninguna auténtica religiosidad. Al contrario. No sé si en algún tiempo las sociedades pudieron ser tan uniformes que una religión, la que fuera, se impusiera por completo hasta condicionar la vida del conjunto, pero en este momento, por más alardes de fuerza que se hagan, en una sociedad como la nuestra es imposible eliminar su esencia diversa, que es lo que prima cada día más en todos los órdenes de la vida y yo celebro esa diversidad que nos aporta  riqueza y posibilidades continuas de aprender unos de otros y que requiere sobre todo respeto para que cada persona o cada colectivo se sienta legitimado para expresar sus ideas y para vivir como desee aceptando y respetando a quienes no piensan como ellos. Paseando por las calles he podido ver los negocios chinos o musulmanes, cada día más numerosos,  completamiento abiertos como un día cualquiera puesto que ellos no tienes nada que festejar y son ciudadanos tan dignos como nosotros. Cada día más sucede que son tan ciudadanos de este país como nosotros y han nacido aquí como nosotros. La variedad es sobre todo riqueza.


         Concretamente este año que hemos dispuesto de días de sol y temperaturas casi veraniegas hemos podido vivir enormes atascos porque el gregarismo social hace que no podamos gozar de lo que tenemos preparado para el goce, que es mucho. Termina imponiéndose que todos vamos a la playa o todos vamos a las procesiones o todos vamos a viajar como si la idea de negocio fuera la verdadera rectora de la vida y no pudiera ser, sencillamente, que aprendamos a ser diversos y a saber combinar todas las posibilidades de vivir que hemos aprendido sin que tengamos que renunciar a nada. Cada día somos capaces de disponer de más y mejores medios para alcanzar  mejor calidad de vida. Lo que hace falta es que sepamos aprovecharlas y mirar a nuestro alrededor para ver que desgraciadamente no todo el mundo vive igual y no faltan situaciones de desesperación bien cercanas que nos debían hacer aprender. 

domingo, 9 de abril de 2017

HERENCIA


        El jueves pasado,  día 7, a las 11 de la mañana, nos habíamos citado en el mirador de San Nicolás para celebrar el 50 aniversario de nuestra graduación como maestros y allí comenzamos a llegar gota a gota, unos solos, otros acompañados de las esposas. Todo parecía normal pero ni nosotros éramos los mismos y el Mirador mucho menos. La de tardes que pasamos entonces,  sentados en el pretil frente a la Alhambra. Nunca estuvimos completamente solos porque esa Plaza es un imán pero un buen día apareció Clinton y se le ocurrió decir que desde esa Plaza se ve la mejor puesta de sol del mundo y a partir de ahí fue el desmadre. Creo que la frase no es mentira pero la Plaza, como casi todo en el Albaicín, es pequeña y solo puede albergar holgadamente a unas pocas personas. Ahora es un mercado casi a cualquier hora. Nos vimos negros para reunirnos e inmortalizar el momento a esas horas de la mañana. No quiero ni pensar lo que sería por la tarde.



         Como pudo, Tomás nos fue explicando lo que fue de Granada después de la Conquista  y  que es la ciudad de Los Cármenes por la concentración de varias viviendas musulmanas para los recién llegados, que no aceptaron vivir con aquellas estrechuras. Nos fue llevando hasta la Mezquita Mayor, hoy Iglesia del Salvador y por el camino nos encontramos a Miguel, el sacristán, que tuvo la amabilidad de abrirnos, porque no eran horas y en lo que un día fue el hermoso Patio de las Abluciones terminó la explicación histórica con su paciencia habitual. Nosotros, aparte de escuchar cómo podíamos,  no dejábamos de mirarnos y de intentar reconocer en los casi setentones que teníamos enfrente a los veinteañeros de hace 50 años, venidos de todo lo que un día fue el Reino, que nos íbamos a diseminar por la vida de entonces en adelante  y que ahora nos replegábamos durante unas horas para decirnos que estábamos vivos, los que estábamos, que éramos los mismos, completamente falso, y que volvíamos por el Ave María de la Cuesta del Chapiz por ver si allí todavía quedaba algo de nosotros, los de entonces.

         No estábamos todos. Algunos, Abril, Béjar y otros porque ya no están con nosotros. Otros porque sus condicionantes personales y familiares no se lo han permitido. José Luis, que se ha tomado mucho interés, no ha logrado concentrarnos más que a 27, que no son pocos de todas formas. Yo recuerdo haber estado en el 25 aniversario un rato por la mañana y nada más. Otros ni eso. Algunos sí vienen manteniendo ciertos contactos más frecuentes. Es posible que para ellos el tiempo pase de otra manera. Qué gusto ver al Sebas, siempre con su música a cuestas. A Rafa Domínguez, que yo llamaba el 2´14 y que ya me puntualizó que nunca pasó de los 2 metros, a Antonio Martínez de Tíjola, tan distinto a mí y que siempre nos llevamos tan bien. A Honorio, que nos consiguió para comer la maravilla de la Universidad del Carmen de la Victoria, exactamente encima de nuestro colegio y con el mismo fondo mágico a nuestra espalda. A Jiménez Pozo y su alegría pegadiza. A Emilio, mi Emilio del alma, a Pepe Larios. Al correctísimo Antonio García Fernández y así, uno por uno podría irme parando en cada uno de los retazos de mi vida que se asienta en cada uno de los presentes.




         El tiempo nos premió y pudimos comer al aire libre, a base de tapitas de jamón, salmón ahumado, gazpacho, tortillas de camarones …, la conversación encendida y el rumor de una fuente, uno de los sonidos más hermosos del mundo que definen Granada y que también han definido mi vida. El tiempo es implacable siempre y la historia terminó con un racimo de recuerdos puestos en común y con un pequeño concierto de nuestros artistas que una vez más tuvieron la generosidad de deleitarnos. Quiero confesaros que no soporto las despedidas y por eso en un momento desaparecí sin más. Pero aquí está mi abrazo y mi mejor deseo para vosotros y para vuestras familias.



domingo, 2 de abril de 2017

SEÑALES


         Cuando se trabaja en educación el vaivén de cada día te va dejando un continuo reguero de señales de por dónde sí y de por donde no. Sería ridículo decir que todo lo que debes hacer lo tienes delante de los ojos aunque tenga su parte de verdad. Todo un conjunto de señales que se manifiestan a cada momento o en repetidas ocasiones nos pueden servir de indicadores pero siempre que nosotros nos dediquemos a mirar con ojos de ver y eso no siempre está a nuestro alcance. Nuestra capacidad de ver está muy mediatizada por nuestra propia evolución interna, perfectamente legítima, que llega a condicionar nuestra mirada de modo que no vemos muchas veces lo que miramos sino lo que queremos ver.

 José Pablo no podía vivir sin perseguir con denuedo a Javi y con frecuencia le pegaba. Las señales daban a entender que lo odiaba y no encontrábamos manera de normalizar la relación si no era a base de separarlos por imposición. El tiempo y la observación persistente nos dio ocasión de que José Pablo verbalizara las verdaderas razones de por qué se sentía en la necesidad de atacar a Javi. Llegó a decirnos que Javi tenía mocos y a él le daba asco. No era mentira pero hablando con él pudimos darnos cuenta de que él también tenía mocos y en realidad lo que estaba haciendo era castigarse en la cara de Javi. No podíamos consentir esa situación porque Javi tenía derecho a vivir en paz pero fue fundamental averiguar las verdaderas razones de la agresividad porque aparte de Javi, que era el primero que la sufría, en realidad todo el grupo vivía en una tensión impropia que sólo se fue resolviendo en la medida en que fuimos capaces de encontrar la globalidad del problema y poniendo los distintos remedios que necesitaba.

         Cuando Fernando y Alba querían jugar a padres y madres, Cristian  imponía su fuerza y su agresividad y lograba ser el padre. Comenzaban el juego con las imposiciones de Cristian pero al poco rato Fernando aceptaba ser el perro, Alba cogía al perro y se iba de paseo con él y cuando estaban lejos de Cristian seguían jugando los dos y Cristian terminaba por irse a otros menesteres, aburrido y solo. O las agarradas que se traían de vez en cuando Tancho y Clemente a cuenta del balón de este último. Clemente decía que el balón era suyo y que jugaba quien él dijera. Tancho decía que tenían que jugar todos y terminaban a bofetadas que solía ganar Clemente que era más fuerte pero que terminaba más solo que la una, abrazado a su balón mientras todos se reunían alrededor de Tancho para consolarlo y para inventarse un nuevo juego en el que seguirían jugando juntos y en el que Clemente no podría intervenir porque le había pegado a Tancho. Secuencias de este calibre podríamos pasarnos la vida contando porque hay miles. Lo que yo he aprendido con estas lecciones de vida no lo puedo pagar de ninguna manera.


         El que pasen las cosas no quiere decir que la persona responsable las vea. Nadie está detrás de ti para decirte que ahora es cuando tienes que mirar porque ahora está pasando algo importante. Es uno mismo el que tiene que aprender a ver y a aislar la secuencia adecuada dentro de todo lo que pasa y eso sólo se consigue haciéndolo una y otra vez y equivocándote muchas veces y viendo cómo lo que habías pensado importante resulta que no lo es y que tienes que volver a intentarlo para sacar la secuencia válida y la que lleva dentro la lección que necesitas para aprender tú y para hacer que los pequeños aprendan a través de las lecciones que tú les ofreces que tendrán la máxima eficacia si las has sacado de su propia vida.