Una
vez resuelta la dimensión del drama valenciano y retratadas las distintas
administraciones, cada una con la responsabilidad que le compete, es el momento
de ponerse todos manos a la obra y convertir aquel drama en nuevos puentes,
carreteras habilitadas, apertura de negocios, reparación de ascensores,
localización y reposiciónde vehículos
para normalizar la vida que se llevó el agua aquel fatídico 29 de octubre. Por
lo pronto, aquella esperanzadora señal de las administraciones unidas para
meter mano a tanto desastre, fue una señal positiva que, desgraciadamente, no
duró demasiado. En este momento, los enfrentamientos de los dos grandes
partidos no parecen encontrar vías de acuerdo para afrontar los problemas que
dejó abiertos la dana desde el
primer momento. A los pocos días ya dieron señales de que los desacuerdos
vigentes en el conjunto del país iban a seguir el mismo rumbo en Valencia, para
desgracia de todos. Y en ello estamos. La primera visita del señor Sánchez ha
tenido que ser con la ausencia del poder autonómico, si bien, al menos, lo
hemos podido ver reunido con los alcaldes y alcaldesas de la zona,
intercambiando en directo la valoración de las necesidades, tanto en volumen
como en orden de preferencia.
Si
soslayamos la manifestación palmaria del desacuerdo institucional, lo único que
nos queda como vía futura es aceptar la situación de desencuentro, que parece
no tener arreglo a corto plazo, delimitar los ámbitos que cada administración
va a asumir como propios y ponerse a trabajar con el mayor respeto posible
porque los ciudadanos son los que no tienen culpa de que los desencuentros que
soportamos cada día sobre cualquiera de las cuestiones sobre las que habría que
entenderse y no es posible por el momento, al menos permita que no tengamos que
ver como se tiran los trastos a la cabeza por cualquier causa, con el
consiguiente perjuicio de una labor que debería ser común y que tendremos que
aceptar como respetuosa y coordinada, No
debería bastar pero puede permitir, al menos, que las labores de reconstrucción
sean posibles.
Los
inmensos volúmenes de aquella desgracia significan enormes cantidades de dinero
que deben irse movilizando a los distintos sectores, todosnecesitados y con reclamaciones urgentes de
solución. Cualquiera de los afectados se cuantifica encantidades muy importantes que deben ser
aplicadas con toda claridad para que no se convierta su reinversión en un nuevo
problema tan grande o mayor que el que ocasionó el drama en el que estamos
inmersos. Ayer la prensa reflejaba, por ejemplo, la gran dificultad de muchos
propietarios de vehículos, para identificarlos y gestionar su reposición frente
a las aseguradoras. Hay un importante número de viviendas y negocios que ya se
sabe que habrán de ser demolidos porque sus estructuras quedaron fatalmente dañadas
por el agua y tendrán que rehacerse por completo. Otro enorme capítulo
económico que tendrá que emplearse, con un criterio de eficiencia máxima. Ya
hemos podido leer en la prensa cómo han subido, en poco tiempo, los vehículos
de segunda mano, en un momento en que su demanda, en aquella zona, se ha puesto
por las nubes.
Y así
debemos ir acercándonos a unas soluciones que, en cualquier caso, son muy
voluminosas, tanto por separado como en conjunto. Quizá convenga destacar todo
lo que ha necesitado la puesta a punto de infraestructuras ferroviarias y de
carreteras, que han sido asumidas por el ejército y que, a pesar de que
cuantitativamente han supuesto un capítulo económico de los más altos, se han
podido obviar porque su aportación se ha reflejado en personas y se ha visto
resuelta, relativamente pronto, corriendo presupuestariamente, a las arcas del
gobierno central, que se puso a disposición desde los primeros días. Por
último, quedan todavía tres cadáveres por localizar que, una vez pasados tres
meses de búsqueda, sin éxito por el momento, sus familias podrán tener acceso a
las ayudas correspondientes aunque se siga con la búsqueda.
Sucedió
el 20 de enero, el lunes pasado, que el presidente electo de EEUU tomó posesión
de su cargo con la única salvedad de que, en vez de hacerlo en las escalinatas
del Capitolio, los -11 grados aconsejaron refugiarse en el interior para no
helarse. Salvo esta particularidad, todo funcionó como estaba previsto y a
nadie se le ocurrió echar en cara al
aspirante, señor Trump, que hacía 4 años, él, que había perdido las elecciones,
se negó a acompañar al aspirante, señor Biden, después de haber arengado, unos
días antes, a una serie de exaltados, a que invadieran el Capitolio e
intentaran impedir la certificación de su derrota, emperrado, como un niño
malcriado, que le habían robado sus elecciones. Desde entonces, ni una sola vez
ha reconocido que las perdió. Varios miles de agitadores ofrecieron al mundo un
vergonzoso espectáculo que causó 4 muertos y mostró un ejemplo ignominioso de
que la ejemplar democracia americana hacía aguas por el capricho de un
candidato que no supo reconocer su derrota, por más que todas las instancias de
su país, así lo dictaminaron.
Más de
mil de aquellos invasores terminaron en la cárcel, una vez que los tribunales
los juzgaron y dictaron las correspondientes sentencias personalizadas. Hoy,
seis días después de haber tomado posesión de su cargo nuevamente, sin que
nadie se lo haya discutido, ya están todos en
la calle de nuevo, gracias a que, el señor Trump, ya investido
presidente, ha decretado una amnistía para todos, cosa que puede ser legal,
como lo es haberse amnistiado a sí mismo los 37 delitos pendientes de los que
nunca será juzgado. Pero este es el día en el que ha vuelto a la presidencia
sin haber reconocido, ni una sola vez, que el presidente saliente, señor Biden,
ha ejercido los 4 años de su presidencia legítimamente. Él sigue emperrado en
que le robaron las elecciones y de ese supuesto no se ha movido un ápice.
Entonces ya señalamos que la democracia es muy frágil porque debe ser aceptada
por quien gana las elecciones, pero también
por quien las pierde.
El
mundo entero ha reconocido, afortunadamente, al nuevo presidente americano,
quien en los pocos días que lleva en su cargo, ya ha firmado una serie de
decretos relativos a la emigración, que pretende que se vayan de su país varios
millones de inmigrantes que llevan años trabajando en él, pero que no disponen
de los requisitos que sus leyes establecen para que tengan su legalidad de
permanencia correspondiente. Del mismo modo ha dictaminado con otro decreto que
en su país no hay más géneros para las personas que el masculino y el femenino.
Y sigue dictaminando decretos a medida que le van proporcionando plumas
suficientes, que él se encarga de distribuir, lanzándoselas al público que
presencia embobado sus hazañas, como si ese intento de hacer que la historia no
avance hacia delante sino hacia atrás, haya quien se lo crea. Hasta el momento no ha
habido tiempo suficiente, no quiero pensar que hayan sido ganas lo que no haya
habido, que le intente hacer ver que la vida no evoluciona en función de su
voluntad personal, sino en función de procesos históricos regados por el
esfuerzo de millones de personas que empujan en una dirección.
Todo hace pensar que la recuperación del poder por parte del
señor Trump, aparte de su mandato legítimo de los 4 años correspondientes,
lejos de significar una estabilidad deseada para los ciudadanos de su país y
del mundo entero, dada la importancia de los EEUU en el concierto
internacional, lo que significa es un permanente estado de inquietud porque su
figura como nuevo mandatario, está
mostrando un carácter de que por fin se
le ha reconocido lo que él venía promocionando de que las elecciones tenían que
ser suyas, casi por la gracia de Dios, en vez de aceptar con humildad los
resultados y dedicarse a gobernar lo mejor que sepa, que es lo que
verdaderamente han dictaminado las urnas. Ya aparecen algunas sombras con las
que tendrá que convivir y los demás soportar sus caprichos.
Vamos
en busca de los tres meses de la dana
y parece que las cosas se van situando como conviene a unos y a otros. Ya
empezamos a saber que el tiempo de reparación no va a ser menos de año y medio,
en función de lo que se pretenda. Más sí, en función de hasta dónde queramos
llevar los aprendizajes que dejó dana, para que la prevención a futuro permita vivir
con un poco de tranquilidad. De valoración andamos un poco verdes todavía, al
menos los ciudadanos de a pie. Los primeros libramientos gubernamentales
alcanzaron 17000 millones así, para abrir boca. La comunidad valenciana habló
de 35000, muy a primera hora. Entre ambas cifras, por tanto, anda el juego y
tendrá que ser el desarrollo de la propia rehabilitación la que nos vaya
precisando cifras, siempre tomando como referencia las dos anteriores. Quiero
pensar que el gasto del factor humano: solidaridades individuales y
corporativas, UME, ejército y maquinaria pesada aparte, queda más en la
imprecisión, porque las primeras referencias se hicieron los primeros días y
entonces era muy difícil cuantificar algunos capítulos. Al menos no nos movemos
en el vacío, si bien las diferencias entre un cálculo y otro son bastante
amplias.
No se
tardó mucho en empezar a reclamar responsabilidades políticas que, a estas
alturas, siguen en litigio, sin un empeño preciso de encontrar los distintos
ámbitos de responsabilidad. En todos los discursos se admite que el desastre ha
sido de tal naturaleza que no hay modo humano de haberlo enfrentado con algunas
garantías de éxito. Otra cosa muy distinta es el número de víctimas mortales,
226 según los últimos datos, que es donde se encuentra el conflicto de
pareceres. Con determinados comportamientos por parte de las autoridades
autonómicas, más concretamente del señor Mazón, su presidente, que se le achaca
una actitud imperdonable en las primeras horas, por una supuesta comida de
varias horas, cuando su intervención al frente del desastre, podía haber
significado un número bastante menor de víctimas mortales, ya que la fuerza
destructora del agua, se admite que estaba fuera de otras posibilidades.
Desde
el principio se le empezaron a reclamar precisiones sobre su comportamiento y las
que fue dando, lejos de ser precisas y contundentes, se convirtieron en
imprecisiones y en versiones equívocas que en vez de convencer y tranquilizar a
la población, lo que ha venido significando desde el primer día, no ha sido
otra cosa que una indignación creciente, hasta el punto que, hoy por hoy,
hablar del Ventorro, lugar en el que
se produjo el interminable ágape, se ha convertido en el nudo de la cuestión.
Si las primeras respuestas hubieran resultado creíbles, seguramente estaríamos
a estas alturas, centrados en las labores de rehabilitación, que desde el
principio se vieron inmensas. Al no resultar convincentes los argumentos del
señor Mazón sobre su paso por el Ventorro
el asunto ha quedado como una herida abierta, que hasta el momento no se ha
encontrado manera de cauterizar. Ahora vale más reclamar la factura de la
comida, los datos de su móvil u otras menudencias por el estilo, porque es su
credibilidad la que está dañada.
El todas las explicaciones que él intenta dar, bien en el
parlamento valenciano o en cualquier otra declaración, intentando
desesperadamente pasar del asunto del Ventorro
y centrarse en el tema de qué hacer para resolver el desastre, le sigue
persiguiendo la infausta comida de aquella tarde, que no termina de ser
digerida por todo aquel que le pide explicaciones centradas en aquel hecho
inicial, origen, al parecer de la mayoría, del cuestionamiento de su actitud,
en el momento en el que se le hubiera exigido su presencia al frente del
desastre, tanto si hubiera sido capaz de resolverlo, cosa muy poco probable,
dadas sus dimensiones. La gente piensa que en aquel momento, tenía que
habérsele visto a la cabeza y, sencillamente, no dio la talla. A partir de
entonces, su empeño no es otro que echar la culpa a unos y a otros y no asumir
su responsabilidad personal en ningún momento. El partido al que pertenece, que
al principio manifestó un criterio propio, ahora ha optado por unirse a él y
aplaudir sus intervenciones. Ellos sabrán.
Una
vez que espero que la semana pasada quedara más o menos clara mi posición sobre
la Toma de Granada, mi Granada: Que no fue un hecho militar, por más
legionarios que desfilen con sus armas al hombro sino un hecho negociador,
larguísimo y angustioso en el que se pretendía cerrar un ciclo religioso, ya
que el Reino de Granada era el último bastión musulmán dc Occidente y completar
el dominio cristiano sobre una serie de países bajo el ámbito cultural de Roma
y su Dios y desterrar de esta zona el ámbito de Alá y Mahoma y el de Yahvé y
Moisés, que habían sido expulsados de Sefarad, España, unos años antes y
repartidos por el mundo con su sueño perdido y con una lengua, el castellano,
que todavía mantienen donde se encuentren sus descendientes. Vano empeño, como
tantos otros, si tenemos en cuenta la cantidad de monumentos, repartidos por
todo el país, de los que hoy seguimos alardeando, así como la enorme riqueza
lingüística, todas las palaras que empiezan por a, por ejemplo, que usamos de
manera habitual hoy, para comunicarnos y entendernos.
Volvemos,
por tanto, a nuestro asunto de fondo, el desastre del 29 de octubre por la dana que arrasó todo el cinturón sur de
la ciudad de Valencia. Dos meses después del fatídico día y de la fatídica
noche, nos muestra la profundidad de las discrepancias políticas de las dos
fuerzas hegemónicas, una vez superada la crisis inicial en la que no quedó claro quién atacaba a quién. Hoy ya
no hay duda de quién es cada quién y aunque la reconstrucción se encuentra en
pleno funcionamiento, tenemos un conocimiento más preciso de la amplitud del
desastre y una idea más certera de lo que va a costar la rehabilitación, tanto
en euros como en tiempo. Los 120000 coches que fueron arrastrados por la
fuerza del agua, por poner un ejemplo,
van desapareciendo de las 60 campas en las que se encontraban apilados. Hasta
el momento parece que alcanzan los 30000 los que han desaparecido de los
almacenamientos y han resuelto sus expedientes con las aseguradoras
correspondientes y van concluyendo el desguace imprescindible, que termine con
la reposición que corresponda a cada propietario.
Se
reforzó, desde el principio todo el aparato administrativo para que los 320000
perjudicados de la zona fueran explicando, uno a uno, la dimensión de su caso y
parece que, hasta el momento, hay resueltos unos 92000 casos que, con ser
muchos, no llegan todavía ni al 30% del conjunto. Un día para producir
semejante tragedia y hoy se habla de que reponer cada deterioro como estaba,
puede alargarse entre año y año y medio. Otra cosa muy distinta es que muchas
de las reposiciones pendientes no podrán quedar como estaban, sencillamente
porque estaban mal hechas. Ni siquiera se nos ofrece una previsión de tiempo si
de lo que se trata es de estudiar qué es lo que hay que eliminar de lo dañado para
futuras danas, de las que nadie duda en el futuro. Por simplificar, podemos
decir sin temor a equivocarnos, que la cosa va para largo. Lo sustancial e
inevitable son las 226 vidas que se llevó el agua y que pueden ser los asuntos
sin resolver porque significan 226 familias heridas sin solución, que habrán de
ser escuchadas hasta que todo su dolor y su rabia de aquel momento, vaya
curando poco a poco y vayan aceptando que, por encima de todo, la vida sigue.
Lo que produce más vergüenza es darnos cuenta de que parece
que no ha pasado nada, que los servicios públicos que se destrozaron aquella
noche no encuentran a nadie que responda por ellos y que reponer una carretera
que desapareció del mapa, un puente, una vía férrea, el alumbrado, el agua
potable…, a medida que se vayan resolviendo, nos vayan diciendo que las cosas,
por costosas que sean, se pueden resolver a base de dinero y de tiempo y son
las vidas perdidas las que ya no tienen solución porque significan huecos
insalvables en las familias a las que pertenecían. El barro fue el protagonista
de los primeros días. Hoy, poco a poco va siendo el recuerdo y se impone la
ausencia de los desaparecidos y la lentitud de las soluciones individuales,
hasta que el puzzle que quedó deshecho en unas horas, se vaya reponiendo, pieza
a pieza.
Este
texto se escapa de la temática de los anteriores, desde el 29 de octubre, que
vienen teniendo a Valencia y a su desastre meteorológico y humano, como objeto
de atención con toda justicia, dado el alcance tan enorme como alcanzó aquella
tragedia y el ingente esfuerzo que está suponiendo su reparación. En esta
Granada de mis entrañas, cada 2 de enero, desde hace ya 533 años, se conmemora,
según el poder dominante desde entonces, el final del poder musulmán de
occidente, simbolizado en el Reino de Granada, cuyas llaves entregó su rey
Boabdil a los Reyes Católicos cuando abandonó la Alhambra, su residencia
habitual y la de su dinastía nazarí, de más de 250 años ininterrumpidos, desde
1237 hasta el 2 de enero de 1492, la más larga de la península hasta el
momento, para establecerse en la Alpujarra granadina y almeriense, desde donde,
al cabo de año y medio, más o menos, dedicado a la holganza y a la caza, terminó
cansándose y cruzando el Estrecho para establecerse en Marruecos, en donde
terminó su vida como general del ejército marroquí, a las órdenes de su rey.
Desde
entonces, cada 2 de enero, se conmemora con honores militares la Toma de
Granada cuando Granada nunca se tomó militarmente, sino que fue entregada por
Boabdil, su rey, después de larguísimas negociaciones entre cristianos y
musulmanes en cuyos acuerdos finales tuvo que estampar su firma hasta el papa de Roma y en cuyo documento final, los
habitantes del reino granadino conseguían un absoluto respeto a su modo de
vida, lengua y cultura, que los castellanos llegaron a quejarse de que superaban a los que traían ellos,
que eran los invasores. Hay que decir, en honor a la verdad, que los
castellanos respetaron las condiciones pactadas sólo los primeros siete años. A
partir de entonces, las condiciones empezaron a dejar de cumplirse por parte
del poder castellano y lo que, hasta entonces había sido una convivencia
aceptable entre vencedores y vencidos se fue rompiendo progresivamente hasta
alcanzar la sublevación total la Navidad de 1558, que fue aplastada a sangre y
a fuego por Don Juan de Austria, hermano natural de rey Felipe II, después de
tres años de cruel enfrentamiento.
Desde
el final de la Guerra de los moriscos, como fueron llamados en adelante los
habitantes del antiguo Reino de Granada, las condiciones de vida de los
invadidos se fueron deteriorando progresivamente hasta que en 1909 llegó a publicarse
un Edicto Real, según el cual se les expulsaba de sus casas, bajo pena de
muerte si no se cumplía. Más de 300000 personas tuvieron que dejar sus espacios
vitales en un plazo de días, cruzar el Estrecho y desaparecer de Granada. Nunca
se cumplió a rajatabla aquella orden de expulsión porque muchos de los que se
fueron encontraron la manera de volver a la única tierra que conocían, pero es
verdad que desde la expulsión se convirtieron en perseguidos por cualquiera que
quisiera cobrarse la más mínima deuda, real o ficticia. España se sumió en una
profunda crisis cultural porque
desaparecieron de su suelo patrio muchos miles de profesionales de muy diversa
índole ocasionando una serie de huecos en agricultura y servicios profesionales
que tardaron muchos años en cubrirse.
La expulsión de los judíos de Al-Ándalus, un poco anterior a
la de los moriscos, hace pocos años se intentó finalizar por parte del gobierno
español reconociendo la ciudadanía española a todos sefardíes, repartidos por
el mundo tras su expulsión de Sefarad, como ellos llaman a España, de lo cual,
aunque tarde, me parece una hermosa corrección histórica de la que me alegro.
Cuando cada día veo llegar esos cayucos, repletos de inmigrantes, no puedo
dejar de pensar si muchos de ellos no serán descendientes de los que un día
fueron expulsados de sus casas. Algunos puede que en sus lugares de origen
guarden todavía, como oro en paño, las llaves de sus casas de Granada y del
Albaicín, que un día se llevaron sus mayores. Un poco de tristeza sí que da ver
lo poco que aprendemos de la vida y cómo vivimos secuencias y dramas que se
repiten una otra vez, como si la cosa no fuera con nosotros.
El
tiempo de la tragedia no alcanzó ni siquiera las 24 horas. Ni un solo día bastó
para que en el camino se quedaran 226 vidas, más de 100000 vehículos
arrastrados como como cáscaras de nuez, miles de viviendas con sus enseres
correspondientes que dejaron de ser lo que habían sido hasta el momento y
pasaron a formar parte del mar de barro que se apoderó del cinturón sur de
Valencia por mor del desbordamiento del río Magro y del Barranco del Poyo, que
aquella noche acumuló más agua que el Ebro en las horas en que la tragedia
estuvo viva. Los técnicos lo llamaron DANA y se nos quedó ese nombre clavado en
el sentido y será difícil que se nos olviden las cuatro letras del desastre en
lo que nos quede de vida, sobre todo a quienes la protagonizaron con su miedo y
con su vida. No pasó la primera semana cuando la rabia de las víctimas se hizo
presente con niveles tan insólitos como la furia del agua. Estoy seguro que
cualquiera era capaz entonces y lo es hoy, de saber que el drama producido era
suficientemente importante como para necesitar tiempo para volverlo a la
normalidad posible. Pero las protestas airadas no podían soportar la sensación
de inmovilidad que mostraba el poder ante tanta grandeza del horror.
Uno
puede comprender que los poderes se sintieran tan impactados como cualquiera de
los damnificados. A fin de cuentas, personas somos todos y reaccionamos de
manera parecida. Pero comprender es una cosa y justificar es otra. La
autoridades tuvieron la responsabilidad de avisar con algún tiempo de lo que se
venía encima y, sobre todo, lo que no se puede asumir, y lo que la gente
manifiesta con su airada protesta, es que no estuvieran delante de la reacción defensiva, tanto si podían hacer algo para evitarlo, cosa bastante
improbable, como si no. Y los grados de la ira suben a medida que nos vamos
enterando de las declaraciones del señor Mazón, primer responsable, aunque no único.
En su discurso de más de dos horas en el parlamento valenciano repartió culpas
por doquier, pero en ningún momento asumió la suya, que fue la primera y brilló
y sigue brillando a día de hoy, por su ausencia.
Parece
que no termina de entender qué es lo que la gente pide. Es innegable que el
drama, del que hoy se cumplen dos meses, no se pudo evitar y no hay fuerza
humana capaz de dominarlo en aquel momento, pero es que lo que la gente reclama
del poder no es eso, sino qué es lo que estaban haciendo cada uno en aquel
momento y por qué no se les vio en aquellos momentos en el puesto de mando, que
es donde se les necesitaba. Hasta el momento, el presidente Mazón no ha sido
capaz de responder dónde estuvo aquella fatídica tarde del 29 de octubre. Ha
dado ya 6 explicaciones distintas y cada vez que inventa una nueva, su
credibilidad baja inexorablemente. No para de decir, en cambio, que ahora en lo
que hay que ocuparse es en la reconstrucción, ingente tarea de la que el nuevo
vicepresidente ha manifestado que puede durar entre un año y un año y medio, para dejar las cosas,
más o menos como estaban. No digamos si se pretende modificar las estructuras
que
puedan enfrentar en mejores condiciones
nuevas danas, que nadie duda que las habrá en el futuro.
Y seguro que en eso puede tener razón, sin duda. Pero no
termina de enterarse que la gente no puede aceptar ese discurso si entiende que
lo que está haciendo con eso es tapar o eludir la madre del cordero y es, señor
Mazón, dónde estaba usted, justo en el momento en que tenía que estar en
primera línea, tanto si podía hacer algo por resolver lo que estaba pasando
como si no. Lo que cuenta, señor Mazón es lo que usted hacía aquella tarde,
cuando la gente empezó a ahogarse y usted no estaba a la cabeza. La gente se
sintió sola y abandonada a su suerte, sin un timonel que estuviera con ellos,
en las buenas o en las malas. No se canse. Por más argumentos que intente poner
en medio, lo que se le está pidiendo es que diga dónde estaba usted cuando se
le estaba necesitando desesperadamente. Sin esa respuesta creíble, no se canse,
usted no es nada políticamente.