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domingo, 27 de agosto de 2017

AGOTAMIENTO


         Cuando hace un par de meses nos zambullíamos en el largo y cálido verano anunciábamos la conveniencia de promover alguna forma de orden de vida que sustituyera a  la estructura escolar que, con sus más y con sus menos, significaba una organización del tiempo y de las actividades posibles a lo largo de la jornada escolar. Después de un par de meses de dimes y diretes nos enfrentamos a la última semana del nuevo orden que, con mejor o peor acierto, terminamos por instituir. Hemos tenido tiempo para darnos cuenta de los aciertos y de los errores de la organización veraniega pero, sobre todo, hemos tenido tiempo para saborear el agotamiento y el deseo ferviente de que alguien que no seamos nosotros, la escuela inevitablemente, se haga cargo de la responsabilidad de acertar o equivocarse nuevamente en la larga carrera de la educación.

         Probablemente no nos reuniremos entre los adultos para evaluar qué ha sido de todas aquellas propuestas que nos propusimos a finales de junio, qué nivel de cumplimiento y qué sería preciso corregir para el futuro. Esta evaluación sí la realiza la estructura escolar por puro método de trabajo, lo mismo al final de cada ciclo que al principio del siguiente. Seguramente eso es una ventaja metodológica sobre la estructura familiar pero no hay nadie que pida cuentas del cumplimiento de los proyectos familiares mientras que la administración de encarga de pedir cuentas a los profesionales de los resultados de la aplicación de sus propuestas así como del contenido de las nuevas para aplicar en el nuevo curso que está a punto de comenzar la semana próxima.  Aun admitiendo la ventaja de la estructura escolar no debiéramos renunciar a seguir los pasos en beneficio del resultado final, que es lo que importa en ambos casos.

         No todas las familias pero más de una y más de dos se sinceran en los primeros encuentros y reconocen que estaban hasta el gorro de verano y que aceptan la llegada del nuevo curso a principios de septiembre como un consuelo que los lleva a desentenderse de la primera línea de compromiso en la educación de los pequeños  que les venía pesando demasiado. Y es que, sin dramatismos innecesarios, no cabe duda que tirar del carro de la organización de la vida no es algo fácil. Todos somos capaces de ofrecer una secuencia brillante en un momento o en un día en el que nos encontramos especialmente dispuestos. Esto ya es meritorio, pero no deja de ser una secuencia aislada. Otro cantar muy distinto es salir airosos del desarrollo de la secuencia continuada del día a día en el que hay que casar los momentos en los que nos sentimos especialmente dispuestos con aquellos en los que no sabemos a dónde mirar para desaparecer del mapa porque estamos hartos y queremos inútilmente que alguien nos sustituya aunque sea por un momento. Pues la educación es la respuesta que los adultos y los pequeños ofrecemos a ese cúmulo de sensaciones que se nos mezclan en función de las respuestas que ofrecemos a los retos que la vida nos va planteando.


         No me parece que la familia deba competir con la escuela a ver quién se esfuerza más en estructurar la vida de los menores. Está claro, creo yo, que debe ser la escuela, que para eso se le paga, la que debe llevarse la palma. Pero eso no debiera significar que la familia organice la vida de espaldas a la escuela, ni viceversa. Son dos estructuras que tienen una enorme importancia en la vida de los pequeños y estaría bien que se miraran la una a la otra y cada una aportara al conjunto lo mejor que sepa. El conjunto seguramente lo agradecería de mil amores y nos podríamos dar cuenta de que todos podemos aportar a un asunto tan importante todo aquello que la vida nos da. Seguramente la semana que viene tendremos que encarar el nuevo curso y sus nuevos retos,  asumiendo que muchas personas se van incorporar por primera vez y otras que repiten ya no son las mismas porque el tiempo pasa y nos hace crecer para bien y para mal.

domingo, 20 de agosto de 2017

LÍQUIDO


         Cuando termine este ciclo de calor que espero que ya empiece a remitir, aunque sólo sea por las noches, habremos superado los treinta días con 40 grados o más. Desde que tengo memoria cada verano hemos tenido puntas de agobio en los que se han superado esas temperaturas. El cambio que se está produciendo es la persistencia del calor durante días y días. En esta tierra estamos acostumbrados a sobrevivir con esas puntas porque se trata de un calor seco y porque en general está el consuelo de la noche en que las temperaturas alcanzan los alrededores de los 20 y eso consuela mucho. Esas amplitudes térmicas tan acusadas hacen que el cuerpo no termine de acostumbrarse a vivir por encima de su temperatura natural durante tanto tiempo. Es verdad que los aparatos de aire acondicionado han venido a paliar en gran medida la sensación de desesperación que se vive cuando la temperatura no baja a intensidades más asumibles, pero también es cierto que no todo el mundo tiene acceso a esos medios.

         En el caso concreto de los pequeños, que son el motivo principal de nuestra atención, la particularidad estriba en que ellos no están pendientes para nada de si la temperatura sube o baja sino que se comportan en cada momento en función de las sensaciones que les va pidiendo el cuerpo y normalmente se  mueven mucho más de lo que sería conveniente. Por esta razón se hace imprescindible que sean los adultos a su cuidado los que deban estar pendientes de si en algún momento se desenvuelven adecuadamente o no según el ambiente que les rodea. Quizá en este sentido y para prevenir excesos que nos puedan dar un buen susto sería bueno que en estos días la presencia de los líquidos fuera permanente y estuviera en todo momento cerca de los pequeños. Eso no quiere decir que nos despreocupemos pensando que ya recurrirán los menores a los líquidos cuando los necesiten, porque esto no siempre se va a producir.

         Lo que sí quiere decir es que tenemos que estar pendientes para que beban agua con suficiente frecuencia como para que su agitado cuerpo disponga de líquidos de reserva y se evite en todo momento la temible deshidratación. Pero es importante que sea agua lo que ingieran y no cualquier otro refresco con suplementos de azúcar que no les quita la sed del mismo modo y que les hace ingerir aportes innecesarios de glucosa contribuyendo a una inadecuada alimentación y provocando obesidad en unas edades y en unas cantidades completamente inadecuadas. He detectado un anuncio muy en boga estos días que dice: Todos sabemos que hay que comer fruta cinco veces al día, pero como no tenemos tiempo podemos tomar en su lugar un buen vaso de este producto que tiene el mismo sabor que  la fruta. Lo que no dice, como es lógico es que con esa bebida se bebe mucho más azúcar que con una fruta entera y nada de la imprescindible fibra que la fruta lleva en su composición.


         Al mismo tiempo se hace conveniente la presencia del agua cerca de los pequeños para que puedan manipularla a placer. No necesariamente tiene que ser que estemos demasiado tiempo metidos en el agua. Lo que sí puede promoverse es que dispongan a la mano de cualquier recipiente que les permita mantenerse activos el tiempo que necesiten y cerca del líquido elemento, que les va a servir de regulador natural de la temperatura al tiempo que satisfacen su tendencia a la manipulación y al conocimiento de este elemento esencial de la vida. En los meses de invierno, al menos en estas latitudes, sólo se va a ver en el grifo y poco más. El líquido, por tanto, en una situación de temperaturas agobiantes como la que estamos pasando, se hace más importante que comer que, a fin de cuentas, con cuatro picoteos de aquí y de allá podemos resolver mientras el agua es la que nos va a proteger en mejores condiciones si mantenemos el contacto cercano con ella.

domingo, 13 de agosto de 2017

CRUDO


Hemos hablado otras veces de la conveniencia de que los pequeños, pese a pasarse más de dos meses de vacaciones, cosa que nos sigue  pareciendo claramente demasiado, dispongan durante ese tiempo sin reglar de algún tipo de orden en su vida para evitar que los días se los pasen de acá para allá sin encontrar ninguna forma de organización. Hemos llegado a sugerir y ahora insistimos de nuevo,  que  acercarlos a los productos de alimentación puede ser una buena excusa para hacer de su vida veraniega algo más que ver pasar el tiempo sin oficio ni beneficio. El criterio tiene la ventaja de que el proceso de alimentación tiene ocupaciones de interés para todas las horas del día. Desde la visita matinal al supermercado correspondiente o a la frutería de la esquina en la que nos vamos a proveer de los productos que consideremos necesarios para cada día, hasta la elaboración de las comidas que nos van a servir de sustento a la vez que nos ordenan la vida.

Hoy se insiste cada vez más en la conveniencia de alimentarnos con elementos crudos o a través  del mínimo proceso de elaboración con el fundamento de que llegan en mejores condiciones a nuestro proceso digestivo. Este criterio del cual participo por completo hace que todo el mundo de las ensaladas sea prioritario e imprescindible en nuestra alimentación. Hace más de 40 años que pusimos en marcha nuestra experiencia educativa en Granada y desde entonces no hemos dejado de proveer a los pequeños de un plato de ensalada como el primero del variado menú que venimos ofreciendo. Desde un hermoso de tomate pelado y picado con aceite y sal para que los que andan por el primer año vayan gozando del color y del sabor rojo, seguramente llevándoselo a la boca con sus propias manos, hasta los mayores de cinco años que se toman unas ensaladas que son verdaderas enciclopedias de alimentación en colores y en sabores.

Probablemente con este plato, que en todas las familias y sobre todo en verano debería ser el primero e imprescindible, tenemos al alcance de todos en su factura y en su consumición, al menos la mitad del cuadro alimenticio que necesitamos. Quizá falta por aclarar, porque ya estoy viendo algunas caras de escepticismo que no faltan en las personas que no están muy por la labor, hasta dónde alcanzan los niveles de rechazo de los más pequeños a determinados colores, olores y sabores. No les falta razón si de lo que estamos hablando es de experiencias nuevas porque es verdad que las novedades se digieren malamente al tenerlas que tragar sin conocimiento previo. Nuestra experiencia corroborada años tras año y generación tras generación que los alimentos que se van a ofrecer para ser digeridos sean previamente conocidos y manipulados por los pequeños desde el minuto uno acompañando a sus mayores en la tarea de la selección y compra hasta el aderezo y presentación de los platos a la hora de ofrecerlos en la mesa.


No sé si todos tendremos experiencias suficientes como las que estoy sugiriendo como propuesta para ordenar en alguna medida la vida de los más pequeños en los tiempos de veranos más alejados del orden escolar. Si es así, mejor para nosotros. Pero si, como me temo, todo esto que sugiero nos sonara a chino a más de cuatro sería una inmejorable ocasión para que, con el conqui de educar a lo más pequeños, encontremos los demás una  excusa razonable para alimentarnos con criterios más aceptables que los que habitualmente usamos, que muchas veces no nos separamos apenas de la sartén de los fritos en sus diversas variables, que no dijo yo que no estén sabrosos sus resultados en pescados, en carnes o en lo que quiera que sea. Ya sé que nos hemos educado en esa cultura y que es la primera inclinación que se nos viene a la mente, pero sí digo que este estilo de alimentación que propongo puede ser general, educativa  y mucho más digestiva  que la tradicional. ¡Total…, por probar…  ¡

domingo, 6 de agosto de 2017

FLOTAR


         No sé si hay muchas personas que hayan decidido leer lo que aquí se escribe y a la vez paseado a pleno sol de 45 grados. Por el Camino de Ronda en plena capital de Granada entre las cinco y las seis de la tarde con mi hija Elvira nos hemos visto levantando los brazos como si flotáramos, como si fuéramos en una nube que debe ser la imaginación quien la crea y quien decide que podemos pensar en levantar el vuelo mientras llegamos a la cafetería del barrio donde nos van a recibir con un maravilloso café y montañas de hielo que nos aten al suelo de la tarde. No se tarda mucho rato en cubrir la secuencia completa, quizá sólo el imprescindible para recordar amistades que en Las Palmas puedan estar tocando el Sáhara con sólo extender los dedos y para colmo pueden llamarse Nieves como final del contubernio. Todo eso puede dar de sí la vida en un momento.

         Con los pequeños se puede vivir del mismo modo pero es más difícil de explicar si uno no se separa un poco de la vivencia. Los pequeños viven con el cuerpo y con el alma. Sus vivencias tienen todo el valor porque no dejan ni un átomo de su integralidad sin poner en funcionamiento. Son vivencias de cuerpo entero. Por eso quizá lo que más conviene para pasar estas sensaciones tórridas del verdadero golfo del verano, que va del 15 de Julio al 15 de Agosto en donde las noches empiezan a consolar los sueños, agosto frío en rostro, es un buen recipiente con unos litros de agua para manipular a placer y un espacio suficiente como para no tener que andar dando la lata mojando suelos que luego necesiten secarse para que el resto de la familia se solace. Un buen patio puede valer, un lugar de arena cerca de la vivienda, la misma playa si la sombra cubre mientras la siesta les ha cubierto con su manto de sueño y ahora les permite un buen rato de húmedo juego.

         Tengo en el recuerdo muy vivo la primera vez que me vi cubierto de agua hasta el cuello, alrededor de los diez años. Iba con un grupo y hube de hacer de tripas corazón para que no se me notara la angustia del ahogamiento y los ojos que se me salían de las cuencas, sencillamente porque nunca había experimentado la sensación de flotar en el agua, un medio en el que, como se sabe, un cuerpo pesa mucho menos que fuera de ella. Sé que aquella sensación de ahogo la experimenté bastante más tarde de lo que hubiera sido conveniente pero la angustia es la misma y cualquier pequeño que con esa alegría es metido y sacado por sus familiares en plan de gracia, la está viviendo con toda su intensidad. A flotar también se aprende como se aprende a casi todo en esta vida. Lo que deseo insistir siempre es que muchas cosas son posibles pero que aprenderlas necesitan un tiempo y un cuidado porque hay mucha diferencia en aprender a flotar abrazado a un ser querido que a que te suelten en el agua completamente solo porque quien debe cuidarte ha decidido que todo el mundo flota sólo y que hay que soltar el miedo cuanto antes y mejor de golpe.


         Las primeras experiencias tienen siempre un valor emblemático que se queda impreso en nuestro recuerdo para siempre. A mí no se me olvidará aquella primera sensación de opresión en mi cuerpo y mi gesto desesperado que no sé si alguien vio pero es importante que las sensaciones básicas se produzcan en buenas condiciones. No tiene nada que ver el que aprendamos a flotar amorosamente y en brazos de alguien en quien confiamos a que nos suelten en el agua sin más y tenga que ser la propia desesperación la que nos impulse a flotar por puro instinto aprendiendo en un instante que no podemos confiar en nadie y valernos por nosotros mismos porque cualquiera que no seamos nosotros mismos es nuestro enemigo o le importamos muy poco y no mueve un dedo para facilitarnos la vida.