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domingo, 27 de mayo de 2018

INTIMIDAD



         Volvemos de nuevo a nuestro interior temático. Ya sabéis, la realidad en algunas ocasiones nos arrolla y nos obliga a desviarnos del camino, cosa que nosotros hacemos con mucho gusto porque nuestro camino no está trazado de antemano y somos nosotros los que decidimos la amplitud de sus contenidos. Al final, nuestras desviaciones tienen una influencia en nuestro tema central de primera línea, con lo que nuestra desviación no es más que un meandro que a sirve para enriquecer nuestro tema original en casi todas las ocasiones. También, por qué no, aceptamos un margen a nuestro derecho a equivocarnos, cosa que estoy seguro que pasará en alguna ocasión y que lo único que indica es que somos humanos y que lo como una cuestión de principio. El error es una forma de aprendizaje.

         Sé que el tema de la intimidad lo hemos tocado en más de una ocasión, lo tocamos hoy y estoy seguro que lo tendremos que seguir tocando en el futuro porque aunque hay cosas positivas que ya se pueden ver en los medios de comunicación como esas caras pixeladas cada vez que sale un menor, cabe pensar que con esfuerzo sigamos ampliando sus espacios de intimidad para que puedan vivir sin presiones de nadie ajeno a su mundo y crecer a su humor, conviviendo con otras personas de su edad, acertando y equivocándose en sus decisiones, con la tranquilidad de que su vida, en la mayor parte que podamos, sea suya y de los suyos. Este año hemos visto como una serie de jovencitas, hijas de personajes populares cumplían la mayoría de edad y la prensa del corazón les ha reservado todas sus portadas para que en veinticuatro horas se rompiera su intimidad, esa que habían tenido que respetar por obligación hasta el día antes. Como lobos voraces a la caza y captura de carne fresca.

         Pero también con todo el dolor hay que confesar que cada día son más los pequeños que vemos expuestos a la luz pública en las situaciones más diversas y de los que, hasta el momento, no encontramos manera de pixelar ni rostro ni comportamientos porque la responsabilidad recae en sus propios familiares y las leyes los protegen. Pienso en todo tipo de profesionales de alto estandin que nos cuentan con toda la tranquilidad del mundo cómo fueron sometidos a explotación desde sus primeros años y algunos han llegado a las diferentes cimas que la sociedad tiene preparadas en esa carrera sin fin del más difícil todavía que es el mundo de la competición. Siempre recuerdo a Mozart y a su hermana, a la que casi nadie se refiere cuando en realidad formaban pareja, que siendo niños eran llevados por su padre Leopoldo de acá para allá, como monos de feria y productos de exposición.

         Al final, por dramático que nos parezca, resulta que son sus familias los que los someten a un ritmo de machaque, que los hace brillar, los pocos que lo logran, al precio de haberse perdido su infancia, sus mimos infantiles y se convierten en cajas de caudales para sus propias familias, que son los que suelen administrar sus fortunas de las que ellos muchas veces no tienen ni conciencia. Ahora también estamos conociendo con profundo escándalo, la cantidad de abusos a los que han sido sometidos durante años por entrenadores que, con todos los parabienes sociales, actuaron con total impunidad sobre los menores y, una vez descubiertos los escándalos, las familias se apresuran a culpar a unos y a otros, pero no se ha oído la más mínima crítica a sus propios comportamientos y al error inicial de haber expuesto a sus hijos al arbitrio de extraños demasiado pronto. En mi pueblo se decía no por mucho madrugar amanece más temprano.


domingo, 20 de mayo de 2018

EJEMPLO



         Mi presente es este blog, no me cabe ninguna duda y ya veis lo que va saliendo. Parece que me voy exprimiendo gota a gota porque no quiero dejarme nada para mí. Lo mucho o lo poco que la vida me ha dado, que creo que ha sido y es mucho porque ya sabéis que me siento un ser privilegiado, quiero volcarlo en cómodos plazos semanales. Primero porque siento que se lo debo a la vida que fue quien me lo dio y después para que pueda aprovecharle a quien quiera y se moleste en leerlo y pensarlo. Lo que está pasando en España con las mujeres no tiene nombre. Algunos hemos vivido situaciones parecidas en otros tiempos y cuando las teníamos entre manos no nos dábamos mucha cuenta. En los primeros ochenta, mi compañera italiana Maria Rosa Pettri nos decía que queríamos que todo fuera demasiado de prisa. Parece que os queréis comer la historia - decía. Algo así pasa en este momento con el poder de las mujeres.

         La vida personal o la colectiva no avanza linealmente y uno más uno no son dos en la evolución. En la vida personal lo he visto cada día en los pequeños. En la colectiva ya voy teniendo una edad y también he protagonizado un par de procesos muy evidentes. Hemos hablado del sometimiento de las mujeres a la cultura patriarcal hasta el agotamiento. Tenemos ejemplos que parece que no hemos querido ver y el tiempo ha pasado como si no pasara nada y el argumentario estuviera adormecido. Un día aparece una manada cualquiera ofreciendo una agresión de las  miles que podríamos haber puesto encima de la mesa porque las tenemos de todos los colores y las compuertas de la historia se abren, la conciencia de las mujeres toma la calle por asalto y decide que es tan dueña de todo como los varones. No sé si lo hemos visto así, pero eso es lo que creo que está pasando.

         El gobierno ha decidido, para intentar frenar la avalancha, crear una comisión de expertos y cambiar la normativa y nos damos cuenta de que todos son hombres, como siempre y como casi todas las normativas. Parece que nos hemos puesto los ojos de ver sobre este tema. En pocos días la comisión se ha cambiado y ahora son quince mujeres y doce hombres. Otro día sale en la prensa que una serie de asociaciones profesionales se comprometen a no formar parte de ningún órgano de gobierno de nada en el que no haya mujeres. Casos que, en realidad, si nos ponemos a pensarlo, no es fácil explicar cómo veníamos asumiendo de otro modo, pero es público y notorio que las mujeres están ausentes de casi todos los órganos de gobierno de casi todas las empresas que forman el poder en una sociedad y eso no soporta la más mínima justificación siendo como son más del cincuenta por ciento de la población.

         Es muy difícil hablar cuando se está en plena vorágine y en este momento está hirviendo el tema. Cada día nos viene con algo nuevo que nos hace abrir la boca, no sé si de estupor  o de vergüenza de no haber sido capaces de verlo cuando lo hemos tenido delante de nuestras narices durante sabe dios cuánto. Pues este es el día en el que algún virus se nos ha inoculado y ha pasado a formar parte del presente. No es tiempo de argumentar demasiado porque nos hemos argumentado hasta el hartazgo. Es tiempo, eso sí,  de estar lo más serenos que podamos y movernos para recomponer el mundo una vez más y dar cabida en él a la mujer como parte activa de su estructura y asumir que nadie tiene que demostrar nada sino que, sencillamente, la composición del mundo no es correcta si la mujer no está presente y así se debe reflejar en su gobierno. Una noción tan simple en apariencia me parece profundamente revolucionaria. Sus consecuencias las iremos viendo de ahora en adelante pero son de calado.


domingo, 13 de mayo de 2018

GÉNERO



         El 8 de marzo vivimos en España un levantamiento de las mujeres a la conquista de la igualdad que ha sorprendido al país entero, incluidas las propias mujeres. Apenas resarcidos de esa sorpresa, una sentencia judicial sobre si es abuso o violación lo que cinco muchachos perpetraron a una chica de 19 años en las fiestas de San Fermín de Pamplona. La metieron en un recinto de tres por dos de grande y allí la penetraron hasta once veces entre los cinco, apodados entre ellos mismos "La manada", grabando con su móvil la hazaña. Después la dejaron tirada desnuda, le quitaron  su móvil y siguieron la fiesta como si tal cosa a raíz de los mensajes que se mandaban entre ellos. La chica, mientras tanto se repuso como pudo, buscó una comisaría y los denunció por violación. Al día siguiente, mientras ellos se las prometían tan felices, fueron detenidos.

         Acaba de salir la sentencia y las mujeres y muchos hombres con ellas, han salido a protestar porque dos de los magistrados han calificado el acto sólo como abuso y no como violación y un tercero ha emitido un voto particular afirmando que deben ser absueltos porque él no aprecia en el hecho más que jolgorio y consentimiento por parte de la chica. Hoy sigue la calle a grito limpio exigiendo, no ya sólo que se cambie la calificación de la sentencia de abuso a violación sino que se estudie el voto particular del juez que pide la absolución por si hubiera incurrido en alguna importante deficiencia de apreciación del hecho acaecido. De camino se reclama al poder judicial mayor sensibilidad de género porque esta sentencia no es más que la gota que colma el vaso de una serie de desaguisados que se han venido acumulando y que parece que no se terminan de ver con el equilibrio necesario.

         La educación, a fin de cuentas, es la que termina estando en el origen de todos estos desenfoques de mirada porque el ojo que termina mirando ve en masculino, tanto si es hombre como si es mujer quien juzga,  y ante cualquier abuso denunciado parece que sea la mujer la que tenga que demostrar su inocencia y someterse a la hora del juicio a todo tipo de requisitorias y preguntas  humillantes que demuestren que ella se defendió con claridad de la agresión denunciada. Lo más dramático es que este tipo de formas insidiosas de ver se aprecian en las personas adultas pero también en los más jóvenes porque da la sensación de que son los ojos los que andan viciados a la hora de mirar. No basta, al parecer con que una mujer diga no ante una agresión masculina y se convierte en dudosa si la ropa que lleva es demasiado corta o los labios demasiado relucientes o el escote prominente a juicio de quien tiene que calificar el abuso del que ha sido objeto.

         La posibilidad de vivir desde los primeros años en igualdad tanto niños como niñas, con cuartos de baño comunes y compartiendo las tareas que deban realizarse o los juguetes con que hayan de jugar sin ningún tipo de diferenciación ni discriminación por razón de género hace que el mundo que hoy conocemos se convierta al algo completamente distinto en el que las personas no se tengan que ver sometidas unas a otras por razón de sexo como en su día hubieron de abolirse otras diferencias por razón de su raza o por razón de sus inclinaciones sexuales. La manifestación de poder que ejercen las mujeres en la calle no es más que un grito por la acumulación de injusticias discriminatorias ejercidas contra ellas desde siglos y que hayan dado como resultado que los ojos se nos han viciado a todos hasta dejar de ver los acontecimientos con suficiente equilibrio. Una de tantas enfermedades que hemos heredado de la Historia y que ha llegado el momento de empezar a corregir.


domingo, 6 de mayo de 2018

CULPA



         Recuerdo los dramas de las familias, cómo se manifestaban a ojos vistas cada mañana, cuando tenían que dejar a su persona más querida en manos extrañas. Y mira que antes de que se produjera la primera separación real ya nos habíamos entrevistado varias veces para conocernos un poco y para intimar y hacernos cómplices porque íbamos a compartir un objetivo muy querido. Por este tiempo, una vez terminada la dificilísima selección hacíamos venir a algún miembro de la familia para rebajar en lo posible la angustia del abandono, presente en todos los miembros, si bien de manera distinta. Aunque la culpa era percibida de distintas formas, el desgarro que manifestaba la madre era incomparable y muy superior al del resto de los miembros. Tenía que ver sin duda con el hecho físico de haberlo parido, pero al mismo tiempo con el hecho cultural de que los otros miembros entendían que era la madre la principal afectada por la separación.

         En este país las cosas han cambiado mucho. Nos queda mucho camino por andar pero la posibilidad que se va abriendo camino de que los primeros meses de la vida de una persona, una vez reservado el primer mes para la madre por problemas de recomposición física del acontecimiento del parto, significan una revolución copernicana en la concepción de las responsabilidades. Creo que se va imponiendo este criterio muy lentamente y a base de una lucha casi contracorriente. La idea de que los primeros cuidados corran a cargo de alguien que no sea la madre parece que hay que meterla con calzador, incluso cuando la propia realidad nos indica que no es exactamente así. Los pequeños es cierto que desde el momento de ver la luz necesitan una serie de cuidados y atenciones sin los que no serían capaces de sobrevivir pero no tiene por qué ser la madre física quien se los aporte.

         Los pequeños no van pidiéndole el carnet a quien les atiende. Quien les cuide es su madre, sea quien sea y tenga la cara o las manos que tenga. Tanto la literatura como nuestra experiencia más cercana nos habla de diversas maneras de cuidado en los primeros tiempos y tenemos ejemplos para todos los gustos, desde los que nos hablan de abandonos sonados hasta los que hacen que los pequeños se sientan en su casa y queridos, tenga las arrugas que tenga la piel que los roza. Tendremos que decirlo claramente una y mil veces hasta que terminemos de entenderlo. A las personas nos paren nuestras madres porque así lo tiene establecido la naturaleza pero la crianza no tiene por qué ser de sus madres sino de toda la sociedad y nadie está legitimado para echar el culo fuera a la hora de aportar su parte de esfuerzo. Otra cosa muy distinta es que cuando todos abandonan los cuidados, es la madre la que termina por quedarse la última en cargar con un mochuelo que es de todos.

         Y también es verdad que son las madres las que más claramente manifiestan su sentido de culpa a la hora de dejar en manos ajenas a sus pequeños en los primeros meses porque no es fácil asumir por ninguno de los actores afectados que el problema de la crianza no es de nadie en concreto y es de todos al mismo tiempo. En la escuela hemos vivido sentimientos de culpa muy diversos y a veces angustiosos. O celos cuando la inseguridad de la familia ha sido muy grande. No es fácil, por ejemplo, ver cómo nuestro retoño llega a no echarnos las manos cuando vamos a buscarlo al terminar la jornada o se desprende de nosotros con alegría por las mañanas y busca otros brazos que no son los nuestros y nos deja compungidos y sintiéndonos culpables. No hay solución. Tenemos que entender que la responsabilidad es compartida y la culpa no resuelve sino que entorpece el desarrollo armónico de la educación.