Seguidores

domingo, 28 de mayo de 2023

VOTOAVOTO

 

         En sentido estricto, este 2023 por el que atravesamos dispone de dos citas electorales, con sus dos meses anteriores a cada cita, para cumplir las campañas reglamentarias. En total, con cuatro meses de trabajo electoral deberíamos resolver las dos citas previstas. Pero esto no deja de ser la teoría. La realidad, ya se preveía que iba a ser muy otra y que este año íbamos a tener elecciones hasta en la sopa. Vamos, que, entre unas cosas y otras, este 2023 podía haberse diseñado con una mesa electoral y una fila interminable de votos entrando por sus ranuras correspondientes. Tanto las señales numéricas como la urna, recogiendo sufragios, cualquiera de las dos, demostraría que este año sería el del voto, en cualquiera de las convocatorias que lo ocupan. Esta de hoy, la primera, que sería ocupado por las municipales y por las autonómicas, para finalizar con las generales, de Congreso y Senado que vendrán a completar un ciclo en el que, cuando el año termine, ser nos habrá puesto la cara de sobre de correos.



         No siempre los ciclos electorales tienen que ser tan seguidos porque el cumplimiento de los cuatro años de cada legislatura se han dividido de distintas formas, según la experiencia vivida hasta el momento, pero la de esta vez, entre lo que dicta el reglamento hasta completar con las malas costumbres que nos hacen alargar las campañas de manera exagerada, lo cierto es que un año como el presente, se ha convertido en argumentario interminable, no de programas minuciosos para que lleguemos al momento de votar con el conocimiento exhaustivo de los distintos programas en liza, que podría ser, aunque fuera pesado. La realidad se ha convertido en un conjunto de latiguillos que se tiran unos a otros y que todos tienen poco que ver con los argumentos de debían dirimirse en los distintos programas en liza. El total, por tanto, no supone un mejor conocimiento de los programas, sino más bien en el hartazgo de los eslóganes que unos se tiran a otros. Más bien se trata de un juego publicitario que pretende, no trasmitir un mejor conocimiento, sino hundir al contrario a base de frases con chispa con los contenidos más brillantes.




     A donde nos está llevando, por ejemplo, esta campaña tan seguida que nos atraviesa de parte a parte, no es a que veamos quién termina el año con mejor conocimiento de los programas adversarios, sino hasta las narices de las ocurrencias de unos y de otros a ver quién machaca antes y mejor al contrario para que los programas, tanto si son los mejores como si no, terminan imponiéndose, aunque sea por hartazgo. Al final vamos a llegar delante de las urnas, cuando nos acerquemos a votar, no con mejor conocimiento de los argumentos distintos sino con los latiguillos de unos sobre los de otros como si los fundamentos que compiten no son distintos a los que te puedes encontrar en los anuncios de la tele, en donde lo que cuenta es la musiquilla de la última frase que soltamos, inmediatamente anterior a la introducción del voto, tanto si responde a la verdad de lo que se cuenta como si no.



         Con los votos de hoy no sé si sabremos lo que defienden unos y otro para arreglar las calles o cómo va a ser el mejor servicio de transporte público para que sea más barato y eficiente, pero estoy seguro que cualquiera de los votantes puede ser capaz de desgranar un minucioso discurso sobre ETA y sus consecuencias o sobre la importancia del independentismo en el juego de mayorías sobre la construcción del estado que nos alberga o sobre lo que va a significar para el futuro inmediato según lo que venden los distintos asesores que se esconden entre bambalinas y que ofrecen los latiguillos finales como si la verdadera lucha en juego siempre se librara tras los líderes que hablan y estuviera compuesta de las agudezas de los asesores en la sombra que van ocultos tras las frases de última hora, las inmediatamente anteriores al más sonoro aplauso que debe terminar por imponerse en el último minuto. Yo sí os digo, para terminar, que sé a quién quiero votar y pienso hacerlo y lo tengo decidido desde hace ya bastante tiempo. Os invito a que me acompañéis. Feliz y húmeda jornada.  


 

domingo, 21 de mayo de 2023

COHERENCIA

 

         En este momento hemos rebasado ya la mitad de la campaña electoral y, el próximo domingo espero que podamos llenar las urnas de votos y terminar, por fin, de esta pugna dialéctica en la que hemos transformado una elección en la que, lo que se dilucida no es otra cosa que modificar quienes detentan el poder en los ayuntamientos y en las comunidades autónomas. Este propósito no es más que la teoría porque la práctica, lo que viene diciendo, y no es la primera vez, es una presencia vergonzante de la banda terrorista ETA, desaparecida hace ya 12 años, en los discursos de las fuerzas de derecha y el intento de modificar la ley electoral que aprobamos entre todos en su momento, según la cual deberíamos ilegalizar a los herederos de aquella ETA que nos amargó la vida durante tantos años y a la que entonces le prometíamos el oro y el moro en el momento en el que abandonaran las armas y, en vez de dedicarse a inundar el país a base de atentados, dieran carpetazo a la violencia y se incorporaran a la política normal, y corriente, como todo el mundo.



         Resulta que después de años y años de muerte y de amargura, un día amanecemos con la noticia de que la violencia se acaba, cosa que en aquel, momento nos parecía insólito, y este es el tiempo en el que pasan ya de 12 años que aquella noticia nos llenó de esperanza y el resultado nos dice que estamos con ETA en la boca a cada paso como si no supiéramos vivir sin aquella pesadilla que nos hacía la vida irrespirable y necesitamos aquel rosario de atentados que queríamos borrar de nuestra historia, pero sin los cuales no terminamos de acostumbrarnos a vivir. Nos comportamos como el borracho que busca quitarse de beber desesperadamente y, cuando empieza a conseguirlo, no habla de otra cosa que de sus antiguas borracheras. Vamos, como si en el fondo no fuera capaz de alegrarse de estar convirtiéndose en un abstemio y celebrar los beneficios de lo conseguido. Hasta podría haber quién pensara que muchos son incapaces de acostumbrarse a la situación que decían desear desesperadamente y les resulta imposible olvidarse de aquel drama y pasar página de una puñetera vez.



         En vez de andar dilucidando si las calles necesitan más limpieza o no, más árboles o nuevos autobuses urbanos y aprender a vivir sin las continuas referencias a las víctimas, cuyo silencio y respeto a su memoria reclaman  muchas de las propias víctimas y no hacemos otra cosa que andar con aquellos recuerdos que tanto detestábamos, como si fuéramos incapaces de vivir sin aquel drama que parecía interminable. La situación es muy sencilla. En vez de tener la lengua tan suelta para decir lo que debemos y lo que no, una vez que se renueve el parlamento, que no es el momento todavía, planteamos el cambio de la ley que proceda para que quienes defendían el terrorismo, queden automáticamente fuera de la ley y no se acerquen a los que somos buenos, que no paramos de decirlo, y somos dignos de todos los privilegios posibles. Podemos, incluso, negar el pan y la sal a quien conozca a algún vecino que haya hablado con familiares de terroristas, que los hemos visto más de un día y que lleve una insignia bien visible en el hombro derecho para distinguir con claridad entre los buenos y los malos, que es lo que hace falta.



         Puedo seguir inventándome barbaridades pero muchas de las estupideces que se escuchan no andan muy lejos de estas tonterías que se me ocurren esta mañana, aprovechando que bajan las temperaturas, a ver si a base de sandeces logramos, por fin, que llueva, que nos hace más falta que el comer. Se trata, sencillamente, de cambiar los ayuntamiento y las comunidades autónomas y ver si quienes deben seguir gobernando los próximos cuatro años deben ser quienes lo están haciendo hasta el momento o, por el contrario, muchos de los candidatos que se ofrecen deben acceder al gobierno y tomar los asientos de aquellos que han perdido nuestra confianza y deben dejar sus cargos ya. Todo este marasmo sobre el difunto terrorismo de infausto recuerdo,  resulta que es dentro de seis meses cuando debe entrar en litigio y dilucidarse en un sentido o en otro. No toca en este momento. Un poco de coherencia, por favor. 



domingo, 14 de mayo de 2023

ELECCIONES

 


         Entre unas cosas y otras, resulta que lo que queda de este 2023 concluirá, desde el principio hasta el final, bordado de  elecciones. Acaba de comenzar la campaña que nos ha de llevar a que dentro de 15 días se celebren las primeras: municipales y autonómicas. Cuando este primer proceso concluya, nos veremos abocados al siguiente, que nos llevará a finalizar el año con la renovación del poder con las generales. El año, por tanto, debe terminar con la renovación del poder en todos los ámbitos previstos en la Constitución por un nuevo periodo de cuatro años, que son los ciclos previstos en nuestro ordenamiento jurídico. Las mayorías de gobierno se habrán renovado o se habrán formado nuevas, una vez que el ciclo termine. Si se tienen en cuenta las expectativas, dentro de las que andamos revueltos, todo el año habremos andado como zascandiles, para arriba y para abajo, con lo que deberían presentar las distintas opciones de gobierno para que unos y otros podamos optar entre las posibilidades ofertadas.



         La verdad de cualquier campaña electoral debería parecerse lo más posible a lo explicado hasta el momento. La realidad, me temo, lo que dice no es eso sino que vamos a invertir todo el año en demostrar, de cualquier manera, que quien explique sus propuestas y logre demostrar que lleva la razón, tanto si es verdad como si no lo es tanto, con tal de que, al final del cuento, los mensajes mostrados hayan aparecido como los más cercanos a la verdad y el mayor número de oyentes así lo haya interiorizado, el resultado final debe verse reflejado en votos obtenidos por cada una de las opciones en litigio y su número transformado en representantes elegidos. Por ser simple, este proceso manifestado lleva, en síntesis, el fundamento de la convicción explicada y de su conversión en número de votos y espacios de poder a su disposición como consecuencia. Si unos y otros fueran limpios, los contenidos explicados en la campaña deberían reflejar los distintos programas que se ofrecen a los ciudadanos, quienes con su mejor conocimiento dispondrían de sus posibilidades de elección, una vez valorados los distintos contenidos ofertados.



         La realidad concreta que ha ido viendo la luz a lo largo de la campaña, seguramente no llega a tanto y lo que sucede es que cada opción estudia la mejor manera de mostrar el contenido de sus propuestas para que la ciudadanía lo pueda ver del modo más atractivo y logre que sea transformado en número de votos que puedan alcanzar, una vez que se produzca el recuento, cuando se cierren las mesas electorales y que los resultados de unos y de otros vean satisfechas o no las aspiraciones de gobierno con las que iniciaron las campañas. Este juego de convencimientos con que cada opción juega al comienzo tendrá que ser verificado en sus recuentos finales. Otra cosa muy distinta puede ser la decencia o no de los contenidos mostrados a la población sobre sus verdaderas intenciones, si bien es cierto que quienes oyen durante la campaña los argumentos de unos y de otros disponen de su criterio para discriminar sobre la coherencia o falsedad con lo que ha ido informado.



         Hay  campañas más pacíficas y otras más agresivas, en función de lo que unos y otros consideran que se juegan en los resultados. Los que esto del voto, algunos lo descubrimos una vez colados en la década de los 30, ya deberíamos darnos por satisfechos por el hecho de disponer de la capacidad de votar. Es verdad que los deseos pueden tener unos límites u otros y cabe que, una  vez alcanzada la capacidad de voto, sigamos deseando y no nos satisfagan muchos de los mensajes que escuchamos, en función de la distancia de sus contenidos con las realidades que nos cuentan. Me temo que ese perfeccionamiento entre lo escuchado y su distancia con la realidad que cuenta sea cercana o tenga poco que ver, va en el criterio de cada uno. Seguramente las distancias entre una cosa y otra, en esta ocasión, sean considerables, si la orientación nos la dicen los casi cuatro años tan agitados que hemos vivido desde 2019 en que comenzó la presente legislatura hasta cuando la demos por terminada, más o menos al final del presente año.       


 

domingo, 7 de mayo de 2023

CICLOS


         Con la noción de desgarros, que abrimos la semana pasada, comenzamos un ciclo que nos lleva a dividir la  vida en ciclos. Cada ciclo se caracteriza por destacar un acontecimiento por encima de los demás que están sucediendo de forma permanente cada día. A fin de cuentas, la propia vida no es más que un ciclo constante de acontecimientos que suceden de manera incesante y que, con su paso, dibujan el acontecer cotidiano. En concreto comentamos el nacimiento como el primer desgarro que nos define y nos separa entre vivir y no vivir. Podríamos decir, por tanto, que el nacimiento es el principal acontecimiento que nos define y nos separa  como seres sociales, que es lo que somos. Si muchos de nosotros apoyamos, por ejemplo, el aborto, como decisión exclusiva de la mujer, como dueña exclusiva de su cuerpo, que lo es, no es por un capricho que se nos antoja, sino porque un embarazo no es nadie desde el punto de vista social y hasta que se produce el nacimiento, la persona no adquiere su cualidad social, que es lo que nos define y nos hace objetos y sujetos de derecho.



         Hay en la vida otros ciclos que iremos definiendo y explicando en semanas sucesivas pero el primer acontecimiento que nos convierte en, personas y, por tanto, sometidas al ámbito de las leyes, es el nacimiento., Lo hemos definido como desgarro, tanto este primero como a los que van a venir después y van a seguir definiéndonos como seres sujetos y objetos de derecho, si bien es el nacimiento el desgarro primero y el más espectacular porque nos sitúa en la vida y dentro del mundo de las leyes, no por haber sido concebidos sino por el hecho de haber nacido. En la vida se van produciendo todo  un cúmulo de acontecimientos que nos van configurando para ser lo que vamos siendo desde el momento mismo de la concepción hasta el de la muerte, pero, aunque todos y cada uno forman parte de lo que llamamos vida, lo cierto es que no todos tienen la misma trascendencia. Para cada individuo sí que la tiene pero para el cuerpo social del que va a formar parte desde el momento en que nace, ciertamente no. Quizá por eso unos acontecimientos se destacan y otros no.



         Nos estamos refiriendo a la vida de las personas y quizá lo podamos ver con más claridad si nos referimos a los colectivos. Definimos la Historia en ciclos también y a cada ciclo le damos un momento de comienzo y otro de final, sabiendo de antemano que la división a la que aludimos en cada caso no se produce de la noche a la mañana. Nadie se acostó una noche en la Edad Antigua y al día siguiente se levantó en la Edad Media. Las divisiones las soportan determinados acontecimientos de mayor trascendencia, pero es el acontecer de cada día el que, a lo largo de tiempo ha ido modificando las costumbres y las formas de pensar, hasta poder diferenciar unas edades de otras, porque las evoluciones que se han ido produciendo sin que no demos cuenta, con el paso del tiempo, podemos llamarlos de una manera o de otra en función de que los cambios se han consumado y han sido asumidos por el conjunto del cuerpo social que los recibe.



         Es verdad que para encontrar una mejor comprensión de esos cambios nos centramos en determinados acontecimientos, que los asociamos a los cambios para comprenderlos mejor, pero no porque los cambios se produzcan de un momento a otro, cosa que no suele pasar. Un embarazo, por ejemplo, tarda más o .menos nueve meses en completar su ciclo y el nacimiento se produce apenas en unas horas, si bien el ciclo comienza desde el momento mismo de la concepción hasta que se consuma el nacimiento. También decimos que la Edad Antigua termina con la caída del imperio romano, pero esa caída, que es cierto que se produjo, no fue en un momento concreto sino que, poco a poco, Roma fue pasando de ser el punto de referencia para el mundo durante siglos, hasta ir perdiendo poder e influencia, al tiempo que otra serie de costumbre se fueron imponiendo en los países hasta que, poco a poco, hoy podemos reconocer que la referencia de Roma desapareció y otros centros de poder se fueron imponiendo y a ese cambio hoy lo llamamos Edad Media.