En
este momento hemos rebasado ya la mitad de la campaña electoral y, el próximo
domingo espero que podamos llenar las urnas de votos y terminar, por fin, de
esta pugna dialéctica en la que hemos transformado una elección en la que, lo
que se dilucida no es otra cosa que modificar quienes detentan el poder en los
ayuntamientos y en las comunidades autónomas. Este propósito no es más que la
teoría porque la práctica, lo que viene diciendo, y no es la primera vez, es
una presencia vergonzante de la banda terrorista ETA, desaparecida hace ya 12
años, en los discursos de las fuerzas de derecha y el intento de modificar la
ley electoral que aprobamos entre todos en su momento, según la cual deberíamos
ilegalizar a los herederos de aquella ETA que nos amargó la vida durante tantos
años y a la que entonces le prometíamos el oro y el moro en el momento en el
que abandonaran las armas y, en vez de dedicarse a inundar el país a base de
atentados, dieran carpetazo a la violencia y se incorporaran a la política
normal, y corriente, como todo el mundo.
Resulta
que después de años y años de muerte y de amargura, un día amanecemos con la
noticia de que la violencia se acaba, cosa que en aquel, momento nos parecía
insólito, y este es el tiempo en el que pasan ya de 12 años que aquella noticia
nos llenó de esperanza y el resultado nos dice que estamos con ETA en la boca a
cada paso como si no supiéramos vivir sin aquella pesadilla que nos hacía la
vida irrespirable y necesitamos aquel rosario de atentados que queríamos borrar
de nuestra historia, pero sin los cuales no terminamos de acostumbrarnos a
vivir. Nos comportamos como el borracho que busca quitarse de beber desesperadamente
y, cuando empieza a conseguirlo, no habla de otra cosa que de sus antiguas
borracheras. Vamos, como si en el fondo no fuera capaz de alegrarse de estar
convirtiéndose en un abstemio y celebrar los beneficios de lo conseguido. Hasta
podría haber quién pensara que muchos son incapaces de acostumbrarse a la
situación que decían desear desesperadamente y les resulta imposible olvidarse
de aquel drama y pasar página de una puñetera vez.
En vez
de andar dilucidando si las calles necesitan más limpieza o no, más árboles o
nuevos autobuses urbanos y aprender a vivir sin las continuas referencias a las
víctimas, cuyo silencio y respeto a su memoria reclaman muchas de las propias víctimas y no hacemos
otra cosa que andar con aquellos recuerdos que tanto detestábamos, como si
fuéramos incapaces de vivir sin aquel drama que parecía interminable. La
situación es muy sencilla. En vez de tener la lengua tan suelta para decir lo
que debemos y lo que no, una vez que se renueve el parlamento, que no es el
momento todavía, planteamos el cambio de la ley que proceda para que quienes
defendían el terrorismo, queden automáticamente fuera de la ley y no se
acerquen a los que somos buenos, que no paramos de decirlo, y somos dignos de
todos los privilegios posibles. Podemos, incluso, negar el pan y la sal a quien
conozca a algún vecino que haya hablado con familiares de terroristas, que los
hemos visto más de un día y que lleve una insignia bien visible en el hombro
derecho para distinguir con claridad entre los buenos y los malos, que es lo
que hace falta.
Puedo seguir inventándome barbaridades pero muchas de las estupideces que se escuchan no andan muy lejos de estas tonterías que se me ocurren esta mañana, aprovechando que bajan las temperaturas, a ver si a base de sandeces logramos, por fin, que llueva, que nos hace más falta que el comer. Se trata, sencillamente, de cambiar los ayuntamiento y las comunidades autónomas y ver si quienes deben seguir gobernando los próximos cuatro años deben ser quienes lo están haciendo hasta el momento o, por el contrario, muchos de los candidatos que se ofrecen deben acceder al gobierno y tomar los asientos de aquellos que han perdido nuestra confianza y deben dejar sus cargos ya. Todo este marasmo sobre el difunto terrorismo de infausto recuerdo, resulta que es dentro de seis meses cuando debe entrar en litigio y dilucidarse en un sentido o en otro. No toca en este momento. Un poco de coherencia, por favor.
Mi buen y querido amigo, tirando de inteligente ironía, has metido el dedo en una llaga que todavía, por desgracia, sangra mucho.
ResponderEliminarTema más que espinoso y doloroso, que no me atrevo a comentar.
Pero tienes toda la razón.
AHORA no es el momento. Ni el lugar...
Y las formas, se han perdido hace bastantes años, por desgracia, de palabra y obra.
Pues de nuevo, a votar, y que Dios nos coja confesados, aunque vayamos con toda la coherencia inocente del mundo.
Lo de inocente, es otra realidad, no nos engañemos... O somos tontos, o somos tontos...
Miedo me da.
Cuídate mucho.
Sabes que te quiero y admiro.
Besos 😘🫂
Totalmente de acuerdo, politólogo!
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