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domingo, 21 de abril de 2024

FERIAS


         Las tenemos de colores diversos, ni siquiera están tan lejos unas de otras, su contenido implica a grandes capas de población, mueven enormes cantidades de dinero y hay casos en que el jolgorio que implican parece no tener límite, la de Sevilla, por ejemplo, que puso su cierre anoche, sobre las doce, con el despliegue de fuegos artificiales, que espero que el tiempo les permitiera cerrar la semana a base de consumiciones a placer y con temperaturas de los 30 grados en adelante. No tengo datos de las últimas horas, pero sé que el cielo se abrió de par en par y, al menos por mi zona, Granada, recibimos un sonoro concierto de relámpagos y truenos seguido de una Dana que descargó agua con fuerza por zonas determinadas y, al menos, se llevó la vida de un pequeño de ocho años como tributo inmisericorde de las fuerzas de la Naturaleza que pueden hacer daño hasta cuando benefician. Espero que a los sevillanos les permitieran cerrar su semana grande con  el desmadre de gozo y señorío que nos han demostrado a lo largo de toda la semana que anoche concluyó.



         Pero hay otras ferias y suceden a la vez. En la interminable guerra de Rusia con Ucrania, que ya supera los dos años, estábamos pendientes que los EEUU libraran 60000 millones de dólares con los que podrían torcer el pulso a la correosa Rusia, que no me explico cómo acaba de encumbrar de nuevo a Putin hasta 2030 como si los miles de combatientes que va dejando muertos en Ucrania no le dolieran. El dinero se venía retrasando por problemas internos de los americanos y en Ucrania se estaban terminando hasta las balas. No sé si esta enorme cantidad de dólares que van a recibir en breve serán suficientes, por fin, para concluir un conflicto que parece eterno y que lleva enterrados a miles y miles de rusos y de ucranianos y que parece que lo que necesita no es más vidas de unos o de otros, sino más dólares que inclinen la balanza, por fin, hacia el lado ucraniano y haga volver a los rusos a su casa, a ver si terminan de darse cuenta de que el enemigo lo tienen en el Kremlin y no se acaba agrandando Rusia un poco más sino tratando de mejorar las condiciones de vida de su gente.



         Nos queda una nueva feria de sangre en Gaza que, por obra  y gracia del señor Benjamín Netanyahu lleva enterrados ya a más de 34000 palestinos, más o menos la mitad niños, con la excusa de terminar con Hamás, al que han convertido en el monstruo terrorista que asalta territorio israelí sin que nadie lo reciba y le pare los pies, teniendo el servicio secreto más famoso y eficaz del mundo. Todavía no se ha escuchado ni una palabra de explicación sobe cómo los terroristas de Hamás pudieron entrar impunemente en territorio israelí sin que nadie los recibiera como se merecían en aquel momento. El mundo sólo sabe lo que nos llega de información pero, por más cruel que resulte, no falta quien afirme que el desliz de seguridad monumental pudo ser debidamente permitido para que la respuesta israelí se desplegara a placer contra la población civil palestina y terminar con la franja de Gaza. Yo reconozco que me faltan datos para emitir un juicio solvente pero sí tengo ojos para ver lo que está pasando y comprobar que los palestinos no paran de morir y el señor Netanyahu no para de matar.



         Pues aquí dejo estos ejemplos de ferias diversas que se están produciendo al mismo tiempo y en espacios no demasiado lejanos. En la de Sevilla se van a batir, por lo visto, todos los record de asistencia y gasto, hasta el punto que ya se está pensando también si no hará falta reflexionar sobre algún tipo de control porque tanto éxito necesita equilibrar lo que se gana y lo que se pierde en el conjunto. Las otras dos muestras, cuyo contenido es más de sangre y de vidas humanas que de otra cosa, necesita que su análisis sea suficientemente profundo para encontrar las verdaderas causas de su inicio y quienes son los beneficiados de su desarrollo. Yo ofrezco los nombres de Putin y Netanyahu a los que parece que no les están resultando malamente ambas contiendas ni se les ve demasiado interesados en terminar con ellas.    



domingo, 14 de abril de 2024

EL CAMINO


         En el transcurrir de la vida no para de ofrecernos objetivos que se nos ponen delante y nos entretienen en el esfuerzo más o menos intermitente de lograr metas que nos proponemos. Anoche, a las doce de la noche se produjo el encendido de miles y miles de bombillas para inaugurar la Feria de Abril de Sevilla. Contemplando aquel fasto, que va a durar hasta el próximo sábado, echaba la vista atrás un par de semanas y todo lo que anoche era jolgorio y esplendor, por mor de la abundante lluvia que nos ha regado generosamente este año, se convertía en un drama inconsolable que anuló “la madrugá” de la Semana Santa, momento cumbre de escenificación religiosa y profana del ritual que se ha establecido. Seguramente muchas personas de las que aquella noche lloraban inconsolables por no poder lucirse por las calles junto a toda la parafernalia correspondiente, participarán, anoche y toda esta semana, aderezados con los trajes al uso y con toda la parafernalia correspondiente, manifestando el culmen de la alegría y el gozo sin fin dentro las 1000 casetas instaladas para tal efecto.



         Los datos hablan de que un millón de personas pasarán por el ferial y se moverán unos mil millones de euros a lo largo de los ocho días de Feria. Imposible dejar de recordar aquella pena sin fin de hace unos días frente a este regocijo desenfrenado en un plazo de tiempo tan exiguo. Parece que los participantes, más que personas con pensamiento propio, sean muñequitos que se mueven en un sentido o en otro y alcanzan la desesperación o el desenfreno en tiempo record. Hace muchos años, mi amigo Paco mandó un coche a recogerme a RNE para pasar una noche en su caseta, que yo desconocía y, cuando ese mismo coche me devolvió a las 6 de la mañana a la puerta de mi casa, saqué la conclusión nítida de que Santo Tomás, una y no más. A lo largo de mi vida, que ya no es corta, he huido de bullicios y, cuando he claudicado, como en este caso, para cumplir con mi amigo, la experiencia me ha confirmado que será difícil que se me pueda encontrar allá donde se aglomere una muchedumbre.



         Seguramente estará bien que estemos todo tipo de personas, con visiones de la vida y sus aconteceres diversos. Eso implica riqueza y diversidad. Un ilustre sevillano, Antonio Machado, que terminó muerto en Colliure (Francia), ya dejó dicho lo conveniente que resulta hacer camino al andar y dejar las estelas de nuestros pasos en los mares infinitos, a sabiendas de que no volveremos a pisar de nuevo lo que han sido las señales que hemos pisado por primera vez. Lo último que quisiera es que sonara a menosprecio mi actitud frente a otras manifestaciones posibles. Lo único que pretendo es valorar el camino frente a ningún destino y defender la diversidad de actitudes como elementos de riqueza frente a la intención de que todos hagamos lo mismo en un momento determinado. Sí preciso que, en mi caso concreto, mi espacio elegido será alejado de  las aglomeraciones y puede estar cerca de cualquier piedra del camino en la que reposar y darle vueltas a las cosas.



         Sé que podría haber centrado esta reflexión sobre otros temas, no me parece menor ni mucho menos el ataque de Irán en respuesta a la destrucción, por parte de Israel, de la embajada del Líbano, con la consiguiente muerte de varios militares iraníes, entre ellos un general. Irán prometió respuesta y parece que la está cumpliendo. El señor Netanyahu, primer ministro de Israel ya había avisado que devolvería el golpe a quien se atreviera a atacarle. Se ve que no ve las cada vez más numerosas manifestaciones de su pueblo reclamando que se dedique a conseguir que vuelvan de una vez los 130 rehenes que todavía tiene Hamás en su poder y que cumpla el derecho internacional con los civiles palestinos y permita que llegue la ayuda humanitaria para evitar la hambruna por falta de alimentos en vez de bombardear a los cooperantes que pretendían llevar comida a la población palestina hambrienta. He preferido reflexionar sobre nosotros y nuestras cosas por si somos capaces de limpiar nuestra casa antes de mirar la de nuestros vecinos.  


      

domingo, 7 de abril de 2024

GRACIAS, MARZO


         Después de todo este marzo de riego que nos ha resuelto el gravísimo problema de sequía que veníamos padeciendo, podemos respirar con cierta tranquilidad, al menos, un año más. Aunque le situación ha mejorado bastante, no podemos olvidar que la cuenca mediterránea, a pesar de haber aumentado sus reservas, todavía se encuentra lejos de la tranquilidad. Sería adecuado que, aprovechando esta mejora coyuntural, tomáramos cartas en el asunto y nos dedicáramos a dotar de un aumento de agua dulce a esta importante zona del país, bien dotando a la zona de alguna desaladora más, porque en ese espacio viven bastantes millones de personas y parece que el déficit hídrico que sigue manteniendo, tiene cierto carácter estructural. No parece muy razonable que, una vez que disponemos dc cierto respiro por el importante aumento de las reservas, nos  dediquemos de nuevo a olvidar nuestras carencias y, a la vuelta de la esquina, estemos de nuevo sacando los santos a la calle reclamando agua, como si este asunto pudiera resolverse con rogativas.



         Por lo visto se está estudiando cambiar la Semana Santa, ponerla en unos días fijos y que no dependa del año lunar. Las propuestas se encaminan a la segunda semana de abril, pero las estadísticas desmienten la idoneidad de la nueva fecha posible porque los datos indican que abril es el mes más lluvioso del año y los riesgos de que se mojen las procesiones podrían ser más altos que los de este año, por ejemplo. También hay que considerar que le Feria de abril se produce en la última semana del mes y apenas quedarían días libres entre el fin de la Semana Santa y el comienzo de la Feria. Seguramente este posible cambio de fechas se quede en nada porque las dificultades no parece que fueran a  disminuir si se produjera. Por otra parte, en años como este, a pesar de lo que digan las estadísticas, será difícil que en abril vaya a llover más de lo que lo ha hecho en marzo. Quizá sería más sensato no andar moviéndonos tanto al ritmo de las coyunturas y dotar a las zonas más proclives a la sequía, ahora que podemos respirar, al menos por unos meses más.



         Tampoco me parecería una temeridad dotar de acueductos estratégicos amplias zonas del país que ahora están desembalsando agua porque los embalses se encuentran por encima de los niveles de seguridad y desplazando esos excesos hacia las zonas que, a pesar de haber mejorado sus niveles de reserva, todavía se encuentran por debajo de lo que sería recomendable. Resulta un poco vergonzoso estar reflexionando sobre la conveniencia de dotar de mayor reserva de agua las zonas que más adolecen de ella, pero es que parece que tenemos los problemas delante de nuestros ojos, y este de la carencia de agua lo es, y nos dedicamos  a mirar de soslayo y no centrarnos en que este problema requiere una solución decidida, Creo que no es arriesgado considerar a toda la zona del Mediterráneo como más cercana al desierto que el resto y, por tanto, más necesitada de garantizar las reservas que precisa para su consumo, antes de que se nos eche encima una nueva crisis como la que acabamos de vivir y todavía nos colea.



         No sé a qué dios tendríamos que agradecer que hace un mes, una serie de humedales se encontraran completamente secos y en estos, momentos nos encontremos con la reserva de agua precisa para que los animales dispongan de lagunas suficientes para cubrir los descansos en los largos desplazamientos migratorios o sencillamente para que puedan revolcarse a placer y gozar del líquido elemento. Cuando hace un mes esos suelos se veían completamente cuarteados y pidiendo humedad a grito pelado. Lo primero que debemos es agradecer a marzo que haya propiciado ese cambio de situación tan significativo que nos permite al menos un año más de tranquilidad, a ver si mientras tanto, nuestra memoria despierta y se pone en marcha para resolver los problemas pendientes que la sequía deja por resolver en las zonas que han quedado más desabastecidas.    
    



domingo, 31 de marzo de 2024

METEOROLOGÍA


         Tenemos una sequía de las de órdago. Cientos de miles de personas andan surtiéndose de agua dulce a base de camiones-cuba, en garrafas de plástico y hasta en barcos. Las zonas más dramáticas son Andalucía y Cataluña sobre todo y, en general todo el arco Mediterráneo. Ya se hablaba de nuevas desaladoras para afrontar una sequía permanente, que es lo que se esperaba hasta hace un mes. Casi estaba diseñado un transporte masivo de agua desde las desaladoras existentes a los puntos necesitados más dramáticos con barcos, cosa que hasta ahora no hemos conocido más que de manera puntual. Algunos hemos llegado a quejarnos de que dispongamos de oleoductos para trasladar petróleo o gas allá donde se precisa y no dispongamos de acueductos para garantizar el suministro de agua donde es apremiante. La situación ha llegado hasta el punto de que muchos creyentes han decidido sacar a la calle procesiones en rogativas, a ver si por este procedimiento la intercesión divina actuaba y nos mandaba del cielo el agua como un maná. Esta fórmula se ha usado tradicionalmente, por extraño que parezca, con resultado desconocido.



         Pues he aquí que llega marzo, que hoy termina, se abren las compuertas de los cielos, estoy seguro que no por las rogativas precisamente, y el agua baja hasta nosotros en forma de nieve, de granizo o de chaparrones consecutivos y abundantes, si bien no por todas partes con la misma frecuencia e intensidad. Dicho así podríamos pensar que las rogativas pidiendo agua deberían haberse sentido satisfechas o repetirse en las mismas calles dando gracias a la divinidad por habernos satisfecho una necesidad tan apremiante, que nos tenía desesperados. Pero he aquí que la última semana que hoy acaba, los mismos creyentes que rogaban por el agua desesperadamente, se instalan en su Semana Santa y necesitan la calle por completo para conmemorar las principales secuencias de su religión y la propia agua que reclamaban con ardor, les impide ahora pasear sus vírgenes y sus nazarenos para mostrar los fundamentos de su fe y, ya de camino, recoger los dividendos del turismo masivo que daban por hecho.



         No diré que la divinidad que reclamaban los ha escuchado y les ha mandado el agua que pedían, porque en ningún momento he compartido semejantes creencias, pero sí puedo mostrar mi perplejidad contemplando lágrimas de dolor porque la tan deseada lluvia se haya hecho presente en forma de borrascas consecutivas que, cuando menos, vienen a paliar si no resolver, el dramático problema de sequía al que habíamos llegado. Ahora es el agua tan deseada la que, al parecer, molesta porque no está cayendo exactamente el día y la hora en que a nosotros nos interesa. Si ya somos capaces de llegar a semejante nivel de contradicciones en el que lo que pedimos no es que llueva cuando lo necesitamos sino que, para sentirnos satisfechos, la meteorología debe ponerse a nuestros pies y mandarnos el agua cuando nos venga bien, una vez que nuestros lucimientos personales se vean satisfechos con el despliegue de poder en las calles de toda la imaginería almacenada en las iglesias o bien nuestros bolsillos se forren haciendo el agosto, satisfaciendo a los turistas que nos abarroten para contemplar tanta parafernalia.



         Por mi parte no tengo más remedio que dar por buena cada una de las gotas que nos llegan y, a sabiendas de que la sequía no va a desaparecer porque la zona mediterránea, por ejemplo,  está recibiendo agua en abundancia, la necesidad acumulada es muy superior y será necesario pensar en medidas a medio y largo plazo para prevenir la desertificación que avanza implacable por efecto del cambio climático y hace falta cubrir las necesidades de la zona y de los millones de personas que la habitan. Quizá, incluso, la experiencia nos pudiera servir para aprender un  poco de realismo, suficiente para darnos cuenta de que la meteorología tiene sus propias leyes y todavía no ha llegado el momento en que podamos mandar en los vientos y en las tempestades. . ¡Un poco de humildad, por favor!.    



domingo, 24 de marzo de 2024

DETERIORO

 

         Más de una vez he plasmado en este blog una de las grandes lecciones de mi padre. Me dio muchas, él, que hablaba tan  poco. Pero una de ellas tenía relación con la guerra, ya que fue uno de los que la protagonizaron. Siempre contaba que el primer muerto es un drama, pero que la diferencia entre el muerto 1315 y el 1316 es prácticamente ninguna. Por muy dramático que parezca, terminamos acostumbrándonos a todo, es lo que quería destacar. Estos días la prensa nos ha informado de que una  niña de 13 años se ha constatado embarazada de tres meses en un  pueblo de España y su padre y el marido han sido detenidos por tráfico de personas al comprobarse que la operación se ha realizado a través de un desembolso económico de unos 3000 euros, que el marido ha entregado al padre. La niña ha quedado bajo la tutela del servicio de menores correspondiente. En el parlamento español todo el país ha oído a un parlamentario llamar criminal al gobierno. Podríamos seguir con ejemplos similares, desgraciadamente, porque atravesamos una época en la que tenemos la boca demasiado suelta y hemos decidido dar vía libre al desmadre y no hemos encontrado el límite.



         Los ejemplos que he descrito los he vivido yo en persona o he sido testigo, como millones de compatriotas. Lo malo que tiene cualquiera de ellos, no es ya que se hayan producido, sino justamente el hecho de que se hayan  producido. Una vez que podemos integrarlos a nuestra realidad ya no podemos negarlos por más que queramos, lo que quiere decir nuestro límite de degradación de la convivencia ha pasado de lo desconocido a lo cotidiano. Desde la primera constatación del hecho en adelante ya será imposible negar los puntos descritos como parte de la cotidianeidad que tenemos que afrontar en adelante. Los destellos que nos hayan producido u otros similares, que podríamos seguir enumerando, hacen que nuestra capacidad de deslumbrarnos se haya ampliado y si en cualquier momento, uno de los hechos mencionados se repite, nunca tendrá el mismo impacto que la primera vez. Ese es el problema.



         Cualquier primera vez nos mancha y nos modifica para bien o para mal, dependiendo de si el ejemplo nos deteriora o nos engrandece. Hace unos días, en el incendio del edificio de Valencia se produjo un hecho ejemplar en positivo y la prensa no paró de valorar la actuación del conserje por su diligente actuación, avisando a todos los vecinos que desalojaran sus viviendas cuanto antes, lo que pudo salvar vidas. O la del servicio de bomberos, rescatando a una pareja rodeada por el fuego en su terraza, acercándoles una doble grúa, mientras la que llevaba la manguera alejaba el fuego de sus cuerpos, para dar paso a la segunda que pudo recogerlos y ponerlos a salvo. Por eso quiero poner de ejemplo a primeras veces que nos engrandecen frente a otras que nos deterioran. En ambos sentidos tienen un efecto ejemplarizante, de modo que una vez producido se integra en nuestra vida haciéndola un poco mejor o deteriorándola un poco más. Por la cantidad que se producen, estos días los deterioros se acumulan, por el número y porque el Parlamento en el que muchos se producen, tiene un efecto privilegiado.



         No quiero darle demasiado sentido dramático. Que cada uno de los que participamos lo valore como crea conveniente. Lo que sí me parece oportuno es reseñar que la novedad de la primera vez tiene más valor: más grande, más vistoso, más profundo…, lo que produce un efecto ejemplarizante para quienes reciben el mensaje. Tampoco quiero  convertirme en un predicador de las costumbres, ni defensor de una determinada moral para un momento concreto. En todo caso, sí quisiera destacar la importancia indiscutible de las primeras veces para que los que, por alguna razón concreta, disponemos de un púlpito de privilegio, sobre todo, asumamos nuestra función de eco y nos preocupemos de lo que hacemos o de lo que decimos porque, una vez el hecho consumado, ya no es posible hacer que no se haya producido por más que queramos.  



domingo, 17 de marzo de 2024

ZAFARRANCHO


         Resulta que un grupo de curas de la diócesis de Toledo se comunican entre ellos a través de sus móviles y, medio en risa, medio en serio, se sugieren pedirle a San Pedro que se lleve al papa Francisco lo más pronto que pueda. Francisco, que parece estar preparado para su pronta partida por su avanzada edad, les responde a través de la prensa que le dan lástima y lo deja ahí. La secuencia queda abierta y se presta a todo tipo de interpretaciones, ninguna, a lo que  parece, demasiado santa. Si de algo conviene que estos profesionales miembros de la Iglesia deben dar ejemplo, no es precisamente de su espíritu evangélico. De estas alturas hacia abajo, no me parece que debamos escandalizarnos del zafarrancho en el que estamos inmersos. Una presidenta dice que le gusta la fruta cuando todos hemos visto, en vivo y en directo, que lo que está haciendo es llamarle hijo de puta al Presidente del Gobierno, aprovechando que va de invitada al Parlamento. Desde entonces, hace unos días, las referencias a la fruta andan de acá para allá, como Pedro por su casa, sabiendo todos que de lo que estamos hablando es de tirarnos a la cara los más graves insultos de que dispone la lengua castellana y nos reímos con el conqui de la fruta, como si se trata de una gracieta entre coleguillas.



         Del papa abajo ninguno parece que nos libremos en estos tiempos de ser objeto de odio de los unos para con los otros, poniendo las más profundas jaculatorias evangélicas patas arriba con todo el descaro y el cinismo que nos es posible. No podemos quejarnos de que nuestra convivencia verbal ande sumida en un lodazal  y de que nadie se preocupe lo más mínimo en dedicarnos los más crueles insultos con toda la hipocresía conveniente para que se entienda bien claro lo que se dice, disfrazando los contenidos de tenues caretas indefensas que no hacen sino agravar las verdaderas intenciones de los unos contra los otros. No sé si con tanta falsedad formal en nuestras costumbres aspiramos a alguna forma de entendimiento, pero con esas peladillas que nos enviamos, envueltas en el odio más descarado, no quiero pensar a dónde queremos llegar, construyendo el país en el que vivimos.



         No parece que sea la contención nuestra virtud más sobresaliente, sino más bien lo contrario. Nos hemos aprendido hasta dónde podemos llegar, insultándonos unos a otros y envolviendo toda esa palabrería que va y que viene, con términos que esconden nuestras verdaderas intenciones. Lo que queda como síntesis no es más que un cenagal en el que nos movemos. No parece que nadie se manifieste dispuesto a dignificar nuestro viejo castellano. Más bien al contrario. Afinamos nuestras voces para que quede claro hasta qué punto nos odiamos y qué lejos se encuentra cualquier forma de dulcificar nuestra capacidad de insulto, si bien encontrando en cada momento el más inofensivo envoltorio para que lo que realmente queremos trasmitir quede completamente oculto o disfrazado en las apariencias vistosas que nos hagan aparecer como no somos.



         Esta legislatura, por ejemplo, está mostrando toda la capacidad de hipocresía en nuestras relaciones a ver si el discurso ejemplar que debiera servir como bandera y guía para el conjunto, en realidad se convierte en una fuente de perversión lingüística que oculte lo que realmente nos estamos queriendo comunicar. No sé por qué me niego a cerrar este humilde texto sin llevar mi referencia a las intenciones más o menos jocosas de este grupo de clérigos toledanos para con la probable muerte, más cercana que otra cosa, del papa Francisco. Su respuesta me deja inquieto porque esa lástima que exclama no precisa demasiado sobre quien pretende que recaiga: si sobre sus frágiles hombros, sobre las ideas integristas que se derraman unos de otros, o sobre todos en general, que atravesamos un lodazal nada edificante, y nos coloca en este zafarrancho de falsedad que nos hace pretender una corrección  formal, pero la profundidad de intención no alcanza más allá de una mala uva sin cuento.  



domingo, 10 de marzo de 2024

MARZO LLUVIOSO


         Estábamos atravesando un invierno cálido y seco y nuestra alarma subiendo de manera preocupante porque los niveles de agua embalsada han descendido hasta niveles que no se conocían desde hacía años. Y cuando estábamos preparados para echarnos las manos en la cabeza como muestra de preocupación máxima, aparece marzo y se pone a llover y a nevar en casi todo el territorio nacional, no diré para resarcirnos de las deficiencias acumuladas, sobre todo en Cataluña y Andalucía, que andaban por debajo del 20%, pero sí de manera abundante, por lo que se plantea un final de invierno, francamente esperanzador. Aunque no se alcance para tirar cohetes, porque el déficit es muy pronunciado y puede que se necesiten años para alcanzar cotas tranquilizadoras. Las perspectivas, de todas formas, han cambiado de sentido y, por lo pronto, prometen.



         Dos acontecimientos, además, de primer orden, que requieren ser destacados también en marzo. El 8 DIA INTERNACIONAL  DE LA MUJER que cada año va tomando más presencia, hasta el punto que está llenando las calles cada vez más y nos está diciendo que la revolución de la mujer se impone cada año con más fuerza. Lo que en origen fue la manifestación de cuatro sufragistas, apenas testimoniales, frente al desprecio masivo de las fuerzas vivas que las miraban por encima del hombro, se han ido extendiendo y profundizando en sus reivindicaciones, hasta el punto de que se están convirtiendo en la revolución  más profunda que hemos conocido, porque afecta ni más ni menos que a la mitad de la población y los cambios que viene promoviendo significan un mundo nuevo en el que desaparezcan los hombres y las mujeres como los hemos conocido hasta el momento y sean sustituidas por las personas, sean del género que sean, iguales ante la ley y ante las costumbres, que van a significar un mundo nuevo al que hoy apenas si alcanzamos a vislumbrar las primeras señales y en el que todos tendremos que aprender a situarnos como miembros igualitarios.



         Mañana, día 11, se conmemora el 20 aniversario del más grande ataque terrorista sufrido por nuestro país, en los trenes de cercanías de Madrid, alrededor de las 7´30 de la mañana. El resultado, 192 muertos y más de 1500 heridos que sembraron de luto a España entera y que pudiéramos haber llorado con un solo plañido, como hubiera sido lo lógico, de no haber coincidido el atentado con los días previos a las elecciones generales del 14 de marzo. El gobierno de entonces tomó la decisión de asignárselo a ETA, que todo el mundo compartió en un principio, pero cuando los datos, pasadas las primeras horas, fueron dejando pistas, cada vez más claras, de que no se trataba de ETA, sino que apuntaba a Alkaeda y al mundo islámico, el gobierno decidió mantener la tesis de ETA porque le beneficiaba para las elecciones del día 14. El día 12 ya sabía el mundo entero que el atentado era obra de Alkaeda, y el gobierno pretendió mantener la autoría de ETA hasta que se produjeran las elecciones.



         La población fue siendo consciente de la gran mentira en la que el Gobierno pretendía involucrarnos para sacar provecho de los resultados electorales del día 14  fue tomando la calle y exigiendo la verdad. El resultado electoral, que el PP daba por hecho, se volvió en contra y encumbró a José Luis Rodrríguez Zapatero. La sombra de que hubo una conspiración contra el PP en la que pudiera estar involucrado el Partido Socialista se mantuvo en vigor hasta que se celebró el juicio, a pesar de que la sentencia condenó a los culpables y dio el caso por cerrado. Es más, este año se celebra el 20 aniversario de aquel trágico atentado y todavía hay quien mantiene viva la teoría de la CONSPIRACIÓN aunque los autores están cumpliendo condena, salvo los que se inmolaron con sus propios explosivos en un piso de Leganés que tenían alquilado para sus reuniones. Hay quien afirma que desde entonces se impuso la polarización en la vida política y todavía vivimos sin que gobierno y oposición hayan encontrado acuerdos básicos para suavizar su relación. 



domingo, 3 de marzo de 2024

FRUSTRACIÓN


         Podríamos decir que se ha puesto de moda la salud mental. Sé que dicho así no deja de ser una frivolidad como otra cualquiera. Lo que sí se aprecia es que, en este momento, se habla más de salud mental que en años anteriores. Parece que con el auge del COVIT y los cambios sustanciales de vida que trajo consigo, hemos caído en la cuenta que disponemos de una mente que se sustenta en una serie de rutinas que podemos identificar como forma de vida. Siempre hemos dispuesto de una estructura identificable y más o menos compartida, pero la costumbre de su cumplimiento nos ha llevado a desarrollar de hecho unos niveles de cumplimiento que podían vivir sin necesidad de afectar nuestros fundamentos. Desde el momento en que la pandemia entró en nuestras costumbres, parece que  nuestra estructura de comportamiento se vio alterada y empezamos a darnos cuenta de que nuestra vida entraba en crisis y nos abocaba a plantearnos una serie de frustraciones que afectaban a nuestro modo de ver el mundo y a comportarnos de una manera distinta a la que dábamos por conocida hasta el momento.



         Seguramente nuestras costumbres no cambiaron tanto por efecto de la pandemia porque nosotros seguimos siéndolos mismos y el contexto en el que nos tuvimos que desenvolver tampoco cambió demasiado. Pero es verdad que el simple hecho de que tuviéramos que cambiar las horas en que podíamos salir a la calle y pasar más tiempo recluidos  en nuestras casas nos forzó a un tipo de vida nuevo y hasta la estructura académica se vio modificada con muchas más horas en el interior de las viviendas y muchas menos  para convivir en la calle. Quizá no importa tanto cuantificar hasta dónde han alcanzado los cambios que se impusieron en aquellos momentos, pero fueron suficientes para hacernos ver que determinadas rutinas podían cambiar y que las frustraciones que ocasionaban los nuevos cumplimientos significaban poner en crisis el sistema de vida conocido. Nos vimos obligados a modificar parte de nuestro esquema tradicional.



         La pandemia no acabó pero la hemos integrado, de modo que la hemos afrontado como un hecho cíclico, como si se tratara de una gripe que necesita ser combatida en un periodo concreto del año, en otoño concretamente, y la hemos incorporado como una incidencia más con la que tenemos que aprender a vivir. Así lo hemos hecho como si el cambio se pudiera resolver con una vacuna. Los efectos de aquel cambio de vida fueron bastante más complejos que los estrictamente clínicos y, con el tiempo, los hemos visto aflorar en todos los sectores de nuestro comportamiento. Los hemos concentrado en la salud mental, en parte por los cambios que nos produjo la presencia de aquel virus, pero también en parte por nuestra resistencia a integrar las  frustraciones que significó en su momento el cambio de la forma de vida que teníamos integrada. Nos costó esfuerzo entonces integrar los cambios y nos cuesta en este momento volver a la normalidad porque, aunque no nos demos cuenta, la normalidad a la que volvemos no es exactamente la que dejamos.



         Nos hemos centrado en la salud mental porque sus consecuencias se han puesto más a la vista como efecto de la pandemia, pero también porque aprovechando los efectos de la pandemia nos hemos fijado más en problemas mentales que ya estaban presentes y apenas les hacíamos caso, pero aprovechando las incorporaciones específicas a las que nos forzó aquel tiempo de cambio, se pusieron de manifiesto frustraciones que tuvimos que integrar y las dificultades que significaban su incorporación a nuestra forma de vida nueva. No hay que tener miedo a las frustraciones que tenemos que asumir por los cambios que nos vienen dados. Nuestras posibilidades de adaptación son ilimitadas y nos permiten integrar nuevas formas de comportarnos o de pensar para adaptarnos a los nuevos tiempos que nos va tocando vivir. Aprender a aprender puede convertirse en uno de los grandes logros a integrar en nuestra forma de ser.   



domingo, 25 de febrero de 2024

FUEGO


         Esta semana hemos sido testigos en España de una secuencia insólita. Las televisiones ofrecen la noticia, como tantas, de un fuego que se produce en un piso séptimo de un bloque. Parecía un drama relativamente cotidiano que la intervención de los bomberos eliminarían de las pantallas en unos minutos, como siempre. Pero esta vez no fue así. A una velocidad completamente insólita pudimos presenciar en vivo y en directo cómo en menos de dos horas de reloj toda la edificación, formada por dos bloques de diferentes alturas y relativamente aislados del resto del barrio, ardían como una tea por las fachadas y desde ellas, achicharrando las 138 viviendas de la urbanización. Ante un hecho tan raro, los vecinos apenas tuvieron tiempo de salir como pudieron y salvar la vida. Hoy sabemos que la salvaron todos menos 10 que sucumbieron al fuego en los pisos más altos sin haber encontrado el modo de ponerse a salvo en los pocos minutos que tuvieron de margen. Mientras veíamos la enorme bola de fuego esperábamos, incluso, que el edificio se viniera abajo de un momento a otro. Hoy sabemos que la estructura sigue en pie, por ahora y que los técnicos están valorando qué se puede hacer con el esqueleto que queda en pie.



         El incendio comenzó a las 5´30 de la tarde y esa misma noche, 138 familias se encontraban en la calle, presenciando en riguroso directo cómo sus viviendas desaparecían pasto de las llamas y ellos no podían creer lo que estaba pasando delante de sus ojos. En realidad, los afectados estaban alucinados ante el espectáculo, pero todo el país no lo estaba menos delante de los televisores. Hasta los bomberos que luchaban por sofocar el incendio tan voraz reconocían que se sentían incapaces de dominar semejante siniestro que no tenía comparación con cualquier otro del que ellos tuvieran memoria. Y como si se tratara de una película de terror, todos fuimos testigos de cómo, en unas pocas horas, la vida les cambiaba por completo a esos 138 vecinos de ese barrio de Valencia.



         El drama sucedió el jueves y hoy va para tres días. Todas las autoridades se han acercado a ver con sus propios ojos si lo que sucedía era de verdad y, una vez comprobado, cómo se puede colaborar ante semejante drama, con centenares de personas delante, que no disponen ni de un cepillo de dientes que echarse a la boca, ni del carnet de identidad para certificar quién es y cómo se llama cada uno, o una simple tarjeta para sacar dinero y comprarse un bocadillo para la cena. Era como si la vida se les hubiera parado de pronto y les propusiera iniciar el movimiento desde cero, una prueba de fuego, nunca mejor dicho, a una serie de personas elegidas al azar, que acaban de nacer, cada una con la edad que cuenta y que se encuentran sin nada ante el futuro más inmediato, es decir, para la misma noche del jueves y, a partir de ahí, hasta el incierto mañana. Lo estoy contando y me cuesta creerme que vi lo que digo y que otros lo están viviendo en sus carnes.



         La cantidad de urgencias que se presentan para ser resueltas es ingente y la angustia de la inmediatez no tiene espera porque la noche se echa encima y hay que seguir viviendo. Se valora mucho la actuación  de los bomberos y de las fuerzas de seguridad. El conserje del bloque tuvo una actuación heroica yendo piso por piso para avisar que tenían que desalojar las viviendas inmediatamente, porque muchos no eran conscientes de la virulencia del fuego y, en aquel momento, su vida estaba pendiente de un hilo. El ayuntamiento ha ofrecido un bloque de 130 viviendas para poder realojar a los que han perdido sus casas y, mientras tanto, en hoteles para salir del paso. A la mañana siguiente del suceso, los vecinos inundaron los espacios disponibles de enseres de solidaridad, de los que consideraban más urgentes, hasta el punto de que los servicios de ayuda tuvieron que parar las entregas porque necesitaban tiempo para ordenar la avalancha de ayuda que iba llegando. La vida vuelve poco a poco y nos damos cuenta de que “nosotros, los de entones, ya no somos los mismos”.     



domingo, 18 de febrero de 2024

POLARIZACIÓN

 

         Esta palabra que titula el texto de hoy pertenece perfectamente a nuestra lengua. Yo la asocio al terreno de la ciencia y, como tal, se la ha venido utilizando con toda normalidad. La cuestión es que, de un tiempo a esta parte, se ha puesto de moda para denominar ese enfrentamiento casi irreconciliable entre las distintas opciones políticas. Lo que tendría que ser la saludable discrepancia en la defensa de opciones diversas sobre la interpretación de la vida, que formaría parte de la verdad de cada problema, no sería más que el conjunto de distintas opciones posibles, todas legítimas y necesarias para dar validez a la diversa realidad, que se completaría con las distintas interpretaciones posibles. El mal uso prolongado en el tiempo, da como resultado la situación de polarización que vivimos. Podríamos definir las distintas posiciones como partes o aspectos parciales de una verdad común, imprescindible sin cada una de las opciones posibles. No sé si el mal uso consentido y dilatado en el tiempo termina distorsionándose y haciendo que cada opción o interpretación de la realidad necesite, para reafirmarse, prescindir de cualquier argumento que no sea el suyo propio, con lo cual, el resultado final, necesariamente tiene que ser parcial e inexacto.



         Se entra en un bucle interpretativo en el que cada opción, perfectamente legítima por otra parte, adopta la costumbre de ignorar cualquier argumento que no sea el propio e intenta imponer una explicación sobre lo que acontece, que no tiene en cuenta más que su propia explicación, con lo cual los distintos discursos que tendrían que formar parte de un resultado final unitario e integrador, se convierten en argumentos excluyentes que ignoran todo lo que no forme parte de su argumentario, sencillamente y, por tanto,  en enemigo a batir. Si nos paráramos un poco y enfriáramos la reflexión de cada uno, tendríamos que concluir que no hay argumento que pueda salir delante de manera estable si no dispone de componentes de los distintos miembros en litigio y que ignorar a cualquiera de ellos, significa mantener vivo el conflicto, sin posible solución.



         De esta deformación de uso ha salido la polarización de marras y ahora andamos con ella debajo del brazo cada uno, ignorando el resultado ineludible. No hay resultado posible si no se cuenta con las posiciones de cada uno de los contendientes ni verdad duradera que ignore los argumentos de cada uno de ellos. No sé en qué momento se llega a enfrentamientos tan excluyentes. De lo que sí estoy seguro es que a base de excluir partes del discurso común no habrá manera de consensuar nada y, por tanto, el conflicto permanente campará por sus respetos sin solución a la vista. Dicho de otra manera: para encontrar un resultado que permita soluciones de futuro es imperativo bajarse del burro todos los componentes en conflicto, reconocer cada uno a su vecino y aceptar partes del discurso que no sean las propias para que los miembros en litigio se sientan integrados en el discurso final. De lo contrario no podrá haber ningún acuerdo porque el sector que se sienta excluido no aceptará solución alguna hasta que una parte de su argumentario no esté presente en la solución final.



         Podríamos decir, por tanto, que bien está la polarización para el campo de la ciencia, de la que nació seguramente, porque en el terreno político, todo lo que huela a polarizar llevará implícito el estigma de .la discordia, por afirmación del discurso propio y por exclusión o ignorancia del contrario. Lo estamos viendo en el mundo entero. Todo lo que no sea alcanzar pactos en los que las distintas opciones se sientan integradas de alguna manera, no pueden significar acuerdos de futuro. Es cierto que las soluciones integradoras suelen resultar incómodas para las distintas partes. Nadie puede sentirse demasiado satisfecho porque tiene que haber cedido un espacio suficiente para verse dentro del conjunto, pero sabiendo que partes de su verdad siguen pendientes. Me siento ridículo con esta explicación, que considero tan simple, porque no entiendo cómo no se entiende.



domingo, 11 de febrero de 2024

ADOPCIONES

 

         Esta semana hemos sido conmocionados  por la noticia de que dos hijos, de 13 y 15 años, han matado a su madre adoptiva de una puñalada en el cuello y, después, intentaron huir. Lo primero que se me ha venido a la mente ha sido el asesinato de Asunta Basterra, aquella niña gallega de 12 años, a manos de sus padres adoptivos, hace unos años. En ambos casos se hizo hincapié en la cualidad de adoptados de los menores. Las noticias no afirmaban en ninguno de los dos casos la condición de adoptados de los menores como determinantes en la tragedia pero el mismo hecho de que lo mencionaran sin más, hace que el sentido de la información, hace que quien  lo lee fije su criterio en esa cualidad, en el primer caso para responsabilizar a los padres de Asunta como si la niña no estuviera suficientemente querida y hasta envidiada por el punto de genialidad que, al parecer, manifestaba. En el caso de los dos hermanos ha quedado la imagen de que puede haber sido la excesiva rigidez normativa de la madre la que puede haber desencadenado la tragedia porque los rendimientos académicos de ambos, al parecer, eran muy buenos.



         Creo que sería justo desligar la idea de la adopción de los trágicos resultados finales en ambos casos porque, desgraciadamente, entre uno y otro caso, hemos tenido noticias de menores maltratados y muertos por sus progenitores con los argumentos más diversos, sin que la paternidad sea cuestionada por más que los resultados, en esos casos, hayan resultado lo mismo de trágicos. Tradicionalmente venían apareciendo en los medios el psicólogo de la Fiscalía de menores de Madrid Javier Urra o el Juez de menores de Granada Emilio Calatayud como expertos universales que nos hacían una serie de comentarios para informar al público ignorante sobre estos comportamientos extremos que nos conmueven durante el tiempo de vida que dura una noticia, cada vez más corto por cierto. En este último caso, el juez Calatayud no se ha hecho presente, a pesar de que sigue ofreciendo comentarios y hasta algún libro sobre las sentencias originales que en algún momento lo pusieron de actualidad..



         Estos hechos que nos alarman en un momento determinado, por su excepcionalidad y dramatismo, creo que debieran tratarse como situaciones posibles del mundo en que nos movemos, hablar de ellos, si se quiere, alejando lo más posible las situaciones extremas con  las que se muestran en los medios porque estoy seguro que si analizáramos con una cierta profundidad y rigor, podríamos aprender que protagonizar situaciones tan límite son las menos y se diluyen si las integráramos como partes de la normalidad de la vida, por más que en el momento en que se produzcan, nos puedan parecer insólitas. El transcurrir de la vida nos lleva y nos trae por situaciones que debiéramos compartir con detenimiento sin tener que ponernos las manos en la cabeza a cada paso, sobre todo porque la actualidad nos destaca cada vez más detalles que nos pueden sorprender y que en realidad se nos convierten en motivos de deslumbramiento repentinos, pero que terminan influyendo muy poco en nosotros, que vamos acostumbrándonos a todo, o, incluso, destacando siempre los picos atractivos de las noticas y menospreciamos el acontecer cotidiano de la vida, en el que  estamos la mayoría de los que vivimos.



         Mi propuesta sería que aprendiéramos a interesarnos lo más posible por los muchos ámbitos de normalidad, tanto si los conocemos por la prensa, cosa que veo difícil si adolece de algún motivo de impacto, o los conocemos cada uno por las propias experiencias que vivimos en nuestro ámbito más cercano. Seguro que podremos comprobar que son la inmensa mayoría de los casos. No digo con esto que las excepcionalidades, que cualquier día nos impresionan por su crudeza, debamos ignorarlas. Seguro que nos pueden ser útiles para saber que la vida nos puede sorprender en cualquier momento, pero sin  olvidar que el grueso de la información con la que vivimos, está compuesta de situaciones sencillas que nos ilustran y nos sujetan al mundo.     



domingo, 4 de febrero de 2024

AGUA

 

         No descubro nada si afirmo que estamos inmersos en  un ciclo de sequía. En otros tiempos también los hubo y, probablemente, las reservas hídricas no eran tan cuantiosas como las que teníamos almacenadas en pantanos. Quizá, por eso, hemos venido anunciando que las reservas descendían, sobre todo en Cataluña y en Andalucía, pero íbamos tirando de reservas hasta que hemos llegado a un nivel en  el que, las hayamos llevado a bajo mínimos y puede que hayamos llegado a un punto en el que tenemos que ver medidas que no conocíamos hasta el momento. Históricamente, si llovía comíamos y si no llovía, nos moríamos de hambre. Con el tiempo nos habíamos dotado de embalses y hemos acumulado reservas que han suavizado las sequías y hemos dado tiempo a que vuelvan las lluvias antes de verle las orejas al lobo, pero vemos que el agua no llega y las medidas tradicionales se agotan. Quizá también hemos llegado a pensar que no dependíamos tanto  del agua como dependemos y, en vez de moderar su uso, hemos llegado a pensar que todo el monte es orégano, y hemos llenado el suelo patrio de necesidades acuíferas y nos estamos quedando a cristo mío porque no llueve lo que necesitamos y porque cada día necesitamos más.



         No me voy a detener mucho en el descubrimiento de los acuíferos, con los que en origen no contábamos y, con el paso del tiempo, supimos que suponían un importante colchón para tiempos de vacas flacas. Aparte del socorrido recurso de salir en procesión para rogar a dios para que se diera cuenta de nuestras faltas y abriera las compuertas de una vez, como si la solución fuera llegar y topar. Ya las rogativas no se ven tanto, pero todavía se hacen presentes de vez en cuando. A pesar de que la ciencia nos ha abierto tantas puertas, todavía acudimos a la magia divina, por si acaso. Mientras tanto, la idea de moderación de las necesidades se ha ido alejando y, de hecho, nos comportamos como si el gasto de necesidades no tuviera límite y parece que nos hemos convencido de que podemos necesitar sin límite y la realidad nos está diciendo que de qué.



         Si las previsiones sobre el cambio climático se confirman, y parece que lo van haciendo, no es que hoy llueve poco y esperemos a mañana, sino que mañana lloverá menos y tendremos que acostumbrarnos a vivir utilizando menos agua porque los ciclos de lluvia se nos están secando, entre otras cosas, porque nuestras previsiones nunca se han moderado, sino todo lo contrario. Ya se habla de acercar grandes barcos a algunas desaladoras que hemos ido construyendo en lugares estratégicos, llenar los barcos de agua dulce y transportarlos a los lugares donde la necesidad es más apremiante. Nos resulta chocante la medida, sencillamente porque, hasta el momento, ni nuestras posibilidades lo permitían, ni disponíamos de sistemas de transporte que hicieran factible tal medida. Quizá un recurso semejante nos pueda permitir unos pocos días de margen para mitigar nuestras necesidades. Tampoco estaría de más que estudiáramos nuestras necesidades y viéramos si no hemos llegado demasiado lejos y pueda haber llegado el momento de pisar un poco el freno.



Las necesidades de gasto han aumentado tanto que no nos va a bastar con un sólo recurso y vamos a tener que usar de todas nuestras posibilidades, haciendo uso de nuevas maneras de ayuda y, al mismo tiempo, moderar los niveles de gasto que se convierten en escandalosos si miramos hasta dónde hemos llegado. No me considero capaz de discernir sobre los complementos que puedan ser necesarios en un futuro próximo o los aspectos susceptibles de moderación que se puedan acordar. Lo que sí parece cierto es que no parece andar muy lejos y los recursos de que nos hemos ido dotando, más los que hemos ido descubriendo, se van agotando por momenos y nuestras necesidades no disminuyen, sino todo lo contrario. Podríamos ser un poco humildes y aprender a  vivir moderando nuestras necesidades en aspectos que sean asumibles y acercarnos a los nuevos ciclos que nos impone la vida.