Seguidores

domingo, 25 de diciembre de 2016

DUDAS


         De pronto, no sabes muy bien por qué, una simple secuencia te pone en jaque, te hace dudar de todo y, a poco que lo pienses, eres capaz de creer que nada merece la pena y que en realidad estás  preocupado sólo de tu ego y el resto de objetivos que tanta motivación te habían producido cuando iniciaste esta andadura se pierden en el magma de una noche de frío o en la discusión de una cena que podría ser gloriosa pero que termina en miserable. Y al día siguiente, sin explicarte mucho las razones, te vuelves a sentar frente al ordenador y decides que todavía no te vas a callar aunque el cuerpo de lo pida porque la infancia y su causa general es más grande que tú, va a seguir presente aunque tú te calles y vale la pena colaborar a que no sea el silencio, tu silencio, todo lo que seas capaz de aportar a su causa.

         Sé muy bien lo que significa un día como hoy en el que por decreto de todos los poderes hegemónicos ordenan que felices fiestas, que alegría porque la Navidad es tiempo de esperanza y porque hasta tus argumentos amigos relativos al ciclo del sol que acaba de cruzar el solsticio de invierno y que cada día te va a ofrecer unos pocos minutos más de presencia hasta alcanzar su cenit allá por el 21 de junio en que la luz será máxima. Pues con todos los argumentos a favor esta mañana lo único que me mueve es mi compromiso conmigo mismo de estar presente en esta página y no tengo otro sostén que este puñado de palabras huyendo del silencio, que es lo que me pide el cuerpo. Y no sólo por las razones de que miramos las noticias del mundo y parece que se esconden las esperanzas de mejora. Cómo quitarse de la mente el espectáculo de Siria y esos niños deambulando como zombis por las calles sin saber ni a donde van.

         Pero no valen engañifas. Sé que puedo engañar a todo el mundo pero no quiero engañarme a mí. La maraña que tengo delante de los ojos y que me hace verlo todo borroso esta mañana no es de fuera sino interior, de distancia bien corta. Puede que roce incluso mi propia piel, que sea mi propia sangre la que intente noquearme esta mañana hasta dejarme completamente en silencio. He dicho muchas veces, porque lo creo, que hay temas que deben formar parte del discurso visible porque si no hay alguien que los mantenga públicos como si se trataran de mariposas de luz que se sublevan contra la oscuridad y el silencio,  es posible que termináramos hablando de la problemática del fútbol y sus millones y poco más. Esta mañana ni siquiera soy capaz de sostener si eso sería mejor para todos o no. Puedo incluso admitirlo pero todavía me queda algo dentro que me dice que los pequeños deben seguir presentes por encima o por debajo de nuestras propias miserias y que ellos valen mucho más que nuestras miserias personales y que yo no empecé este COMO NIÑOS para escribir hoy sí y mañana no.

         También he repetido y lo seguiré haciendo me temo, que no se trata aquí de estar ofreciendo ideas geniales ni recetas de comportamiento para mejorar la vida de los menores. Si recordáis, el empeño fundamental ha sido en todo momento y lo sigue siendo hoy en horas tan bajas que todo el discurso de la infancia se haga socialmente presente y compita con los grandes temas de actualidad porque raramente van a ser materia de primera página algún asunto relacionado con menores que no signifique un terrible suceso de un día sin tener claro si detrás de esa noticia se encuentra el morbo del suceso en sí o los deseos de mejora de las condiciones de vida para que esos sucesos no se repitan. De todo habrá seguramente. Vosotros mismos con vuestros propios ojos estáis viendo lo mismo que yo cómo arrastrándome palabra a palabra he resuelto mi compromiso de hoy cumpliendo la decisión tomada va ya para seis años. Mañana será otro día.

domingo, 18 de diciembre de 2016

RECUERDOS



         Antes de ayer, día 15 de Diciembre a las seis de la tarde, en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias de la Educación presentamos el libro sobre el Movimiento Freinet en Granada en el que un conjunto de personas, maestros, alumnos, padres contamos desde nuestra experiencia lo que significó la pedagogía Freinet y cómo, cada uno desde el ángulo en que le tocó vivirla, le dejó una profunda huella que, si hubiera que sintetizarla por lo que en la presentación se dijo, hablaríamos de libertad, de protagonismo y de una escuela viva.

         La idea había surgido tiempo atrás, de las compañeras Ana María Guerrero y Paqui Sánchez quienes se pusieron en contacto con los miembros que hace años formamos el Grupo Territorial de Granada del Movimiento Cooperativo de Escuela Popular, (MCEP)  pera que cada uno contara un poco de su experiencia personal como le pareciera oportuno. No todos han respondido pero los que aparecen en el libro desgranan lo que para ellos ha significado su encuentro con este movimiento pedagógico y cómo les cambió la vida profesional y hasta la personal. Se puede decir que en el libro no están todos los que son pero que sí son todos los que están. Algunos, incluso, han conseguido que alumnos suyos y hasta familias de alumnos participen y cuenten cómo vivieron ellos aquellos años en los que llegaban a la escuela y sabían que sus hijos no tenían libros de texto, trabajaban todo el día con ganas y querían volver al día siguiente.

         La Universidad de Granada ha tenido a bien incluir este libro en su amplio catálogo de publicaciones lo que significa que cualquier persona que pueda sentirse interesada por su contenido puede dirigirse a su departamento de publicaciones y hacerse con un ejemplar si lo desea. Más de una vez hemos acometido la experiencia de contar nuestras prácticas pedagógicas, bien en solitario o en grupo, pero nos hemos encontrado con que nuestro trabajo se agotaba en sí mismo y, una vez que la primera edición perdía vigencia porque no tenía detrás un soporte en forma de catálogo en el que cualquier interesado pudiera  localizarlo. En este caso, gracias a la participación de nuestro compañero Matías Bédmar, miembro de nuestro grupo y a la vez profesor de la Universidad se ha logrado que el Departamento de Pedagogía se interese por la experiencia y, a pesar de muchas dificultades de diversa índole, por fin ha visto la luz.

         Creo que el principal valor del libro es el de ser un testimonio verdadero de unas personas y de un momento histórico, de que una serie de escuelas fueron distintas y significaron una esperanza para la estructura y para las personas a las que les tocó asistir, bien de alumnos, de familiares o de docentes. Estoy seguro que puede ser de utilidad para cualquier interesado en la educación pero también quiero decir que cuando yo miraba a las cincuenta personas más o menos, que estábamos presentando el libro inevitablemente echaba en falta a los alumnos de la Facultad, futuros docentes que van a tener en sus manos otras experiencias profesionales y que deberían conocer las nuestras,  para seguirlas en el caso de que se identifiquen con ellas, o para ignorarlas y encontrar las suyas propias. Por nada del mundo quisiera que este libro significara memorias personales de viejos ilusos que siempre estuvieron un poco fuera de la realidad pero que ya son pasado.
         Allí se cuentan memorias reales de vida y la vida siempre es presente si hay quien esté dispuesto a hacerla presente cada día en su propio comportamiento y en su trabajo. Seguramente es necesario que aparezcan más escritos sobre estas experiencias unas de ayer y otras de hoy porque la vida sigue y ojalá sigamos defendiendo la llama del protagonismo,  para nosotros como profesionales y, sobre todo para los pequeños que aprenden los primeros pasos de sus vidas con nosotros. 

domingo, 11 de diciembre de 2016

COMERCIO


         No es la primera vez que trato el tema de la inclusión de los menores como reclamo de determinados productos. Durante todo el año aparecen determinados anuncios en los que aparecen menores en la promoción. Quién no recuerda en España aquel anuncio de Iberia en el que incluyó casi 200 bebés de menos de 2 años pegados materialmente al suelo a través de los pañales que llevaban puestos, anunciando las excelencias de su línea aérea. Sucede que las navidades, con los regalos de fondo son fechas especialmente propicias  para que los bebés ejerzan de agentes de promoción de primer orden. La mayor parte de las veces se tratan de regalos infantiles pero también para cualquier otra rama del comercio.

         Dos botones de muestra. Ahora en España está muy vivo el tema de fiesta de los toros sí o fiesta de los toros no, aparece un festejo taurino en beneficio de un pequeño con cáncer que confiesa que su ilusión en la vida sería ser torero y ya lo tenemos de bandera de los unos contra los otros a niñazo limpio. Ayer mismo un juez acaba de decretar prisión para un padre al que se le acusa de haber obtenido casi un millón de euros solicitados para hacer frente a los gastos de la enfermedad rara de su hija, que parece que es real,  pero que le han servido al parecer para que la familia pueda vivir con un alto nivel de vida. El juez les ha quitado provisionalmente la patria potestad de la hija y se la ha asignado a unos tíos de la pequeña mientras duran las investigaciones que tienen una pinta malísima porque están apareciendo datos sobre gastos que para nada están relacionados con los fines curativos para los que se solicitaban las limosnas.

         Sé que son dos casos un poco extremos pero creo que nos deberían servir para reflexionar sobre hasta dónde somos capaces de llegar y sobre lo fino que es el hilo que separa la decencia sobre otros calificativos que me resisto a pronunciar por andar los menores de por medio. Prefiero bajar un poco el listón del abuso y centrarme en la cantidad de menores cuyas familias, de manera entusiasta incluso,  los ofrecen para todo tipo de actividades comerciales para aumentar las ventas. Mi escándalo se centra desde luego en que sean sus propias familias las que los induzcan de manera entusiasta a que se conviertan desde sus primeros años en carne de explotación de cuyo beneficio no sé si ellos se aprovecharán en alguna medida pero los adultos que los rodean sí que se aprovechan desde el primer momento. Ante semejante espectáculo uno no sabe muy bien por dónde tirar. De quien tenemos que proteger a los pequeños si son sus propias familias las que las que trafican con ellos.


         Luego vemos de vez en cuando las pésimas condiciones en que se desenvuelve la vida de miles de niños que trabajan en basureros luchando por la supervivencia con toda la dignidad que tiene esa lucha por la vida, por más que sean miserables las condiciones en las que se desarrolla, y al parecer este abuso de tratar a los pequeños como agentes de venta para beneficio de los comerciantes o de sus familias o no se las califica de ninguna manera o incluso alardean de alguna forma de prestigio social. Uno piensa en las distintas varas de medir según los distintos baremos que apliquemos,  si nos afecta a nosotros o si les afecta a los de enfrente. Por extensión y sin extenderme no hay más que ver la cantidad de programas con niños de por medio que cubren tiempo televisivo, o sea dinero que va a los bolsillos de cualquiera menos de los menores.   

domingo, 4 de diciembre de 2016

CHAPUZA


         Los sinsentidos de los que algunas veces hablamos al comentar la estructura escolar dan como resultado puentes como este en el que estamos metidos que más de uno y más de dos lo habrán comenzado el día 2 de diciembre y pueden volver al trabajo  el día 13 si logran empalmar la Constitución con la Inmaculada sorteando los días 7 y 9, laborables a pesar de todo. Pero no se puede olvidar que las vacaciones de Navidad comenzarán, como muy tarde el día 23, alrededor de otros 18 o 20 días, con lo que entre unas cosas y otras, casi un mes de vacaciones  por la cara. Si lo que prevalece es el agobio del trabajo, cuantos más días lejos de él mejor, por supuesto. Pero si contamos con el trabajo como valor hacemos un pan como unas hostias.

         En reiteradas ocasiones nos hemos parado a reflexionar sobre las consecuencias del cambio de ritmo de vida para los menores, sobre todo como en esta época en la que hace un par de meses que comenzó el curso y a estas alturas se está consolidando una incipiente estructura de trabajo que, se quiera o no, significa disciplina, seguir el hilo de las costumbres que derivan de la implantación del programa, de los horarios y de las rutinas derivadas del día a día. Pues bien, cuando todo esto está todavía frágil porque lleva poco tiempo de implantación, por razones que mejor que no analicemos para no meternos en berenjenales, cortamos el ritmo y nos metemos de nuevo en pleno ocio sin venir a cuento poniendo patas arriba cualquier lógica de implantación de una mínima estructura de trabajo escolar y forzamos a las familias a que asuman las 24 horas de sus hijos como puedan o como no puedan.

         Tradicionalmente la conciliación de la vida familiar con las necesidades de la educación de los menores ha sido y en un problema que se resolvía con el sacrificio de la madre que terminaba abandonando el trabajo para dedicarse a la crianza de los hijos y todos tan contentos. Todos menos ellas naturalmente. La flagrante injusticia de esa lógica se ha visto superada por la idea de que todos somos iguales y de que los hijos tienen madre y también padre que resulta que no es ni más ni menos importante que la madre y que las necesidades de los hijos han de ser compartidas por razón de justicia y de dignidad. Y aquí arranca un problema que no tenemos resuelto de ninguna manera. El padre y la madre ahora pueden estar trabajando los dos a tiempo completo porque son muchos los compromisos a los que hay que hacer frente, con lo que los niños son de hecho criados por los abuelos cada vez en mayor medida y los padres apenas los ven. Si encima, como en el caso que comentamos, se trata de atenderlos a tiempo completo por la concatenación de puentes y por la frecuencia y longitud de las vacaciones, los resultados no sé por qué nos pueden extrañar si después nos arrojan datos de que no alcanzamos las cotas mínimas de conocimientos que cabría exigirnos.


         No seré yo el que defienda el trabajo durante muchas horas para los pequeños, ni mucho menos. Sí defiendo, por el contrario, y con toda la fuerza que puedo, la conveniencia de la estabilidad de la vida escolar, que no son sólo lecciones sino convivencia en sentido mucho más amplio, que permita a los pequeños sentir los beneficios de la vida con sus iguales, el nacimiento y la consolidación de amistades profundas y el desarrollo de proyectos comunes que los hagan acceder al conocimiento a través del trabajo en grupo. No debería ser demasiado pedir y nos permitiría mostrar una cara digna, que no sé de qué modo vamos a poder mirarnos al espejo con tanto puente y vacación alrededor.

domingo, 27 de noviembre de 2016

CONSECUENCIAS

         Si recordáis, el domingo pasado os dejé casi con la palabra en la boca porque tenía y quería asistir a una manifestación a favor de la infancia que se celebró en todo el mundo, aquí en Granada en la Plaza del Carmen, sede del Ayuntamiento, entre las 12 y las dos de la tarde. Y allí que me planté. Compartí con colegas y familias que asistieron con sus hijos a reivindicar dignidad de trato para los menores. Me gustó que esta vez no buscáramos alguna mejora inmediata como otras, cosa muy legítima por otra parte. Se trataba de una reivindicación de fondo. Algo parecido a un trato de ciudadanía para los menores que son personas y merecen el mismo respeto que cualquiera, aunque sus pocos años no les permitan exigirlo con voz propia. A su manera lo hacen, pero sólo para quien se moleste en escucharlos.

         Del encuentro, aparte del gozo de encontrarme con compañeros de trabajo que están cada día ejerciendo, cosa que siempre les da un plus de autoridad porque cuando hablan lo hacen del testimonio directo, también el encuentro con las familias que, las que asisten a estas convocatorias , y ya las conozco de hace unos pocos años, sobre cuarenta más o menos, emana de ellos una fuerza que uno no sabe muchas veces de dónde sale, que les hace asistir con sus hijos, bailar y cantar con ellos y compartir, sobre todo compartir entusiasmo e intenciones, las que correspondan en cada caso. En esta ocasión se trata de poner en activo lo que se ha dado en llamar PLATAFORMA O – 6 ES FUTURO  con el objeto de aunar fuerzas las personas interesadas para el mejor conocimiento de la infancia y compartir las problemas que su crianza lleva consigo. Los que quisimos nos apuntamos y yo dejo el nombre aquí por si le interesa a alguien ponerse en contacto y participar también.

         Mientras iba de un lado a otro saludando, una familia con dos niñas me miraba con gana de algo. Soy más tímido de lo que parezco y tardé un rato en ponerme suficientemente cerca para que la madre, una vez más la madre, me saludara. A través de ella saludé a la familia y a la hija mayor se le salían los ojos y la sonrisa y yo no sabía por qué. – ¿La recuerdas?, ¡Es Leire! Tenía tres años cuando cantaba contigo en el patio y tú le pellizcabas la cara y le decías… ( una de mis frases inconfundibles que no recuerdo ahora),  que todavía repite a pesar de que han pasado ya cinco años.
Yo miré a Leire y no pude por menos que darle un abrazo y quedarme pegado a ella, como un oso, que es el abrazo que reservo para  menores, con la certeza de transmitirles los sentimientos más profundos que  guardo hacia ellos y que les llegan directamente a través del cuerpo. Leire se aferró a mí y estuvimos un rato contándonos sabe dios qué. Cuando nos separamos nos miramos y no pude resistirme a traérmela en el móvil. Esta que veis es Leire. Me partió por completo una vez más, como sólo pueden partir a uno los sentimientos vivos de una persona limpia.

         La familia y yo nos quedamos un poco pasmados. No sabíamos qué decir, una vez que se había producido ese momento mágico que no acepta palabras. La madre me informó que iban a la escuela cada día porque su hija pequeña Carlota, a la que yo sólo conocí en aquel momento porque estaba presente con Leire, asistía y era ya el último año. Con eso puse punto y final a mi presencia en el acto porque no me sentía capaz de más. Después de Leire, me quedé impresionado no sé para cuanto tiempo. No puedo identificar el contacto concreto con Leire aunque sí recuerdo la secuencia del grupo que nos sentábamos en el patio en corro y cantábamos cada tarde las canciones que cada uno nos sabíamos mientras iban llegando las familias para llevárselos a casa. 

domingo, 20 de noviembre de 2016

MANIFESTACIÓN


         Nunca he creído en las casualidades. Sí, por el contrario, en que pasan cosas de las que somos incapaces de encontrar el hilo que las ha traído en el tiempo y en el espacio, pero eso es muy distinto. Mi encuentro de la otra tarde con Lucía es una de ellas. Nos paramos un momento para preguntarnos por nuestras cosas y me informó que hoy hay concentración en la plaza del ayuntamiento a mediodía a favor de la infancia. La última a la que asistimos se planteó como forma de parar el rum rum que se estaba formando para cuestionar una vez más la institución municipal granadina dedicada a la primera infancia, va ya para 35 años. Hoy no es el caso. Solo reivindicar la dignidad de este sector educativo que en los primeros ochenta del siglo pasado quedó un poco descolgado y sigue siendo el pobre.

         Encontré un buen motivo para dar sentido a esta mañana, una vez que esta página, que es lo primero, quede de cara a la luz y abarcando el mundo entero y comunicando sus contenidos con cualquiera que se sienta concernido. No es la primera vez que nos concentramos para levantar la voz por la infancia y creo que tampoco será la última pero la convicción de la dignidad educativa de los primeros años de la vida es tan profunda en muchos de nosotros, que estaremos presentes y apoyando la idea tantas veces como haga falta y esperando siempre que los poderes públicos se enteren de una vez de que los primeros años de la vida no pueden ser el pobre del sistema educativo al que hasta ahora se le ofrecen las migajas y el trabajo se centra más en atender los aspectos sanitarios y sociales que platean los más pequeños que son importantes y reales sin duda, pero que no son los esenciales.

         Si hay un sector de la vida en el que la inversión pública en su promoción y cuidado justifican el empleo de importantes cantidades de dinero, ese es el de los primeros años  porque durante el breve tiempo que dura se dirimen la mayoría de las capacidades que las personas van a poder usar y desplegar a lo largo del resto. Lo digo y de tantas veces como lo he dicho durante todos los años de docencia se me queda un cierto regusto a repetido pero no voy a dejar de hacerlo mientras mi convicción sea la que es y mientras la sociedad no termine de enterarse de que no habrá dineros mejor invertidos que aquellos que vayan destinados a facilitar y resolver las dificultades que plantea el crecimiento durante los primeros años de la vida de las personas. A la vez, por más que estas ideas se repitan siempre suenan a nuevas como si colaborar a la maduración humana en los primeros años tuviera y punto quijotesco, insólito y arriesgado.

         No quiero pensar que tenga que ver con que estas personas no votan y se puede pasar de ellas. Total, si algo no es adecuado, lo único que hacen es llorar. Pero no es justo y alguien tiene que levantar la voz para decirlo. Nos pasamos la vida argumentando la cantidad de dificultades que la estructura educativa tiene, las bajas calificaciones que nuestro sistema ofrece si lo comparamos con el resto de los países y el resultado claramente insatisfactorio que alcanzamos comparativamente pero estamos agarrados con uñas y dientes a una estructura y somos incapaces de soltarnos de unos  contenidos que a nadie consuelan y abrirnos a nuevas posibilidades que lo peor que nos pueden aportar es que sean tan malas como las que hemos soltado pero que yo estoy seguro que nos van a aportar satisfacciones que hoy nos parecen impensables. Cuando se ha trabajado con estas edades es imposible no haber visto que allí está la fuente del conocimiento y del futuro.  

domingo, 13 de noviembre de 2016

SUPERDOTADOS


         No sé dónde está la clave para que determinados temas adquieran carta de naturaleza y salgan a la palestra. Se habla de ellos como si fueran nuevos, aparecen los sabio pelotas de siempre explicando el origen, el ámbito de contenido que van a ocupar y todo el mundo tan contento. Al poco tiempo desaparecen y hasta otra. Si te vi no me acuerdo. Si no fuera porque mis años en la radio me dejaron bien claro que no surge ningún tema a la actualidad si no hay alguien por detrás que decide sacarlo, pensaría que es como una ventolera de verano que aparece de pronto y que lo mismo que surge se va y hasta.

         Podría estarme refiriendo a mil cosas y todas podían ser verdad pero me estoy refiriendo a los superdotados, esos pequeños que un día caen en las manos de algún maestro o psicólogo  que se cree que sabe mucho y después de un estudio de valor incierto, decide ponerles el apelativo de SUPERDOTADOS. Desde ese momento todo aquel que haya quedado ungido va a tener la vida entera para convivir con el dichoso nombrecito. Es posible que su familia lo segregue y aprenda a vivir con otro conjunto de seres tan ungidos como él y se acostumbre a vivir en un mundo que es sólo para los elegidos de, los que tienen que vivir en la cresta de la ola social porque han sido privilegiados por la fortuna y al parecer gozan de unas capacidades que sólo están destinadas a una minoría que, mira por dónde, se sitúan en  la parte alta de la tabla social y a los que hay que cuidar especialmente porque van a aportar a la sociedad los servicios más cualificados y los demás, la mayoría que no es superdotada, van a recibir a la larga, los beneficios de su influencia.

         Sé de lo que hablo porque un día yo también fui ungido aunque no pasó de ser una ventolera  en la que mi yo se hinchó un poco más de su tamaño habitual, que nunca fue pequeño, y no tuvo más consecuencias porque el paso siguiente de haberme aislado en una urna de cristal con otros privilegiados como yo no llegó a plantearse por razones económicas, que nunca fueron boyantes en mi familia. Percibí la marca de todas formas  y durante mucho tiempo me sentí infravalorado en los servicios que recibía de la sociedad porque mis capacidades, según me habían hecho creer, eran dignas de mejor destino que el de ir aprobando cursos poco a poco, como el resto de mis compañeros. Todavía ahora, en el declive de mi vida, percibo aquella marca como una señal que no me sirvió para acercarme más a mis amigos ni para hacerme una persona más servicial y sí para tomar conciencia de que mi capacidad estaba por encima del trabajo que estaba desarrollando y que la sociedad era injusta conmigo porque no me ofrecía todos los servicios para los que mi capacidad intelectual estaba destinada.


         Sabemos de sobra que cada persona tiene una dotación distinta a la del vecino pero la razonable diferencia entre llamarse Antonio o Gloria, Azucena o Fermín, Clara o José Luis, natural, rica y diversificadora no tiene por qué fabricar nuevos compartimentos en los que unos vivamos marginados de los otros, como si las normales injusticias de la vida no nos marginaran suficientemente. La estructura escolar debe tener la función contraria, la de hacer que todos aportemos al conjunto  lo que seamos capaces para que el conjunto sea el resultado del esfuerzo de todos y en el que todos nos podamos sentir integrados. Sé que hay personas con unas capacidades y otros con otras pero la vida nos va demostrando cada día más que de esa realidad incuestionable, lo peor que podemos hacer es separar a unos niños de otros porque el resultado seguro que va a ser perjudicial y empobrecedor para todos.


domingo, 6 de noviembre de 2016

DEBERES


         Las protestas son siempre señal de vida. Más de una vez he tenido que escuchar que por lo menos peleamos. La entrada de los occidentales en las casas cuna de algunos países del este tras la caída del muro de Berlín, la mayor impresión era de que los pequeños miraban a los intrusos y no hacían ningún gesto, ni de gusto ni de disgusto. Y esto viene a cuento de que en mi país, España, durante los fines de semana de noviembre se ha declarado una huelga de deberes. Oficialmente las familias se niegan a que sus hijos se pasen el fin de semana no pensando en otra cosa que en cumplimentar las tareas que les han encargado en el cole, como viene siendo habitual.

         Para una persona como yo, sé que no soy el único pero me gusta contarlo en primera persona, que se ha pasado toda su vida académica explicando la conveniencia de que los niños trabajen en su colegio, con sus compañeros y con sus maestros, y no poniéndoles trabajos para la casa sino desarrollando su labor en los espacios y tiempos adecuados, tal medida me produce una sensación contradictoria. Durante años he visto cómo mi idea y mi testimonio, ha sido ampliamente vapuleada por activa y por pasiva y en cada momento con argumentos completamente peregrinos, todos encaminados a la conveniencia del trabajo frente a los que nos tomábamos nuestra función más bien como una especie de broma en medio de la que los pequeños se dedicaban a jugar y a disfrutar de la vida que a producir conocimientos y a cumplir con un amplio programa de actividades propuestas, tanto si les gustaban  como si no.

         Sé que no he sido sólo pero sí que hemos sido, y estoy seguro que seguimos siendo, una importante minoría los que entendemos que la vida y la fuerza de afirmación personal de los pequeños, si se les permite, es capaz de cubrir los objetivos que cualquier programa puede trazar. He visto con mis ojos y durante largos años hasta el punto que creo haberlo aprendido, que aquella máxima de no me des pan, ponme donde haya es una verdad como un templo y se cumple cada día si uno está dispuesto a ponerlo en práctica. En mis comienzos docentes recuerdo con verdadera pasión cuando en clase nos poníamos nuestros propios programas de trabajo, organizábamos nuestros desarrollos curriculares y concluíamos con nuestra evaluación en asamblea. Aparte del hecho de sentirnos todos protagonistas de nuestro trabajo cada día y de saber que más de una familia amenazaba a los niños con que no fueran a la escuela como castigo no encuentro otras dificultades. La última, quizás, la de recibir un abrazo de alguien que me para el otro día por la calle y me dice ¿me conoces? Y yo lo miro a los ojos y le respondo ¡tú eres Íñigo Entrala Cuesta, cómo te voy a olvidar!.


         Estoy de acuerdo con que las familias se rebelen contra le hegemonía tan brutal que ha impuesto la vida académica, que parece que se quiere adueñar de todo el tiempo de los pequeños. También entiendo que los docentes se quejen del problema de que se pueda enfrentar el estamento docente con las familias pero lo cierto es que un aldabonazo de atención para manifestar que los pequeños son de ellos mismos y no de la escuela, tampoco de la familia, por supuesto. Si esta protesta va encaminada a que los menores se encuentren un poco más libres y sean capaces de entender que junto a ellos hay todo un mundo que los espera y que los necesita al margen de la escuela, me parece válida. Pero no me chupo el dedo y me doy cuenta de que un gesto como este también puede significar que los menores se sientan un poco más solos todavía y pierdan el pan y el perro. Entonces sería un nuevo desastre.


domingo, 30 de octubre de 2016

MUERTOS


         Empieza a quedar hasta anacrónico decir que esta noche pasada, en que para más inri hemos tenido que atrasar los relojes y encontrarnos esta mañana con una hora de más, el mundo católico en el que nos movemos festeja la noche de Todos los santos, del recuerdo a los muertos, vamos. Lo que pasa es que ya parece que eso es historia porque fieles a las leyes de la publicidad y del mercado lo que se ha festejado esta noche no ha sido otra cosa que Halloween,  impuesto definitivamente desde el mundo americano y haciendo que, aparte de que los jóvenes terminen integrados por completo por ese discurso dominante, releguen sus raíces cada vez un poco más al mundo del olvido y se distancien de los esquemas de comportamiento que venían vigente en esta cultura.

         Cuando yo era pequeño se festejaba el uno de noviembre como día de todos los santos y el día dos el de los difuntos. En realidad los dos días estaban dedicados a los muertos pero parece que el primero era para  los muertos de lujo y el segundo para los de andar por casa. En mi pueblo un grupo de niños nos instalábamos  en la torre de la iglesia y durante las 48 horas nos dedicábamos  a tocar a muerto cada media hora. En el campanario conocí  las lechuzas porque había un nido y pude comprobar la maravillosa suavidad de su plumaje. Nunca he tocado algo así. No me extraña que vuelen y que apenas se escuche su desplazamiento por el aire. Mientras algunos nos dedicábamos a tocar a muerto, otros nos paseábamos por el pueblo con una banasta  al grito de
                               Los angelotes,
                                Del cielo venimos.
                                Uvas y melones,
                                 De todo pedimos.
Con las banastas repletas de frutos de otoño nos manteníamos en lo alto del campanario durante los dos días de recuerdo a los muertos.

         Otro rito indispensable era la visita al cementerio en la que, mientras los adultos se dedicaban a limpiar y dar lustre a los espacios donde dormían el sueño eterno sus familiares difuntos, los niños recorríamos todo el marasmo de tumbas desordenadas,  ilustrándonos con nombres y edades que terminaban ilustrándonos con las costumbres y los tiempos del ayer. Recuerdo con toda nitidez que alguien que había muerto a los 54 años, por ejemplo ya era considerado como una persona mayor  y la categoría de ángel estaba reservada para aquellos que hubieran fallecido con menos de diez años. Algunos podíamos recordar cómo había sido su entierro con las cajas blancas y llenas de flores acompañando al muerto. Los cadáveres adultos iban con la caja oscura, cerrada y a hombros de cuatro o seis hombres. Los de niños eran llevados entre cuatro, pero sujetos con dos grandes toallas, abiertas y con un familiar llevando la tapa blanca para cerrarla en el último momento. Es un recuerdo muy claro porque la muerte de los niños era relativamente frecuente. Confirmo hoy cómo el valor de la vida no es el mismo que el de entonces, del mismo modo que no tiene nada que ver en este espacio que vivimos con el que se tiene unos kilómetros más abajo.


         No quiero que nadie piense que me estoy dedicando a valorar nuestras tradiciones del ayer por encima de las de hoy. Solo quiero dejar constancia de las que vivimos por si alguien puede tener interés en conocer de dónde venimos. Como no teníamos chinos donde comprarlo todo barato, pasábamos las tardes ahuecando con una cuchara los melones o las calabazas para, una vez limpios por dentro, rallarles en la corteza figuras simples que se hacían visibles por la noche, una vez que encendíamos una vela que le pegábamos por dentro en la base. Un hilo que permitía que los lleváramos colgando y a dar farolazos a diestro y siniestro por las calles. La muerte siempre ha sido y sigue siendo un enigma tentador que nos sigue teniendo en vilo.


domingo, 23 de octubre de 2016

ACCIÓN


         Aunque hablo de este país en el que vivo, España, estoy seguro que en el resto del mundo tendréis a vuestro alcance secuencias parecidas. En cada época se ponen de moda determinadas ideas fuerza con las que la publicidad se encarga de inundarnos para hacer valer determinados mensajes que interesa vender en ese momento. La idea de la juventud como valor supremo, la ecología y el mundo natural como paraíso soñado y al que hoy quiero referirme, la acción como máxima expresión de vida. Me gusta centrarme en puntos concretos porque me parece que resumen claramente la quimera y el sinsentido en el que nosotros mismos nos metemos. No sé si recordáis un anuncio de gusanitos que para su promoción, aparte de otra serie de sandeces que no tienen relación alguna con el producto, terminan el anuncio diciendo que son de queso natural.

         Uno escucha frases de ese calibre y ya no sabe cómo reaccionar. A la que me quiero referir hoy es de personas mayores que para mostrar lo bien que se conservan nos los presentan subiendo una escalera sin fin que suben sin la más mínima dificultad, o se dedican a tirar bocados a trozos de verduras para mostrar los dientes tan saludables o se ve a los abuelos jugando con los nietos y dándoles al balón taconazos que muestran que con ese abuelo no hay quien pueda. Se trata de vender juventud y salud, cosa frecuente pero ahora, un paso más: es que la salud se nos nota en que no podemos estarnos quietos y derrochamos vitalidad por los cuatro costados. Por eso aparecemos bailando sin pasar o corriendo kilómetros y kilómetros o jugando con los nietos y dándoles sopa con ondas con la vitalidad que derrochamos.  Con esos abuelos no sé hasta dónde van a llegar los nietos. Así, en realidad no hacen falta los padres para nada. Mejor que sigan trabajando jornadas interminables porque los pequeños no los necesitan mientras tengan abuelos que después de echarse las pomadas para combatir el dolor son capaces de comerse el mundo.

         Si uno se para un poco a pensar el sentido de la publicidad, mostrar cualquier producto nuevo y hacer que la gente lo conozca para que pueda comprarlo, verá rápidamente lo lejos que estamos del sentido inicial. Creo que vamos saltando barreras y ya mostramos productos que no sirven para nada que no sea satisfacer necesidades que hemos creado previamente. Recuerdo hace unos años que una cadena  de televisión se dedicó a promocionar  el cacao maravillao a base de una promoción intensiva. Los resultados no se hicieron esperar y comenzaron a solicitar el producto de manera masiva y oh sorpresa inesperada, oh desengaño cruel, el hombre feliz no tenía camisa. Pues aquí, lo mismo. No sé a quién se le ocurrió el experimento pero se tuvo que aclarar que aquel producto que se estaba pidiendo en respuesta a la campaña publicitaria resulta que no respondía a ningún objeto real y  que no se vendía más que humo. Más primitivo recuerdo aquel chiste del hombre que iba por la calle vendiendo ¡a peseta, a peseta! Amigo, pero qué vende. Pues nada, pero es barato.


         En esta ocasión me ha parecido pararme en la idea de la acción como salud, como fuerza vital y con el mensaje de que tenemos que correr por el mundo, bailar todo el rato, subir y bajar escaleras sin cuento como si tal cosa y todo para vender una idea de la vida que a alguien le interesa que interioricemos y es la de comernos el mundo a bocados lo mismo que somos capaces de comernos un trozo de verdura cruda sin que se nos mueva la dentadura postiza ni un centímetro. Al final la síntesis del cuento es que nos columpiamos en una vida cuyo arranque y cuyo destino no tiene nada que ver con la realidad sino con lo que le interesa a la estructura comercial en cada momento.


domingo, 16 de octubre de 2016

DISTANCIA


         Hasta donde sé la manifestación de afecto es la cercanía, la caricia, el susurro, el beso y la satisfacción de los cuidados que la persona dependiente necesita: alimentación, limpieza, vestido y sueño. Creo haber  contado en alguna ocasión, y si no ahí va, cómo un policía sacó esposada a una pequeña de cinco años que gritaba desconsolada porque era la hora de salir y su madre no había llegado. El centro no encontró, al parecer otra medida ante el mosqueo de la pequeña, que llamar a la policía y ésta interpretó que las esposas eran la mejor solución. Aunque lo parezca no creo que nos hayamos vuelto locos. Sencillamente tomamos un camino y, andando andando, cuando nos damos cuenta nos encontramos con que nos ha llevado a aberraciones de ese calibre.

         Nada sucede porque sí ni de la noche a la mañana. Hace años los niños vivían en la calle y era normal. Hoy, tratando de ofrecerles un clima más seguro, los pequeños viven recluidos en sus casas y para salir de ellas lo razonable es que lo hagan acompañados y a visitas controladas. Consideramos que esa vida es mejor, lo que no quiere decir que no tenga sus problemas. Los niños que viven en la calle, que los hay por millones en todo el mundo forman parte del drama general de la miseria y del abandono sin que su situación tenga nada que ver con ninguna forma de educación sino sobre todo con marginalidad. No creo que haya que argumentar demasiado el drama del abandono infantil y la ausencia de servicios por parte de los poderes públicos para que dispongan de unas mínimas condiciones de vida. Pero no decimos nada del régimen cuartelario en el que viven los que disponen de posibilidades materiales y muchas veces sólo de eso.

         Hemos primado la seguridad por encima de todo de tal manera que no sé si nos estamos dando cuenta de que estamos alcanzando cotas inusitadas de aislamiento y de incomunicación, como si las condiciones materiales por sí solas garantizaran la sensación afectiva de gozo y de la cercanía física imprescindibles para sentirse querido y para valorar la situación de vida como dichosa. Y parece que no tiene mucho que ver una cosa con la otra o, al menos, no hay una relación directa entre la satisfacción de las condiciones materiales y la sensación interior de sentirse una persona aceptada y querida. No quiero dar a entender que el empeño por conseguir mayores cotas de seguridad sea algo que haya que desecharse. De ninguna manera. Lo que sí digo es que ninguna particularidad en la vida, por sí sola,  es capaz de suplantar al conjunto de aspectos que son imprescindibles para lograr una sensación de bienestar, que está compuesta de muchas particularidades que han de producirse a la vez y en armonía.

         Aunque en este momento no tengo responsabilidades profesionales con la primera infancia lo cierto es que no soy capaz de imaginar el desarrollo de un proceso educativo en los primeros años de la vida que no pase por la cercanía física, por el roce, por las caricias, por los besos,  al mismo tiempo que por una responsabilidad en la disciplina, indispensable para que las normas básicas de la convivencia sean respetadas y todo el mundo entienda que necesitamos cumplir una serie de obligaciones si queremos vivir juntos. Lo que pasa es que si lo que vamos buscando es la seguridad absoluta y a ella estamos dispuestos a sacrificarlo todo, no me extraña que cualquier día nos veamos esposando a cualquier pequeño, sencillamente porque no nos obedece cuando nosotros queremos. No creo que aquel poli tuviera sensación de estar haciendo algo malo o inadecuado. Sencillamente no encontró otro recurso que estuviera en su mano para salir del embrollo en que lo había metido el centro que reclamó sus servicios.      


domingo, 9 de octubre de 2016

DEBERES


         Con el paso de los años me voy dando cuenta de que en educación como en moda o como otros aspectos, presentes en el devenir de la existencia, se van haciendo recurrentes. Siempre están presentes  aunque en unos momentos se acercan, en otros se alejan, se hacen prioritarios o casi desaparecen del discurso dominante. Así vemos modas que se vuelven a ver y que rompen,  cuando nacieron hace veinte años. Lo mismo pasa, por ejemplo, con el tema de los deberes entre los asuntos que conciernen a la vida escolar y ahora es un tiempo en el que hablamos de deberes por España como si el tema fuera nuevo y nunca hubiera estado en el candelero.

         Hoy lo que toca es decir que no hay que echar tantos deberes a los niños porque son demasiadas horas con la escuela a cuestas entre las horas de clase y la gran cantidad de encargos que han de cumplimentar en sus casas para llevar al día la cantidad de estudio que se les propone. Se adjuntan una serie de argumentos de índole psicológica por los cuales conviene seguir los consejos de eliminación de deberes, sobre todo en los primeros años de la escolaridad. No seré yo precisamente el que se ponga a defender los deberes aquí, cuando no los he defendido nunca ni se los he puesto a mis alumnos. Lo que sí hago es reirme conmigo mismo y reconocer que nos repetimos  más que las campanas del reloj de la iglesia de mi pueblo, que siempre  da las horas por dos veces por si no nos enteramos con la primera vez.

         Alguien que tiene influencia en el discurso dominante parece haberse dado cuenta de que no es verdad que el llevar a casa cada tarde una serie de obligaciones extras no quiere decir ni que aprendas más, ni que saques mejores notas, ni que tu educación sea más competitiva en los distintos ranquin s  internacionales que salen a la luz cada año y en los que, al parecer, no mejoramos demasiado por más deberes que impongamos. Pero esto a mi me suena ya a viejo. Allá por los setenta recuerdo una guerra parecida en la que los jóvenes maestros que nos habíamos incorporado a la docencia hacía poco logramos que desapareciera del mapa el concepto de deberes y los estudios dirigidos a los que se sometía a los pequeños como suplemento de sus actividades regladas. A los premios nóveles que habían de salir como resultado de tanto sudor nos cansamos de esperarlos en aquel tiempo y parece que ahora también nos hemos dado por vencidos.

         Es más, las cabezas más laureadas ,  que aportaron y siguen aportando hitos para el progreso científico o de cualquier otro tipo, fueron en su momento y lo siguen siendo hoy, personas que cubrieron su etapa de educación primaria, ignorados o enfrentados claramente a la estructura y no brillaron o progresaron directamente  marginados de los planes de estudios sin que el conocimiento de sus casos concretos parezca habernos llevado a algún tipo de reflexión que nos conduzca a modificar en alguna medida la estructura educativa en la que nos desenvolvemos. Con lo cual, lo único que con tanto vaivén parece que vayamos a conseguir es un pan como unas hostias, arreglar ahora, una vez más el asunto de los deberes para calmar los ánimos y esperar a que pasen otros pocos años hasta de que de nuevo nos pongamos a competir sobre quién sabe leer más y más pronto, si mi niño o si el vecino de enfrente.

         Seguiremos con nuestro discurso convencional y cuantitativo hasta que de nuevo nos demos cuenta de que nuestros nuevos niños se encuentran agobiados por desenvolverse en la estructura escolar que no entiende otras razones que de las de ofrecernos a los adultos una vida cómoda, aunque, como siempre, ignore a los pequeños y a sus manera de progresar y crecer.  


domingo, 2 de octubre de 2016

AVENTURA


Los nombres que aparecen aquí son reales. Me interesa que así sea para que yo asuma la responsabilidad de que estoy hablando de sucesos reales y de personas concretas. Al mismo tiempo aspiro, lo he dicho otras veces, a que mis textos tengan la credibilidad para quien se acerque a ellos de ser referencias ciertas de la vida. Como mis hijos son mis críticos más implacables, cosa que  agradezco para que no se me suban los humos, me objetan que alguien de los referidos se pueda sentir molesto. Hasta ahora no se me ha presentado ningún caso así pero si alguien me objetara preferiría decir que cualquier referencia con la realidad es pura coincidencia para que no se sintieran aludidos aunque el contenido creo que seguiría siendo el mismo.  De ese modo es como puedo pensar que estos trabajos y reflexiones tienen algún valor para mí.

         Maika acaba de tener una hija que le ha cambiado la vida a ella y a su familia. Todos los hijos lo hacen de alguna manera, pero la de Maika ha surgido a este mundo para poner a prueba a sus padres, al mundo, a la ciencia y seguro que también a ella misma y a la resistencia humana. Salió del hospital después de advertirles a los padres que no contaran con ella porque no tenía las condiciones mínimas compatibles con la vida y, desde que se encuentra en casa, cada día es un poema, como un mundo ganado para la vida. Estoy seguro que si en los primeros momentos la niña hubiera fallecido su familia hubiera sufrido un enorme desgarro pero también estoy seguro que cada día que pasa, si se produjera la muerte el desgarro sería más dramático porque ese ser que ha llegado a este mundo con tantos problemas para la actual medicina se va dotando de fuerzas para agarrarse a la vida que no le llegan precisamente de los conocimientos médicos, que por supuesto que tiene los últimos avances a su disposición, sino por el afecto que recibe y que hace que esa persona disponga de argumentos para seguir viviendo.

         Podríamos  detallar  los problemas por dar una idea de lo que hablo pero quizá no aporte mucho al contenido de lo que quiero enfatizar que no está relacionado con los avances de la medicina, bien conocidos por todos, aunque depende mucho del lugar donde hayan nacido. Hace dos día veía cómo un soldado rompía a llorar desconsolado cuando se vio con otra niña de un mes en los brazos que acababa de sacar  de los escombros de Alepo después de uno de los interminables bombardeos. Estoy seguro que cada contendiente en este cruel y larguísimo conflicto tendrá sus argumentos para sostener sus posturas pero no puedo entender qué argumento puede justificar una secuencia como esa. Podríamos poner más ejemplos de los dramas que nos azotan hoy y que no se fundamentan más que en la injusticia y en la crueldad. Quiero volver a la hija de Maika  centrándome en la aventura tan brutal que con ella ha entrado en esa familia y por extensión en todos los que van a tener relación con ella cada día de vida que cumple. Supongo que puede bastar como información el saber que los médicos le han insistido a la familia que no cuenten con ella.


         La vida es un milagro en cada caso. Algunos venimos diciendo algo parecido desde hace muchos años y lo hacemos desligándolo  de cualquier relación con las deidades que, con todo el respeto a quien no piense como nosotros, no nos incumben. Pero si cada ser humano es un milagro, que lo es por la cantidad de posibilidades que tiene para frustrarse y aquí tenemos al planeta abarrotado de milagros, ahora que tan de cerca me llega la problemática que aporta la hija de Maika, no se me ocurre más que ratificar la afirmación y ser consciente de que cada día de vida para esta niña es una aventura para todos, especialmente para los suyos.


domingo, 25 de septiembre de 2016

PRINCIPIO


         Junto a la puerta de mi casa  hay una frutería de la que me nutro habitualmente y mantengo una relación frecuente y fluida con las tres dependientas. Una de ellas está de baja porque acaba de parir hace un par de meses,  después de un embarazo complicado a lo largo del cual ha engordado muchísimo. No puede dar el pecho a su hijo que pesó menos de tres kilos al nacer porque los medicamentos que está tomando pueden afectar a su leche materna. Casi todos los días se pasa por la frutería con el carrito y con el bebé. Sus compañeras me dicen que está insoportable, que parece que nadie ha tenido un hijo hasta que lo ha tenido ella y que no hay más niño en el mundo que el suyo.

         Afortunadamente algunos usamos tiempo para hablar  con las dependientas de la frutería. Podemos preguntarnos por la salud y contarnos en cómodos plazos cotidianos las incidencias de nuestras vidas. Ahora se lleva la palma el hijo de la Johana porque todos los días aparece en algún momento y no para de contarnos la vida y milagros de ella con su hijo y de su hijo con ella. Las compañeras están hasta el gorro porque parece que no ha nacido ningún hijo en el mundo más que del suyo. Sé que no me pueden escuchar ni ellas ni la madre del recién nacido pero yo intento añadir detalles de los pequeños por si sirviera,  pero me doy cuenta una vez más que Johana, la madre primeriza,  no me escucha. Quizá no puede escucharme o tal vez es eso exactamente lo que tiene que hacer. No ve nada en estos momentos que no pase por su hijo. Las propias complicaciones de su embarazo, que no han sido pocas,  hacen que todavía se vuelque más en su hijo y sus compañeras, aunque no se lo dicen a la cara,  se quejan de que parece que no hay otro niño en el mundo  más que el suyo.

         Estoy seguro de que no es verdad pero tampoco es mentira. En la vida de una persona desde que es concebida se reproduce en cierto modo la historia del género humano y cada uno hemos sido lo único en el mundo al principio de nuestra vida. Nuestros apegos afectivos se han fundamentado en que para alguien hemos sido lo más importante del mundo y lo único. El paso del tiempo nos ha ido cambiando de lugar en la relación con los otros. Hemos ido aprendiendo que no éramos lo único que había en el mundo pero esa sensación de ser lo único nos ha fortalecido y nos ha aportado la seguridad imprescindible para crecer. El refrán nos dice que no hay mal que cien años dure, ni bien tampoco. A medida que crecemos, tanto nosotros como quien nos cuida,  nos vamos dando cuenta de que el mundo sigue ahí, que no somos el mundo pero que sí formamos parte del mundo y vamos asumiendo nuevos equilibrios en los que nuestro papel dentro del conjunto va cambiando.  De ser lo único que existe en los primeros momentos, por un proceso de desgarros permanente, nos vamos alejando de ese centro inicial mentiroso pero imprescindible para ocupar cada día un papel más alejado hasta llegar a ciertas edades en las que, sencillamente, desaparecemos del mapa.


         Sin embargo las primeras sensaciones no se olvidan jamás. La buena educación sería la que fuera capaz de ir aceptando los distintos papeles que la vida nos tiene reservados a medida que nuestro tiempo va pasando y llegado el caso, desaparecer sin dramatismo sino como parte de un proceso natural. En cierto modo eso es lo que hacemos, aunque no siempre de buen grado. Lo que más echamos de menos son justamente esos momentos en los que hemos sido todo para alguien y en cualquier época de nuestra vida podemos reclamarlo con pasión como si fuera el momento más deseado y que nunca terminamos de olvidar.