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domingo, 25 de septiembre de 2022

HUIR

 


         Hace más de 80 años que terminó la Guerra Civil Española y todavía no somos capaces de numerar los muertos que cayeron en la contienda. Se habla de un millón pero se trata de un dato muy poco fiable si tenemos en cuenta de que a estas alturas hay todavía grandes grupos de ciudadanos interesados en que hubiera pocos muertos, fuera la verdad la que fuera. Lo mismo podemos hablar de los defensores del otro bando, que no tienen empacho de tirar de los números hacia arriba, tanto si responden a los datos reales conocidos como si no. Como no puedo pensar que la guerra española tenga nada de especial, dalo mismo cambiarle el nombre y llamarla Segunda Guerra Mundial, Vietnam, Afganistán, Irak o Ucrania Una vez que tenemos dos bandos en conflicto, la única certeza a la que podemos acceder no es a la verdad, sino a las tesis que defiende cada facción con los argumentarios que se despliegan por cada parte. De lo que se trata por cada parte es de defender su razón y negar al contrincante. Pura propaganda para afirmar mis argumentos y descalificar todos los demás.



         Parece que en el conflicto de Ucrania, Rusia anda de capa caída, aunque nadie es capaz de hablar de muertos y precisar los datos más allá de lo estrictamente publicitario. Sabemos, eso sí, que ya se trata de miles por cada una de las partes, pero nada más. También hemos conocido que algunas cárceles rusas se han desalojado para enviar a sus presos a combatir a Ucrania. Lo último es que el Señor Putin ha dispuesto convocar a 300000 reservistas rusos para suplir las bajas y para ampliar las zonas ucranianas que Rusia pretende ocupar. Debe ser verdad, no porque lo digan las autoridades sino porque, de pronto nos encontramos en la frontera finlandesa más de 30 kilómetros de cola de coches rusos huyendo de su país para que sus ocupantes no puedan ser reclutados para la guerra. A través de Radio Macuto nos enteramos también de que en Rusia se hacen consultas sobre cómo partirse un brazo para librarse del reclutamiento. Estos datos son más fiables porque surgen de los que sufren los efectos y no de los que elaboran las disposiciones.



         Por el otro bando las cosas no andan mucho mejor. Aquí nadie habla de paz. Los ucranianos cada vez claman con  más fuerza para que les llegue de occidente mayor cantidad de armamento y de mayor precisión. Mientras tanto, los telespectadores del mundo no vemos más que enormes cantidades de hierros inservibles y ciudades completamente devastadas por los tanques y por los misiles. El otro día apareció una fosa común, como si fuera la única, con más de 400 cadáveres ucranianos, quiero suponer que para exacerbar los ánimos occidentales contra Rusia. Del punto de vista ruso sobre el asunto de la guerra no nos llegan más que las protestas, más o menos significativas, que se producen. Parece que se trata sólo del señor Putin, que en cada momento se saca del bolsillo la disposición que corresponda para defender sus tesis. Como si nadie apoyara sus puntos de vista, dentro de Rusia.



         Lo de que estemos viendo cómo muchos rusos huyen de Rusia nos dice que es posible que sus autoridades se estén pasando unos cuantos pueblos con el asunto de la guerra, que ellos nunca han reconocido, pero poco más. Sí sabemos también la cantidad de material que se están dejando en las calles de Ucrania, no sé si porque ya era inservible o porque su industria no compite en condiciones de igualdad con los ingenios que llegan de occidente para ser utilizados por el ejército ucraniano. Igual la mejor respuesta a unos y a otros es la de huir cada uno de donde corresponda y dejar que los que establecen las leyes se pongan a defenderlas en las calles y junto a los explosivos de ambos bandos. Así los telespectadores podremos ver en vivo y en directo cómo los contendientes son los que de verdad defienden aquello en lo que creen. Y no andar escondidos como conejos y que sean otros los que siembren de cadáveres los telediarios o las fosas. Un poco de verdad no vendría mal de vez en cuando.     



domingo, 18 de septiembre de 2022

JORNADAS

 


         Cada vez quedamos menos de los que podemos decir: “En mis tiempos…, en cuanto salíamos de la Escuela…, soltábamos la cartera en casa y…, a la calle”. La orden de mi madre era: “En cuanto enciendan las luces te quiero aquí”.  Y hablamos de esta forma de vida como un canto a la vida, andando de aquí para allá, libremente. Es verdad que vivíamos muchas horas en la calle pero cada vez tengo menos claro si era libremente o abandonadamente, que disponíamos de una amplia capacidad de inventar juegos a nuestro gusto pero no podemos olvidar hasta qué punto la ley del más fuerte era la que mandaba y ordenaba la vida. La calidad de los juegos muchas veces era temeraria y hasta claramente suicida. Creo que glorificamos aquel tiempo, no tanto porque recordemos la calidad de nuestros juegos como por el sueño de que se producían en nuestra infancia ya lejana y permanentemente añorada. Sea como quiera, lo que no cabe duda es que se trataba de otro tiempo, muy distinto al actual, que sólo existe ya en nuestros recuerdos y en nuestros sueños.



         Nuestra experiencia de jornada era de 7`30 a 5 de la tarde. No creo que haya que andar defendiendo una jornada ideal, que seguramente no existe. Lo que importa es asumir que la jornada debe servir a la población que atiende, con sus condicionantes y con su idiosincrasia. En nuestro caso, que atendíamos a personas de menos de 6 años no estábamos tan centrados en la enseñanza de materias concretas como en el aprendizaje de una forma de vida. Abarcaba el desayuno: trozos de fruta, pan con aceite y leche o colacao. Más trozos de fruta a media mañana…, 10`30 a 11. 12´30 a 1, comida de mediodía: ensalada cruda, proteína: carne, pescado o huevo. Comida de cuchara: sopa, cocido, cazuela. Y más fruta para finalizar. Siesta hasta los de 4 años y los mayores juegos de patio. Merienda antes de que llegaran las familias a recogerlos: más fruta y un bocadillo. Esta estructura de día era más importante en su cumplimiento que si en medio aprendíamos a leer o no, que también se hacía, pero no como fundamental.



         Es evidente que en las etapas posteriores la importancia que se le tiene que dar a los conocimientos debe ser mayor, como es natural. Pero es verdad que los alimentos que se deben ingerir se deben parecer bastante a los que hemos descrito por la variedad de la selección que se ha realizado, por la cercanía a la cultura en la que se desarrolla este esquema de alimentación y, sobre todo, por la importancia que siempre dedicamos a la fruta, empezamos nuestro trabajo en los primeros 80, cuando la fruta masiva era casi una rareza. Hoy se sustituye con frecuencia la fruta sólida por los botecitos de zumo, que no es lo mismo ni mucho menos, por la fuerte concentración de azúcar que llevan. Los guisos de cuchara conectan con unas costumbres y con una cultura, siempre con la idea de que la calidad de los guisos debe presidir el resultado. Al principio notamos que necesitaban más proteína y el plato de carne, pescado o tortilla se comía delante de la sopa. En los últimos años la presencia de fibra se hizo más necesaria y relegamos la proteína al final para darle más importancia al guiso.



         Siempre nos hemos dado cuenta de la lucha de las familias contra el tiempo, hasta el punto que muchos de los pequeños se alimentan de cualquier prefabricado mientras se desplazan de un lugar a otro. En la escuela esto se modificaba sustancialmente y los productos naturales: fruta, pan, leche…, ocupaban todo el espacio o gran parte de él, empleando en su consumición el tiempo que fuera necesario, no menos de media hora, lo que permitía a los pequeños comer con tranquilidad, hablar durante las comidas y utilizar el tiempo preciso para alimentarse y no andar angustiados por la falta de tiempo. Cualquier proceso debe darle a la alimentación la importancia que precise porque de su buena resolución se van a derivar una serie de beneficios de todo orden que apenas hemos conocido.  Nos queda mucho por aprender en este terreno.




domingo, 11 de septiembre de 2022

NO ES LO MISMO


         Reconozco que ser mayor y encontrarse fuera de los avatares cotidianos para ganarse el pan, o sea jubilado, tiene muchos inconvenientes porque te encuentras como fuera de juego. Te descuidas y se te pasa, por ejemplo, que hoy es domingo. O valoras el domingo con la misma calidad que el lunes. Pero también tiene algunas ventajas que no resultan desdeñables. No es pequeña la de vivir en un país en el que existen las pensiones y los viejos podemos contar con un dinero mensual para sobrevivir sin tener que depender de nuestros familiares más cercanos, que bastante tienen ellos con buscarse la vida para sí mismos. Lo que voy a decir lo he dicho casi siempre, por lo que me he visto envuelto en más de un conflicto por decir lo que pensaba. Hoy me tomo la libertad de repetirlo, tranquilo y desde fuera, y mi opinión no afecta más que a quien buenamente me lea por su gusto y comparta lo que digo libremente.



         Empieza el curso y todo el mundo se echa la mano al bolsillo, con la preocupación de si podrá o no disponer de fondos suficientes para cubrir los compromisos que lo envuelven. Si yo digo, con toda tranquilidad, que lo que hace falta de verdad son los alumnos, los maestros, las escuelas y poco más, sé que estoy diciendo la verdad, como la decía muchos años atrás, a pesar de que suene lejos de muchas realidades que agobian a las familias y que no son sustanciales en el proceso educativo. Los uniformes, los libros de texto, las mochilas y tantos materiales individuales como usan nuestros escolares sin que sean imprescindibles los cargan físicamente de kilos, de obligaciones y de compromisos económicos a sus familias, cuando son elementos prescindibles en cualquier desarrollo curricular. Hemos vivido en muchas de nuestras escuelas sin libros de texto individuales, con materiales de trabajo comprados en cooperativas de familias para usar en común, con magníficas bibliotecas de aula y de centro acumuladas de cursos anteriores y actualizadas por las familias y hemos cubiertos los objetivos exigidos con solvencia y con alegría, conscientes de que la Escuela era nuestra y estaba para servirnos.



         Sé que puede resultar como de otro mundo parte de lo que digo pero juro por los dioses de la vida que es perfectamente real, que no es producto del Alzheimer, del que estoy libre por estas 24 horas, porque lo he protagonizado yo y muchos otros compañeros  en escuelas rurales y urbanas, públicas y concertadas. Nuestros resultados finales, no solo alcanzaron las cotas oficiales exigidas sino que, perdonen la inmodestia, a pesar de que tuvieron su polémica agregada con demasiada frecuencia, fueron envidia de más de uno y más de dos que prefirieron mantenerse atados a costumbres sin demasiado sentido y parapetados en esquemas de comportamiento acomodaticio, sabedores de que las autoridades no iban a cuestionar sus resultados siempre que respetaran los mínimos exigidos por las leyes en vigor en cada momento. Y es que el cuerpo docente tiene valores indiscutibles como planteamiento, pero como otros cuerpos masivos, adolece muchas veces de acomodarse muchas veces en posiciones de mínimo esfuerzo aunque su actitud poco ejemplarizante, signifique que la Escuela deje de estar al servicio de la sociedad y se sirva de ella, caiga quien caiga, para mantener sus privilegios.



         Ya tenía ganas de asumir mi vena reivindicativa y, en algún momento, soltar alguna verdad como un puño, por si los que puedan quedar de mi cuerda, que estoy seguro que quedan, aunque sean pocos como siempre, no se sientan tan solos. El silencio cobarde o culpable de unos y de otros duele demasiado con su acción o su omisión y, cuando uno tiene que sufrir sus efectos durante mucho tiempo, las consecuencias se atragantan y se hacen difíciles de digerir. Resumiendo: la Escuela no tiene por qué ser dinero, aunque alguno será necesario sin duda, sino trabajo y esfuerzo común de maestros y de familias para que esa institución que tiene que estar al servicio de la sociedad, cumpla con su competido para todos y en las mejores condiciones posibles. 


domingo, 4 de septiembre de 2022

VACACIONES


         A partir de mañana da comienzo de nuevo el nuevo curso, empezando por los más pequeños. Septiembre es el mes del reencuentro con el trabajo: con las rutinas de horarios, los esquemas de clases en los que el tiempo se distribuye, el orden en las jornadas de trabajo, comedores escolares, activación de convivencia con amigos…, en definitiva, en el sistema de vida. Es seguro que desde que comenzó a final de junio la época vacacional también se ha creado un cierto orden de vida. Pero la estructura del curso escolar gana por goleada y cada uno estaremos expectantes de que el curso comience porque significa que iremos encajando en nuestro espacio y sabremos, más o menos, cuál es su actividad según el momento del día. En los últimos años cada vez se aprecia más el esfuerzo de readaptación al orden del curso, y no es mentira. Pero no deja la típica crisis de ricos. Los que no han gozado, ni saben siquiera lo que son vacaciones, no pueden plantearse ninguna crisis de adaptación a ningún cambio al margen de la miseria.



         El poder del cuerpo académico es de tal calibre que arrastra consigo al resto de la estructura social, de modo que todos bailamos en cierto modo al ritmo que marca la estructura educativa. En ciudades como Granada, en la que habito, se nota especialmente porque, a pesar de ser un núcleo de población mediano, menor de 500000 habitantes, la fuerte dimensión universitaria que alberga, hace que la estructura educativa esté muy presente en todos los órdenes de la vida. Mucho más, por ejemplo, que en los núcleos rurales en los que son los ritmos agrícolas los que hegemonizan la vida. La masificación de las playas, especialmente durante los meses de julio y agosto nos indican que el concepto de vacaciones se ha extendido a importantes sectores de la sociedad hasta el punto de que estamos cerca de estructurar una especie de receta de entrada de nuevo al trabajo porque significa una cierta crisis el cambio para retomar las rutinas del curso.



         Por los problemas de masificación que están suponiendo las aglomeraciones en los dos meses de verano, julio y agosto, cada día se nota más cómo septiembre empieza a formar parte del ámbito del veraneo y creo que con buen criterio. En los servicios de restauración se nota mucho que termina agosto y muchos miles de trabajadores del sector se quedan sin  empleo y el paro sube indefectiblemente. Parece que la intención está en repartir los esfuerzos de manera más equitativa y lograr que el verano se amplíe hasta entrado el otoño, para organizar mejor los flujos humanos que cuando se concentran demasiado, como viene siendo el caso con julio y agosto, lo que se produce es una trasposición masiva de la población de las ciudades a las zonas de vacaciones, cargando, por supuesto, con toda la problemática de masificación y complejidad organizativa y logística que tanto flujo de personas lleva aparejado. Seguramente si se lograra, al menos, ampliar el tiempo de vacaciones en un par de meses más, septiembre y octubre, por ejemplo, podríamos favorecer un reparto de funciones mucho más racional.



         Seguramente podríamos alcanzar mejores repartos del tiempo y del espacio de los que tenemos ahora. Los grandes cambios tienen sus beneficios indiscutibles, que se lo digan a las poblaciones de costa, cómo se han beneficiado de los flujos veraniegos. Pero, una vez conseguidas estas cotas de distribución, no estaría de más seguir profundizando en las mejoras conseguidas para abarcar más amplias cantidades de benefactores del factor verano: los alojamientos rurales, los tiempos para los jubilados, cuya mayor disponibilidad les permite trasladarse en tiempos en los que la mayoría ya deben centrarse en el curso, las vacaciones temáticas, bien en mundos agrícolas o de otros temas, que permiten diversificar los atractivos. De todas formas, lo cierto es que a partir de mañana iremos viendo cómo las calles adoptan el ritmo del curso escolar que poco a poco, a lo largo del mes, irá  dibujando la vida de nuevo.