Cada
vez quedamos menos de los que podemos decir: “En mis tiempos…, en cuanto
salíamos de la Escuela…, soltábamos la cartera en casa y…, a la calle”. La
orden de mi madre era: “En cuanto enciendan las luces te quiero aquí”. Y hablamos de esta forma de vida como un
canto a la vida, andando de aquí para allá, libremente. Es verdad que vivíamos
muchas horas en la calle pero cada vez tengo menos claro si era libremente o
abandonadamente, que disponíamos de una amplia capacidad de inventar juegos a nuestro
gusto pero no podemos olvidar hasta qué punto la ley del más fuerte era la que
mandaba y ordenaba la vida. La calidad de los juegos muchas veces era temeraria
y hasta claramente suicida. Creo que glorificamos aquel tiempo, no tanto porque
recordemos la calidad de nuestros juegos como por el sueño de que se producían
en nuestra infancia ya lejana y permanentemente añorada. Sea como quiera, lo
que no cabe duda es que se trataba de otro tiempo, muy distinto al actual, que
sólo existe ya en nuestros recuerdos y en nuestros sueños.
Nuestra
experiencia de jornada era de 7`30 a 5 de la tarde. No creo que haya que andar
defendiendo una jornada ideal, que seguramente no existe. Lo que importa es
asumir que la jornada debe servir a la población que atiende, con sus
condicionantes y con su idiosincrasia. En nuestro caso, que atendíamos a
personas de menos de 6 años no estábamos tan centrados en la enseñanza de
materias concretas como en el aprendizaje de una forma de vida. Abarcaba el
desayuno: trozos de fruta, pan con aceite y leche o colacao. Más trozos de
fruta a media mañana…, 10`30 a 11. 12´30 a 1, comida de mediodía: ensalada
cruda, proteína: carne, pescado o huevo. Comida de cuchara: sopa, cocido,
cazuela. Y más fruta para finalizar. Siesta hasta los de 4 años y los mayores
juegos de patio. Merienda antes de que llegaran las familias a recogerlos: más
fruta y un bocadillo. Esta estructura de día era más importante en su
cumplimiento que si en medio aprendíamos a leer o no, que también se hacía,
pero no como fundamental.
Es
evidente que en las etapas posteriores la importancia que se le tiene que dar a
los conocimientos debe ser mayor, como es natural. Pero es verdad que los
alimentos que se deben ingerir se deben parecer bastante a los que hemos
descrito por la variedad de la selección que se ha realizado, por la cercanía a
la cultura en la que se desarrolla este esquema de alimentación y, sobre todo,
por la importancia que siempre dedicamos a la fruta, empezamos nuestro trabajo
en los primeros 80, cuando la fruta masiva era casi una rareza. Hoy se sustituye
con frecuencia la fruta sólida por los botecitos de zumo, que no es lo mismo ni
mucho menos, por la fuerte concentración de azúcar que llevan. Los guisos de
cuchara conectan con unas costumbres y con una cultura, siempre con la idea de
que la calidad de los guisos debe presidir el resultado. Al principio notamos
que necesitaban más proteína y el plato de carne, pescado o tortilla se comía
delante de la sopa. En los últimos años la presencia de fibra se hizo más
necesaria y relegamos la proteína al final para darle más importancia al guiso.
Siempre
nos hemos dado cuenta de la lucha de las familias contra el tiempo, hasta el
punto que muchos de los pequeños se alimentan de cualquier prefabricado
mientras se desplazan de un lugar a otro. En la escuela esto se modificaba
sustancialmente y los productos naturales: fruta, pan, leche…, ocupaban todo el
espacio o gran parte de él, empleando en su consumición el tiempo que fuera
necesario, no menos de media hora, lo que permitía a los pequeños comer con
tranquilidad, hablar durante las comidas y utilizar el tiempo preciso para
alimentarse y no andar angustiados por la falta de tiempo. Cualquier proceso
debe darle a la alimentación la importancia que precise porque de su buena
resolución se van a derivar una serie de beneficios de todo orden que apenas
hemos conocido. Nos queda mucho por
aprender en este terreno.
Tal cual, amigo querido.
ResponderEliminarSólo apoyar, confirmar y agradecer otro buen y pertinente artículo tuyo.
Deseo que los incendios de Granada estén sofocados y que la buena y deseada lluvia llegué con moderación y suficiente.
Cuídate mucho.
Besos.
Enhorabuena