Cada
vez nos viene asombrando más la importancia de los menores en el hecho
migratorio. Se debe a distintos factores. El inicio del problema está en las
enormes dificultades que los países desarrollados ponen a la libre circulación
de las personas, cosa que no ponen a los capitales que entran y salen por el
mundo como Pedro por su casa. Cuando uno intenta ponerle puertas al campo, se
va dando cuenta de que los cultivos terminan amoldándose a la viabilidad de
entrada que el campo les va permitiendo. El pedagogo Ivan Ilich hablaba de un
interesante experimento realizado con un amigo en el mercado de Lima. Le
preguntó que le dijera cuántos niños había en la plaza y su amigo le contó los
que acompañaban a los adultos pero pasó de largo sin contar a los responsables
de los puestecillos, que eran tan niños como los otros.
Los
menores que logran entrar gozan de una situación de seguridad por el hecho de
ser menores y se aseguran una vida digna, al menos mientras mantengan la
minoría de edad. La valoración de la vida es muy distinta a la que rige para
nosotros. En las primeras ediciones del París - Dakar, recuerdo comentarios en
los que se contaba que los aborígenes sacrificaban a algún menor para fuera
arrollado por la carrera para obtener los beneficios que el seguro de los
participantes tenía previsto y con los que toda la familia podía verse
beneficiada y con su futuro resuelto. Se contaba como ejemplo escandalizado de
hasta dónde vamos a llegar porque lo que no recuerdo es que se cuestionara qué
se le había perdido a aquel ejército de invasores para, de la noche a la mañana
invadir una serie de países sin ninguna misericordia, destrozarles su forma de
vida por unos días y desaparecer tan rápidamente como habían llegado.
Y el
colofón de las argucias de los pobres es el de embarazarse y calcular el camino
para lograr que el nuevo ser nazca en el país al que se pretende llegar.
Entonces el negocio es redondo porque el recién nacido ya pertenece de pleno
derecho al país donde ha nacido. Su madre tiene todos los derechos y
protecciones por el imperativo de su crianza y el resto de su familia ya irán
imponiendo el derecho a ir llegando lentamente por la figura jurídica
denominada reagrupamiento familiar. En realidad son una serie de retruécanos
legales para sortear la verdadera razón inicial y definitiva que es la de que
si en sus países de origen no ven futuro para sus vidas, van a hacer lo que
haga falta para conseguir la supervivencia. Ahora se está planteando quitar las
concertinas que en su momento se pusieron para disuadirlos de que saltaran las
vallas y se ha visto que no hay manera, por más heridas que hayan producido.