Seguidores

domingo, 26 de agosto de 2018

PUNTO



         Están a punto de cumplirse los primeros ocho años de este COMO NIÑOS que un día se me metió entre pecho y espalda, yo dije en su momento que con fuerza pero cualquiera que me leyera entonces, allá por septiembre de 2010 tenía completa libertad de creerse o no.  Hoy creo que ya queda claro que no se trataba de un caprichito de tres al cuarto que hoy podía entrar como mañana podía salir. También tenía claro su título y ya aclaré en su momento que no necesariamente tendría que ser hablar de niños aunque seguro que lo sería fundamentalmente. Como niños no es ser niños necesariamente, aunque tampoco está reñido. A lo mejor en su interior podía caber de todo, que era y sigue siendo mi idea y que ese título fuera una referencia permanente de su origen y de sus señas de identidad. Ese fue su origen y esa sigue siendo una referencia válida para definirlo. No he encontrado color más bello para que sirva de imagen que la flor del cardo y por eso la mantengo.

         En más de una ocasión he recibido la sugerencia de traspasar todos estos contenidos semanales a la forma de libro. Primero porque puede que alguien le encuentre un interés que vaya más allá que el de la lectura de domingo y después porque se trataría de un formato asequible en su paginación, acostumbrados como estamos en nuestra cultura de andar pasando hacia adelante y hacia atrás, quizá con la conciencia de que dentro se contenga por lo menos una buena parte de la vida y pensamiento de quien a base de voluntad y de persistencia lo ha ido alimentando hasta alcanzar el volumen que ha alcanzado hoy en día. Y lo he intentado con mis propias fuerzas, podéis creerme. Pero este medio a través del que nos comunicamos me llegó en 1994, cerca ya de mis 50 años y a pesar de que ha llovido desde entonces, esta es la hora en que sigo sintiéndome un extraño en el elemento y lo mucho o lo poco que le saco me cuesta sudores. Me he dado por vencido, de momento.

         Mi hija Elvira que nació con el siglo, en cambio, echó los dientes con un ordenador en la mano y eso se nota al momento. Es verdad que también coincide que este elemento le interesa desde que la conozco. Seguramente eso es lo que más contribuye a que se maneje en estas coordenadas como Elvira por su casa. He hablado con ella del tema y en cuanto acabe de editar este texto nos vamos a sentar y espero que podamos hacer nuestro primer libro juntos. Yo aporto el contenido, que me ha tomado lo suyo y ella espero que logre hacer de todo un formato de libro que podamos incluir a la parte derecha del blog, junto a los demás que han ido saliendo a lo ,largo de los años. Le he llamado punto a este apunte para dar la idea de reposo, de descanso, de respiro para mirar al horizonte, pero nada más. El próximo domingo, si tengo vida para entonces, aquí estaré de nuevo estrujándome el magín a ver qué sigue saliendo.

         Seguramente la idea de COMO NIÑOS me va a acompañar ya mientras viva porque el contenido que tiene en mi pensamiento no es limitado ni en el espacio, ni en el tiempo, ni en el contenido, pero ya se irá viendo. En un principio el planteamiento es de presentarlo en formato de libro pero en este mismo medio al que, como he dicho antes, he llegado tarde al que me he aficionado con fuerza por muchas razones que sería prolijo desgranar ahora. Como ya sé que en la vida no conviene decir de este agua no beberé ni este cura no es mi padre, aquí me quedo por si mañana nos da el volunto y decidimos pasarlo al papel. Hoy por hoy el proyecto se cierne a concentrar los casi quinientos textos en un formato de libro y ofrecerlos a cualquiera libremente para que pueda entrar y salir de ellos con todos sus contenidos al alcance de la mano. Termino dando gracias a la vida, una vez más, que me ha traído hasta aquí y a vosotros que me habéis hecho compañía.


domingo, 19 de agosto de 2018

DIRECTO



         Hoy el enemigo público de llama móvil o cualquiera de los elementos informáticos al uso pero en realidad no ha sido el primero ni el único. Cada época ha tenido sus bestias negras en las que los pequeños se han ido resguardando para no terminar de caer en las redes de los adultos por completo. Pero la guerra ha sido siempre la misma. El adulto busca dominar la voluntad del menor y el menor huye que se las pela por cualquier vericueto que encuentre a la mano con tal de no encontrarse perdido en la voluntad del mayor. Ambos saben que se necesitan, es más, les encanta necesitarse porque el juego de afectos por el que la vida se mueve así lo dice pero ninguno de los dos quiere perderse en la voluntad del otro y desaparecer por completo. Y en ese juego de afectos en el que todos ganan y todos pierden es en el que se va fraguando la educación. Los pequeños alcanzando cotas de autonomía a base de presionar y los mayores regocijándose en ver cómo crecen sus retoños aunque a la vez lamenten cómo se les van de las manos por momentos.

         La alimentación ha sido tradicionalmente el reducto de las madres, como parte de ese submundo del que ellas mismas han formado parte tradicionalmente, conscientes todos de que se trataba de un mundo imprescindible en el que nos iba la vida y la muerte pero con el que nos hemos permitido todo tipo de libertades y desprecios porque hemos vivido seguros de que no nos iba a faltar en ningún momento. La evolución de la cultura ha querido que tengamos que poner la alimentación y todo su proceso en primera línea de atención. Los hombres han tomado cartas en el asunto y ya tenemos la alimentación ocupando un puesto preponderante en la sociedad. Hemos alcanzado hasta la universidad , con toda justicia a mi juicio, pero cuando ya su destino ha salido de las manos de la mujer en donde nació, para convertirse, ahora sí, en un sector clave de la vida, como en realidad fue siempre, pero con todo el prestigio social que merece y que nunca tuvo.

         En algún otro lugar he debido tratarlo, ya sabéis que los mayores con la memoria no andamos muy precisos. Sí estoy seguro que comenté que nuestro taller preferente era el de cocina. Se celebraba los lunes y que lo formaban un par de miembros de los tres cursos mayores, de 3, 4 y 5 años. También me referí a la colaboración habitual con una asociación de mayores que se ofrecían para intervenir en distintos asuntos de la docencia y entre ellos, desde luego la cocina. Para los que lo hemos experimentado, desde el primer día no hemos tenido duda de que estábamos tocando veta en educación. Que con el contacto directo se eliminaban toda una serie de mitos y malas costumbres que no tenían más fundamento que la lejanía. En cuanto los pequeños tocaban los alimentos con sus manos, allí los tenías comiendo de todo en crudo, por ejemplo, cosa que fuera del espacio del taller hubiera sido impensable. Al final es la magia del directo la que producía el milagro. El contacto con las cosas nos da su conocimiento, su cercanía y su dominio.

         Hoy no hay televisión que no se jacte de tener en su parrilla algún programa que tenga que ver con la cocina, con la alimentación, con los beneficios que obtenemos de una buena forma de comer y hasta los oficios relacionados con la comida son un sector laboral que se encuentra en auge. Yo me alegro porque siempre pensé que con los alimentos estábamos tocando algo esencial de la vida pero me sigue repugnando nuestra incapacidad para relacionarnos con las cosas de manera placentera. Todo lo hemos convertido en competición y ya no cuenta hacer una magnífica comida y aprender a disfrutarla sino que todo se reduce a un concurso en el que ha de ganar uno o una a costa de que todos los demás pierdan. Nada nuevo por otra parte porque en todos los órdenes de la vida parece que, lamentablemente,  no somos capaces de hacer las cosas de otro modo.


domingo, 12 de agosto de 2018

COLONIAS



         No quiero que se nos pase el verano, que va que vuela, y no hallamos hablado de las colonias, hoy de nuevo campamentos. Yo hice en su momento un campamento de verano como parte de mi formación académica con un marcado carácter militar. Se gozaba del cielo y del olor del monte de la Alfaguara pero en ninguna medida de la normativa interna. Por eso, cuando años después, final de los setenta propusimos elaborar unos días agrestes para que los pequeños pudieran disfrutar del campo huimos de la noción de campamento y le llamamos colonias porque tuviera un contenido más  placentero, mucho más acorde con la intención de gozar del campo y de la convivencia al aire libre que de los aires marciales que llevaba implícito el campamento que habíamos experimentado. También, en honor a la verdad, en los setenta tampoco eran tantas las familias que podían disfrutar de un veraneo y pensamos que, al menos los más pequeños, tuvieran ese gozo unos días en el verano.

         Este año me he acordado muchas veces, y me acuerdo, de aquellas heroicidades que nos suponía sacrificar una semana o quince días de nuestras propias vacaciones, para sufrir un tiempo tan inclemente como el que se ha presentado este año,  en el que apenas hemos disfrutado de una semana de calor veraniego como tal. Es verdad que España es suficientemente grande como para que se pueda tener casi de todo. En el sur todavía podemos hablar de calor de verano pero el norte ya se ven las chaquetas y los granizos que no se han ido del todo. No quiero pensar lo que supone estar en el campo con idea de gozar de los ríos y de las caminatas y verte de pronto invadido por una aparatosa nube de rayos, de relámpagos y de truenos y no tener dónde guarecerte en lugar seguro. La memoria nos cuenta que hemos pasado de todo pero no es lo mismo un chaparrón fortuito de una tarde que estas nubes de 30 o 40 litros  en una hora, que no hay fuerza humana capaz de doblegar.

         Afortunadamente algunos estamos ya fuera de ese juego y podemos verlo desde la barrera con la distancia de la edad y también, por qué no, con el convencimiento de que estamos en una época muy distinta en la que muchos más pequeños disfrutan de días de sol y playa con sus familias dentro de unas infraestructuras solventes y seguras hasta el punto que hemos convertido el turismo en la primera industria nacional. Podríamos discutir mucho de eso también, pero es verdad que se garantizan días de vivir el sol y la playa en unas condiciones fácilmente generalizables y seguras. Aquellos alardes de los setenta en los que dentro del autobús teníamos que llevar los colchones y hasta el menaje de cocina eran muy otros sin duda. No quiero comparar porque no hay nada perfecto y a todo se le podría sacar punta con razones. Sólo dejo que el recuerdo haga su labor mientras veo en la tele las enormes granizadas y las torrenteras temibles.

         Me quedo con la intención que nos llevó en su día a encontrar un estilo de vida para los menores en el que estuviera permitido gozar. Que todo no fuera obedecer las órdenes de todo el mundo, ni viajar como sardinas en lata dentro de aquellos seíllas en los que teníamos que caber el ciento y la madre o los apartamentos multiusos en los que de día se convertía en cobijo para toda la tribu y por la noche todo el espacio cubierto de colchones para dormir de cualquier forma. Nuestros pequeños aprendieron a correr por la arena de la playa, se llenaron sus ojos de la luz del sol que brillaba para todos y nos hicimos amigos que no habíamos visto nunca pero que aprendimos a gozar de la vida juntos. Algún que otro susto pasamos con las inclemencias del tiempo repentinas, para qué vamos a negarlo,  pero se ve que nuestros cuerpos respondían adecuadamente porque estamos aquí para contarlo.


domingo, 5 de agosto de 2018

MEMORIA



         Cualquiera de estas tardes con temperaturas superiores a los 35 o 40 grados sirven de excusa para que mi hija Alba se llegue a mi casa y disponga que nos tomemos un helado. Mientras le fui explicando los nuevos trazados de los autobuses urbanos que en cierto modo vuelven a recorridos anteriores que la gente no ha olvidado nos llegamos a los Italianos. Granada está llena de heladerías que todas hacen su agosto correspondiente porque la calidad de los productos es espléndida pero los Italianos han sido siempre los Italianos aunque su verdadero nombre es La Veneciana y se instalaron en Granada allá por los años treinta. Pues aparte de su prestigio ganado a pulso, lo único que le faltaba es que hace unos años apareciera Michelle Obama tomándose una Cassatta, uno de sus productos estrella y antes de irse prometiera traer a Barak a que se chupara los dedos como hizo ella.

         Estábamos hablando tranquilamente y pasa una muchacha que debía ir al baño. A la vuelta cruzamos la mirada y nos insinuamos una incipiente sonrisa, no sé si acompañada de un hola. Cuando nos íbamos estaba todavía sentada con una amiga tomándose algo. La miré de frente y ella se levantó, se vino hacia mí y nos dimos un hermoso abrazo después de 40 años de no habernos dirigido la palabra. Es Chelo, la mayor de cinco hermanos que tuve en mi primer cole. Después del maravilloso abrazo del que uno no querría que terminara por nada del mundo le empieza a contar a su amiga que su hermana Rosa todavía me llama para contarme sus problemas y para pedirme consejo, de lo que ambos estamos muy orgullosos. Yo no le doy consejos a estas alturas, ni a Rosa ni a nadie, pero sí me tomo un café con ella y hablamos, sobre todo,  hablamos.

         Chelo es la mayor, siempre fue muy responsable y hoy es docente profesional. Después de la confidencia familiar le contó a su amiga que tuvo problemas porque tenía que entrar en primero y no leía. Era un  problema familiar porque todos los vecinos ya leían. Le dije que para pasar a primero, allá por los primeros setenta, que es de donde hablábamos se hacía un examen y quien no fuera capaz de leer sesenta palabras por minuto tenía que repetir parbulitos. Esto era literalmente así y no he escuchado en ningún momento que nadie pida perdón por semejantes barbaridades cometidas con personas de cinco años, algunas de las cuales ya empezaban a verse marcadas repitiendo curso. Fueron las primeras guerras de muchos de nosotros para que dejaran tranquilos a los pequeños y no los agobiaran con el tema de la lectura. Chelo fue contundente con su amiga. Le dijo que empezó primero sin saber leer pero que tardó en ponerse a la cabeza de su grupo exactamente dos semanas. Con otro efusivo abrazo nos despedimos como si los cuarenta años no fueran nada. Mi Alba  está acostumbrada a secuencias parecidas. Yo, una vez más, no cabía de gozo.

         No se me han olvidado las pateras y sus miserias pero es que la realidad nos va imponiendo prioridades y los mismo que las semanas anteriores no podíamos quitar los ojos de la imágenes de la prensa, en este caso no podía dejar pasar una secuencia tan hermosa y tan íntima al mismo tiempo. No es Rosa la única con la que mantengo lazos profesionales desde hace cuarenta años. Los de entonces me llaman Donan. Son unos pocos más y siempre cuentan que la escuela que vivieron fue agradable. Que estaban deseosos de llegar por la mañana porque sabían que lo que se iba a trabajar durante el día era de interés para ellos, respondía de verdad a sus necesidades y el trabajo que se desarrollaba parecía que no pesaba. Ya ha vuelto Chelo para mí. En realidad nunca se fue porque las pocas veces que nos hemos visto nos hemos mirado como reconociéndonos. Pero es verdad que faltaba el abrazo, ese inmenso abrazo que nunca debería faltarnos a nadie.