No
quiero que se nos pase el verano, que va que vuela, y no hallamos hablado de
las colonias, hoy de nuevo campamentos. Yo hice en su momento un campamento de
verano como parte de mi formación académica con un marcado carácter militar. Se
gozaba del cielo y del olor del monte de la Alfaguara pero en ninguna medida de
la normativa interna. Por eso, cuando años después, final de los setenta
propusimos elaborar unos días agrestes para que los pequeños pudieran disfrutar
del campo huimos de la noción de campamento y le llamamos colonias porque tuviera
un contenido más placentero, mucho más
acorde con la intención de gozar del campo y de la convivencia al aire libre
que de los aires marciales que llevaba implícito el campamento que habíamos
experimentado. También, en honor a la verdad, en los setenta tampoco eran
tantas las familias que podían disfrutar de un veraneo y pensamos que, al menos
los más pequeños, tuvieran ese gozo unos días en el verano.
Este
año me he acordado muchas veces, y me acuerdo, de aquellas heroicidades que nos
suponía sacrificar una semana o quince días de nuestras propias vacaciones,
para sufrir un tiempo tan inclemente como el que se ha presentado este año, en el que apenas hemos disfrutado de una
semana de calor veraniego como tal. Es verdad que España es suficientemente
grande como para que se pueda tener casi de todo. En el sur todavía podemos
hablar de calor de verano pero el norte ya se ven las chaquetas y los granizos
que no se han ido del todo. No quiero pensar lo que supone estar en el campo con
idea de gozar de los ríos y de las caminatas y verte de pronto invadido por una
aparatosa nube de rayos, de relámpagos y de truenos y no tener dónde guarecerte
en lugar seguro. La memoria nos cuenta que hemos pasado de todo pero no es lo
mismo un chaparrón fortuito de una tarde que estas nubes de 30 o 40 litros en una hora, que no hay fuerza humana capaz
de doblegar.
Afortunadamente
algunos estamos ya fuera de ese juego y podemos verlo desde la barrera con la
distancia de la edad y también, por qué no, con el convencimiento de que
estamos en una época muy distinta en la que muchos más pequeños disfrutan de
días de sol y playa con sus familias dentro de unas infraestructuras solventes
y seguras hasta el punto que hemos convertido el turismo en la primera
industria nacional. Podríamos discutir mucho de eso también, pero es verdad que
se garantizan días de vivir el sol y la playa en unas condiciones fácilmente
generalizables y seguras. Aquellos alardes de los setenta en los que dentro del
autobús teníamos que llevar los colchones y hasta el menaje de cocina eran muy
otros sin duda. No quiero comparar porque no hay nada perfecto y a todo se le podría
sacar punta con razones. Sólo dejo que el recuerdo haga su labor mientras veo
en la tele las enormes granizadas y las torrenteras temibles.
Me
quedo con la intención que nos llevó en su día a encontrar un estilo de vida
para los menores en el que estuviera permitido gozar. Que todo no fuera
obedecer las órdenes de todo el mundo, ni viajar como sardinas en lata dentro
de aquellos seíllas en los que teníamos que caber el ciento y la madre o los
apartamentos multiusos en los que de día se convertía en cobijo para toda la
tribu y por la noche todo el espacio cubierto de colchones para dormir de
cualquier forma. Nuestros pequeños aprendieron a correr por la arena de la
playa, se llenaron sus ojos de la luz del sol que brillaba para todos y nos
hicimos amigos que no habíamos visto nunca pero que aprendimos a gozar de la
vida juntos. Algún que otro susto pasamos con las inclemencias del tiempo
repentinas, para qué vamos a negarlo, pero se ve que nuestros cuerpos respondían
adecuadamente porque estamos aquí para contarlo.
Un gran placer el haberte hallado
ResponderEliminarme encantan tus letras
Los tiempos han cambiado mucho y también las formas de vacacionar. Ahora con el cambio climático hay que pensar bien donde ir para asegurarse unos días sin caos por los excesos de frío o de calor.
ResponderEliminarAbrazos.
Es verdad que uno no se da cuenta pero ni el suelo que pisa es el mismo, ni el agua que bebe es la misma ni los sueños que tiene son los mismos. Un beso
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