Por
ofrecer un poco de hilo conductor entre la semana anterior y esta, ya tenemos
consecuencias del estado de agitación que los fuertes calores de junio nos han traído. Se han
ocupado unas cuantas primeras páginas y titulares televisivos más o menos
alarmantes. Se proponen soluciones inmediatas y en caliente, y nunca mejor
dicho, que si se llevaran a cabo tal y como se plantean supondría un remedio
bastante peor que la enfermedad y entre dimes y diretes llega el momento de las
vacaciones y aquí paz y allí gloria. En septiembre será otro día y entonces
tendremos argumentos suficientes para que todo el problema que nos ha incendiado
el ánimo estos días haya tenido tiempo de pasar a mejor vida y sabe dios lo que
dentro de casi tres meses, todo un mundo de tiempo, alcanzará la primera línea
de información.
Recuerdo
cuando trabajé en la radio, entre 1986 y 1991 cómo andaba como loco intentando
ofrecer cuerpo de conocimiento a los titulares que inundaban las portadas de los
periódicos y las imágenes de los noticiarios televisivos, sencillamente con la
esperanza de que la gente conociera de qué se le hablaba con aquellos impactos
constantes. Por entonces se hablaba de un levantamiento militar en Birmania,
hoy Mianmar, y un torrente de noticias relativas al sindicato polaco
Solidaridad y a su líder Lech Walesa. Mi obsesión era situar a los dos países en el mapa y
hablar un poco de ellos: extensión, población, principales riquezas, futuro previsible…, y
todo con un poco de angustia porque estaba seguro, como efectivamente pasó, que
una vez que los primeros impactos hubieran pasado, estos dos países, como
cualquiera otros que hubieran sido, desaparecerían del mapa y sabe dios cuándo
volveríamos a saber de ellos. Ya me diréis quién se acuerda hoy de Mianmar o de
Polonia cuando por aquellos días ocupaban las noticias de primera, como si
fueran determinantes en la evolución del mundo.
Pues
de nuestro asunto del calor de junio bien podría quedar, y no sería poco, que
algunas aulas de los más pequeños tuvieran unos aparatitos de aire
acondicionado para moderar los calores más fuertes del verano y los fríos más
extremos cuando lleguen, que llegarán. Que los patios de los colegios no sólo
se dedicaran al deporte, que está muy bien, sino que tuvieran algunos puntos de
agua al alcance de todos y unos cuantos árboles y plantas que seguro que no
serán tan espectaculares como los goles pero que pueden ser muy útiles para
ofrecer sombras en momentos álgidos y un poco de vida vegetal en medio de tanto
cemento y tanto asfalto que va a terminar sepultándonos a todos. Tengo la manía
de observar cómo las plantas terminan por romper cualquier dique que les
pongamos y salen en medio y a pesar de los asfaltos porque la vida se impone
siempre a pesar de las dificultades que le pongamos para su desarrollo.
Las
tormentas de verano pueden ser muy impresionantes en un momento determinado, no
hay más que ver la de Portugal de hace unos días que se ha llevado la vida de
62 personas en su vorágine de fuego y que al principio se dijo que había sido
un rayo de una tormenta seca de las miles que ha habido este verano y ahora
parece que puede hacer sido una vez más la mano de las personas la que esté
detrás de semejante desastre que parece que nos debería enseñar por dónde no
debemos ir y que lo que verdaderamente pasa es que una y otra vez nos damos
cuenta de que los intereses no tienen límite y les importa un pito si los
campos se cubren de fuego y hasta si las personas terminan achicharradas
huyendo de él. Nada más lejos de mí que aparecer como un cenizo que no ve más
que desastres pero creo que no debemos caer en el ilusionismo angelical de
negar la realidad porque no se nos muestre con muy buena cara. Tenemos que
mirarla de frente para cambiarla tantas veces como haga falta.