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domingo, 30 de agosto de 2020

NEGACIONISTAS


         La semana que viene nos enfrentamos al comienzo del nuevo curso escolar con todos los temores del mundo pero por primera vez, eso he percibido en los discursos, convencidos de que los riesgos que se corren por comenzar son menores que los que se correrían por no comenzar. Y se puntualiza, yo creo que con acierto, que el principal riesgo no es el de las horas de instrucción perdidas, que lo es. Es el derivado de la pérdida de la socialización de los menores. Por fin creo que se pone el dedo en la llaga. La importancia de la socialización no creo que podamos medirla en cantidades del tipo que sea. Hay aspectos de la civilización que no se pueden medir en cantidades sino que forman parte de nuestro ser como nos hemos conocido hasta el momento. Si aceptamos prescindir de la socialización puede que desde el punto de vista cuantitativo no pasara nada pero estaríamos iniciando un camino sin retorno hacia una noción de persona distinta a la que nuestra historia común nos ha aportado hasta hoy.



         En una sociedad libre nada se hace sin admitir la contestación y ya tenemos en las calles grupos más o menos numerosos que nos predican que la vacuna es un invento, que las mascarillas nos complican la vida mucho más de lo que nos la resuelven y que todas estas medidas que se imponen no tienen como objetivo ningún tipo de curación sino que son maneras que usa el poder para someternos cada día más y para jugar con nosotros en una espiral diabólica de dominio sin fin. Nadie discute que estamos iniciando una segunda ola de infección y los números no paran de subir si bien es verdad que, hasta el momento, no se está pareciendo mucho a la primera. Las infecciones parecen más leves, aproximadamente la mitad de los infectado no presentan síntomas y los altos números no han puesto aun en serio peligro las capacidades hospitalarias disponibles.



         La semana próxima con el intento de normalizar la vida de los escolares y por tanto la del conjunto de la población que, de una u otra manera, está ligada al curso escolar directa o indirectamente. Entonces veremos más claramente si el horizonte de la normalidad se ensancha como muchos esperamos o no es más que un espejismo que nos complica mucho más que nos resuelve. Habrá que contar siempre, desde luego, con que la ola negacionista, no sé si movida por su propio miedo o por su arrogancia, no solo no va a parar de vocearnos que cualquier medida que se platee no tiene más sentido que el de hacernos un poco más esclavos del poder, sobre todo si, como en nuestro caso, se trata de un poder social comunista y separatista como si, en el caso de que así fuera, que no lo es, no tuviera la misma legitimidad de los votos de millones de ciudadanos que así lo han querido. Una democracia, afortunadamente, no tiene más calificativo que los votos que la sustentan y eso no se puede discutir.



         Espero seguir teniendo fuerzas y ganas para seguir contando el recorrido de esta experiencia colectiva, completamente desconocida hasta el momento. De la gripe española de 1918, que es lo más cercano que la historia ha conocido, no disponemos de testimonios directos que pudieran orientarnos sobre los mejores caminos a seguir. Tendremos que mantener el yunque de la paciencia bien templado, no solo para moldear nuestras propias dudas y nuestro propio miedo a lo desconocido sino curtirlo con las voces en contra que no están faltando y que parece que van a seguir. Estaría bien que aparte de mostrarnos los males del infierno a los que no les hagamos caso, nos ofrecieran alguna alternativa en positivo por si sus protestas pudieran aportar algo de luz a toda esta maraña de dudas y hasta de errores, propias del proceloso mar de la compleja realidad por la que estamos atravesando. Tenemos que hacernos fuertes en las dudas y no dejar nunca de mirar hacia la salida, único destino que no debemos perder de vista ni un momento.



domingo, 23 de agosto de 2020

VACUNAS

 


         Desde el principio de la pandemia se nos informó que la particularidad más destacada del covit 19 era que se trataba de un virus desconocido. En el tiempo que llevamos viviendo con él, que todavía no hace un año ya vamos sabiendo algunas cosas. Por ejemplo, que no es tan nuevo como se nos quiso vender desde el principio sino que obedece a toda una familia de covit que nos visitan y que muchos se quedan con nosotros para siempre como parece que le va a pasar a éste. Por razones que desconozco no todos los virus que se instalan tienen la misma gravedad. Este que convive con nosotros en este momento no sabemos la que tiene todavía. Por lo pronto ya lleva unos 23 millones de infectados en todo el mundo y se acerca al millón de muertos. No sabemos si la pandemia va a durar mucho o poco. Su gravedad la conoceremos una vez que la podamos contemplar como producto del pasado, como las que ya forman parte de la historia. Ahora estamos en medio y nos falta perspectiva.


         En los primeros días se nos anunció a bombo y platillo que unas cuantas vacunas estaban detrás de la esquina y que en cuestión de unos pocos meses las tendríamos a disposición. Con lo cual, las acciones de las grandes farmacéuticas subieron como la espuma. Va pasando el tiempo y seguimos sin vacuna, sencillamente porque el proceso de puesta en circulación de cualquier vacuna lleva un procedimiento de elaboración que necesita tiempo. No es solo elaborar una sustancia que sirva para combatir el virus enemigo sino que una vez que crees que lo tienes hay que experimentarlo y ponerlo de manifiesto al mundo para que toda la comunidad científica lo acepte como tal. Estamos en una guerra con los intentos de vacunas que están en marcha que no tiene mucho que ver con el combate contra el virus sino con la hegemonía de los competidores sobre quién domina el mundo: China, EEUU, Rusia y hasta Europa…, por situarse a la cabeza, en este caso contra este virus que nos acosa.


         En medio van sucediendo cosas que no conviene desdeñar porque, si bien no son más que palabras por ahora, puesto que no se dispone hasta el momento de ninguna vacuna efectiva, sí que nos va indicando distintas posiciones frente a la hipótesis de tenerla en la mano. Pasará o no pasará, eso lo verá quien viva para contarlo pero China ya ha dicho que si su vacuna es la primera está dispuesta a donar la patente a la  humanidad para que la disposición del producto se reparta de manera igual entre los que tienen más recursos y los que menos. Lo ha dicho, aunque, llegado el caso, no sabemos lo que hará. EEUU también ha dicho que si la suya es la primera, el resto del mundo debe saber que piensa apropiarse de la producción de los primeros meses, pagando para ello lo que sea necesario. Ni en un caso ni en otro sabemos lo que pasará de verdad porque no hay vacuna por el momento pero las palabras de una y otra potencia sobre las intenciones, llegado el caso, dejan lecciones muy distintas, dependiendo de lo que se digan.


         Ayer aparecían en la prensa fotos de Wu Ham, el foco del problema, amplios grupos de personas en unos conciertos al aire libre como si no pasara nada, sencillamente porque en la primera zona de confinamiento llevan ya más de 90 días sin ningún contagio. Nosotros, mientras tanto estamos volviendo a temblar porque parece que entramos en la segunda ola de y seguimos discutiendo la cantidad de rastreadores que necesitamos para frenar el brío con el que nos está llegando el virus de nuevo. Mucho más preocupados de quién es el culpable del aumento de los casos de contagio, que no cesa de aumentar, que poner las medidas que lo frenen, muchas de las cuales ya las sabemos y disponemos de medios para ello. Para bien y para mal no somos China, pero estaría bien que miráramos con ojos de ver, que es posible combatir esta pandemia y que en vez de tanta historia sobre si son galgos o podencos, lo que hace falta es arremangarnos y hacerle frente de una vez por todas.


domingo, 16 de agosto de 2020

COLEGIO

 


         Aunque parezca difícil, en esta vida se puede aprender de todo. Estamos en lo que parece ser la segunda ola de este covit 19 que padecemos desde hace unos meses. Cuando empezó la desescalada a mediados de junio parecía que todo estaba resuelto, aunque siempre se nos dijo que habría brotes y rebrotes mientras no dispusiéramos de una vacuna o medicamentos eficaces. Pues ya los tenemos encima y empezamos a saborear la idea del fracaso de tanto esfuerzo realizado. El fantasma de volver a fases anteriores sobrevuela y nos hunde en la miseria. Aunque sucediera lo de la segunda ola, no sería verdad que los esfuerzos realizados no sirvieran. En marzo nadie sabía nada sobre el virus y hoy sabemos cosas. No mucho, pero algunas sabemos y nos sirven. Seguramente las medidas más sencillas están resultando ser las más efectivas. Las mascarillas, la distancia de seguridad y la higiene de las manos resultan ser incómodas, no cabe duda, pero están al alcance de cualquiera y son los mejores medicamentos para prevenir el contagio. No tenemos vacuna hasta el momento, pero nosotros somos una aceptable vacuna si asumimos estas prevenciones elementales.


         En un par de semanas nos llega el comienzo del nuevo curso, un reto de largo alcance que si logramos resolverlo aceptablemente tendremos un nivel de normalización muy importante. No es sencillo porque hay que resolver el problema de las distancias para el que los edificios pueden no estar suficientemente preparados, pero debemos esforzarnos por hacerlo viable por lo que significa llevar a la vida de los menores una cierta normalidad, que ya va siendo hora después de varios meses de ausencia de las aulas y, lo que es más importante, de que no se hayan relacionado entre ellos. Pero es que además no se puede pensar en que la sociedad se normalice si estos millones de menores no tienen resuelta su vida escolar. Al principio el problema sanitario primó sobre cualquier otro. Tenía que ser así pero hay que contar con el problema laboral y social a la vez que el sanitario, del que algo hemos aprendido.



         El tema de la infancia esta vez no se nos puede pasar. En la primera ola, por marzo nos recluimos todos y los menores no alcanzaron ni siquiera el derecho a un paseo diario como se aceptó para las mascotas. Algunos lo pusimos de manifiesto desde el primer momento porque nos pareció un error dramático pero ahora tenemos que lograr que la situación no se repita por nada del mundo. La normalización escolar es uno de los anillos estructurales que la sociedad necesita aunque no sea el único. Ya estamos viendo el pozo en el que nos hemos colado persiguiendo la salud y había que hacerlo. Tenemos que pensar que junto a la salud está el trabajo, la economía y otra serie de elementos básicos para que la sociedad funcione que se nos han quedado atrás y que necesitamos activarlos porque nos va a costar años encontrar los niveles de bienestar que teníamos antes de marzo. Hay que valorar los problemas en todas sus aristas porque la estructura social es poliédrica y precisa de soluciones globales. Si de paso aprendemos a mejorar parte de las deficiencias que hemos puesto de manifiesto, pues miel sobre hojuelas.


domingo, 9 de agosto de 2020

FAMILIA


         Desde mediados de marzo que la primera ola del covit 19 desplegó su poder, a lo que más tiempo hemos dedicado ha sido a recontar los destrozos en forma de fallecimientos y a tirarnos los trastos a la cabeza sobre si eran galgos o podencos. En este momento en el que parece que entramos en la segunda, no solo no nos hemos puesto de acuerdo en si las bajas han sido 28500 o 45000, en función de si el recuento lo hemos hecho con el test PCR constatado o si contamos los muertos por PCR mas aledaños. No sé qué ganamos con esta discusión inútil ni a quién beneficia unos miles de muertos más que menos con una u otra etiqueta. Mientras tanto ha pasado el tiempo. Hemos esperado el fin del confinamiento como el que cuenta los días que le quedan de cárcel para salir en libertad y disfrutar de la vida de siempre. Ha llegado el momento y hemos aprendido que las cosas no son iguales que aquellas que abandonamos a mediados de marzo. Que lo que el gobierno ha dado en llamar NUEVA NORMALIDAD, nueva sí que es, pero de normalidad tiene poca. Y en este lío es en el que estamos en este momento.


         Hemos visto que los pobres se han rebelado, no por rebeldes sino por pobres, carentes de las mínimas condiciones vitales, que los jóvenes han dicho aquí estoy yo, se han apoderado de la noche y han buscado el desmadre como territorio propio sin ser muy conscientes de que esto del covit 19 también iba con ellos y el tercer grupo de riesgo le hemos llamado familia porque de los antros familiares es de donde están saliendo positivos a manta. Una vez que las puertas de las casas se cierran no podemos contar si dentro han quedado diez o cuántos, si se dejan puestas las mascarillas o las arrinconan en las chimeneas, si se tocan con los codos para saludarse o se dan besos y abrazos como siempre ni si cogen la cinta métrica para garantizar la distancia de seguridad entre unos y otros.


         Todavía no han pasado dos meses de nueva normalidad y ya estamos discutiendo si entramos en la segunda ola o si solo son brotes, rebrotes o le llamamos x a lo que tenemos encima. Lo cierto es que cada día tenemos más infectados, que hasta el 60% son asintomáticos pero que, aunque ellos no lo sufran, a pesar de tener el virus dentro, sí que pueden infectar a cualquiera que esté a su alrededor. Los ansiados tests por los que tanto clamábamos al principio, han llegado por fin en cantidad suficiente pero ahora sabemos que su nivel de información es limitado y hasta engañoso en algunos casos, de modo que la mejor protección resulta ser las mascarillas y las distancias de seguridad y eso, a pesar de las persistentes recomendaciones y de las sanciones por incumplimiento, depende de las decisiones individuales y de la voluntad de cumplimiento de cada uno. En un alarde de arrogancia he escuchado a un joven decir por la tele: “He buscado al virus por todos los sitios y hasta el momento no lo he encontrado”.


         Los tres meses de la primera ola la solución sanitaria era lo primero y se resolvió razonablemente bien porque no miramos al aspecto económico ni al social. Ahora vemos que el pozo en el que nos hemos hundido es muy profundo y nos va a costar dios y ayuda salir de él. Tenemos algunas armas para combatir el virus, que hemos aprendido, pero también hemos perfeccionado nuestra voluntad de discrepancia y el virus sigue presente a pesar de que las grandes farmacéuticas nos bombardean con la zanahoria de la inminente vacuna que no llega, aunque las acciones de esas empresas en la bolsa sí que suben porque la bolsa no entiende de resultados, que hasta el momento no existen, sino de expectativas y parece que siempre necesitamos creer y decidimos creer en soluciones anunciadas antes que agarrarnos a las medidas reales que puede que no logren hasta el momento solucionar el tema pero nos pueden permitir mejorar la vida y adaptarnos a la nueva situación en la que el virus nos tiene metidos hasta las trancas. 

domingo, 2 de agosto de 2020

JUVENTUD


         La semana pasada empezamos a pararnos en algunos puntos que resultaban vitales para combatir la pandemia en la que estamos metidos hasta las trancas. Mencionamos la pobreza, que nunca existe cuando todo va bien pero que en cuanto nos volvemos frágiles por cualquier cosa, por el virus en este caso, los ojos se nos van a las chabolas, que resulta que estaban ahí,  que en este momento se llaman temporeros como podrían llamarse refugiados o sencillamente pobres como decidimos llamarlos para no andarnos con muchos remilgos. Hoy nos paramos en otro sector de la población con características distintas pero que se siente tan fuera de la ley y el orden como los pobres. Son los jóvenes, ese sector de la población de menos de 30 años que pulula a nuestro alrededor de contrato de prácticas en contrato de prácticas, de voluntariado en voluntariado pero que cada día tiene menos posibilidades de integrarse en la sociedad, sencillamente porque cada vez se necesidad más requisitos para adquirir la ciudadanía plena. De pronto comprobamos que hay grupos importantes de personas, los llamamos jóvenes por decir algo, que no hacen caso de los consejos.


         Empezamos a conocer algunas medidas que nos pueden permitir sobrevivir con el virus hasta tanto dispongamos de una vacuna eficaz o un medicamento que lo pare, lo contamos por los medios de difusión como una buena solución intermedia y nos encontramos que la juventud no sigue a los medios de difusión porque viven a otra velocidad y están en otra cosa que parece que sólo les interesa a ellos y que se llama vivir. Al principio empezamos a decir que los niños eran supercontagiadores aunque ellos tenían un grado de inmunidad personal muy importante. Que eran un peligro público, vamos. Luego se desdijeron de semejante afirmación y ahora vamos en que el virus contagia a cualquiera pero que los jóvenes tienen un nivel de inmunidad tan alto y que sus contagios son en general leves.


         Hemos construido una sociedad en la que no pasa nada si no se tiene una buena cerveza o una copa de cualquier licor en la mano. Hace años pasaba algo parecido con el tabaco. Fuéramos donde fuéramos e hiciéramos lo que hiciéramos, no éramos nada si no estábamos fumando. Ahora es con la bebida. No se concibe llegar a cualquier sitio, entrar en conversación con alguien y que no sea bebiendo. El ritual de los fines de semana se lleva la palma. Es el tiempo que los jóvenes han tomado como suyo, que empieza el jueves por la tarde, se le llama JUERNES, para reunirse entre ellos, hablar, bailar o ejercer la convivencia por ellos mismos, sin la permanente batuta directora del poder de turno, con mucho alcohol siempre como vehículo de enlace entre unos y otros, supongo que para sentirse vivos, una vez que la sociedad les ha dado la espalda y los ha sacado de su estructura. Solo les ha permitido la noche, de la que son dueños absolutos, y el alcohol como forma de desahogo y ambas cosas chocan de frente contra el virus.


         Después de tres meses de confinamiento, se han abierto las puertas y todo el mundo se resiente y trata de volver a la normalidad que conocía. La nueva normalidad que nos han impuesto podrá ser eficaz contra el virus, yo no lo discuto,  pero significa vivir con un corsé durante todo el tiempo y vemos que nuestros consejos hacen aguas. Podemos confinar de nuevos las zonas especialmente problemáticas, y habrá que hacerlo en los casos más descontrolados, pero no estaría de más que el sector que ostenta el poder se arremangara un poco y en vez de estar todo el tiempo en la lucha política del corto plazo, que está deteriorando la convivencia a pasos agigantados, se dejaran de tensionar la sociedad que el virus ya la tensiona de por sí. Tenemos que encontrar fórmulas de salida en las que todos nos sintamos incluidos y en las que nos demos cuenta de una vez que, o salimos todos o nadie podrá estar tranquilo.