Desde
el principio de la pandemia se nos informó que la particularidad más destacada
del covit 19 era que se trataba de
un virus desconocido. En el tiempo que llevamos viviendo con él, que todavía no
hace un año ya vamos sabiendo algunas cosas. Por ejemplo, que no es tan nuevo
como se nos quiso vender desde el principio sino que obedece a toda una familia
de covit que nos visitan y que
muchos se quedan con nosotros para siempre como parece que le va a pasar a éste.
Por razones que desconozco no todos los virus que se instalan tienen la misma
gravedad. Este que convive con nosotros en este momento no sabemos la que tiene
todavía. Por lo pronto ya lleva unos 23 millones de infectados en todo el mundo
y se acerca al millón de muertos. No sabemos si la pandemia va a durar mucho o
poco. Su gravedad la conoceremos una vez que la podamos contemplar como
producto del pasado, como las que ya forman parte de la historia. Ahora estamos
en medio y nos falta perspectiva.
En los
primeros días se nos anunció a bombo y platillo que unas cuantas vacunas
estaban detrás de la esquina y que en cuestión de unos pocos meses las
tendríamos a disposición. Con lo cual, las acciones de las grandes
farmacéuticas subieron como la espuma. Va pasando el tiempo y seguimos sin
vacuna, sencillamente porque el proceso de puesta en circulación de cualquier
vacuna lleva un procedimiento de elaboración que necesita tiempo. No es solo
elaborar una sustancia que sirva para combatir el virus enemigo sino que una
vez que crees que lo tienes hay que experimentarlo y ponerlo de manifiesto al
mundo para que toda la comunidad científica lo acepte como tal. Estamos en una
guerra con los intentos de vacunas que están en marcha que no tiene mucho que
ver con el combate contra el virus sino con la hegemonía de los competidores
sobre quién domina el mundo: China, EEUU, Rusia y hasta Europa…, por situarse a
la cabeza, en este caso contra este virus que nos acosa.
En medio
van sucediendo cosas que no conviene desdeñar porque, si bien no son más que
palabras por ahora, puesto que no se dispone hasta el momento de ninguna vacuna
efectiva, sí que nos va indicando distintas posiciones frente a la hipótesis de
tenerla en la mano. Pasará o no pasará, eso lo verá quien viva para contarlo
pero China ya ha dicho que si su vacuna es la primera está dispuesta a donar la
patente a la humanidad para que la
disposición del producto se reparta de manera igual entre los que tienen más recursos
y los que menos. Lo ha dicho, aunque, llegado el caso, no sabemos lo que hará.
EEUU también ha dicho que si la suya es la primera, el resto del mundo debe
saber que piensa apropiarse de la producción de los primeros meses, pagando para
ello lo que sea necesario. Ni en un caso ni en otro sabemos lo que pasará de
verdad porque no hay vacuna por el momento pero las palabras de una y otra
potencia sobre las intenciones, llegado el caso, dejan lecciones muy distintas,
dependiendo de lo que se digan.
Ayer
aparecían en la prensa fotos de Wu Ham, el foco del problema, amplios grupos de
personas en unos conciertos al aire libre como si no pasara nada, sencillamente
porque en la primera zona de confinamiento llevan ya más de 90 días sin ningún
contagio. Nosotros, mientras tanto estamos volviendo a temblar porque parece
que entramos en la segunda ola de y seguimos discutiendo la cantidad de
rastreadores que necesitamos para frenar el brío con el que nos está llegando
el virus de nuevo. Mucho más preocupados de quién es el culpable del aumento de
los casos de contagio, que no cesa de aumentar, que poner las medidas que lo
frenen, muchas de las cuales ya las sabemos y disponemos de medios para ello.
Para bien y para mal no somos China, pero estaría bien que miráramos con ojos
de ver, que es posible combatir esta pandemia y que en vez de tanta historia
sobre si son galgos o podencos, lo que hace falta es arremangarnos y hacerle
frente de una vez por todas.
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