No
creo que nadie se lo haya propuesto expresamente pero es cierto que estos días
son especialmente dados a la magia. Quiero
suponer que por la gran cantidad de oscuridad que acumulan, ya que son los más
cortos del año. También es verdad que, una vez superado el rubicón del 21 de
Diciembre, Solsticio de Invierno, aunque muy lentamente, ganamos luz minuto a
minuto con el horizonte puesto en el 21 de Junio, luminaria máxima del año.
No sé
si por la magia o por la ampliación de luz que vuelve a nacer volvemos la vista
a los más pequeños y tratamos de
dotarlos de objetos que los acompañen y que les faciliten el imprescindible
desarrollo que sus aprendizajes requieren. Bien es verdad que los regalos han
perdido gran parte de su valor desde el momento en que se han convertido en
algo cotidiano, cuando precisamente su mayor atractivo estaba en su rareza. El
regalo se reservaba para un día especial y en este momento lo raro es que un
día cualquiera no haya un regalo por cualquier motivo. De todos modos y por no
llevar todos los análisis al mismo tiempo, es cierto que estos días son
regaleros por antonomasia y vamos a ceñirnos un poco a ellos. También hemos
dicho ya que no nos engañemos, que el mayor y mejor regalo que los niños
esperan es el de que la estructura familiar cuente con ellos. El que se cuente
con ellos en el devenir de cada día y el de que sus adultos de referencia se
les muestren cercanos y disponibles, no tanto como objetos que ellos puedan
manejar a su capricho, cosa que muchas veces sucede, sino en su trato normal como personas, como
miembros activos de la familia.
También
hemos defendido que los objetos a los que llamamos regalos que vayan a ponerse
a disposición de los más pequeños, quizá sea más aconsejable ponerlos en los
primeros días de vacaciones para que dispongan de más tiempo de uso. La
tradición de los Reyes Magos parece que tiene más que ver en este sentido con
que los pequeños vean los regalos y en pocos días desaparezcan de sus manos y
se guarden no sé muy bien para qué. Pues si podemos valorar algunos criterios
que sean mejores que otros a la hora del regalo yo propondría el criterio de la
simplicidad como el más idóneo. Un juguete elaborado lo más que se puede lograr
con él es repetir y repetir la cualidad que destaque mientras que un objeto
simple y primitivo permite a quien lo maneja construirlo a su antojo y hasta encontrarle
distintas posibilidades de uso según los momentos del día o los días del año.
En el juguete muy elaborado el pequeño parece parte del juguete mismo y ambos
un objeto de consumo más que otra cosa,
mientras que en el juguete primitivo es posible
la experimentación, jugar con formas y estructuras distintas y
convertirse en protagonista de sus
distintas posibilidades. Quizá por eso hay juguetes que no pasan de moda, tipo
arquitecturas o similares mientras que otros viven sometidos a las campañas
anuales y surgen y desaparecen del mercado con gran facilidad.
Y es
que en esto de los juguetes como en cualquier otro orden lo que no conviene es
perder la perspectiva y tener claro en todo momento qué es lo importante y qué
lo accesorio. Lo debo haber comentado ya pero siempre recuerdo el comentario de
un abuelo desengañado que con bastante desazón
se lamentaba de que su nieto había recibido en estos días un hermoso
regalo suyo con el que esperaba colmar sus deseos y que al poco rato se
encontró al nieto jugando con la caja en que llegó envuelto el regalo mientras
que el regalo se moría de risa abandonado en un rincón. Muchas veces vemos este
tipo de secuencias y preferimos no mirar, como si no estuvieran sucediendo,
antes que sentirnos fracasados en nuestra elección. Sería bueno que fuéramos
capaces de leer la realidad y darnos cuenta de cómo el paso de la vida nos va
dejando señales frecuentes a través de las que es posible orientarse y no
perder el camino.