Cuando
esto escribo algunas de las apreciaciones que aquí dejo puede que ya no respondan a la realidad. Sé que la vida
evoluciona imparable y todas las vivencias se modifican con el tiempo. Tampoco
pretendo convertirme en juez de nada y estoy dispuesto a aceptar como válidas
realidades nuevas, que pueden ser tan válidas o tan discutibles como las que
les precedieron. Ando lejos de pensar que cualquiera tiempo pasado fue mejor.
Lo que sí es cierto es que cada uno pertenece a su tiempo y el mío es el que
sigue.
Planteábamos
dos salidas con noche de por medio. Una en otoño, más o menos por estas fechas,
quizá un poco antes, y otra en primavera. Se incluían los grupos de 3, 4 y 5
años, cada uno por separado. Los lugares estaban definidos en un radio de menos
de 100 kilómetros. Salíamos una mañana de la escuela y volvíamos al día
siguiente por la tarde. El meollo de la experiencia se centraba en dormir una
noche fuera de casa y en grupo. Para muchos de los de 3 años era la primera vez
y la noche era el punto álgido. Con quién dormían, a qué hora y los rituales
alrededor del sueño. Para los que ya tenían experiencia era el recuerdo lo
esencial y el afianzamiento de las relaciones. La experiencia ha sido
excepcional y de ella hemos hablado muchos días después y sin duda un punto de
referencia al que acudir en multitud de conversaciones posteriores. Le hemos
llamado Colonias quizá porque en origen no duraban menos de una semana y se
producían en verano como sustitutas de las vacaciones, hasta que decidimos
incorporarlas al curriculum como una clase mas de vida de la que participámos
todos: pequeños y mayores.
Más
que entrar ahora en una enumeración minuciosa de los beneficios desde el punto
de vista educativo prefiero dejar aquí contada alguna secuencia que albergo
como un tesoro en mi vida, a sabiendas de que cada uno de los protagonistas
puede albergar otra, confío que tan intensa como la mía. El paraje se llama
Hermita Vieja. Se encuentra en el término municipal de Dílar, a unos 20
kilómetros de Granada capital y en las estribaciones de Sierra Nevada por la
parte Sur. Hemos salido todo el grupo a caminar por la tarde con las linternas
a esperar que se fuera la luz del día para podernos iluminar unos a otros. En
medio del camino nos sentamos en corro como siempre para analizar lo que vemos,
lo que escuchamos, lo que olemos… De pronto sale una zorra y se pone a mirarnos
con descaro. Nos callamos al momento y le clavamos los ojos para ver qué hace.
Se va a un lado del camino y orina. Nos mira de nuevo y se va al otro lado y
vuelve a orinar. Vuelve a mirarnos y baja por el camino por donde hemos subido,
dirigiéndose a un lado y a otro, orinando en los linderos hasta que termina
perdiéndose de nuestra vista. Alrededor de 10 minutos nos tuvo embelesados con
el ritual. Uno de los pequeños dijo: Está buscando novio…. Seguimos nosotros
con las linternas descubriendo la oscuridad y cubriendo nuestro programa. Para
mí, como puede verse, la zorra fue lo que me quedó de esa colonia y
probablemente de todas. Me consta que no fui sólo porque la zorra salió
infinidad de veces en conversaciones posteriores.
Varias
familias nos hacían el cargo de que sus hijos mojaban la cama y hasta nos daban
los pañales correspondientes para evitar incidentes imprevistos. Entre los 3 y
los 5 años no es ningún drama que alguien pueda mojar la cama todavía pero la
experiencia de dormir fuera era una posibilidad real de que se autoimpusieran
contralar sus esfínteres por razones sociales que más de uno pasaba habiéndose
controlado, lo que le suponía una importante dosis de autoestima en adelante
ante sí mismo y ante su familia. En honor a la verdad hay que decir que también
pasaba lo contrario y más de uno amanecía completamente mojado cuando al
parecer ya controlaba en su casa. De cualquier modo la vida ofrece siempre
opciones y se manifiestan de distintas maneras.
Las colonias siguen siendo un acontecimiento con mucha trascendencia para los niños y sus familias. El tiempo ha pasado a favor de esta opción: cuando empezábamos no había lugares acondicionados para ir con los niños, y nos tocaba ir cargados de colchones, botiquín, juguetes, libros... en algunos casos teníamos que llevar la comida, el agua y hasta la luz. Hemos usado casas forestales, bares, escuelas cerradas, albergues... Por eso celebramos la aparición de las granjas escuelas, de las que todavía se mantienen Huerta Alegre, Parapanda, el Castillo de Píñar, Ermita Vieja y una muy entrañable para mí: el Molino de Lecrín, en Dúrcal. Una novedad de los últimos años ha sido introducir una noche de colonias en la propia escuela: recorrer los patios a la luz de las linternas siguiendo las pistas del duende es algo que le da otra dimensión a los espacios cotidianos.
ResponderEliminarComparto tu análisis y constato que cada tiempo tiene su atractivo. Sobre la última opción de pernoctar en la misma escuela y asumir esa otra visión del mismo espacio en una situación distinta alcancé a plantearla, incluso a hacerme un poco pesado pero en aquel momento no se veía y me quedé sin vivir esa experiencia. Me alegro que otros la esteis viviendo porque creo que es nueva y significativa. También me alegro que, con los cambios que sean precisos, la noción o el fundamento de las colonias lo sigan viviendo los pequeños y las personas responsables porque creo que la experiencia es insustituíble. Un abrazo
Eliminaren el despertar de la conciencia de la práctica totalidad de los niños (obvio decir las niñas) están ineluctablemente las Colonias. Y de e
ResponderEliminaréstas, de mil modalidades de ámbito público, semipúblico, privado o simplemente escolar.
El tiempo pasa. Y es un hecho que quienes hemos tenido la suerte enorme de disfrutarlas en nuestra infancia, hemos procurado por todos los medios transmitir la antorcha... en nuestros hijos y éstos, a su vez, en los suyos.
Las colonias, como todo, podrán ser susceptibles de mejora. Aun así, imprescindibles. Sean en acampada, en albergues, a ermitas, a huertas o a los cerros (no precisamente de Úbeda....!)
abrazos besos, Antonio
¡una gran aventura Antonio!!!
ResponderEliminartiempos pasan,vidas pasan años pasan!!!!
ResponderEliminarprecioso!
abrazos
lidia-la escriba
www.nuncajamashablamos.blogspot.com
Hola Antonio, yo solo he ido una sola vez a colonias y fue una agradable experiencia, pues era hija única y el hecho de dormir fuera de casa con otros niños, fue para mí todo un regalo.
ResponderEliminarUn vídeo muy bonito.
Gracias Antonio.
Un abrazo
Sor.Cecilia