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domingo, 1 de diciembre de 2013

COLONIAS

   
    Cuando esto escribo algunas de las apreciaciones que aquí dejo puede que  ya no respondan a la realidad. Sé que la vida evoluciona imparable y todas las vivencias se modifican con el tiempo. Tampoco pretendo convertirme en juez de nada y estoy dispuesto a aceptar como válidas realidades nuevas, que pueden ser tan válidas o tan discutibles como las que les precedieron. Ando lejos de pensar que cualquiera tiempo pasado fue mejor. Lo que sí es cierto es que cada uno pertenece a su tiempo y el mío es el que sigue.

         Planteábamos dos salidas con noche de por medio. Una en otoño, más o menos por estas fechas, quizá un poco antes, y otra en primavera. Se incluían los grupos de 3, 4 y 5 años, cada uno por separado. Los lugares estaban definidos en un radio de menos de 100 kilómetros. Salíamos una mañana de la escuela y volvíamos al día siguiente por la tarde. El meollo de la experiencia se centraba en dormir una noche fuera de casa y en grupo. Para muchos de los de 3 años era la primera vez y la noche era el punto álgido. Con quién dormían, a qué hora y los rituales alrededor del sueño. Para los que ya tenían experiencia era el recuerdo lo esencial y el afianzamiento de las relaciones. La experiencia ha sido excepcional y de ella hemos hablado muchos días después y sin duda un punto de referencia al que acudir en multitud de conversaciones posteriores. Le hemos llamado Colonias quizá porque en origen no duraban menos de una semana y se producían en verano como sustitutas de las vacaciones, hasta que decidimos incorporarlas al curriculum como una clase mas de vida de la que participámos todos: pequeños y mayores.

         Más que entrar ahora en una enumeración minuciosa de los beneficios desde el punto de vista educativo prefiero dejar aquí contada alguna secuencia que albergo como un tesoro en mi vida, a sabiendas de que cada uno de los protagonistas puede albergar otra, confío que tan intensa como la mía. El paraje se llama Hermita Vieja. Se encuentra en el término municipal de Dílar, a unos 20 kilómetros de Granada capital y en las estribaciones de Sierra Nevada por la parte Sur. Hemos salido todo el grupo a caminar por la tarde con las linternas a esperar que se fuera la luz del día para podernos iluminar unos a otros. En medio del camino nos sentamos en corro como siempre para analizar lo que vemos, lo que escuchamos, lo que olemos… De pronto sale una zorra y se pone a mirarnos con descaro. Nos callamos al momento y le clavamos los ojos para ver qué hace. Se va a un lado del camino y orina. Nos mira de nuevo y se va al otro lado y vuelve a orinar. Vuelve a mirarnos y baja por el camino por donde hemos subido, dirigiéndose a un lado y a otro, orinando en los linderos hasta que termina perdiéndose de nuestra vista. Alrededor de 10 minutos nos tuvo embelesados con el ritual. Uno de los pequeños dijo: Está buscando novio…. Seguimos nosotros con las linternas descubriendo la oscuridad y cubriendo nuestro programa. Para mí, como puede verse, la zorra fue lo que me quedó de esa colonia y probablemente de todas. Me consta que no fui sólo porque la zorra salió infinidad de veces en conversaciones posteriores.


         Varias familias nos hacían el cargo de que sus hijos mojaban la cama y hasta nos daban los pañales correspondientes para evitar incidentes imprevistos. Entre los 3 y los 5 años no es ningún drama que alguien pueda mojar la cama todavía pero la experiencia de dormir fuera era una posibilidad real de que se autoimpusieran contralar sus esfínteres por razones sociales que más de uno pasaba habiéndose controlado, lo que le suponía una importante dosis de autoestima en adelante ante sí mismo y ante su familia. En honor a la verdad hay que decir que también pasaba lo contrario y más de uno amanecía completamente mojado cuando al parecer ya controlaba en su casa. De cualquier modo la vida ofrece siempre opciones y se manifiestan de distintas maneras. 

6 comentarios:

  1. Las colonias siguen siendo un acontecimiento con mucha trascendencia para los niños y sus familias. El tiempo ha pasado a favor de esta opción: cuando empezábamos no había lugares acondicionados para ir con los niños, y nos tocaba ir cargados de colchones, botiquín, juguetes, libros... en algunos casos teníamos que llevar la comida, el agua y hasta la luz. Hemos usado casas forestales, bares, escuelas cerradas, albergues... Por eso celebramos la aparición de las granjas escuelas, de las que todavía se mantienen Huerta Alegre, Parapanda, el Castillo de Píñar, Ermita Vieja y una muy entrañable para mí: el Molino de Lecrín, en Dúrcal. Una novedad de los últimos años ha sido introducir una noche de colonias en la propia escuela: recorrer los patios a la luz de las linternas siguiendo las pistas del duende es algo que le da otra dimensión a los espacios cotidianos.

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    1. Comparto tu análisis y constato que cada tiempo tiene su atractivo. Sobre la última opción de pernoctar en la misma escuela y asumir esa otra visión del mismo espacio en una situación distinta alcancé a plantearla, incluso a hacerme un poco pesado pero en aquel momento no se veía y me quedé sin vivir esa experiencia. Me alegro que otros la esteis viviendo porque creo que es nueva y significativa. También me alegro que, con los cambios que sean precisos, la noción o el fundamento de las colonias lo sigan viviendo los pequeños y las personas responsables porque creo que la experiencia es insustituíble. Un abrazo

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  2. en el despertar de la conciencia de la práctica totalidad de los niños (obvio decir las niñas) están ineluctablemente las Colonias. Y de e
    éstas, de mil modalidades de ámbito público, semipúblico, privado o simplemente escolar.
    El tiempo pasa. Y es un hecho que quienes hemos tenido la suerte enorme de disfrutarlas en nuestra infancia, hemos procurado por todos los medios transmitir la antorcha... en nuestros hijos y éstos, a su vez, en los suyos.
    Las colonias, como todo, podrán ser susceptibles de mejora. Aun así, imprescindibles. Sean en acampada, en albergues, a ermitas, a huertas o a los cerros (no precisamente de Úbeda....!)
    abrazos besos, Antonio

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  3. tiempos pasan,vidas pasan años pasan!!!!
    precioso!
    abrazos
    lidia-la escriba
    www.nuncajamashablamos.blogspot.com

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  4. Hola Antonio, yo solo he ido una sola vez a colonias y fue una agradable experiencia, pues era hija única y el hecho de dormir fuera de casa con otros niños, fue para mí todo un regalo.
    Un vídeo muy bonito.
    Gracias Antonio.
    Un abrazo
    Sor.Cecilia

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