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domingo, 30 de abril de 2023

DESGARROS

 

         La semana pasada tuve conciencia, por primera vez, de homenajear al Libro, focalizándolo en Barcelona bajo su apelativo del Libro y la Rosa. Los resultados conocidos no han podido ser mejores. En algunos puntos se habla del doble de ventas que acontecimientos anteriores y los aumentos se cuentan por millones, tanto de libros como de rosas. Probablemente la templanza del tiempo y una cierta venganza de la reciente pandemia pasada han podido contribuir a los excelentes resultados obtenidos. Se habla de cifras record y el optimismo se ha impuesto, con fundamento, en el ánimo social.

El mío también, hasta el punto que me ha remitido a la vida en general y a la referencia de los desgarros como sistema de sistematizar los acontecimientos fundamentales por los que pasamos si nos atenemos a los hitos que nos muestran su división entre el nacimiento y la muerte.



         Aunque por encontrar una cierta división en la que todos podamos sentirnos incluidos mencionaremos unas fases que nos incluyan, si bien es cierto que en el paso individual  podremos afirmar que hay tantos procesos que particularizan la división como personas que las vivimos. El primer desgarro que atravesamos es el del nacimiento, en el que considero que atravesamos el más fino cauce en el que durante el tiempo que dura el parto, rozamos la muerte como en ningún otro momento del recorrido vital. La ciencia ha permitido que, hasta un 20%, más o menos,  de quienes ven la luz, puedan hacerlo sin el modo natural de que sus madres amplíen el cauce previsto y alcancen su nacimiento por el sistema de cesárea, facilitando en la madre un sistema alternativo que resuelve, en el último momento, las dificultades que la naturaleza haría imposible el nacimiento. Dada la dificultad, prevista por la naturaleza, hemos llegado a abusar, en cierto modo, en nuestras posibilidades clínicas y hoy podemos afirmar que se producen más cesáreas que las que serían imprescindibles, si agotáramos en cada caso las posibilidades naturales.



         El primer desgarro del nacimiento se produce muy mediatizado por la capacidad clínica que hemos alcanzado el nacimiento se suaviza, y permite mayor número de nacimientos que los que podrían llegar a término si el útero materno fuera el único conducto que nos permita nacer. El innegable avance, que implica la solución clínica de una serie dificultades insalvables de última hora, nos lleva a valorar nuestros conocimientos, algunos puntos más allá de lo deseable y facilitar cesáreas sin haber agotado las posibilidades que la naturaleza tiene previstas sin tener que recurrir a procedimientos que abrevien el cauce natural sin valorar suficientemente las consecuencias de suprimir o condicionar determinados pasos que eliminamos, valiéndonos de conocimientos clínicos que seguro que son capaces de permitir que nazcan una serie de personas que no podrían consumar el proceso natural por las dificultades concretas que trae aparejadas.



         Nos vamos a quedar hoy comentando solo este desgarro del nacimiento por ser el primero de la vida y el que más dificultades ofrece para ser consumado. Al mismo tiempo nos permite disponer de procedimientos complementarios, cesárea, que facilitan el nacimiento en una serie de situaciones que, de lo contrario, serían imposibles. La experiencia, de todas formas, nos avisa de que nuestras posibilidades clínicas deben ayudar a que los procesos naturales se amplíen, pero siempre teniendo en cuenta que nuestros conocimientos no deben ocupar en ningún caso la sustitución de los procedimientos naturales sino facilitar y colaborar en los casos en los que las dificultades nos puedan llevar a situaciones sin salida y nuestras posibilidades, en cambio,  sean capaces de completar los procesos naturales, pero nunca a  sustituirlos.    



domingo, 23 de abril de 2023

LIBROS

         Mi vida cambió radicalmente a mis 14 años, con la entrada en el internado del Ave-María en la Cuesta del Chapiz y el añadido de subir y bajar un par de veces cada día hasta la Carretera de Murcia, junto a San Cristóbal, en plena construcción del primer Instituto Filial que se instaló en Granada. Los amplios pasillos y el tic, tac permanente de  los albañiles, albergaban nuestras clases, compartidas con unas Escuelas Profesionales que, sin dejar de cumplimentar nuestro bachiller con todas las de la ley nos ofreció el Albaicín como barrio para subirlo y bajarlo cada día. El pequeño grupo de internos nos convertimos en inquilinos que ocupamos los espacios que se nos asignaban pero éramos un poco extraños en cualquiera de los espacios que el internado nos ofrecía. Salí de mi casa entonces y nunca he vuelto a pertenecer a ella como cualquiera de los otros cinco miembros que allí siguieron, sin otra perspectiva que el transcurrir diario. En el internado, frente al Generalife y la Alhambra, conocí amigos, una ducha, un cuarto de baño, toda la picaresca que lleva aparejada la convivencia y lo grande que puede llegar a ser el mundo.

 

         No me extrañaría que, en los 13 años de vida que este blog acumula en sus entrañas, pudiera que alguno, o hasta más de uno, hubiera sucedido alrededor del Día del Libro. De lo que sí doy fe es de que no ha habido un solo año en el que haya querido hasta el presente, de centrarme en tal acontecimiento. En honor a la verdad, tampoco sé por qué esta vez he decidido pararme y festejar el libro de manera sustantiva. Cómo olvidar que en mi vida el libro acumula una extensión y una intensidad que no sé si guarda ningún otro elemento relacionado con la cultura. No puedo dudar de que, para mí,  hablar de libros es  referirme a un elemento sustancial. Y no precisamente porque en mi casa dispusiera de muchos para el manejo cotidiano. El único elemento que recuerdo, es el hule de la mesa camilla con las provincias de España y sus pueblos fundamentales, que ocupaba la sala baja y nos reunía a los seis de la familia,  alrededor del espacio de globalidad para compartir ideas y propuestas, al calor del brasero de cisco picón, en las largas noches de frío.









         El Día de Libro ha quedado de emblema con el regalo de un libro y de una rosa y Barcelona como espacio de referencia. Lo doy por bueno, aunque la aparición de Internet nos permita discusiones sobre el presente y luces y sombras en el horizonte para afrontar el futuro. La reciente salida de la pandemia se ha convertido en  un aliciente añadido. El gozo de las posibilidades de nuestro roce con los libros, sobre todo a los que, como resulta ser mi caso, hemos decidido que el pozo de la cultura no tiene fin y que por su universo sin límite vamos a desplazarnos sin miedo alguno. El conocimiento, por tanto,  es nuestro único reto y, sobre todo en esta fase final de nuestra actividad, hemos adoptado al libro  como más fiel compañero y con él delante de los ojos, pretendemos penetrar en el nuevo infinito que nos espera, una vez que hayamos cubierto nuestro tiempo de vida en esta tierra.




    

domingo, 16 de abril de 2023

FRUSTRACIÓN

 

         Asumir las frustraciones de la vida, cosa que nos sucede a cada paso, se puede convertir en uno de los indicadores más profundos sobre el grado de educación que cualquier persona ha alcanzado como resultado de los niveles de influencia asumidos a lo largo y a lo ancho de la convivencia. En algún momento estoy seguro de haber tratado el caso de estos dos niños de 4 años en un momento de un conflicto agudo, por causa de una pelota. Clemente es hijo único, muy guapo y trae a la escuela su pelota, pero a la hora de jugar él quiere decidir los participantes y se niega a que Tancho, bastante feo pero con muchos amigos, participe en el juego. Inician una pelea, cuerpo a cuerpo, para dirimir quien va a mandar en la pelota y en el propio juego que pretenden organizar y que no tarda en inclinarse a favor de Clemente, no sé si porque es más fuerte o porque la pelota es suya o sabe dios por qué. Lo cierto es que, una vez que consigue la pelota no sabe qué hacer con ella y se va a un rincón del patio, abrazado a ella y allí termina la historia. No sabe qué hacer con su pelota, salvo mirar desafiante a los compañeros y no aceptar que nadie le discuta que su pelota es suya.



         El proceso de Tancho es bien distinto porque en la lucha ha sido jaleado por sus amigos, que son muchos, al grito de ¡Taancho!, ¡Taancho!…, aunque el destino de la contienda se inclina muy pronto a favor de Clemente. El resultado final, como se venía venir desde el principio, se inclina a favor de Clemente, si bien el amplio grupo de amigos se arremolinan alrededor de Tancho, no lo abandonan en ningún momento, y organizan un juego sin pelota en el que Tancho está incluido, por más que tiene que tragarse el sabor amargo de la derrota hasta que el nuevo juego coge vuelo y  prescinde de la pelota del deseo, que termina en un rincón, abrazada a su dueño, pero completamente inútil para lo que pretendían utilizarla cuando el juego había empezado.



         Han pasado más de 50 años de la secuencia y la tengo en mi vida como una de las lecciones más profundas sobre la idea de ganar o perder en la vida. Cuando veo a Clemente, abrazado a su pelota, completamente solo en un rincón del patio, nunca he podido aceptar la utilidad de aquel litigio ni para qué le sirve a Clemente tener su hermosa pelota, si no tiene a nadie con quien jugar. Por el contrario Tancho, que no tenía nada en este conflicto, siempre tuvo un grupo de amigos y, pese a haber perdido su cuerpo a cuerpo, el resultado final fue completamente suyo y lo siguió siendo en adelante porque contaba con la complicidad de sus amigos, tanto si ganaba un conflicto como si lo perdía. No es la única lección que guardo en mi memoria como una fuente de conocimiento, nacida en los pequeños avatares cotidianos, pero capaz de ponernos a cada uno en nuestro sitio cuando analizamos en profundidad el significado de las lecciones que la vida nos va facilitando, si somos capaces de leer la realidad que se manifiesta como una fuente inagotable en el devenir de la convivencia.



         Hemos creado una cultura en la que los libros son los que albergan el conocimiento y allí es a donde recurrimos para obtener el saber que necesitamos. No seré yo quien niegue este sistema de trasmisión del saber, que tanto debe a la imprenta y a su desarrollo a lo largo de los siglos. Lo que sí afirmo es que, al margen de este sistema consolidado y que me parece indiscutible, la realidad de la convivencia me parece otro sistema de conocimiento perfectamente válido si somos capaces de obtener las lecciones que la realidad cotidiana es capaz de ofrecernos si aprendemos a leer lo que el desarrollo y desenlace de los conflictos es capaz de ofrecernos. Seguramente la verdad se encuentra muy repartida y es capaz de aportarnos sus lecciones de múltiples maneras. Del mismo modo se hace necesario que los profesionales de la educación seamos capaces de seguir aprendiendo del devenir de cada día, por más que hayamos estudiado en los libros aquellos conocimientos que se nos propongan.    



domingo, 9 de abril de 2023

SUMAYSIGUE


         En las dos semanas anteriores hemos conmemorado el 40 aniversario de la iniciativa laboral sobre la primera infancia, encarnada en las 4 escuelas infantiles municipales que, desde los primeros ochenta del siglo anterior, desarrollan en Granada una labor encomiable, junto a otras experiencias similares, demasiado pocas desgraciadamente, en el resto de España, con un excelente resultado a pesar de que el sector de 0 a 6 años sigue separando el 3 a 6 para los centros públicos normales, aprovechando el descenso de natalidad, y el 0 a 3 dominado por la privada sobre todo, salvando experiencias como la nuestra que, a pesar de los pesares, mantienen su dignidad y hacen que su trabajo signifique una encomiable experiencia y demuestran la coherencia del 0 a 6 unido a la mayoría de las prácticas separadas, que ofrecen resultados dispares. Nunca la idea del primer tramo educativo fue la de hegemonizar el sector, pero sí la de ofrecer diversidad de experiencias, preferiblemente públicas, y con resultados novedosos, si bien menos dinámicos, en la práctica, de lo deseable por la dificultad del sector  público que, de hecho, ha terminado por absorber a los 3 años y los ha incorporado a lo que, anteriormente, venía denominando preescolar, sin demasiada movilidad de profesorado.



         Como las personas podemos estar compuestos por tantas vidas en lo que dura la única que vivimos, volvemos  a este inicio primaveral en el que estábamos y nos encontramos en plena Semana Santa, que concluye con este Domingo de Resurrección en el que estamos. Tanto la guerra de Ucrania como los incendios, que ya han enseñado sus afiladas uñas, a pesar de ser todavía un poco pronto, como el resto de vivencias de un mundo que sigue su camino, ajeno a las personas que lo poblamos, a ver si, por fin, nos  enteramos de que no somos los reyes de ningún mambo, si bien, aprovechando este último día, que la iglesia llama de Gloria, tras la larga semana de glorificación del sufrimiento y de la muerte, mucho más ligado al folklore que al verdadero examen de conciencia que sería preciso, podríamos permitirnos un poco de reflexión de lo que se conmemora y economizar en fastos y en inundar las calles de apariencia, a lo que somos tan proclives.



         Me doy cuenta, con el correr de los renglones, que el tiempo pasa y va dejando su huella en mi capacidad de análisis. Lo que en tiempos hubiera significado una crítica profunda a nuestra forma de vivir el tiempo de penitencia que se pretende, se convierte, de hecho, en una forma de vivir la primavera, muy apegada a la carne y sus lujurias, lo cual podría tener su atractivo, sin abandonar el casi absoluto dominio de las calles por parte de la iglesia católica, que no ceja ni un ápice de argumentar incansable de la necesidad que seguimos teniendo de apoyarla, defenderla y enaltecerla, nunca sé hasta cuándo ni hasta dónde. La verdad es que en el pecado lleva la penitencia porque, por más que presiona sin límite, la realidad sigue demostrando que los resultados, lo más que consiguen es empapar de apariencias la alimentación de torrijas y bacalaos, en recuerdo de unas vigilias que un día, hace ya mucho, justificaban la angustiosa pobreza de la inmensa mayoría con una diversidad alimenticia que aún queda en el recuerdo, no tanto cn forma alguna de transformación interna, sino, sencillamente, con un enriquecimiento dietético ligado a la religión.



         Quizá la propia edad y sus consecuencias se ha transformado en alejamiento de la capacidad de análisis y hoy ofrece unas explicaciones alejadas de profundidades en nuestras motivaciones y cubiertas apenas de vistosos mantos de colores, acordes con la vibrante estación que atravesamos, por más que los aspectos estrictamente ceremoniales nos cubran de apariencias de lo que, cada día menos, me creo que en algún momento pudo ser verdad. Me inclino más a pensar que nuestra picaresca salvadora y sin límite, va ofreciendo el tono más acorde con los tiempos para que nos siga importando poco lo que somos y salgamos del paso a base de apariencias y lavados de conciencia tranquilizadores.   




domingo, 2 de abril de 2023

TIEMPOS


         Apenas una hora después de los acontecimientos que se narraban la semana anterior podía haber escrito la secuencia presente porque, en realidad, las sensaciones que la motivan llevan almacenadas en el cuerpo toda la semana, a la espera que la orden de ADELANTE, apareciera y los dedos se pusieran a teclear estas letras que aparecen y, estas ideas que llevan esperando toda la semana, vayan formando sensaciones y mensajes, desde el terreno de la intuición pura y simple hasta alcanzar la lógica, con  la que se van ordenando en ideas que quieren ser transmitidas. Con el deseo latente han vivido toda la semana a la espera de alcanzar este domingo en el que, por fin, van quedando convertidas en palabras después de una espera en  forma de nudo afectivo que esperaba el momento  preciso y que es este concretamente. La mañana del domingo pasado se produjo el encuentro y hasta podría haberlo escrito y dar fin al acontecimiento de los 40 años que se pretendía recordar. Pero  cada cosa requiere su momento y el de contarlo es ahora.



         Hacía ya bastantes años que me había alejado de las inquietudes de la primera infancia estaban lejos porque mi presente. Hoy se encuentra junto a los discapacitados intelectuales, con la excusa de pagarle a la vida alguna deuda pendiente por la oligofrenia de mi hermano Paco. Durante muchos años he vivido bastante lejos de su evolución hasta convertirnos casi en dos desconocidos. Pero  un día mis padres mueren y yo me entero de que mi Paco espera algún gesto de mí, en  el que apenas si había caído. Y fue el momento en que me vi impulsado a mirar a este lado de la vida y encontrarme con una serie de  personas que apenas las reconocía hasta el momento. Y la vida me cambió radicalmente. Desde entonces me adentré en el mundo de la discapacidad intelectual, del que venía viviendo bien lejos. Llamé a mi amigo Manolo Benítez, también alejado por razones completamente distintas y, como dos forasteros, nos adentramos en la Plaza del Carmen a la búsqueda de no sé qué pasado con el que necesitaba conectar, cuando en realidad la distancia ni siquiera podía considerarse materializada, como pude comprobar a base de abrazos y de calor afectivo.



         Seguramente fue el momento de comprobar que la distancia entre los dos mundos no era más que una ficción, en la  que la vida nos había metido a ambos. Pudimos comprobarlo al encontrarnos de nuevo con unos espacios, unos tiempos y unas personas que en aquella mañana nos dijeron que seguíamos siendo los mismos por más que las miserias de la vida se empeñaran en engañarnos a base de distancia con unos y con otros que, a base de besos y de roces se fueron diluyendo como azucarillos en un vaso de agua, dejando como resultado un reconocimiento de personas que parecían alejadas y que estaban pidiendo a gritos suprimir las distancias artificiales y materializar encuentros pendientes, a base de constatar que el mundo de la primera infancia y el de la  discapacidad intelectual no necesitaban más que un punto de unión bajo el calificativo de personas, que es el que nos une a todos.



         No sé si el recordatorio de los 40 años en aquella mañana de primavera recién nacida será suficiente para recomponer lagunas de distancia que nos engañan, haciéndonos creer que entre nosotros puede haber distancias que el tiempo ha dibujado y que no son más que artificios que se nos colocan delante de los ojos hasta que cualquier conmemoración nos sale al paso y, convertida en un  abrazo cualquiera, se transforma en afecto, nos pone a unos junto a otros y nos convierte a todos en personas que nos estamos necesitando los unos a los otros y cualquier excusa puede anular unas supuestas distancias que desaparecen entre el roce de las manos o junto al calor de un afectuoso saludo que nunca debió dejar pasar tanto tiempo sin producirse y que lo único que necesita para verse recompuesto, no es más que dejar que fluya y termine de unir lo que nuestra propia miseria distanció. Quiero pensar que el aprendizaje se habrá producido y el futuro inmediato nos ofrecerá el resultado.