Mi
vida cambió radicalmente a mis 14 años, con la entrada en el internado del
Ave-María en la Cuesta del Chapiz y el añadido de subir y bajar un par de veces
cada día hasta la Carretera de Murcia, junto a San Cristóbal, en plena
construcción del primer Instituto Filial que se instaló en Granada. Los amplios
pasillos y el tic, tac permanente de los
albañiles, albergaban nuestras clases, compartidas con unas Escuelas
Profesionales que, sin dejar de cumplimentar nuestro bachiller con todas las de
la ley nos ofreció el Albaicín como barrio para subirlo y bajarlo cada día. El
pequeño grupo de internos nos convertimos en inquilinos que ocupamos los
espacios que se nos asignaban pero éramos un poco extraños en cualquiera de los
espacios que el internado nos ofrecía. Salí de mi casa entonces y nunca he
vuelto a pertenecer a ella como cualquiera de los otros cinco miembros que allí
siguieron, sin otra perspectiva que el transcurrir diario. En el internado,
frente al Generalife y la Alhambra, conocí amigos, una ducha, un cuarto de
baño, toda la picaresca que lleva aparejada la convivencia y lo grande que
puede llegar a ser el mundo.
No me
extrañaría que, en los 13 años de vida que este blog acumula en sus entrañas,
pudiera que alguno, o hasta más de uno, hubiera sucedido alrededor del Día del
Libro. De lo que sí doy fe es de que no ha habido un solo año en el que haya
querido hasta el presente, de centrarme en tal acontecimiento. En honor a la
verdad, tampoco sé por qué esta vez he decidido pararme y festejar el libro de
manera sustantiva. Cómo olvidar que en mi vida el libro acumula una extensión y
una intensidad que no sé si guarda ningún otro elemento relacionado con la
cultura. No puedo dudar de que, para mí, hablar de libros es referirme a un elemento sustancial. Y no
precisamente porque en mi casa dispusiera de muchos para el manejo cotidiano. El
único elemento que recuerdo, es el hule de la mesa camilla con las provincias
de España y sus pueblos fundamentales, que ocupaba la sala baja y nos reunía a
los seis de la familia, alrededor del
espacio de globalidad para compartir ideas y propuestas, al calor del brasero
de cisco picón, en las largas noches de frío.
El Día de Libro ha quedado de emblema con el regalo de un libro y de una rosa y Barcelona como espacio de referencia. Lo doy por bueno, aunque la aparición de Internet nos permita discusiones sobre el presente y luces y sombras en el horizonte para afrontar el futuro. La reciente salida de la pandemia se ha convertido en un aliciente añadido. El gozo de las posibilidades de nuestro roce con los libros, sobre todo a los que, como resulta ser mi caso, hemos decidido que el pozo de la cultura no tiene fin y que por su universo sin límite vamos a desplazarnos sin miedo alguno. El conocimiento, por tanto, es nuestro único reto y, sobre todo en esta fase final de nuestra actividad, hemos adoptado al libro como más fiel compañero y con él delante de los ojos, pretendemos penetrar en el nuevo infinito que nos espera, una vez que hayamos cubierto nuestro tiempo de vida en esta tierra.
Feliz día del libro y buen domingo, y amigo querido.
ResponderEliminarComo siempre, y es un placer poder disfrutar de tus escritos, y historias, que reflexiones...
Enhorabuena.
Gracias. Un saludo y
Besos 😘
Discrepo un poco contigo Antonio. Yo creo que el único reto que tenemos por delante y supongo que cuanto más experiencia acumulamos más importante es, consiste en ser felices. Sin duda el conocimiento y el disfrute de los libros es una de las formas, complementaria a otras. Me encanta ver lo feliz que te hace un libro y le dediques a esa fuente de felicidad tanta energía.
ResponderEliminar📚📚📚📚
He conocido gente que compartió lugares contigo durante esos tiempos de internado… su recuerdo (de ti) “un chico leyendo… siempre llevaba un libro en la mano, que leía incluso andando…” Esa imagen también es mía… es fácil imaginarte.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo!