En las
dos semanas anteriores hemos conmemorado el 40 aniversario de la iniciativa
laboral sobre la primera infancia, encarnada en las 4 escuelas infantiles
municipales que, desde los primeros ochenta del siglo anterior, desarrollan en
Granada una labor encomiable, junto a otras experiencias similares, demasiado
pocas desgraciadamente, en el resto de España, con un excelente resultado a
pesar de que el sector de 0 a 6 años sigue separando el 3 a 6 para los centros
públicos normales, aprovechando el descenso de natalidad, y el 0 a 3 dominado
por la privada sobre todo, salvando experiencias como la nuestra que, a pesar
de los pesares, mantienen su dignidad y hacen que su trabajo signifique una
encomiable experiencia y demuestran la coherencia del 0 a 6 unido a la mayoría
de las prácticas separadas, que ofrecen resultados dispares. Nunca la idea del
primer tramo educativo fue la de hegemonizar el sector, pero sí la de ofrecer
diversidad de experiencias, preferiblemente públicas, y con resultados
novedosos, si bien menos dinámicos, en la práctica, de lo deseable por la
dificultad del sector público que, de
hecho, ha terminado por absorber a los 3 años y los ha incorporado a lo que,
anteriormente, venía denominando preescolar, sin demasiada movilidad de
profesorado.
Como
las personas podemos estar compuestos por tantas vidas en lo que dura la única
que vivimos, volvemos a este inicio
primaveral en el que estábamos y nos encontramos en plena Semana Santa, que
concluye con este Domingo de Resurrección en el que estamos. Tanto la guerra de
Ucrania como los incendios, que ya han enseñado sus afiladas uñas, a pesar de
ser todavía un poco pronto, como el resto de vivencias de un mundo que sigue su
camino, ajeno a las personas que lo poblamos, a ver si, por fin, nos enteramos de que no somos los reyes de ningún
mambo, si bien, aprovechando este último día, que la iglesia llama de Gloria, tras
la larga semana de glorificación del sufrimiento y de la muerte, mucho más
ligado al folklore que al verdadero examen de conciencia que sería preciso,
podríamos permitirnos un poco de reflexión de lo que se conmemora y economizar en
fastos y en inundar las calles de apariencia, a lo que somos tan proclives.
Me doy
cuenta, con el correr de los renglones, que el tiempo pasa y va dejando su
huella en mi capacidad de análisis. Lo que en tiempos hubiera significado una
crítica profunda a nuestra forma de vivir el tiempo de penitencia que se
pretende, se convierte, de hecho, en una forma de vivir la primavera, muy
apegada a la carne y sus lujurias, lo cual podría tener su atractivo, sin
abandonar el casi absoluto dominio de las calles por parte de la iglesia
católica, que no ceja ni un ápice de argumentar incansable de la necesidad que
seguimos teniendo de apoyarla, defenderla y enaltecerla, nunca sé hasta cuándo
ni hasta dónde. La verdad es que en el pecado lleva la penitencia porque, por
más que presiona sin límite, la realidad sigue demostrando que los resultados,
lo más que consiguen es empapar de apariencias la alimentación de torrijas y
bacalaos, en recuerdo de unas vigilias que un día, hace ya mucho, justificaban
la angustiosa pobreza de la inmensa mayoría con una diversidad alimenticia que
aún queda en el recuerdo, no tanto cn forma alguna de transformación interna,
sino, sencillamente, con un enriquecimiento dietético ligado a la religión.
Quizá la propia edad y sus consecuencias se ha transformado en alejamiento de la capacidad de análisis y hoy ofrece unas explicaciones alejadas de profundidades en nuestras motivaciones y cubiertas apenas de vistosos mantos de colores, acordes con la vibrante estación que atravesamos, por más que los aspectos estrictamente ceremoniales nos cubran de apariencias de lo que, cada día menos, me creo que en algún momento pudo ser verdad. Me inclino más a pensar que nuestra picaresca salvadora y sin límite, va ofreciendo el tono más acorde con los tiempos para que nos siga importando poco lo que somos y salgamos del paso a base de apariencias y lavados de conciencia tranquilizadores.
Pues...
ResponderEliminarAlgo así, que amigo. Aunque aquí los matices y costumbres son un poco diferentes.
Otro buen y sabio artículo, y Antonio.
Felicidades.
Besos y abrazos grandes.
Sabes que te quiero mucho.
Genial, Antonio! cómo vas enhebrando tus crónicas que se ven unidas por un hilo invisible de buenísima literatura. Y esta vez además le das un buen palo a estas tradiciones religiosas cada vez más exteriores. Un abrazo
ResponderEliminarQuerido Antonio, cuanto tiempo.... Sigues creando ésos textos que te hacen pensar. Un abrazo largo cariñoso que me hubiera gustado
ResponderEliminarSoy Lourdes Casares
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