La
semana pasada tuve conciencia, por primera vez, de homenajear al Libro,
focalizándolo en Barcelona bajo su apelativo del Libro y la Rosa. Los
resultados conocidos no han podido ser mejores. En algunos puntos se habla del
doble de ventas que acontecimientos anteriores y los aumentos se cuentan por
millones, tanto de libros como de rosas. Probablemente la templanza del tiempo
y una cierta venganza de la reciente pandemia pasada han podido contribuir a
los excelentes resultados obtenidos. Se habla de cifras record y el optimismo
se ha impuesto, con fundamento, en el ánimo social.
El mío también, hasta el punto que me ha remitido a
la vida en general y a la referencia de los desgarros como sistema de
sistematizar los acontecimientos fundamentales por los que pasamos si nos
atenemos a los hitos que nos muestran su división entre el nacimiento y la
muerte.
Aunque
por encontrar una cierta división en la que todos podamos sentirnos incluidos
mencionaremos unas fases que nos incluyan, si bien es cierto que en el paso
individual podremos afirmar que hay
tantos procesos que particularizan la división como personas que las vivimos.
El primer desgarro que atravesamos es el del nacimiento, en el que considero
que atravesamos el más fino cauce en el que durante el tiempo que dura el parto,
rozamos la muerte como en ningún otro momento del recorrido vital. La ciencia ha
permitido que, hasta un 20%, más o menos, de quienes ven la luz, puedan hacerlo sin el
modo natural de que sus madres amplíen el cauce previsto y alcancen su
nacimiento por el sistema de cesárea, facilitando en la madre un sistema alternativo
que resuelve, en el último momento, las dificultades que la naturaleza haría
imposible el nacimiento. Dada la dificultad, prevista por la naturaleza, hemos
llegado a abusar, en cierto modo, en nuestras posibilidades clínicas y hoy
podemos afirmar que se producen más cesáreas que las que serían imprescindibles,
si agotáramos en cada caso las posibilidades naturales.
El
primer desgarro del nacimiento se produce muy mediatizado por la capacidad
clínica que hemos alcanzado el nacimiento se suaviza, y permite mayor número de
nacimientos que los que podrían llegar a término si el útero materno fuera el
único conducto que nos permita nacer. El innegable avance, que implica la
solución clínica de una serie dificultades insalvables de última hora, nos
lleva a valorar nuestros conocimientos, algunos puntos más allá de lo deseable
y facilitar cesáreas sin haber agotado las posibilidades que la naturaleza
tiene previstas sin tener que recurrir a procedimientos que abrevien el cauce
natural sin valorar suficientemente las consecuencias de suprimir o condicionar
determinados pasos que eliminamos, valiéndonos de conocimientos clínicos que
seguro que son capaces de permitir que nazcan una serie de personas que no
podrían consumar el proceso natural por las dificultades concretas que trae
aparejadas.
Nos vamos a quedar hoy comentando solo este desgarro del nacimiento por ser el primero de la vida y el que más dificultades ofrece para ser consumado. Al mismo tiempo nos permite disponer de procedimientos complementarios, cesárea, que facilitan el nacimiento en una serie de situaciones que, de lo contrario, serían imposibles. La experiencia, de todas formas, nos avisa de que nuestras posibilidades clínicas deben ayudar a que los procesos naturales se amplíen, pero siempre teniendo en cuenta que nuestros conocimientos no deben ocupar en ningún caso la sustitución de los procedimientos naturales sino facilitar y colaborar en los casos en los que las dificultades nos puedan llevar a situaciones sin salida y nuestras posibilidades, en cambio, sean capaces de completar los procesos naturales, pero nunca a sustituirlos.
Interesante reflexión, pero querido Antonio.
ResponderEliminarOtro buen artículo.
Gracias y felicidades.
Besotes