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domingo, 27 de octubre de 2013

ACTUALIDAD


         Dos cuestiones hoy, cada una de ellas con entidad suficiente como para cubrir más de un artículo, pero que necesito agrupar para no perder el punto de actualidad que hoy tienen, cada una por sus propias razones y ambas referidas al tema que nos ocupa cada semana.

         En nuestro anterior sobre el barrio, Manuel Ángel, desde su trabajo cotidiano, nos hace una observación que no quiero pasar por alto sobre la seguridad que hoy exigen las familias. Es evidente que cada vez que se sale a la calle o de viaje con pequeños, hay que preocuparse por la seguridad. Esto ha pasado siempre y en buena hora puedo decir que he terminado mi hoja de servicio sin ningún incidente grave que destacar. Lo que también es cierto es que cada día las familias están más preocupadas por la seguridad y hay veces en que tanta insistencia llega a cuestionar y hasta anular alguna de las iniciativas que se proponen desde la escuela. Hay que sopesar si no nos estaremos pasando con tanta seguridad en detrimento del contenido de la vida que, mucho o poco, siempre implica un riesgo. La eliminación total del riesgo puede suponer al mismo tiempo la eliminación de una serie de iniciativas muy importantes para el desarrollo. Estoy seguro que muchas de las actividades que hemos propuesto en otros tiempos serían impensables hoy en día por deficiencias de seguridad. Es posible que en su día hubieran necesitado más, no lo discuto. Lo que sí digo es que las vivimos, superamos la prueba y las vivencias tuvieron su efecto positivo. A lo mejor también se puede cuestionar tanta seguridad para qué.

         Puede que ligado con la seguridad, aunque con otros componentes por supuesto, leo en 20minutos nuevas revelaciones sobre la muerte de JonBenet Ramsey, la niña reina de belleza asesinada a los 6 años de edad en el trastero de su casa de Boulder, COLORADO, en diciembre de 1996. Y lo saco hoy de nuevo porque en su día fueron sus propios padres los acusados de asesinato y todavía el caso anda en los tribunales sin resolver después de tantos años. Mucho más reciente tenemos aquí en España la tragedia de los hermanos Bretón en la finca de Las Quemadillas de Córdoba  con 2 y 6 años, víctimas de su propio padre,  y en estos últimos días todavía se está investigando el de Asunta, la niña de 12 años de Santiago de Compostela. Son informaciones que me parece que tenemos que conocer y valorar para darnos cuenta de que los menores, en tanto que menores viven siempre sometidos a niveles de riesgo inevitables y que por supuesto que unos están ligados a la escuela en donde pasan mucho tiempo y en donde realizan una serie de actividades que suponen en algunos casos peligros evidentes para su integridad y precisan sin duda unos niveles de seguridad suficientes como para que se desenvuelvan seguros y confiados. Nada que discutir al respecto


         Pero los datos que aportamos nos dicen que no es sólo de la escuela de donde les llegan sus niveles de riesgo y que, aunque afortunadamente son casos excepcionales y muy raros, los ámbitos familiares también los someten a inseguridades tan cercanas como que están protagonizadas por sus familiares más directos y sin embargo parece que la sociedad no se preocupa en la misma medida por establecer algún tipo de barreras de comportamiento o de algunas medidas de protección que les dificulten correr riesgos innecesarios. Tampoco sé si sería posible en realidad, incluso puede que ni conveniente. Lo que sí me sorprende y por eso saco el tema, es si no se estará cargando demasiado las tintas de la seguridad en la institución escolar y que sea ella la que tenga que aportar todos los certificados de seguridad habidos y por haber para los niños cuando no es en la escuela precisamente donde los niños alcanzan las más altas cotas de riesgo para sus integridades físicas ni para su desarrollo educativo. Recuerdo muy bien el caso de JonBenet  Ramsey,  aquella niña diva que ganaba todos los concursos de belleza a los que su familia la presentaba. La escuela nunca podría hacer tal cosa con un menor.

domingo, 20 de octubre de 2013

BARRIO


         Antes de afrontar el tema de hoy quiero decir que, aunque estuviera previsto para la semana pasada y lo cambiáramos a última hora, en ninguna medida considero que nos trastocara los planes el que decidimos incluir en su lugar. Al contrario. Esas disgresiones que vamos incluyendo al hilo de la actualidad vienen a dar vida a nuestras aportaciones,  indican claramente que este blog está vivo y que pretende estar vivo, sin miedo a tomar los derroteros que sean precisos, siempre, eso sí,  referidos al tema de la educación de los pequeños que nos ocupa y que es el verdadero sentido que nos hemos marcado.

         Si la escuela está inserta dentro de un barrio es lo mejor porque así forma parte de la comunidad como un servicio más. A veces eso implica disponer de menos metros de patio, por ejemplo, porque los metros son más costosos en los cascos urbanos. Si está en las afueras tendremos otras particularidades pero para el objetivo que pretendemos hoy nos pueden valer de la misma manera. Lo que importa es que la escuela no se convierta en un compartimento estanco de la comunidad y eso hace falta que sea asumido por el equipo docente. Hemos pasado ya las incertidumbres de los primeros días en los que los pequeños han necesitado adaptarse al nuevo estilo de vida. Seguro que habrán empezado a superar los miedos propios de todo lo nuevo que nos pasa en la vida, sobre todo si es profundo y trascendente como es el caso de la escuela. Empiezan incluso a formarse parejas, en algunos casos los pequeños grupos. Cada individuo empieza a dejar traslucir su impronta personal en el grupo, bien hablando o comportándose a su manera.

         Como una pieza más de esa nueva estructura de vida en la que se están desenvolviendo los niños están los alrededores de la escuela y eso hay que conocerlo con detenimiento y sacar todo el aprendizaje que nos puede ofrecer, que es mucho. Cualquier día, pero puede que el viernes sea el más indicado, es buen momento para salir en grupo a pasear y a ver todo lo que nos rodea y no vemos mientras estamos dentro del recinto escolar. Si preparamos la salida o las salidas convenientemente no tendremos necesidad de ir con la rigidez de los soldados, sino más bien como un grupo de personas que van de paseo en visita de reconocimiento. Mejor sin prisa y sin un objetivo que no sea el de gozar la calle, sentirnos parte de ella y permitir que lo que vemos a nuestro alrededor se nos vaya introduciendo dentro de nosotros. Todo nos va a llamar la atención y todo vale para aprender: una frutería, carnicería, tienda de zapatos, farmacia, supermercado, droguería, parada del autobús,  paso de cebra, las aceras, los árboles, los jazmines que ahora están en flor, el herbolario, los bares, el centro médico….


         Esas primeras visitas a los alrededores, cuanto menos pretendan más nos pueden valer. Precisamente en su falta de ambición académica puede estar su principal beneficio. Se trataría sólo de conocer y de reconocer todo lo que nos rodea. Deberíamos dejar tiempo casi para pararnos en cualquier punto y en hablar y explicar aquello que les pueda llamar la atención, que serás casi todo. No debe importarnos demasiado si no hemos sido capaces de andar más allá de dos o tres calles. Ya tendremos tiempo  de nuevos reconocimientos en salidas sucesivas,  que ojalá se vayan produciendo con el tiempo. Lo que importa es que vayamos sintiendo la conciencia de que somos un grupo, como un solo cuerpo con muchos individuos,  que permitamos que penetre en nosotros cada una de las imágenes que vamos contemplando y que serán nuevas sin duda aunque las hayamos visto muchas veces yendo con nuestra familia, sencillamente porque las estamos mirando con otros ojos al lado de nuestros compañeros y porque ahora no estamos solos y sentimos  la necesidad de comunicar lo que vemos, nombrar cada cosa y explicar para lo que sirve, si lo hemos visto antes o si es nuevo…, otra vida,  que es la que estamos empezando a construir desde la escuela.

domingo, 13 de octubre de 2013

MUERTE


         No sé por qué este tema no había salido hasta ahora, después de tres años hablando de educación. Como si no tuviera que ver o como si yo lo estuviera eludiendo. Ha tenido que ser Manuel Ángel de nuevo, a la vez que me comunica su reaparición después de haber tenido un compromiso de un curso a esta mesa de reflexión y debate, se trae debajo del brazo la muerte de una madre a la que se incineró el martes pasado y me pide si yo puedo aportar algo al tema porque la familia y la escuela están destrozados. Yo voy a aportar estas palabras sentidas, que no salen de lo que sé, sino de lo que soy. Eso le he prometido y eso estoy haciendo. El tema que tenía previsto tendrá que esperar.

         El comentario de Manuel Ángel lo leí ayer por la tarde y le he respondido esta mañana después de haber cambiado de planes y decidido a entrar en el tema. Cuando mi hijo mayor, Nino, tenía dos años se murió mi Chacha que había criado a mi madre cuando fue abandonada y que fue una más en la casa siempre. Yo levanté al niño para que la viera muerta en la caja y él le echó el balón para que jugara, como hacía siempre. Cuando murió mi compañera Lola, muchos años después, llevé a mi hija Elvira y los dos la vimos. Ella la conocía y me comentó que estaba muy amarilla. Ahora, con 13 años, dice que no quiere ver muertos pero ella ya sabe lo que es la muerte porque la ha visto. No puedo desligar de lo que quiero decir la secuencia de horror de las costas de Lampedusa en donde ya han sacado más de 360 cuerpos que cuando todavía estaban vivos pidieron auxilio  hasta tres barcos pasaron de largo. Allí había madres, padres, hijos, tíos, primos…, personas que ya no están. Eso es lo que creo que es la muerte…., nada que se pueda comprender. La muerte creo que es nada, querido Manuel. Esa madre estaba y ya no está ni estará nunca más. Eso es la muerte.

         Tú sabes, amigo, lo mismo que yo, que para un pequeño, una madre o un padre o un ser querido no es tanto una persona, que lo es, cuanto un conjunto de manifestaciones afectivas imprescindibles para su estabilidad emocional y para su desarrollo afectivo. Le imagen física de la madre va a terminar por desaparecer de su mente, inevitablemente. Lo que no debe desaparecer es todo ese conjunto de atenciones y manifestaciones afectivas que son más importantes que comer para sustentar su crecimiento y consolidación como personas. Pueden llegar del padre, de los abuelos, de los tíos, de los amigos, de la nueva pareja del padre en el caso de que la haya con el tiempo…, de quien quiera que sea. El cuerpo de la madre ha desaparecido y ya no va a volver. No se ha ido al cielo ni al infierno ni a ningún sitio. Yo creo que todo eso es mentira. Sólo queda llorarla lo que cada uno necesite y en ese sentido a los niños no se les debe secuestrar ese drama porque tienen el mismo derecho al duelo que los mayores, si no más. Pero mañana volverá a salir el sol y ellos seguirán necesitando quien los abrace y los acompañe en la vida. Eso es lo que no les debe faltar por nada del mundo.

         Mi hermano Paco, discapacitado de 57 años me dijo el otro día refieriéndose a mi madre, muerta hace 15 años: “Por qué se tuvo que ir….” Sólo supe estar a su lado, decirle que todos tendremos que irnos un día y seguir adelante porque la muerte no se puede comprender. Se la acepta y punto. No es lógica, es irremediable, que no es lo mismo.

         Amigo Manuel Ángel, esto es lo que yo puedo aportar sobre la muerte. A estas alturas no sé si sirve para algo o no. Lo que sí te puedo decir es que esto es en lo que yo creo hoy, con todo el respeto del mundo a cualquier otra creencia, tan legítima como la mía. Un fuerte abrazo.

domingo, 6 de octubre de 2013

FAMILIA
         Si recordáis habíamos empezado a tratar los temas como si estuviéramos en clase y fuéramos los maestros. No sé si con eso lo que pretendo es revivir a lo lejos lo que tantas veces viví tan de cerca. No me importa demasiado porque lo cierto es que me sirve para seguir dentro de este blog, que está dedicado a la educación en los primeros años de la vida, y eso sí que me importa. Ya habíamos pasado por aquellos momentos de angustia a los que hemos llamado adaptación, cuando los pequeños se enfrentaron a ese mundo nuevo que es el de las relaciones entre iguales en la escuela y habíamos vivido los primeros días con ellos en los que les habíamos propuesto que recorrieran su cuerpo y fueran tocando y nombrando las partes de las que está compuesto, con la idea de que se reconozcan y vayan cogiendo confianza en ellos mismos.

         Todavía no están completamente adaptados y, por tanto, hay que seguir manteniendo este tema como telón de fondo para que no reverdezcan sensaciones de abandono y desconcierto que surgieron cuando fueron dándose cuenta de que su vida había cambiado de manera importante. Aparte de hablar de ellos mismos y de recorrerse de arriba abajo para que sientan todo lo que tienen en su propio cuerpo,  lo dibujen mil veces en papeles pequeños y en grandes láminas, lo recorten y lo coloreen como tributo a ellos mismos y como invitación a meterse dentro de todas las posibilidades que allí albergan también,  podemos abrir un poco la visión y en el mismo corro en el que nos sentamos a primera hora de la mañana, una vez que nos hemos enseñado lo que cada uno trae de su casa y nos hemos contado lo que habíamos hecho la tarde anterior y con quién la habíamos pasado, podemos dar un repaso a la cantidad de personas que pululan por nuestro alrededor, unas con carácter más cotidiano y otras a una cierta distancia, pero todos rozándose con nosotros y dejándonos su influencia personal y llevándose un poco de nuestra personalidad a través de ese roce.

         Podríamos decir que forman un círculo o una barrera  a nuestro alrededor que, si bien no nos cierran las posibilidades de salir de él para contactar con quien quiera que se cruce con nosotros y despierte nuestra atención, sí que forman como un muro que nos mantiene dentro de un conjunto en el que nos podemos sentir seguros y fortalecidos. Es lo que podríamos denominar como nuestra familia, tanto si lo es de sangre y parentesco real o no. Lo que importa es definir y potenciar en nuestro beneficio a toda esa gente con la que nos cruzamos de manera habitual, que cuenta con nosotros y que nos incluye en su vida y con la que nosotros contamos y la incluimos en la nuestra. Con unos mantenemos una relación muy estrecha, de cada día, dependemos de ellos y contamos con ellos para casi todo y ellos cuentan con nosotros como un núcleo muy fuerte que se mueve como si se tratara de una pieza sola con varias aristas. Pueden ser nuestros padres o quienes estén ejerciendo ese papel. Abuelos, tíos, padres adoptivos…., no necesariamente nuestros progenitores naturales.


         Junto a ellos, formando como un círculo un poco más amplio pero que se repite en el tiempo de manera que nos permite identificarlos como algo nuestro aunque no estén presentes en nuestra vida con tanta frecuencia, se encuentra el resto de nuestra familia a los que es recomendable saber identificar y conocer la vinculación que tienen con nosotros, aparte naturalmente de saber sus nombres. No importa tanto el grado de parentesco: tío, abuelo, primo, vecino…, como el tenerlos presentes, saber de ellos y contar con ellos porque tienen una influencia en nosotros como nosotros tenemos sin duda una influencia en ellos. Todo ese conjunto de seres cercanos forman parte de nuestro mundo para mal y para bien. Conviene que los sepamos definir y contar con ellos en su justa medida porque ellos nos dan la fuerza y la confianza que necesitamos para evolucionar cada día. Son parte de nuestro mundo.