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domingo, 27 de junio de 2021

MASCARILLAS


         El año pasado por esta época llegamos casi a cero de incidencia acumulada. Se quiso entonces iniciar una desescalada con cierto orden pero que, a la vista de los resultados, terminó en desastre, con la curva de infección más alta de todas. Supongo que tuvo que ver la impaciencia, que ya empezaba a hacer mella en los ánimos, la ausencia de vacunas, para las que todavía faltaban algunos meses y la arrogancia propia de los buenos resultados aparentes, que pronto nos hizo ver hasta qué punto escondía una gran fragilidad. El total fue que el verano pasado saltó por los aires con la consiguiente ruina para el sector del turismo mundial. De algún modo la pandemia enseñó sus verdaderas uñas y nos hizo ver que su importancia no era cualquier cosa. Reiniciamos de nuevo las medidas de protección y nos dimos cuenta de que no éramos gran cosa frente a la fuerza del virus, que nos bamboleaba a placer y nos tenía en sus manos por completo. Entonces sonó por primera vez la palabra vacuna como lejana trompeta de Jericó que nos traería la salvación y desde entonces nos agarramos a ella como única tabla verdaderamente sólida.



         Estamos ahora en algo menos de cien de incidencia acumulada, con un año más de sufrimiento y de fragilidad ante el virus y con el proceso de vacunación creciendo de manera eficaz, no en todos los países con la misma fuerza desgraciadamente. En España andamos con la mitad de la población con una dosis inoculada y una de cada tres personas con la pauta completa y se nota. Los mayores, que habían venido siendo el sector más vulnerable han bajado radicalmente su infección y, quienes se infectan, mucho más leves y las muertes, residuales, lo cual tranquiliza y mucho. Es verdad que están apareciendo modificaciones del virus que nos siguen teniendo con el alma en un hilo, de modo que hay países con importantes tasas de vacunación que no logran bajar su infección sino que siguen subiendo. En España está costando mucho bajar de los 100 a pesar de que el gobierno intenta rentabilizar el turismo, a ver si esta temporada se puede comenzar a rentabilizar nuestra primera industria.



         Acaba de dictaminarse eliminar la obligatoriedad de llevar las mascarillas puestas en espacios exteriores, siempre que se pueda garantizar una distancia de separación entre personas, de al menos 1´5 metros. Para empezar ya se puede ver que, pese a la ventaja de contar con una cantidad de personas vacunadas cada día más importante, hemos reiniciado la desescalada con mucha más humildad y precaución que la manifestada el verano pasado. La mascarilla se está convirtiendo en un símbolo de lo que somos actualmente. No ha sido casual que pese a haber eliminado la obligatoriedad de su uso en espacios exteriores, no hay más que salir a la calle para ver que todavía hay mucha gente que la sigue usando por su desconfianza personal y por su convencimiento de que las medidas de protección que hemos venido usando, entre otras la mascarilla, han sido eficaces. Quizá también quiera decir que hemos aprendido algo y que tenemos que andar con pies de plomo porque el enemigo está cerca y sigue vivo.



         Hemos sintetizado la primera norma de desescalada diciendo que hay que llevar encima las mascarillas, tanto si nos las ponemos como si no porque son medidas que nos ayudan y su utilidad la podemos administrar cada uno en función de las indicaciones que vayamos recibiendo de las autoridades. La sensación interior es mucho más sólida que la del año pasado y la diferencia se llama vacunas. No tiene punto de comparación vernos gran parte de la población con la vacuna puesta y subiendo que la sensación del año pasado, que no era más que humo, una curva de incidencia mucho más baja, es verdad, pero ningún soporte protector en el que poder apoyar esa incidencia tan buena. Con lo cual, lo mismo que bajó fue capaz de subir en el momento en que nos empezamos a desmadrar con los efectos del calor. Quiero pensar que este año va a ser mejor y que vamos a saber que no podemos pasar de las medidas y hay que seguir vacunando. Todavía queda mucha población que no tiene acceso a las vacunas y ya anda sin mascarillas protectoras.



domingo, 20 de junio de 2021

INDULTOS


         Casi me da reparo verme tratando un tema como el de los indultos en un momento en que nueve políticos catalanes se enfrentan a una medida de gracia que ellos no han pedido pero que el gobierno les ofrece para que reparen la última parte de la condena por el intento de secesión que promovieron en su región hace ya cuatro años. Fueron juzgados entonces y condenados a las penas correspondientes, penas que casi todos han cumplido, menos algunos que pusieron pies en polvorosa y salieron de España y hoy siguen fugados. Estos no entran en el lote. Aquel litigio que significó en su momento que Cataluña perdiera su poder autonómico por la aplicación por primera vez del artículo 155 de la Constitución a favor del gobierno central, supuestamente para poner orden y lograr que las aguas volvieran a su cauce, cosa que ni se consiguió en su momento ni se ha logrado hasta hoy. El supuesto litigio político entre Cataluña y España sigue enquistado y han sido los jueces los que hasta el momento han intervenido sin que hasta el momento los resultados hayan producido avances hacia una solución razonable.



         Ante este enquistamiento de relaciones, el gobierno central ha ofrecido unos indultos a los condenados por lo que fue llamado entonces el proces, con el fin de aliviar la última parte de la condena y de sacar de una vez el asunto en cuestión del ámbito judicial, en donde se encuentra empantanado, y llevarlo al ámbito político, del que seguramente nunca debió salir, puesto que se trata de una asunto globalmente político y es allí donde se debe dirimirse. Pero he aquí que la derecha española lo ve de otra manera al parecer. Ella lo metió en origen en el ámbito judicial y se niega desde entonces con uñas y dientes a que ese conflicto salga del ámbito de la justicia y sea dirimido entre políticos. Los indultos son una prerrogativa que vienen teniendo los gobiernos desde antes de la Constitución y todos han usado ese derecho con bastante profusión y con un acierto desigual pero hasta ahora ha sido aceptado. Con el tema catalán la derecha se ha empeñado en que se salta los límites de lo que ellos consideran permitido y ha emprendido una cruzada en contra que nos tiene a todos entretenidos.




        

Por fin la semana próxima parece que se van a conceder a los nueve condenados, de manera parcial y condicionada. Los obispos catalanes se han manifestado a favor y los empresarios en la misma dirección, seguramente no tanto por la validez jurídica de la medida, siempre discutible en este caso y en los miles de anteriores que todos los gobiernos han concedido, sino por intentar explorar la vía política para tratar los problemas de encaje de Cataluña dentro de España, que es el meollo de la cuestión para los nacionalistas catalanes, que aspiran a la independencia y a los nacionalistas españoles, a los que cualquier concesión les parece demasiado menos cuando ellos han gobernado, que entonces las concesiones se han justificado por beneficiar la convivencia, esa que ahora se niegan a  ver.  


domingo, 13 de junio de 2021

TENSIÓN

 

         En pocas horas la Plaza de Colón de Madrid se va a llenar de banderas españolas agitadas por unos miles de españoles en defensa de la Constitución de 1978. Los que ya tenemos una edad y gozamos de una cierta memoria podemos recordar que aquel año significó un proceso de encuentro entre españoles: unos recién salidos de una dictadura de 39 años y otros que malvivíamos a base de represión policial casi permanente y de un doloso exilio en el que habían permanecido miles y miles de compatriotas sin poder acceder a su patria y vagando por países que los acogían como si fueran malhechores. El dictador había muerto en su cama y todos sabíamos que la tiranía no podía estirarse mucho más allá. El rey accedió al trono de su mano con todas las desconfianzas del mundo y estuvimos muy expectantes a ver qué decía en el discurso de toma de posesión porque la tensión en las calles se cortaba a cuchillo. Escuchamos con gran expectación: quiero ser el rey de todos los españoles. Esas pocas palabras significaron en aquél momento el bálsamo de Fierabrás quijotesco, que remediaba todos los males insalvables.



         Con muchos dimes y otros tantos diretes, dos años y medio después se aprobaba la Constitución que tanto hoy, cuarenta años después, se enarbola, pero sólo por uno de los bandos presentes en aquel momento. Nunca se hubiera aprobado entonces en las mismas condiciones que hoy se muestra. Éramos muy conscientes de que necesitábamos un encuentro plagado de cesiones por todos los bandos en pugna, que eran varios. La alternativa sabíamos que podía ser un nuevo baño de sangre de infausto recuerdo sobre nuestra desdichada guerra civil o, sencillamente mantener la tensión en vilo cuando ya, unos y otros sabíamos que eso no conducía a ningún destino de futuro. Y se impuso el realismo por todas las partes. Algunos llegamos a aceptarla, aun sin votarla siquiera, conscientes de que nos quedaba lejos de nuestras aspiraciones de entonces, pero mucho más lejos nos quedaba el vacío de, una vez más, dejar de entendernos.



         Y la Constitución del 78 se aprobó y, a trancas y barrancas nos ha traído hasta aquí, produciendo con todos los remedios del mundo, el más largo periodo de paz de la historia de nuestro país. Cuando vea enarbolar las banderas de España esta mañana en la Plaza de Colón por uno de los bandos estaré seguro que esa reivindicación no tiene futuro por más constitucionalistas que se proclamen. La Constitución significa sobre todo encuentro entre quienes no piensan lo mismo. Por eso tiene valor, porque está bruñida a través de cesiones por todas partes. Estoy seguro de que en el 78 nadie terminó satisfecho del texto concreto resultante, pero se aprobó porque se vio una fórmula de convivencia posible y así ha resultado. Hay quienes pensamos que a los 43 años de vida podría ser buen momento para actualizarla, que ya está bien y hay quién se empeña en que no se la toque ni una coma, como si el tiempo no hubiera pasado desde entonces. Pero globalmente nadie discute los beneficios del constitucionalismo como sistema de convivencia. Pero no se puede imponer a banderazo limpio.



         Me niego a terminar este artículo sin compartir un océano de lágrimas por las niñas Olivia y Anna, de 6 y 2 años respectivamente, cuyo asesino padre no encontró otra manera de dañar a Beatriz, su madre, de la que se había separado. ¡Bonita manera de entendernos los adultos tirándonos a los menores a la cara o, directamente, al fondo del mar! En este caso la idea era más macabra. Se trataba de hacerlas desaparecer en el océano, y él con ellas, para que su madre tuviera que vivir lo que le quedara de vida con el alma en un hilo sin saber dónde estaban sus hijas. El océano y la tecnología están siendo piadosos y espero que permitan que sus familiares, sobre todo su madre, elaboren su duelo correspondiente y puedan afrontar lo que les quede de vida con el recuerdo de sus pequeñas en sus entrañas y espero que con el aprendizaje de que la violencia vicaria, hacernos daño a través de terceros inocentes, ni es justa ni beneficia a nadie. En mi pueblo, que éramos muy brutos aunque lúcidos, recuerdo que decíamos: por joder al burro, voy andando.



domingo, 6 de junio de 2021

FARMACÉUTICAS

 


         Esta pandemia que nos tiene completamente invadidos es la última por el momento pero ya se ha dicho repetidamente que no podemos confiarnos porque, en un próximo futuro, no lo será. Le hemos llamado covit 19 como le podíamos haber llamado X. Lo que importa es que nos ha encontrado desprevenidos y, cuando hemos querido acordar, estábamos completamente invadidos. Desde el principio nos hemos considerado desnudos a sus efectos. Todo lo que hemos reclamado desde el primer momento ha sido un puesto en una UCI para los infectados y una carrera desenfrenada por conseguir cuanto antes una vacuna que nos inmunice de sus efectos. Tradicionalmente la elaboración de las vacunas ha venido siendo un largo proceso de años de experimentación. Esta vez, por el contrario, ante tanta indefensión, se inició una larga carrera universal por conseguir una vacuna cuanto antes. Hemos asistido en directo y en primera línea a un proceso largo de elaboración y pruebas, reducido prácticamente a un año. Se nos ha hecho creer que con todo rigor en su proceso.



         El 27 de diciembre del año pasado esta desenfrenada carrera por conseguir la primera vacuna contra el covit 19 daba sus primeros frutos y vimos cómo se inyectaba en el brazo de  Araceli, una jubilada de 96 años, usuaria de una residencia de Guadalajara, la primera dosis de Pfizer, que inauguró una serie implacable por dominar el ingente mercado mundial en el que andan involucradas desde ese momento una serie de empresas mundiales y también de estados, sobre todo EEUU, Rusia y China que pugnan desde entonces por conseguir la mayor cota de mercado posible en el caso de las empresas o la mejor cota de influencia posible en el concierto mundial en el caso de los estados. Los países ricos, sobre todo Europa, invirtieron grandes capitales para hacerse con los primeros resultados positivos y vender a sus ciudadanos que se preocupaban por su salud más que nadie, cuando en realidad lo que pasaba es que disponían de más dinero que nadie para invertir y reservarse el primer puesto en la línea de salida.



         Desde el pasado 27 de diciembre que se produjo el primer pinchazo a bombo y platillo, parece que ha pasado un mundo cuando han sido apenas unos meses. Ha sido suficiente para aprender una vez más, que el dinero compra muchas cosas, pero no todas. Europa sigue yendo a la cabeza de vacunaciones porque invirtió más dinero pero los países pobres, es decir, la mayoría necesitan las vacunas tanto como nosotros y no estaremos a salvo hasta que todos estemos vacunados. También hemos conocido lo que significa morder el polvo y ver cómo las empresas sacaban sus vacunas con nuestros dineros, pagados por adelantado, pero pronto empezaron a incumplir sus compromisos y se pusieron a vender sus vacunas a los mejores pagadores sin contemplaciones. Hoy sabemos que los que llevan más ciudadanos inmunizados: Israel, Gran Bretaña, Países Árabes…, han sido los mejores pagadores sencillamente.



         En este momento, la guerra está en conseguir cuanto antes la inmunidad de grupo, más o menos el 70% del total de la población de cualquier país. Ese es el punto en el que se dice que determinado país se encuentra inmunizado. De nuevo andamos en otra agobiante carrera, esta vez por ver quién llega primero a las mejores condiciones de seguridad, cuando ya se han complicado las cosas un poco más que al principio. El virus se ha hecho más complejo a partir de las mutaciones que va realizando en su movimiento interno por adaptarse más o mejor a las nuevas condiciones de vida. Las deficiencias en el servicio de vacunas dificultan las previsiones iniciales y seguimos luchando como jabatos por conseguir todas las vacunas que hemos comprado y pagado, que en algunos casos no nos llegan en el momento previsto. Y la última es la más graciosa: la vacuna Pfizer, que es la que anda en cabeza por el momento, acaba de anunciarnos que parece que va a ser necesaria una tercera dosis de refuerzo en unos meses y que va a costar un 25%  más cara que las anteriores. ¿A que dan ganas de reírse?. Pues no.