Seguidores

domingo, 6 de junio de 2021

FARMACÉUTICAS

 


         Esta pandemia que nos tiene completamente invadidos es la última por el momento pero ya se ha dicho repetidamente que no podemos confiarnos porque, en un próximo futuro, no lo será. Le hemos llamado covit 19 como le podíamos haber llamado X. Lo que importa es que nos ha encontrado desprevenidos y, cuando hemos querido acordar, estábamos completamente invadidos. Desde el principio nos hemos considerado desnudos a sus efectos. Todo lo que hemos reclamado desde el primer momento ha sido un puesto en una UCI para los infectados y una carrera desenfrenada por conseguir cuanto antes una vacuna que nos inmunice de sus efectos. Tradicionalmente la elaboración de las vacunas ha venido siendo un largo proceso de años de experimentación. Esta vez, por el contrario, ante tanta indefensión, se inició una larga carrera universal por conseguir una vacuna cuanto antes. Hemos asistido en directo y en primera línea a un proceso largo de elaboración y pruebas, reducido prácticamente a un año. Se nos ha hecho creer que con todo rigor en su proceso.



         El 27 de diciembre del año pasado esta desenfrenada carrera por conseguir la primera vacuna contra el covit 19 daba sus primeros frutos y vimos cómo se inyectaba en el brazo de  Araceli, una jubilada de 96 años, usuaria de una residencia de Guadalajara, la primera dosis de Pfizer, que inauguró una serie implacable por dominar el ingente mercado mundial en el que andan involucradas desde ese momento una serie de empresas mundiales y también de estados, sobre todo EEUU, Rusia y China que pugnan desde entonces por conseguir la mayor cota de mercado posible en el caso de las empresas o la mejor cota de influencia posible en el concierto mundial en el caso de los estados. Los países ricos, sobre todo Europa, invirtieron grandes capitales para hacerse con los primeros resultados positivos y vender a sus ciudadanos que se preocupaban por su salud más que nadie, cuando en realidad lo que pasaba es que disponían de más dinero que nadie para invertir y reservarse el primer puesto en la línea de salida.



         Desde el pasado 27 de diciembre que se produjo el primer pinchazo a bombo y platillo, parece que ha pasado un mundo cuando han sido apenas unos meses. Ha sido suficiente para aprender una vez más, que el dinero compra muchas cosas, pero no todas. Europa sigue yendo a la cabeza de vacunaciones porque invirtió más dinero pero los países pobres, es decir, la mayoría necesitan las vacunas tanto como nosotros y no estaremos a salvo hasta que todos estemos vacunados. También hemos conocido lo que significa morder el polvo y ver cómo las empresas sacaban sus vacunas con nuestros dineros, pagados por adelantado, pero pronto empezaron a incumplir sus compromisos y se pusieron a vender sus vacunas a los mejores pagadores sin contemplaciones. Hoy sabemos que los que llevan más ciudadanos inmunizados: Israel, Gran Bretaña, Países Árabes…, han sido los mejores pagadores sencillamente.



         En este momento, la guerra está en conseguir cuanto antes la inmunidad de grupo, más o menos el 70% del total de la población de cualquier país. Ese es el punto en el que se dice que determinado país se encuentra inmunizado. De nuevo andamos en otra agobiante carrera, esta vez por ver quién llega primero a las mejores condiciones de seguridad, cuando ya se han complicado las cosas un poco más que al principio. El virus se ha hecho más complejo a partir de las mutaciones que va realizando en su movimiento interno por adaptarse más o mejor a las nuevas condiciones de vida. Las deficiencias en el servicio de vacunas dificultan las previsiones iniciales y seguimos luchando como jabatos por conseguir todas las vacunas que hemos comprado y pagado, que en algunos casos no nos llegan en el momento previsto. Y la última es la más graciosa: la vacuna Pfizer, que es la que anda en cabeza por el momento, acaba de anunciarnos que parece que va a ser necesaria una tercera dosis de refuerzo en unos meses y que va a costar un 25%  más cara que las anteriores. ¿A que dan ganas de reírse?. Pues no.



No hay comentarios:

Publicar un comentario