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domingo, 12 de mayo de 2024

AGUA DE MAYO


         Esto me viene como agua de mayo. Sólo decirlo ya da gusto. No tiene un significado concreto pero se centra  en algo que estaría muy bien que nos pasara. Tan bien, tan bien que no nos atrevemos ni a pensarlo por temor a que el simple hecho de formularlo, sea suficiente para que no suceda porque, a estas alturas del año, ya no es fácil. Pero si pasa, y la semana que empieza parece que  puede pasar, los efectos pueden ser como un rico postre meteorológico, que nos ha sacado de la angustiosa sequía y que nos puede acercar al  verano con unas últimas gotas de humedad completamente beneficiosas para los cultivos plantados y para los que quedan por plantar. No se da la certeza de que la lluvia aparezca. Por ahora, sólo se garantiza una significativa bajada de temperaturas, que ya es  algo. Todo lo que signifique  bajar de los 30º, a los que casi llegamos en febrero, es apuntar un acercamiento al verano en condiciones muy beneficiosas. Aunque sólo fuera que las últimas aguas del año hidrológico frenaran los fuegos veraniegos, que seguro que vendrán, ya sería un aporte significativo. Con esa esperanza saludamos a mayo con buena cara.



         En Cataluña, una de las zonas más pobladas, a estas horas ya estarán  empezando a votar porque tienen que renovar su parlamento  y su gobierno. Las previsiones apuntan que hay mucho indeciso y que  los resultados pueden ser endiablados para fraguar las mayorías que sustenten el posible gobierno. Hay quien apunta, incluso, que no se logre conjugar un gobierno y haya que repetir elecciones. Sería un fracaso que hubiera que llegar a eso. Los ciudadanos no tienen por qué votar lo que esperan los políticos para facilitarles los pactos finales que les convienen. Echan  sus  votos en las urnas como estiman oportuno y los resultados, una vez recontados son su voluntad soberana, con la que los representantes deben hacer su trabajo y fraguar las mayorías que garanticen la gobernabilidad los próximos años.


         La posibilidad de tener que ir a nuevas elecciones significaría un fracaso de los representa

ntes recientemente elegidos, que intentarían enmendar la plana a los electores porque no habrían votado bien. Sería una barbaridad. Cataluña alberga una complejidad de población, probablemente la más alta de España y los resultados electorales deben estar en relación con esa complejidad. Cualquier intento de modificar esos resultados significaría ofrecer una Cataluña que no es la de verdad. Esa complejidad es el fundamento de su diversidad de población y con ello hay que contar. Cuando esta tarde se cierren las urnas, los recuentos dirán cuál ha sido la voluntad de sus ciudadanos y, necesariamente, tendrá un nivel de complejidad como el de la gente que la habita. El reto no pude ser que se repitan las elecciones hasta que los resultados sean los que les vengan bien a los políticos, sino que los elegidos se sienten y traduzcan la voluntad que haya aparecido en las urnas, en las combinaciones pertinentes y en el gobierno que disponga de la mayoría necesaria.


         Hemos tenido una primavera que nos ha traído agua, que tanto necesitábamos y elecciones: euscadi en abril, Cataluña, ahora en mayo y el ciclo terminará en junio, con las elecciones europeas, en las que tenemos que elegir los representantes en el parlamento de Bruselas, de las distintas fuerzas que se presentan para ser elegidas. Según las previsiones del agua de mayo, tendríamos que alegrarnos de tantas elecciones, lo que significa que la voluntad popular se está manifestando con frecuencia y cuyos resultados, una y otra vez nos están diciendo quienes son los que obtienen el respaldo mayoritario de quienes votan. Ese es el sentido de la democracia y debería llenarnos de orgullo que nuestro país se consolidara, cada día más, bajo esa fórmula de gobierno. Vivimos en un clima de exaltación política y de tensión en las relaciones que no responden a la normalidad que vive la calle, mucho más madura que sus representantes, más inquietos por los tropiezos de cada día y lejos de las visiones de largo alcance.     



              

domingo, 5 de mayo de 2024

PUENTES

          Así, a bote pronto, se me vienen a la mente un par de puentes al año: el 6 de diciembre se conmemora la Constitución y es fiesta civil. Pero apenas salimos de ella y se nos echa encima el día 8, fiesta religiosa de la Inmaculada. Ya sé que diciembre queda lejos pero me viene a cuento porque hoy termina un segundo puente que empezó el miércoles con el 1 de Mayo, fiesta universal del Trabajo, también de carácter civil y continúa con el día 3, viernes, con las Cruces, de carácter religioso, que, además se une con el fin de semana, que hoy, por fin,  cumple. Total, 5 días de farra y alegría que ha debido dar fin a cualquier tonel de cerveza, vino o similar que tuviera material alcohólico previsto para celebrar tan magno acontecimiento. Estará digno de ver que mañana alguien vaya echando un vistazo a quienes estén llegando a su trabajo con las caras demacradas y rijosas, después del atracón de tanto día de desenfreno. Este final no suele ser tan manifiesto en el puente de diciembre. Quizá tenga algo que ver la primavera.



         En mis tiempos de estudiante el 3 de mayo no era fiesta pero sobre las tres de la tarde nos tirábamos a la calle, en mi caso desde la Cuesta del Chapiz hacia el Albaicín y en cuanto alcanzábamos la Iglesia del Salvador y la plaza Aliatar, ya no había quien anduviera. Se flotaba y era la misma muchedumbre la encargada de dirigir el cortejo, que se hacía completamente irrespirable si lograbas alcanzar, por ejemplo, al Arco de las Pesas, para salir de Plaza Larga. En los años sucesivos el bullicio se fue ampliando y la ciudad al completo se fue convirtiendo en remolinos de gente alrededor de las Cruces, a las que ninguna les faltaba su mostrador correspondiente para dar cuenta de todo el alcohol pasado, presente y futuro. Lo que en origen era “una limosnica pa la Santa Cruz”, ya hace tiempo que quedó en historia y se ha convertido en borracheras a tutiplén, como si el mundo se fuera a acabar de un momento a otro. Reconozco que hace ya años que me he borrado de semejante aliño y sólo hablo de oídas. O sea escuchando los cantos o bocinazos de quienes pasan más o menos mamados, comino de su casa, si es que logran orientarse.



         No sé si en otros países conocerán este indecente arte de los puentes laborales, que no son, a fin de cuentas, más que subterfugios para encontrar maneras de hacer pasar un  día de trabajo, meterlo entre dos festivos y que no contabilice como laborable. Cuando se tiene un nivel de cumplimiento laboral sin gusto alguno, cosa que nunca ha sido mi caso, se puede comprender que uno intente encontrar por los rincones modos y maneras de escurrir el bulto y encontrar fiestas o similares hasta debajo de las piedras. Nunca logré entender por qué razón hay que justificar un puente laboral para estirar todo lo posible el desmadre, más o menos justificado por el alcohol y sus efectos, si no es por la larvada excusa de esconder la angustia de la esclavitud laboral y sustituirla por cualquier exceso que corresponda. A estas alturas se encuentra estructurado lo que significa el subterfugio de cualquier puente, aunque yo sólo he mencionado los dos que primero se me han venido a la cabeza, seguramente porque pueden ser los más largos.



         La posibilidad de que aprendamos a gozar de la vida disponiendo de profesiones que nos gratifiquen me parece completamente loable y lo defiendo con los ojos cerrados, pero que sea necesario hacernos los tontos y pasar de largo algún que otro día laboral por la cara, como si nadie fuera capaz de contar los días que debemos cumplir con el trabajo o los de disfrutar de un gozoso descanso que nos permita utilizar la vida  para el placer y la cultura. Desde luego, el espectáculo que baños de alcohol cada vez que se nos presenta un respiro en nuestro tiempo de trabajo no me parece un desahogo aceptable. Algún día, espero que pronto porque la prisa me come, lograremos pararnos y mirar a la cara al alcohol y sus efectos y decirnos unas cuantas verdades. Todavía estamos con el tabaquismo, después de la guerra que emprendimos hace unos años. Pero las borracheras pasan y cruzan delante de nosotros, como si tal cosa.