Ahora
es el momento de sentarse, no sé en qué
lugar de Valencia, pero ellos seguro que
sí lo saben, y, sin ignorar ninguna de las secuencias por las que han pasado,
ni dejar de reclamar todo lo que sea necesario, tragarse las lágrimas, como
cada uno pueda, mirar al futuro, que llega cada mañana, a pesar de todo, y
entender que todo el dolor, toda la
muerte y toda la desgracia vivida hasta el momento se tiene que transformar en
gestiones, cálculos, valoraciones, dudas y asunción de riesgos, porque el
futuro tampoco espera y el fatídico 29 de octubre, que mostró su cara de
infierno y nos dijo que apenas somos una brizna de fragilidad, frente al
inmenso poder del agua y del desastre, ahora que ha pasado, nos deja la cvidencia
de nuestra fragilidad y de nuestra pequeñez, pero también la certeza de que
tendremos que ser cada uno quien afronte el futuro, desde el punto de
desesperación y de drama en el que se encuentre. Los que se quedaron en el
camino, deben seguir en los corazones de quienes les quisieron y servir de
lección para todos, que pudimos estar en su lugar y debemos honrar su memoria.
Lo primero
que debe quedar practicable son las infraestructuras públicas, porque deben
servir para todos: carreteras, vías férreas, luz, agua y saneamientos públicos.
En medio, podemos y debemos seguir reflexionando sobre las responsabilidades de
cada uno, pero sin olvidar ni un momento qué es lo primero, qué es lo segundo y
todo lo demás. Quitare los coches y los enseres de la vía pública era urgente y
parece que ya está hecho pero ahora hay que recomponer las carencias porque,
aunque en estas ocasiones sea imposible creerlo, la vida sigue y nos está
esperando. La recomposición de cada capítulo que el agua se llevó en un momento,
nos obliga ahora a responder con la mayor lucidez posible porque destruir es
muy fácil pero volver a colocar cada falta en su lugar, seguro que va a
resultar desesperantemente lento, pero ineludible. Habrá, seguro, cosas que se
pueden resolver hoy y otras que esperar por el momento porque debe comprobarse
si se encuentran preparadas para soportar lo que se espera de ellas o no.
Desde
estos 500 kilómetros que me separan del desastre, no pude ayer más que
alegrarme de ver el supermercado BONAIRE con su color tradicional y dispuesto
para recomponer el interior y abrir en cuanto sea posible y albergar los
vehículos en su inmenso aparcamiento, como siempre. Lo que no pude ver, y me
alegré, fue los miles de muertos que algunos voceros deslenguados sin ningún fundamento
anunciaban, hasta que el trabajo silencioso de los militares y bomberos nos
vinieron a demostrar la realidad de las cosas que, aunque muy dramáticas de
todas formas, era lo que era y no lo que se decía que tenía que ser. Otro gozo
inevitable fue el de una familia que nos mostró su vivienda completamente
vacía, porque todos los muebles se los había llevado el agua y la solidaridad
de no sé muy bien quién, envió un grupo de operarios con un lote completo de
nuevos muebles, para que su vivienda quedase habitable, como siempre. Comprendo
que son granos de arena en una playa de
necesidades, pero uno no se puede resistir al hecho de que, por ese camino se
encuentra la salida de tanta angustia como se acumula en los momentos más altos
del drama.
También escuché que las estructuras dañadas de muchas viviendas tendrán que esperar a secarse por completo, antes de pensar en devolverle su ser, ese que dio cabida a sus propietarios o inquilinos. Y eso en el caso de que los técnicos estimen que se puede devolver, porque en algunos casos, se tendrá que optar por encontrar nuevos espacios que ofrezcan las seguridades imprescindibles que soporten las envestidas de nuevas danas que llegarán en el futuro y que deben encontrarnos con mejores condiciones de habitabilidad. Tampoco estaría de más que los gobernantes que nos correspondan cuando llegue el momento no se cieguen contando viviendas construidas comparándolas con los países más desarrollados de Europa y se aseguren mejor de que se encuentran suficientemente seguras aunque sean algunas menos.
Buenos días querido amigo gracias por tus reflexiones que nos sirven para que no olvidemos la tragedia y hacer una redistribución equitativa y no olvidar que hay que pedir responsabilidades. Aprovecho la oportunidad para desearte, mi familia y yo, las fiestas que se aproximan de las saturnales y para otras del solsticio de invierno. Un abrazo enorme querido.
ResponderEliminarHola, mi niño.
ResponderEliminarBuenos días y feliz domingo.
Siempre es un placer leerte...
Prefiero no comentar, porque con las desgracias no tengo palabras.
Ya sabes lo que pienso...
En fin.
Besos y ánimos para todos.
Felices fiestas natalinas para todos ahí.