Parece
cruel pero hemos tenido que esperar hasta 2018 para que los políticos se hayan comprometido
en ofrecer una plaza escolar pública de 0 a 3 años a cualquier familia que lo
solicite. Ni siquiera sabemos cuánto puede significar de gasto este servicio
porque jamás se ha experimentado. Es terrible en las condiciones en que están
viviendo y creciendo los menores de 3 años. Disponen de una plaza escolar pública
alrededor del 20% de los que lo solicitan. El resto pasa su tiempo en brazos de
abuelos, algún familiar caritativo, con sus padres si no trabajan o en
cuchitriles sin muchas condiciones de habitabilidad porque la administración no
ha podido ponerse muy seria en cuanto a las condiciones que debe exigir a los
locales que abren sus puertas porque hasta el momento no ha considerado
prioritario hacerse cargo ella misma de este profundo problema social. Hoy se
acaba de declarar la intención de hacerlo si por fin se logran aprobar los
presupuestos que se están preparando para el año próximo, que ya veremos.
Todo
es cuestión de prioridades. Los
gobiernos administran el dinero de todos y pueden dedicarlos, por ejemplo a
salvar los bancos, como en su día lo hizo el gobierno español o pueden
dedicarlos a ofrecer a las familias una plaza pública para sus hijos menores de
3 años si así lo estima oportuno. De la enorme cantidad de necesidades sociales,
en cada momento se eligen aquellas que se consideran prioritarias. Seguramente
todas pueden ser perfectamente legítimas
pero las consecuencias son muy distintas si se eligen unas u otras. Un puesto
universitario es muy importante y nos cuesta a todos un importante montante
económico, a pesar de las tasas que pagan los estudiantes, pero nunca he podido
entender la razón de por qué los menores de 3 años no pueden ser medidos por el
mismo rasero salvo constatar así, por encima, que los menores no votan, cosa
que es cierta. Pero no creo que sea por eso. Técnicamente, desde luego, no
tiene explicación.
Nuestras
cuatro escuelas en Granada son públicas, pero no estatales, sino municipales.
Aparecieron en los primeros ochenta siguiendo el hermoso ejemplo de Barcelona
que a su vez lo importó de Regio Emilia en Italia. En la vida casi todo sucede
así: unos nos inspiramos en otros y unas veces mejoramos y otras metemos la
pata, que de todo pasa. Lo cierto es que aquellas experiencias municipales no
se extendieron. En Andalucía hemos sido los únicos. Y eso que nunca hemos sido
completamente gratuitos. Nuestra familias han pagado todas su plaza aplicando
una fórmula sobre los ingresos de modo que quien gana más, paga más y quien
gana menos paga menos. Yo creo que nada es perfecto en este mundo pero parece
que no lo han visto las familias demasiado mal porque su preocupación
fundamental no es lo que deben pagar sino conseguir una plaza, cosa
desdichadamente casi imposible en muchas ocasiones. El ayuntamiento ha hecho
sin duda un gran esfuerzo económico pero las familias también han aportado su
parte. Lástima que el estado no ha querido hasta el momento participar en esta
hermosa labor cuando debería, pienso yo, haber sido el primero.
Me
alegro de que por fin los esfuerzos económicos del presupuesto público para
2019 se hayan acordado de los menores de 3 años y espero con fervor que
terminen aprobándose, cosa que no se ve fácil porque son muchos pasos los que
faltan todavía para garantizarlos y muchas las zancadillas que le quedan por recibir
porque ya les están llamando suicidas y otras lindezas por el estilo, aunque
espero que no sea por las migajas que pretenden aplicar al ciclo de 0 a 3 años.
Si por fin se lograra un acuerdo tendríamos el privilegio de conocer cuáles son
las necesidades reales que tiene España, no para escolarizar a todos los
menores de 3 años, que eso nadie lo ha pedido, sino para garantizar una plaza
pública a las familias que lo necesiten, que es de lo que se trata y con lo que
empezaríamos a darnos con un canto en los dientes por fin.
Tú mencionas la creación del Patronato de Granada, y yo quiero recordar un momento muy delicado, cuando todavía nos reuníamos en el salón de Mariana Pineda en el Ayuntamiento para crear el Patronato. El entonces concejal de economía, José Olea, nos preguntó en una esquina alejada de la ruidosa maquinaria del reloj de la fachada, de cuánto dinero estábamos hablando; y ante nuestra fascinada extrañeza le vimos sacar la calculadora y dividir ese dinero entre votantes potenciales y hacer la misma operación con el cálculo de lo que costaba recuperar la gestión del servicio municipal de autobuses y el número de usuarios en edad de voto. Afortunadamente para nosotros (y para la empresa Rober), la calculadora nos resultó más amable
ResponderEliminarRecuerdo aquellos primeros momentos y el papel de Pepe Olea por entonces. En realidad estoy convencido que era el que mejor se estaba enterando de la envergadura de los compromisos que se estaban asumiendo. Un abrazo
EliminarMuy bien expuesto ...
ResponderEliminarSaludos
Mark de Zabaleta
Me gustó tu texto, yo soy brasileño y en este momento la política aquí es complicada. Un abrazo.
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