Esta
semana hemos vivido la explosión del VIERNES NEGRO, directamente llegada de los
EEUU y parece que para quedarse. La incidencia es cada año más importante
aunque no ha llegado al delirio producido en su casa madre, supongo que por
aquello de que no suele tener color cuando se compara el original con la copia.
También en esta copia, o sea en España, se ha introducido la variante de que en
vez de Viernes Negro se ha convertido en Semana Negra por estirarlo un poco
más. El fundamento es muy sencillo. Los comercios ya han vendido toda la moda
que han sido capaces y se encuentran con grandes cantidades de producto que les
ocupan los espacios. Hacen una campaña con precios muy apetecibles para que la gente
les libere los almacenes en los que ellos puedan poner los nuevos géneros de
primavera aunque a estas últimas ventas no les saquen más beneficio que el costo
y disponer de liquidez para sus nuevos pagos.
Y para
todo este sencillo circuito comercial que podría ser explicado paso a paso y
que la gente podría llegar a entenderlo, en vez de hacerlo así, montamos circos
como si la realidad fuera como no es y en realidad sólo importara todo este
subterfugio publicitario en el que todos nos volvemos un poco locos. En España
esto se ha venido imponiendo con un criterio más cercano a la realidad y lo
hemos venido conociendo como Rebajas pero sus fechas no coinciden con este
aluvión que nos llega de EEUU y gracias a las nuevas tecnologías lo que está
produciendo es que en el mundo exista un solo país porque es precisamente el
que termina imponiendo su cultura de hecho. De ese modo vamos perdiendo
nomenclaturas y costumbres particulares y nos vamos apuntando al carro
hegemónico, si bien siempre como hermanos menores que sólo nos movemos al
rebufo del caballo ganador. Perdemos particularidad y en algún sentido, sobre
todo económico, ganamos universalidad.
Esta
realidad universal, en Latinoamérica se nota mucho más porque la cercanía y los
intereses del gran líder EEUU es más visible y de manera mimética en muchos
casos. Así todos de una manera o de otra vamos apeteciendo cada vez más
convertirnos en yanquis, aunque en muchos casos seamos de pacotilla porque no
tenemos las raíces que ellos reflejan ante el implacable dios del beneficio al
que terminan sacrificándolo todo en última instancia y como no disponen de
ningún soporte cultural en el que apoyarse, se inventan uno que pretende
envolvernos a todos y que se llama dólar. De ninguna manera pretendo
convertirme en puritano para defender los particularismos opresivos en los que
hemos vivido casi todos y que nos han permitido mantenernos en la miseria hasta
hoy. Estoy seguro que este aluvión comercial que nos invade trae consigo una
ficción de poder que nos permite engañarnos y tener la sensación de que somos
lo que no somos durante una semana, un día, un momento siquiera.
A los
más pequeños todo este berenjenal no les llega a través de análisis teóricos
pero es indudable que participan de él porque están inmersos en sus efectos y
van y vienen y viven al ritmo que imponen los nuevos tiempos y las nuevas
costumbres. En realidad son los más permeables a las nuevas influencias hasta
el punto de que son los primeros en aprenderlas y, si llega el caso,
argumentarlas en el conjunto familiar para que todos terminemos bailando al son
que convenga en cada momento. No hay más que pensar un poco en nuestras
tradiciones, sobre todo los que ya tenemos una edad, y darnos cuenta de cómo
están pasando al olvido muchos de nuestros esquemas de vida tradicional y de
cómo vamos, andando cada vez más, al son de los nuevos del éxito y del
deslumbrante fulgor de los fogonazos inmediatos. Seguramente no merece la pena
lamentarnos porque si algo se pierde, seguro que va a ser reemplazado por otra
cosa, pero sí tener conciencia de lo que nos va pasando para que la corriente
no nos haga perder el norte.
temblando estoy con la navidad mi querido Antonio. A los padres de mis alumnas y alumnos les he dado un listado de cuentos, que creo deben conocer, por si por suerte, alguno cayese entre tanto regalo de plástico que al poco no sirve de nada
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