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domingo, 2 de diciembre de 2018

REGALOS



         Tradicionalmente la Navidad daba comienzo en cuanto salíamos del puente de la Constitución y de la Inmaculada. No recuerdo en años anteriores más cercanos pero lo que sí sé decir es que acabamos de estrenar diciembre y ya estamos metidos hasta el corbejón en plena algarabía de nacimientos, de anuncios a cual más conmovedor, de iluminaciones callejeras que rebasan todos los límites de la prudencia. Desgraciadamente no es que me extrañe pero cada día me reafirmo más en la idea de que nos gusta más un foco que nada. No sé cómo lo hacemos pero de cada contenido, como es tan difícil llegar al tuétano, hacemos gorgoritos porque parezca que lo contemplamos cuando en el fondo lo que estamos haciendo es acariciar la superficie de todas las maneras posibles y, la mayor parte de las veces, el meollo de la cuestión se queda esperando tiempos mejores. El enorme problema de los desahucios en España, por ejemplo, todos hablamos de él, pero ahí sigue presente cada día como una plaga maldita que no logramos quitarnos de encima.

         El otro día hemos vivido un desgarro nacional cuando hemos conocido que una mujer ha saltado al vacío desde un sexto piso con un pequeño en brazos porque no ha soportado la presión de que fueran a desahuciarla a la mañana siguiente. Un golpe así de seco nos deja helados en el momento en que se produce porque nos pone delante de nuestros ojos el fracaso colectivo que significa. Pero al momento seguimos con la fiesta, con las luces, con el ruido..., con la parafernalia en definitiva, a sabiendas de que el drama sigue ahí presente y será cuestión de días que tengamos otro aldabonazo parecido hasta ver si en algún momento nos dedicamos a escuchar el verdadero sonido social que nos está interpelando y que nos empeñamos en no oír. Ayer miles de voluntarios se afanaban en recoger varios millones de kilos de alimentos no perecederos para repartirlos entre las familias más necesitadas. Y no está mal, pero yo siempre recuerdo aquel dicho de "no me des pan, ponme donde haya.

         Quizá nos hemos volcado demasiado en la cultura de la, de lo superfluo, del fogonazo del momento y nos hemos olvidado del verdadero progreso que se forja con el trabajo duro y seguramente poco brillante de cada día. Recuerdo los primeros años de la democracia en España en los que algún político mayor me contaba la cantidad de millones que había que invertir en infraestructuras y lo poco que la gente lo iba a valorar porque no se ven. Son dineros enterrados niño, me decía. Y no le faltaba razón al bueno de Juan Tapia, socialista de toda la vida. Pero eso es un peaje que hay que asumir porque los verdaderos progresos sociales no están en los miles de bombillas que son capaces de lucir para un evento como la Navidad que se alarga y se alarga y vamos a terminar ignorando cuándo empieza y cuándo acaba. El verdadero progreso está en que seamos capaces de lograr que esa persona con su pequeño en brazos encuentre una salida de vida antes que saltar por el balcón desde una sexto piso para terminar de una vez.

         Lo último que quisiera ser es un aguafiestas pero lo que no quiero es que nos sigamos deslumbrando con flores de un día y sigamos mirando para otro lado mientras se siguen pudriendo los verdaderos problemas que todos conocemos pero que preferimos pasar de largo y entontecernos con el ruido y la parafernalia para que no nos duelan demasiado. Sugiero un regalo que percibo en algunos discursos que no terminan de levantar la voz. Sabemos que 2008 fue un drama y que desde entonces, lo que se llamó a bombo y platillo reformas estructurales, porque algunos decían que desgraciadamente lo que había que hacer era trabajar más y ganar menos, ya se ha cumplido,  pero lo que hemos logrados es que la clase media, el principal sostén de cualquier estado del bienestar sea hoy más pobre que entonces y que haya más ricos que entonces. El regalo puede ser retomar un rumbo que se torció entonces y que nos tiene varados en el desconcierto. Regalémonos justicia, que tan cara se cotiza.


3 comentarios:

  1. ¡Ay, Antonio; qué duro te nos estás poniendo!

    Mis hijas, que siempre se han quejado de la poca importancia que le dábamos a las fiestas navideñas, me van imponiendo su celebración con el pretexto de los nietos.

    Y mañana, aprovechando que estoy sustituyendo a la maestra de los mayores, haré una gran sesión de psicomotricidad con los catálogos de juguetes, que acabará siendo una carta a los reyes magos.

    ¿Que debería estar pensando en los desahuciados, en las pateras, y en los refugiados...; incluso aprovechando a esa familia de Nazaret que no tenía dónde recogerse? puede ser; pero opto por no castigarme tanto.

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    1. Paara decirte la verdad me impresionó mucho la decisión de esa señora de 65 ños de tirarse por la ventana con un pequeño en brazos. Pero es que he leído que días antes estuvo aportando ropa en uno de los puntos de recogida, que nadie, al parecer, conocía su verdadera situación y que provenía de una familia bien y era muy hermosa, de modo que la sorpresa fue para todas las personas que la conocían. En cualquier caso, me parece un drama colectivo. Pero tomo nota con lo de que igual me estoy volviendo muy dramático, por si hay que retocar el rumbo. Un abrazo

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  2. Un artículo interesante ...

    Saludos
    Mark de Zabaleta

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