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domingo, 16 de diciembre de 2018

INTERCAMBIO



         Más de una vez y siempre de manera injusta, los profesionales de la educación hemos lamentado entre nosotros que para ser padres no se necesite ningún examen. Es cierto que a veces uno ve lagunas en las familias que resultan inexplicables pero no es menos cierto que en nosotros mismos, a poco que nos analicemos, esas lagunas que censuramos o de las que nos lamentamos las vivimos nosotros mismos con nuestros propios hijos ante los que ya no estamos obligados a manifestar ningún disfraz profesional. Es más, también hemos llegado a comentar que no hay pequeños menos permeables a nuestras propuestas educativas que los hijos de compañeros. Es como si nos llegaran vacunados e impermeabilizados y fueran especialmente reticentes. Recuerdo una compañera que nos comentaba que su hijo adolescente le recriminaba con sarcasmo: ¡A ver qué dice la pedagoga! Y eso era lo que más le dolía a su madre.

         No digo que no tengamos razones para reaccionar de manera tan injusta y tan arrogante porque a lo largo de la jornada de trabajo uno ve cosas y situaciones que le resultan difíciles de digerir pero es que también es difícil aplicarnos como profesionales la autocrítica suficiente para entender que nosotros nos dedicamos a mirar a los demás pero al mismo tiempo formamos parte de ellos y cuando terminamos nuestro trabajo participamos  de los mismos vicios que denunciamos. Si hay una imagen que ofrezca como nadie la propuesta más justa de la vida afectiva y emocional es la de un mercadillo callejero. Todas las personas que se acercan, tanto si venden como si compran, lo hacen pensando que van a conseguir lo que buscan a buen precio. No creo que a nadie en un mercadillo le vayan a pedir otro certificado que no sea el de persona y allí se sabe como en ningún otro sitio que cualquier cosa tiene un precio y que hay que ingeniárselas por conseguir lo que uno busca lo más barato posible y eso se consigue regateando.

         Entre los pequeños la convivencia siempre es un regateo en el que cada uno intenta conseguir lo que quiere y sabe que tiene que ofrecer algo a cambio porque en esta vida nada es gratis. Sé que me repito como una comida indigesta pero es que hay vivencias que nos aleccionan de modo que nos sirven de paradigma para aclararnos nosotros y para explicar fenómenos que de otro modo nos las veríamos y nos las desearíamos. Cuando Alba y Fernando querían jugar a padres y madres todo era delicioso, pero no contaban con Cristian que se metió en medio y exigió ser el padre. Tuvieron que ingeniárselas haciendo que Fernando fuera el perro para que Cristian los dejara en paz y ellos se alejaron de su zona de influencia para seguir jugando, que era lo que querían, pero no como padre y como madre que hubiera sido su deseo, sino como madre y como perro para tener la fiesta en paz.

         Todo este juego de intereses elementales que están presentes en el comportamiento humano son los que configuran la convivencia y no están relacionados exactamente con los niveles culturales por más que la cultura tenga su importancia sino que forman parte del trasiego o intercambio en el que se fundamenta la vida. No es extraño, y creo que todos lo hemos vivido, encontrarnos a personas que no disponen de una gran cultura y que los vemos desenvolverse en la vida de forma superior. Y al contrario. También nos encontramos con personas de alto nivel cultural que no son capaces de salir de atolladeros familiares o sociales que la vida les pone delante y se les atragantan. El entramado de la vida no tiene una correspondencia directa con la estructura social de valores en la que nos desenvolvemos. Creo que es más sensato que nos acerquemos unos a otros con la conciencia de que todos tenemos algo que ofrecer y que todos sabemos que cuando uno quiere algo sabe que tiene que pagar un precio por ello y que eso no es un mal fundamento para la convivencia.


6 comentarios:

  1. Leyendo la historia de Alba, Fernando y Cristian, se me ocurre preguntarte si sabes qué fue de ellos. A estas alturas deben haber formado sus propias familias, y sería interesante saber si ha sido entre ellos o con otras parejas.

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    1. Los tres interfectos tienen ya la friolera de 42 años. Alba, que es mi hija trabaja con su hermano en la empresa inmobiliaria. Fernando, que es hijo de Pilar Merediz, que fue nuestra primera secretaria sé que tiene hijos, que está calvo y no he hablado con él desde ni se sabe y de Cristian no sé absolutamente nada. Un abrazo

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  2. Un artículo interesante ...

    Saludos
    Felices Fiestas !

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  3. Absolutamente interesante y además, destacable la lección de sinceridad y autocrítica. Muy bueno, Antonio
    Un abrazo

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    1. Querida Pilar. Te agradezco tus palabras y te digo que a medida que pasa el tiempo siento una fuerte tentación de sentirme limpio para soportar la imagen que me veo en el espejo. Un beso

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  4. "Todo este juego de intereses elementales que están presentes en el comportamiento humano son los que configuran la convivencia y no están relacionados exactamente con los niveles culturales por más que la cultura tenga su importancia sino que forman parte del trasiego o intercambio en el que se fundamenta la vida."

    Totalmente de acuerdo.

    Abrazos, Antonio.

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