Hemos
hablado de la abundancia de frutos a lo largo y ancho del otoño pero también
podemos hacer referencia a las distintas maneras de aprender. No es lo mismo
que nos dediquemos a contar los frutos, a leer sus componentes y los espacios
donde más abundan, incluso a dibujarlos en un cuadernos y contar historias en
las que estos frutos participen. Es una manera de conocerlos sin duda pero
desde la lejanía. A final de septiembre, apenas empezado el curso podemos hacer
que alguna familia nos aporte una caja con varios kilos de uvas a la que
podemos dedicar un buen rato cualquier mañana y pisarla aquellos que quieran,
recoger su zumo con un color tan desagradable y hacer que lo vayan probando
aquellos que se atrevan para que se den cuenta del sabor de privilegio que se
obtiene del pisado de la uva. Es posible que algunos lo hayan vivido con sus
familias pero en primera persona las experiencias tienen siempre un valor
añadido inconfundible.
Desde
este primer rito otoñal de la vendimia podemos subir hasta la navidad con las
castañas asadas, unas veces llevando frutos más raros que muchos ni van a
conocer y no estaría de más que saborearan, como almencinas, majoletas, serbas,
acerolas, o azofaifas y otras trabajando mezclas exquisitas como la del boniato
con el membrillo cocido a fuego lento con una rama de canela dentro, un buen
trozo de piel de limón y otro de naranja y azúcar al gusto hasta hacer que
ambas frutas se ablanden y el caldo se empiece a convertir en puré. Todas las
veces que lo hemos experimentado en clase los niños han sido reticentes a
probarlo porque no forma parte de su dieta habitual ni los frutos son
frecuentes en los mercados del barrio pero siempre hay alguien que los conoce y
habla bien de ellos lo que nos sirve como palanca para introducir un nuevo
sabor en sus vidas y una exquisitez que no tienen a su alcance fácilmente.
Que la
escuela sea un centro del saber a través de libros, de cuadernos, de lápices y
de ceras de colores está bien y nos permite unos niveles de conocimiento nada
desdeñables pero si estas formas más o menos lógicas de aprender las acercamos
un poco a la realidad y las mezclamos con los olores, los sabores o las
texturas de los mismos elementos que estamos estudiando el resultado no tiene
punto de comparación. Yo no sé qué tiene de malo disponer de un sencillo
infernillo en la clase que nos permita realizar sencillas mezclas de disfrute
inmediato y de manejo sencillo. El experimento de los tres estados del agua es
muy gráfico y tarda poco en producirse y siempre parece magia cuando no es más
que el efecto del calor, primero sobre unos cubitos de hielo hasta conseguir el
agua y si seguimos, hacer que el mismo agua se evapore y que veamos la nube de
vapor subir y comprobar cómo el recipiente se queda completamente vacío en un
espacio de diez minutos más o menos, antes de que su atención se disperse.
Una
vez que la costumbre de usar el infernillo con cierta frecuencia, el camino se
construye solo porque cada día puede haber un reto nuevo que experimentar y
desde luego arrancar con la idea de que los pequeños sean capaces de probar
sabores nuevos es algo que cuesta en un principio como todo lo nuevo, pero no
significa más que falta de costumbre que se va resolviendo a medida que las
experiencias se van incorporando al saber del grupo y podemos contar episodios
de cómo pasó con la vendimia, el sabor agridulce del boniato y el membrillo o
el caldo espeso del potaje de castañas y lo que nos costó guardar las castañas
asadas el día anterior sin que nos las comiéramos. Ciertamente unos resultados
van a ser más atractivos que otros pero todos van a formar parte de ámbitos
nuevos de conocimiento que no formaban parte de ellos y que en la medida que se
hagan presentes en la clase podremos hablar de ellos como frutos de nuestro
esfuerzo de grupo.
Este año hemos empezado una nueva forma de ensaladas en las escuelas, a partir de las indicaciones de una dietista, que por cierto fue alumna de Duende.Con nombres tan sugerentes como nazarí, mediterránea, sierra nevada, arco iris y la que ahora quería mencionar: la ensalada de la estación: Otoño: escarola,
ResponderEliminarmanzana, granada y nueces; Invierno: col
Kale, naranja y piñones; Primavera:canónigos, fresas y queso fresco; Verano: lechuga,
aguacate y mango.
Como ves, al final esos productos de temporada han entrado en nuestra vida cotidiana.
Eso que comentas no es sólo encontrar hallazgos sino ponerse a organizarlos, lo que significa muchos pasos adelante. Se ve que el conocimiento no sólo importa cuando nace sino saber organizarlo una vez nacido y ponerlo uno junto al otro para poder reconocerlo y nombrarlo una vez descubierto. Ahí no he llegado yo pero me encanta saber que hay quien está llegando y sigue aprendiendo. Un abrazo, amigo
EliminarInteresante ...
ResponderEliminarSaludos
Mark de Zabaleta
Dadas las condiciones de seguridad, higiene y salubridad que los gobiernos y organismos imponen ( i aconsejan, al menos) no es extraño que estás experiencias tan importantes y frecuentes en otros tiempos atrás no se lleven a cabo. O no, en en la generalidad de Escuelas de área Urbana, no rural.
ResponderEliminarY, (no i, disculpen)
ResponderEliminarEs verdad que los elementos de seguridad han ganado peso con relación a otro tipo de beneficios: educativos, sociales...etc. Supongo que hay que confiar en que el tiempo nos equilibre y nos haga ver las verdades más profundas. Un beso
EliminarHe aprendido un montón Nada esto sabia
ResponderEliminarSabes muchisimo es por eso que me gusta venir a tu blog
abrazos desde Miami