Las
rutinas de cada día terminan por dibujar un esquema de comportamiento que
resulta ser tu vida y, en cierto modo, tú mismo
través del tiempo. Un día cualquiera, sales de realizar tú compra
correspondiente del MERCADONA del barrio y se te para de pronto un saludo y
una sonrisa. En solo unos segundos de fijar tu mirada recuerdas un comedor de
Bilbao con las mesas instaladas para el desayuno. Tú, como siempre llegas
cuando todo está vacío, como siempre. Antes de sentarte ves que una silla está
ocupada y saludas: -¡Buenos días!- Es la misma mirada y la misma sonrisa que
ahora tienes delante, el mismo deje argentino …, ´-¿Antonio?. - Hola Alfredo.
Y, sin pretenderlo utilizáis una hora de vuestra vida para arrancar desde aquella
mañana y conectar una relación de más de 40 años que nació en Adara, la escuela
de verano del País Vasco a la que ambos habíais sido invitados para dar un
curso, él de Psicomotricidad y Juego Dramático y tú de Educación Infantil,
temáticas que por aquellos primeros ochenta estaba en la mente y en la boca de
algunos que, sin saberlo, se convertiría a partir de entonces en contenidos que
formarían parte de los contenidos de Magisterio del futuro.
Alfredo
Mantovani seguía mostrando su sonrisa franca y curiosa, una compañera a su lado
que no estaba aquella primera mañana en la que nos miramos por primera vez
mientras desayunábamos y media vida de distancia que se reflejaba en nuestras
caras, la que va de los 30 a los 70 años. Aquí también compartimos otro desayuno,
este de una cafetería de Granada y miles de cursos por compartir, como si fuera
la primera vez. Yo desde mi jubilación dorada que gozo con mi lectura, por fin
leyendo con furia como si la vida me lo debiera y me lo estuviera cobrando
desde tanto tiempo atrás. Él. Desde sus casi 30 años en Morón de la Frontera y
vuelto a Granada, a Víznar concretamente. En medio unas vidas que se han venido
realizando con cierto privilegio porque han dejado por el camino altos niveles
de realización personal que muestran en su mirada y que significan un
reencuentro y un ansia ilimitada de aprendizaje para el futuro, necesariamente
no muy largo a estas alturas, que nos
quede.
Cuando
asomé por Bilbao la primera vez, se desarrollaba en sus calles una fiera lucha
por la reconversión industrial con miles de pintadas, Euscalduna, uno de los
astilleros más activos en una ciudad bordeando su ría que significaba para
España el símbolo de la industria pesada. Aquella difícil y traumática
reconversión terminó vaciando casi por completo gran parte de la industria
pesada española, concentrada allí, en toda la margen izquierda de su ría:
Sestao, Baracaldo, Portugalete, Santurce, gran parte de la cual desapareció
llenando de angustia a miles de familias que no conocían otra forma de vida que
la que propiciaba la industria, con el más alto nivel de vida de toda España
pero con un desarrollo que empezaba a ser obsoleto y con muy poco futuro.
Después de unos años de muchas protestas y de angustia, gran parte de la zona
terminó sumida en la desesperación de ver que una forma de vida de la que se
había vivido hasta el momento, a pesar de los pesares, se encaminaba hacia un
futuro sin perspectivas.
Alfredo
siguió con sus cursos por toda la península y conocerá mejor el proceso de cambio.
Yo volví a mi docencia una vez que la Educación Infantil tomó carta de
naturaleza y pasó de las Escuelas Normales de Magisterio a las modernas
Facultades de Educación en las que hoy sigue encaramada, a la que le deseo un
largo futuro. Bilbao, quién lo diría, hoy es una ciudad que vive del turismo,
muy lejos del negro de la carbonilla del que había que cuidarse por entonces,
que lo inundaba todo. Desde el sur fuimos viendo cómo aquella maravilla
arquitectónica que hoy se llama Museo Guggenheim, ha permitido a toda la zona cambiar
radicalmente de vida y hacer de Bilbao un hito mundial del arte moderno y un
foco de turismo cultural a la altura de Nueva York y similares. En medio, mi
vida y la de Alfredo se han ido en gran medida, lo que no nos priva de mirarnos
a la cara con gesto de viejos zorros y sentirnos protagonistas de un país que no se parece mucho al de entonces. Me parece de justicia recordarlo mirándonos a
la cara.
Creo que lo he vivido todo contigo para mientras te leía.
ResponderEliminarGenial.
Felicidades.
Besos.
Sigo aquí...