En mi
infancia la comba era un hermoso juego, casi exclusivo de niñas, en el que las
participantes entraban y salían de una larga cuerda que dos compañeras hacían
girar a un ritmo equilibrado una y mil veces. Los niños mirábamos embelesados, pero
no participábamos para que no nos dijeran mariquitas. Era uno de los muchos juegos
que ejercitaban las niñas, haciendo alardes con manos, pies o cuerpo entero, de
un ritmo, acompasado con canciones o trabalenguas, consiguiendo unas armonías de movimiento muy
notables, lejos de los juegos de niños, mucho más ligados a las exhibiciones de
fuerza y a la clasificación del orden jerárquico en la escala social, mucho
menos inclusivo que la comba o similares y mucho más selectivo y excluyente.
Con esta diferencia hemos crecido muchos y toda la vida hemos arrastrado
diferencias y limitaciones culturales que nos han condenado a prescindir de los
aprendizajes que veíamos en el otro sexo, pero que no debíamos incluir en
nuestra formación porque había que mantener las diferencias por encima de todo.
Ayer,
cuando cinco mujeres, responsables políticas, se reunían en Valencia para
escucharse unas a otras y para escuchar a quienes habían asistido a participar
del acto, viví de nuevo un embeleso parecido al de la comba, con la enorme
diferencia de que esta vez, a mis 74 años, no me sentí marginado de su
propuesta sino incluido en ella y dispuesto a escuchar también lo que tuvieran
que decir. Pensé en la degradación tan alta a la que ha llegado la política a
día de hoy y la expectación y el interés que suscitaba un encuentro de cinco
mujeres significativas que se habían reunido para escucharse. Me acordé de la
comba y pensé en esfuerzo, en equilibrio, en armonía y en inclusión. Sé que me
salgo de mi tema habitual pero no quiero pasar por lo que pasó ayer como si no
hubiera sucedido porque me parecería una traición a mí mismo. Me interesó lo de
ayer y mucho, me vino a la mente la comba y esta vez no quise quedarme fuera
sino participar con mi palabra a lo que me parecía un verdadero acontecimiento.
Hombres
y mujeres hemos vivido de espaldas a lo largo de la historia, usando y abusando
unos de otros pero ignorándonos sistemáticamente. El siglo XX ha vivido el
nacimiento de la mujer como defensora de su condición y reivindicando con
claridad su puesto en la sociedad, dispuesta a terminar con la inmensa
injusticia de ser el 50% de la población y tener que vivir como ciudadana de
segunda. Si nos olvidamos de ser hombres o mujeres y nos convertimos en,
sencillamente
personas, es seguro que nos vamos a encontrar en un mundo
muy distinto al que hemos conocido hasta el momento. Seguramente no va a ser ni
mejor ni peor que el que conocemos, ni tiene por qué serlo, pero sí
radicalmente distinto porque todos los puntos de vista sobre la vida y sus
problemas se incorporarán a esa comba que gira y gira y nos acepta como
distintos, porque lo somos, pero en ningún momento como subordinados unos a
otros.
He vivido como hombre
casi toda mi vida. No sé lo que me queda todavía pero, sea lo que sea, quiero
ser persona
por fin, hasta mi último suspiro. Quiero jugar a una comba que gire y gire como
siempre, pero que no discrimine a nadie y que nos incluya a todos, saltando
armónicamente como miembros del mismo valor en la rueda de la vida. No quiero
que seamos idénticos porque entiendo la diferencia como una innegable riqueza
de la que todos nos podemos beneficiar, pero huyamos como de la peste de las
jerarquías que nos subordinan a unos de otros por razón de sexo, por el color
de la piel, por la religión o sabe dios por qué. El acto de ayer me parece un
acto de esperanza, me reconcilia un punto con las personas que me rodean y con
el mundo entero y me dice que no todo lo que hacemos merece ser despreciable
porque hay cosas que nos degradan y otras, como el acto de ayer, que nos
enaltecen. No creo en los milagros pero lo que ayer pasó en Valencia con estas
cinco mujeres reunidas para escucharse me parece un hallazgo. En esa comba
cabemos todos.
Para mí, era jugar al boliche...
ResponderEliminarEntre otros muchos.
No sé en qué ni cómo acabará eso.
Hay muchos detalles y comportamientos que no acaban de gustarme.
Mucho menos, tranquiliza.
No el hecho en sí, que es fantástico y debería haber más.
Sino el cómo, y el con quiénes.
Algo hay, no sé cómo explicar esta intuición basada en varios detalles, que no acaban de gustarme.
Ya veremos.
Un beso y un gran abrazo.
Gracias.
Tiempo al tiempo.
Para mí, era jugar al boliche...
ResponderEliminarEntre otros muchos.
No sé en qué ni cómo acabará eso.
Hay muchos detalles y comportamientos que no acaban de gustarme.
Mucho menos, tranquiliza.
No el hecho en sí, que es fantástico y debería haber más.
Sino el cómo, y el con quiénes.
Algo hay, no sé cómo explicar esta intuición basada en varios detalles, que no acaban de gustarme.
Ya veremos.
Un beso y un gran abrazo.
Gracias.
Tiempo al tiempo.
Excepcional Boleto de Ravel.
Tenemos los mismos y variados gustos musicales.
Felicidades