En las
carreteras de Chiapas, al sur de México, el otro día volcó un camionaco, de
esos de 12 metros de largo, al parecer por exceso de velocidad. Cuando se abrieron
las puertas para ver qué había pasado con la carga, resultó que la carga eran
más de 100 personas que viajaban en su interior camino de la frontera de EEUU.
55 de ellos murieron en el acto. El resto, heridos de diversa consideración,
fueron llevados a hospitales de la zona a que se les atendiera. El conductor,
salió pitando de la cabina y, hasta este momento, nadie ha dicho nada de él.
Estará preocupado por haber perdido el puesto de trabajo y buscará cobijo donde
pueda, para que nadie lo identifique Total, unas pocas líneas de la prensa del día.
Después, el silencio. Hoy ya no aparece este drama en ningún periódico. Tampoco
el de ninguna de las decenas de millones que se mueven por el mundo buscando un
futuro para ellos y para sus familias porque en sus países de origen no lo
encuentran. Este virus no es de hoy. Es endémico. Se llama pobreza y nadie quiere mirarlo a la cara ni, que se sepa, se ha
encontrado, hasta el momento, una vacuna para combatirlo.
Lo
repetiré una vez más para que nadie se atreva a tildarme de ingrato. Estoy
encantado de haber recibido ya el tercer pinchazo de la vacuna contra el covit 19. Me emociona saber que mi país,
España, ande ya por el 90% de la población vacunada con la pauta completa y a
la espera de que llegue el día 15 en el que empezarán a recibir la primera
dosis, adaptada a su edad, los niños entre 5 y 16 años. Es posible, por tanto,
que el año próximo lo comencemos con casi toda la población vacunada. La sexta
ola, en la que cabalgamos, sigue infectando con incidencia irregular según las
distintas comunidades, mayor en las del norte y más moderada en las del sur (Granada,
que es mi provincia, ayer alcanzó los 100 mientras que Centroeuropa se acerca a
los 2000). Desearía con todas mis fuerzas que los peores estuvieran como yo.
Hasta el momento no tengo el disgusto de conocer al tal covit 19 ni maldita la gana. Me siento, por tanto, un privilegiado,
que quede meridianamente claro.
Lo que
pasa es que una cosa es combatir con todas nuestras fuerzas esta pandemia que
se nos ha colado desde mediados Marzo de 2020 y otra muy distinta cerrar los
ojos a las históricas pandemias que pululan a nuestro alrededor y para las que
todavía no hemos encontrado una vacuna adecuada. Yo no sé qué pasaría si para
la pobreza, pandemia endémica donde
las haya, presente en nuestro planeta desde que el mundo es mundo y sin vacuna
hasta el momento, si hubiera recibido un aluvión de dólares de parte de los
países como lo han recibido las farmacéuticas para alumbrar la vacuna contra el
covit 19 en tiempo record, quien
sabe si la hubiéramos resuelto en su totalidad, o en buena parte, sus
perniciosos efectos. Lo pobreza es pandemia
y madre de pandemias. No tenemos más que darnos cuenta que mientras hay países,
como el mío, con el 90% de ciudadanos vacunados, la mitad del mundo no llega
todavía al 20%, lo que significa riesgo para todos.
No sé
si la tragedia de la carretera de Chiapas, de la que nos hemos enterado porque
ha volcado el camión. ¡Cuántos tráiler habremos visto circular tranquilamente
con la misma carga en su interior y sin que nadie lo sepa! La pobreza es muy tozuda. Sigue entre
nosotros y lo mismo se alberga en un transporte de ganado que detrás de una
alambrada entre la nieve de Bielorrusia. Utiliza todos los colores del arco
humano, se esconde en todos los vericuetos de la ilegalidad pero se siente
fuerte porque sabe que nuestra hipocresía encuentra maneras de pasar por su
lado sin ver lo que pasa. Tenemos miles de excusas a la mano para escurrir el
bulto y pasar junto a la miseria como si tal cosa. Si llega el caso no nos va a
temblar la cabeza para encontrar argumentos que signifiquen aplazar sine die la
solución de nuestra más vieja pandemia. Siempre encontraremos un buen mañana
que nos sirva de escondite para seguir nuestro camino y hasta dormir tranquilos
cada noche, conscientes de que algún día habrá que tomar cartas en el asunto,
pero será en el futuro, probablemente.
Sabes que es extraño en mí.
ResponderEliminarPero hoy no tengo palabras.
Desconocía lo de ese trailer. Estoy conmocionada con tanto y tan pésimo.
Lo endémico, pandémico y circunstancial.
Es demasiado.
Me ha emocionado hasta el tuétano tu artículo.
Qué seas otra voz de la pobreza y la desesperación.
Duele hasta morir.
Y me he llorado encima.
Felicidades.
Pero por encima de todo, muchas gracias.
Besos
Nos queda tanto por aprender a todos... Me alegro de lo del volcán de La Palma y espero que duerma por otro espacio de tiempo.
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